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España España · Barcelona
Críticas de edgar_33
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Críticas 30
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
Dragon Ball (Bola de Dragón) (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón1986
7,8
73.931
Animación
9
28 de junio de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Goku, de 11 años, de cabello negro y puntiagudo, sirviéndose con un palo rojo que se alarga infinitamente a su antojo y con cola de mono a temer en días de luna llena, vive aislado en las montañas desde que aplastó sin querer a su abuelo adoptivo Son Gohan. Recluido en la naturaleza, se las apaña para sobrevivir sin ayuda. Con una sonrisa de oreja a oreja vive una vida sencilla y sin complejos alejado del alboroto urbano en una cabaña adyacente a una cordillera.

Mientras rompe tejas a puñetazos, oye de lejos el ruido de un motor procedente de la senda que lleva al monte donde habita. Explora la zona y se topa con Bulma -el único punto de inflexión de la vida de Son Goku-. Arrolla su coche, artilugio extraño para él.

Empieza la aventura.

Ignorando rasgos físicos y psicológicos prototípicos de un ser humano, Goku es incapaz de distinguir entre sexos, no se guía por códigos morales o éticos, y vive con naturalidad. No es alguien superficial, sexista o pervertido ni comprende estas definiciones o etiquetas; simplemente es. No distingue entre especies: le gustan animales, humanos, plantas, ríos, montañas, la naturaleza por igual. Le da igual ir o no ir desnudo. Desatiende conceptos de belleza o de inteligencia (no los necesita). Sin saber lo que son las definiciones de ningún tipo ni las leyes humanas, observa, conoce y descubre. Toca y curiosea aquello que desconoce, sin miedos, sin prejuicios. Es sincero y sencillo. Los únicos conceptos arraigados son el de comer y el de dormir, las necesidades básicas de cualquier persona.

Sin aparente sabiduría, sin nada, emprende un viaje para obtenerlo todo. Parte del punto 0, con intriga, expectación y ganas de aventura. El mundo es precioso y hay que salir para ser testimonio de ello. Bulma viaja con el objetivo de conseguir las Dragon Ball para satisfacer sus propios deseos, Goku para curiosear y ayudarla sin saber muy bien por qué. Encontrar y proteger una bolas anaranjadas con estrellas que brillan por si solas ¿Qué tienen de especial estas simples piedras? Goku quiere la suya, la de su abuelo y ya está, las otras no importan. Pero decide continuar con la aventura. Nosotros nos sentimos como él, fascinados por un mundo de dinosaurios y tortugas hablantes. Sus descubrimientos a lo largo y ancho del planeta, sus embelesamientos ante aquello que conoce, son los nuestros. La percepción del mundo es impactante para un chico acostumbrado a vivir entre montañas que sale de la burbuja, que de repente empieza a recorrer parajes diversos, con una vida consistente en peligros, riesgos y miles de peripecias. Cualquier persona con la cual se relaciona es atrayente, para bien o para mal, y su vida es trepidante. La sonrisa nunca la pierde por valiente y ambicioso. Y el deseo de explorar le permite avanzar en cualquier misión, con humildad. Un humilde sin declarar que lo es. Ni conoce la existencia de la palabra “humildad”.

Poco a poco, hace gala y se percata de su descomunal talento innato por la lucha. Perfecciona sus habilidades perpetuamente sin alcanzar ningún límite porque no los tiene. Nunca, aun habiendo recorrido el planeta entero, se le borra la sonrisa, la inocencia, la honradez, la benevolencia o la espontaneidad. Siempre conserva esa enorme pizca de humanidad que le convierten en un corazón puro capaz de atravesar fuego, tierra, mar y aire. Y eso que no es humano.

Con el objetivo de mejorarse a sí mismo, llega a hermosos lugares inhóspitos e inexplorados. Recorre paisajes remotos que muestran la inmensidad del mundo, y a medida que descubre nuevos lugares, su mundo interior y experiencia se amplían y su destreza en combate aumenta. Con eso, nunca pierde. Y con una infinita ambición, no hay lugar para la rendición. Montes helados, volcanes en erupción, bosques salvajes, animales indómitos, junglas repletas de dinosaurios, cielos escabrosos gigantescos, Tao Pai Pai o el asesino a sueldo más poderoso del planeta, la torre de Karin y la superación personal, el empeño en ser el vencedor de los torneos de artes marciales, el templo de Kami -el Dios ¿terrestre?-, y la victoria ante un vil extraterrestre llamado Piccolo, capaz de aniquilar el planeta.

Una persona sencilla, simple, constituida de bondad, que, arrastrada por sus ansias de pasarlo bien combatiendo, se convierte en héroe del mundo.

La evolución en espacio: de una insignifcante montaña al planeta entero. La progresión constante sin frenos.

Vencidos todos los obstáculos, qué límites hay para Son Goku en la Tierra?
edgar_33
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2
28 de junio de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un despropósito absoluto. La tercera entrega de la saga Halloween es una “película de terror más divertida que una mala comedia”. Guión, diálogos, dirección, interpretación, efectos especiales, maquillaje, todo es absurdamente hilarante. La música se lleva la palma, la del anuncio. Terminé harto del anuncio, pero me desperté la mañana siguiente a carcajada limpia con la melodía del politono en la cabeza.

Hablemos del argumento, un disparate total. Asesinos que atacan por la espalda: venden unas máscaras a los niños, que, al llevarlas puestas, convierten su piel y tejidos en bichos necrófagos. Las caretas requieren de un complemento sonoro para cumplir con su perversa función: la singular armonía de un anuncio de televisión de la fiesta local de Halloween. Si no, no matan. Éste es el asesino: una máscara. El cuerpo de Michael Myers no aparece en ningún momento y su máscara de látex tampoco. Si veo la tercera parte de Halloween, una secuela más que vilipendiada, es especialmente para verlo a él. Si lo transforman o no me da igual, pero que aparezca. El resto de trama es un sinsentido continuo interpretado por actores que parecen sacados de una peli porno de los 70, por físico y capacidades interpretativas. Ciencia ficción de serie Z con una trama de conspiraciones judeo-masónicas y mucho zumo de tomate protagonizada por un héroe en busca de la verdad.

El título “Season of The Witch” ¿Qué bruja?
edgar_33
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Cosmos (Serie de TV)
SerieDocumental
Estados Unidos1980
8,8
13.357
Documental, Intervenciones de: Carl Sagan
9
14 de abril de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La exploración del planeta Tierra, la exploración del entorno estelar, la exploración del sistema solar, la exploración de la Via Láctea, la exploración de galaxias a miles de años luz de nuestro mundo, la exploración del orden del universo, del cosmos. La magnificencia.

El cosmos es una grandeza imposible de conquistar para el humano caprichoso. Una enormidad que traduce una sensación de insignificancia por nuestra parte, de que nacimos a finales de un mes de diciembre, que no somos nada más que unos ínfimos días de la existencia de vida de un diminuto planeta de un espacio cósmico infinito. Somos tan insignificantes que las guerras, las batallas, las discusiones, las fronteras, el orgullo, la avaricia y la codicia son totalmente inútiles. Si un ser extraterrestre contemplara nuestro día a día, se asombraría ante la cíclica autodestrucción. No conservamos al mundo como un todo, sino como un conjunto de partes separadas increíblemente diferenciadas. La diferencia no existe, porque todos estamos condenados a convivir en un mismo planeta.

Cosmos y Carl Sagan usan el espacio y la ciencia como excusa para comprender al ser humano. Los dibujos que empiezan en átomo y terminan en hombre muestran que todos somos el planeta, que todos fuimos alguna vez réptil, alguna vez agua y alguna vez piedra. Necesario pararse a pensar en dicha evolución para transformar nuestro modo de pensar. El repaso de la vida terrestre y galáctica a lo largo de trece capítulos de profunda indagación termina en una reflexión sobre nuestro presente y nuestro futuro, una reflexión de conceptos convergentes para entender que somos uno y que tenemos que cuidarnos.
edgar_33
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El país del silencio y la oscuridad
Documental
Alemania del Oeste (RFA)1971
7,5
451
Documental, Intervenciones de: Fini Straubinger
7
27 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los ríos negro y blanco, confluentes y agitados, chocan contra las rocas. Éstas son los inadaptados sociales. Metáfora del constante obstáculo que son para sí mismas y para muchas otras las personas con discapacidad visual y auditiva. Obstáculo que empieza una vez son incapaces de gozar de unas rutinas corrientes y una vida dependiente. Aunque siempre dependan de alguien, nunca están acompañados; el alguien no satisface las necesidades emocionales. La soledad persiste.

Fini Straubinger es el hilo conductor de un retrato desolador y precioso. Vivir y comunicarse a través del tacto parece agotador, pero es la única manera. La narración aumenta en complejidad a medida que avanza el documental. Con la aparición de los niños se nos cuenta más, porque vemos personas que sufren la doble discapacidad des del nacimiento. Escenas hermosamente dolorosas: sufro con sus problemas de comunicación pero me enternece ver la inocencia y la naturalidad de los niños. Me pregunto cómo debe ser el pánico a las gotas de agua que caen del cielo cuando se duchan o las vibraciones del transistor de radio que rodeas con tus manos.

El hombre que concluye la historia es un desecho social. Todos han colaborado a que así sea. Nació sordo. Su innata característica diferencial lo expuso a la ignomínia. No le enseñaron a leer ni a escribir porque sus padres eran descuidados. Perdió la vista. Ahora está solo y abandonado en la oscuridad y en el silencio. El abrazo final con el árbol representa una comunión sólo lograda con la madre naturaleza, la única que comprende cualquier situación y no margina.
edgar_33
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7
5 de marzo de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
10

Me crié en un entorno complicado, en la cálida y exótica Miami, con una madre en ocasiones muy sobreprotectora, en ocasiones muy ausente. Además, adicta a las drogas. No tenía padre alguno en casa. No viví una infancia plena; siempre terminaba regañado por mi madre y con los amigos no disfrutaba completamente. Yo era diferente.

Iba al parque con amigos para jugar a fútbol. Pocos entendían sus reglas, y la mayoría del tiempo se revolcaban por el césped. Interrumpían el juego constantemente, y reían y parecían pasárselo bien. Sin embargo, yo me apartaba. Recuerdo que era menudo y delgado, y me veía como un mequetrefe sin talento deportivo. Oía un “¡Chiron, va, chuta!” y me cohibía. Qué corte. Jugase o no, me avergonzaba pensar que lo estaba haciendo mal o que no era bueno, cuando verdaderamente la gracia era jugar por entretenerse, no por ser el número uno. Me acobardaba y me apartaba del grupo. Me quedaba solo, en silencio, con expresión seria y actitud indolente. Sólo Kevin se me acercaba y me comprendía. De tan poco que deseaba destacar, destacaba, porque era el único que no disfrutaba de entre un grupo de amigos que vivía entre carcajadas.

Al ser diferente, las risas se convirtieron en pesadillas y los chicos me empezaron a perseguir. Debía mostrarme como alguien que no era a una edad demasiado precoz para demostrar nada. Escapándome de todos comprendí que no me podía escapar del mundo. Estaba encarcelado. Entonces, accidentalmente, conocí a mis segundos padres, mis mentores. Mi madre biológica existía para definirme el bien y el mal a su manera, y me limitaba. Ellos nunca. Me comprendían, tenían empatía, les podía explicar mis secretos y eran flexibles. Nadaba y me ahogaba entre aguas turbulentas y ellos me daban el respiro.


15

¡Qué delgado era! Ya no era bajito, pero no tenía presencia física. Era un palo. No era “duro” como debíamos ser los chicos. Me sentía apocado por todo. Agachaba la mirada y andaba con recelo ante cualquier situación social, con miedo a ser juzgado. Conocía de sobras mis condiciones sociales. Afroamericano, con madre yonqui, y homosexual. ¿Es malo ser así? Sí, supongo. Por eso la sociedad me rehuía. Era pura escoria social. Me pegaban, molestaban, insultaban, cada vez más y más, pues el apetito de las hienas nunca se saciaba. Día de escuela igual a humillación.

Un día, enmarañado en las constantes y repetidas burlas hacia mí, dejé inconsciente con un sillazo al rey de mis acosadores, y me expulsaron del colegio. Un castigo divino eterno por existir y por ser como soy. Me vengué de algo por primera vez en mi vida, y lo pagué. Me desterraron de Florida. Lo comprendo. Al fin y al cabo, soy diferente.

Era el marginado de clase, y en dos segundos pasé de ser el maltratado a ser el violento que tuvo que ser internado en Atlanta, a cientos de kilómetros de mi ciudad natal. Kevin me traicionó estando bajo los efectos del hechizo de la aprobación ajena, pero me apreciaba, lo sé. Yo destacaba como el chico tímido, el que agachaba la mirada, aunque mi último de los deseos era ésto. Sin yo confesar mis orientaciones o mis gustos, ya dejaba huella al no participar. No pasaba desapercibido y conseguía el efecto contrario al deseado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
edgar_33
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