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Críticas de travis braddock
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Críticas 152
Críticas ordenadas por utilidad
8
25 de mayo de 2010
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una película que había pasado muy de puntillas por nuestros lares en el momento de su estreno (es de 2002) y ni siquiera está editada en DVD, pese a contar con un interesante reparto de intérpretes británicos.

La cinta es una buena adaptación del universo dickensiano, del contraste entre los bajos fondos y la riqueza, siendo más posible hallar buena gente entre los desfavorecidos que entre los potentados. En muchas ocasiones se señala a Dickens como sentimentalista, pero yo creo que eso es una visión poco justa de su obra. El dolor y la injusticia es moneda común en sus hsitorias, pero siempre hay lugar para la esperanza, algo que yo veo más cercano al estoicismo que a la sensiblería.

El director Douglas McGrath (autor de la mediocre versión de la "Emma" de Jane Austen y de la muy interesante "Historia de un crimen") sabe trasladar a la pantalla ese universo y lo hace con una acertada puesta en escena, ayudada por la espléndida música de Rachel Portman (una habitual en este tipo de producciones). Los actores también están a la altura de las circunstancias, en especial Christopher Plummer y Jim Broadbent como los malos de la función. Asimismo podemos encontrar a unas jóvenes (y adorables) Romola Garai y Anne Hathaway como la hermana y el objeto del interés amoroso de Nicholas, que salen las dos hechas un primor. Hasta el insulso Jamie Bell ("Billy Elliot") está creíble como huérfano desvalido que se convertirá en íntimo del protagonista.

En resumidas cuentas, una película muy agradable de ver, de las que te dejan con una sonrisa en el rostro. Si pueden, descúbranla.
travis braddock
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7
15 de junio de 2015
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
España es un país en crisis económica en el que los potentados han aumentado su margen de beneficios y las clases medias y bajas han visto constreñidos sus recursos. A pesar de ello, desde las altas esferas gubernamentales se insiste en una recuperación que muchos no ven ni de lejos, mientras varios spots publicitarios de entidades bancarias tratan de jugar con la simpatía para recuperar el afecto de aquellos a quienes calificaron de irresponsables por vivir por encima de sus posibilidades. Ahora les insta a que de nuevo pidan créditos y se endeuden, que ya habrá tiempo de echarles la bronca a los pobres pardillos por picar el anzuelo otra vez. Está claro que hay gente a la que la crisis no le ha afectado mucho, que no ha conocido el desempleo y el vacío de no saber cuál será su futuro en estos años. A ellos se dirige el mensaje que busca ser tranquilizador y que pone de mal café a los que se consideran engañados por las mentiras de ese mundo feliz que se vende desde arriba y que ellos no ven por ningún lado, teniendo que dar saltos de alegría si les surgen trabajos temporales de 500 euros al mes. Este es uno de los múltiples casos donde la palabra puede ser usada de manera torticera y manipuladora y sobre el poder de la palabra trata ‘Hablar’, el último trabajo de Joaquín Oristrell.

El barcelonés Joaquín Oristrell empezó su carrera como guionista de televisión antes de pasarse al cine y participar en los libretos de películas como ‘Bajarse al moro’, ‘Todos los hombres sois iguales’ o ‘El amor perjudica seriamente la salud’. ‘¿De qué se ríen las mujeres?’ supuso su debut en la dirección, que ha continuado en películas como ‘Sin vergüenza’, ‘Inconscientes’ o ‘Dieta mediterránea’. El Oristrell dedicado por entero a la comedia ha tenido sus altibajos, con incursiones interesantes y otras bastante olvidables, pero el más interesante se encuentra en ‘Sin vergüenza’ y ‘Los abajo firmantes’, dos cintas que son el germen de ‘Hablar’. De ‘Sin vergüenza’ extrae el gusto por la frescura y la inmediatez de la actuación, con la influencia de docentes como Cristina Rota y su escuela de interpretación, mientras que de ‘Los abajo firmantes’ extrae el compromiso social. Así, ‘Hablar’ es un fresco impresionista, formado por pequeñas pinceladas, que busca hablar de la España de hoy a través de un conglomerado de historias rodadas sin cortes.

La película ha sido urdida por el propio director, junto a Juan Diego Botto y María Botto y la madre de ambos, Cristina Rota. A partir de ahí se creó una historia ambientada en el barrio madrileño de Lavapiés, en el que algunos de los actores participantes trabajaron a través de la improvisación y otros escribieron lo que habían de decir sus personajes. De este modo, en ‘Hablar’ aparecen temas como los desahucios, el paro, la corrupción, la crisis inmobiliaria, el hambre, los malos tratos e incluso el amor, siempre con la palabra como arma. Así encontramos a personajes que usan las palabrotas como modo de expresión de un interior turbio, otros que prefieren callar, aquellos que no escuchan y los que usan y retuercen el lenguaje al estilo maquiavélico, para conseguir sus fines.

‘Hablar’ recuerda por su concepción a ‘Gente en sitios’ y ‘Murieron por encima de sus posibilidades’, dos películas recientes de nuestro cine que han optado por salirse un poco de los márgenes tradicionales y que a pesar de su bajo presupuesto han contado con un elenco plagado de nombres conocidos. En el caso de la cinta de Oristrell encontramos a Juan Diego Botto, María Botto, Nur Levi, Antonio de la Torre, Marta Etura, Raúl Arévalo, Melanie Olivares, Secun de la Rosa, Sergio Peris Mencheta, Miguel Ángel Muñoz, Goya Toledo, Álex García, Mercedes Sampietro o Carmen Balagué. Pero aparte de su bajo coste y su reparto, las tres cintas se caracterizan por su visión crítica de lo cotidiano (más atemporal en el caso de ‘Gente en sitios’) y por su apuesta por la combinación de sainete y esperpento para retratar a la sociedad de nuestro país. Un sainete esperpéntico que en el caso de ‘Hablar’ deja regusto amargo al ver plasmadas ciertas realidades.

A lo largo de su escasa hora y cuarto de metraje, ‘Hablar’ va desgranando sus historias en un único plano secuencia que sirve como virguería técnica y como modo de sentir de manera más inmediata la cantidad de vida humana que puede desarrollarse ante nuestros ojos en unas pocas calles. Y como en la propia realidad, no todos los relatos son igual de interesantes y si hay algunos que son bastante incisivos, hay otros que no están bien rematados y resultan un poco forzados. Con todo ello, es una película de indudable interés y de las que dan origen a debates sobre cómo funcionan tantas veces las cosas en nuestro mundo. Los habrá que quieran ver el filme después de leer esta crítica y otros que no estén de acuerdo con mis reflexiones dirán que para ellos la historia no vale un pimiento o que se puede interpretar de otras maneras. Cosas del habla, tan complejo como los seres humanos que la usamos.
travis braddock
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7
4 de junio de 2015
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un hecho universal que todos nos hayamos encontrado alguna vez en una circunstancia incómoda en el ámbito de nuestra familia. Una circunstancia que puede ser más o menos dramática y que nos deja esa sensación de vulnerabilidad ante los lazos con aquellos que nos han sido dados como las personas más cercanas a nuestra existencia. Porque todos hemos pasado alguna vez por reuniones familiares en las que se ha palpado la incomodidad ante un conflicto entre alguno de los miembros por asuntos económicos o de relaciones sentimentales y también nos hemos visto obligados a encontrarnos con familiares a los que apenas conocemos y a los que no hemos visto en años, pero con los que nos hemos juntado a pasar unas fiestas de Navidad o unas vacaciones. Y todos hemos fingido alguna vez delante de nuestra familia, exagerando o minimizando algunas de nuestras virtudes o defectos y hemos ocultado algunos detalles que podrían ser motivo de discusión, para evitar los malos rollos. Y de ese tipo de cosas es de las que habla ‘Nuestro último verano en Escocia’.

‘Nuestro último verano en Escocia’ está dirigida por Andy Hamilton y Guy Jenkin, veteranos de la televisión británica, tras su participación en series como ‘Estas no son las noticias de las nueve’ y ‘Outnumbered’, en la que se hablaba de unos padres que luchaban por criar a sus hijos como buenamente podían y que en cierto es el germen de lo que cuenta la película. Porque los dos padres de esta ficción están pasando por un mal momento y están empezando a separar sus destinos aunque tratan de ocultárselo en la medida de los posible a unos hijos que se dan perfecta cuenta de que algo no va bien con sus progenitores.

Y el disimulo se extiende también de cara a la familia de Doug, que tiene un hermano al que todo parece haberle ido mucho mejor y con el que parece existir esa siempre extraña rivalidad fraternal. Todo ello para no causar un disgusto al abuelo Gordie, un hombre ya mayor al que quieren darle la ilusión de tener una familia unida, aunque ese abuelo tampoco se va a dejar engañar por las apariencias y acabará haciendo las mejores migas con sus nietos, alejados de las mentiras que tantas veces aquejan al mundo de los adultos.

‘Nuestro último verano en Escocia’ responde perfectamente al modelo de comedia dramática para (casi) todos los públicos que se deja ver en el trailer. El filme fue galardonado en la última Seminci de Valladolid con el premio del público y una vez visto deja claro el por qué de ese reconocimiento. Hamilton y Jenkin facturan una propuesta que no es precisamente original, pero a la que dotan de un indudable encanto, especialmente en sus personajes infantiles, los grandes protagonistas de la función. Esos tres chavalines ven las cosas sin ambages ni hipocresía y se lo hacen saber a los adultos que les rodean, mientras estos callan y sufren en silencio, convirtiéndose en una especie de enigma para los pequeños. En este sentido, hacia la mitad del metraje se produce un giro en la trama que provocará que esa familia se quite las máscaras de una vez por todas y busquen en su interior para comportarse como un auténtico grupo familiar, dejando de engañar a los demás y a sí mismos.

Como suele ser norma en las producciones británicas, los actores rayan a muy buena altura, especialmente los más jóvenes, aunque los adultos no van a la zaga, con David Tennant (especialmente conocido por su participación en ‘Doctor Who’) y Rosamund Pike (aquí en un registro dramático menos oscuro que el que bordó en ‘Perdida’) interpretando a sus sufridos padres. Y entre todos destaca especialmente un Billy Connolly siempre inspirado en la comedia y el drama, como ya ha demostrado en una larga carrera cimentada en papeles secundarios en películas como ‘Los elegidos’, ‘El último samurai’ o ‘X-Files: Creer es la clave’. Es su personaje el que dice que cada uno es ridículo a su manera, una de las frases que dan la clave de lo que quiere contar la película y que al mismo tiempo es toda una lección de cómo funciona la vida.

Aquellos que busquen una historia familiar que no cae en el ridículo ni en el pasteleo emocional (aunque se deje llevar un poco por la sensiblería más fácil en su tramo final) tienen una cita con ‘Nuestro último verano en Escocia’, una agradable película ambientada en bellos parajes escoceses que sabe sacar la sonrisa en el espectador. Todo ello al tiempo que deja algunas cuestiones en el aire sobre las complicaciones que tantas veces surgen en el ámbito familiar, ese lugar en el que todos nos sentimos incómodos al querer camuflar nuestras desnudeces emocionales ante la vista de los que nos conocen más de lo que creemos.
travis braddock
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7
20 de noviembre de 2013
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Stockholm" está dirigida por Rodrigo Sorogoyen, director curtido en televisión y que debutó en el cine con "8 citas". Con su segunda película ha logrado premios al mejor guión y mejor actriz en el último Festival de Málaga, así como la oportunidad de llegar a unos pocos cines con un presupuesto de poco más de 200.000 euros. Dos actores, una casa y las calles de Madrid son los ingredientes de una película romántica que empieza siendo cómica y acaba siendo dramática. El chico conoce a la chica en una fiesta, muestra sus mejores armas de seducción y ella es reticente al principio. Salen a la calle y él va convenciéndola poco a poco para que vaya con él a su casa, lo que finalmente ocurre. Pero luego las cosas no serán tan apacibles como empezaron.

Sorogoyen tira de tópicos para acabar retorciéndolos y construir una de esas películas que empiezan acariciándote y terminan tirándote del pelo, poco apta para aquellos que usen las comedias románticas como lubricante para sus emociones. Javier Pereira y Aura Garrido componen unos personajes en los que se adivina una cierta fractura interna, preludio de lo que acabará pasando. Él es uno de esos chicos que con su labia y su sonrisilla y su buenrollismo algo postizos acaban consiguiendo lo que quieren y ella es una de esas chicas que tiene muchas capas, no precisamente agradables, debajo de su bonito envoltorio. Especialmente memorable se muestra Aura Garrido, que tiene un nombre que es metáfora de lo que la caracteriza, un "algo" muy especial. Tuve la ocasión de entrevistarla una vez y pese a su físico menudo tiene una mirada felina capaz de derribar a cualquier coloso. A pesar de haber salido en series como "Crematorio" o "Ángel y demonio", su carrera en cine se ha encaminado a películas más minoritarias, como "Planes para mañana", "Los ilusos" o ésta que nos ocupa. Será admiración de fan, pero es imposible no acabar sintiendo pena y compasión por lo que le ocurre a su personaje en la película.

Entre lo peor de "Stockholm" se puede poner algún vicio de su director, que a veces hace improvisados videoclips a modo de transición y para los que hemos pateado el centro de Madrid hay alguna continuidad dudosa entre las calles que recorren sus protagonistas, aunque éste es un defecto menor. El filme tiene una factura interesante a pesar de su bajo coste y muestra que el cine español puede tener más sustancia cuando se libera de la obligación de tener que gustar a todo el mundo, que muchas veces es el camino más rápido para no gustar a nadie. Una película que habla de la responsabilidad de nuestros actos, de lo que decimos y hacemos sentir a otras personas y de las consecuencias que eso puede tener.
travis braddock
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8
9 de abril de 2010
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Lunas de hiel" la ví por primera vez alquilada del videoclub en VHS con 14 o 15 años. Estaba en la sección de lo erótico-porno y tuve curiosidad con esa portada en la que una mujer medio desnuda yacía frente a un hombre sentado en un sillón, cosas de esa edad en la que uno se empieza a sentir tentado por el ámbito sexual. Luego me encontré con un producto que tenía sus momentos subidos de tono y que por entonces supusieron para mí el mayor estímulo del filme, que ofrecía una visión un tanto sórdida sobre las relaciones de pareja.

De todos modos he querido verla porque ya no soy ese chavalín adolescente y la vida me ha enseñado ciertas cosas que por entonces desconocía, le pasa a todo el mundo, que hay obras artísticas que hay que paladear cuando ya se tiene un poco de recorrido vital que facilite la comprensión y la identificación. Pasa con todos esos libros y películas que de pequeño no te dicen nada y de más mayor te tiran mucho y viceversa.

Desde la pasión ya surgida del primer encuentro y cultivada en la fase inicial, desarrollada en un París que es fiel a su tópico de capital del amor, asistiremos a los vaivenes sentimentales de la pareja. Tanto el hombre como la mujer tendrán la ocasión de herir y humillar a su compañero y afrontarán la imposibilidad de huir el uno del otro, pues se necesitan más de lo que puedan llegar a detestarse.

Con todo ello, Polanski ofrece una disección sin contemplaciones de las relaciones de pareja, tantas veces una relación de poder y sumisión, donde una fina línea separa el amor y el odio. A ello ayudan las interpretaciones de Coyote y Segnier, que no dudan en desnudarse en cuerpo y alma para dar vida a sus atormentados personajes. Grant y Scott Thomas son la pareja convencional y aburrida de turno, que se acabará viendo afectada por las revelaciones de su mefistofélico confesor.

La cinta acaba siendo fiel a las obsesiones de Polanski, siempre preocupado en su obra por el lado sórdido y bizarro de la raza humana y con toques de humor negro marca de la casa. Muy recomendable
travis braddock
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