Spielberg sabe ofrecer en esta cinta una mirada compleja y sin duda diferente del considerado mejor Presidente de la historia de los EEUU. La trama, que gira en torno a dos acontecimientos cruciales en la historia de la nación norteamericana -la guerra de secesión y la abolición de la esclavitud- aporta una perspectiva humana sobre la figura de este monstruo (en el buen sentido) de la política.
La cantidad de elementos de reflexión que el espectador puede extraer del film es inconmesurable. Muchos de ellos relacionados con las dificultades de combinar la vida personal con una responsabilidad política ingente, como es ser Presidente de una gran nación en tiempos difíciles. También resulta apasionante descubrir los entresijos del proceso de elaboración de las leyes/enmiendas constitucionales en un país con un sistema político tan complejo. Como diría un famoso personaje de "El ala oeste de la Casa Blanca", hay dos cosas que nadie debería ver cómo se hacen: las leyes y las salchicas. En efecto, la cantidad de trucos (y tal vez falsedades) que deben realizarse para sacar adelante determinados proyectos políticos resulta apabullante, y la película sabe describirlos a la perfección, con lo que sin duda aporta un retrato de la condición humana bastante preciso. También emotivas son las referencias al sufrimiento de las personas negras, esclavizadas muchos años, y liberadas por un Presidente que nunca cejó en el empeño de rescatarlas.
Una fotografía espectacular nos transporta a esos Estados Unidos primigenios, aún alejados del liderazgo mundial, y que pretendía cerrar sus primeras fugas de agua.
El reparto brilla como una potente orquesta en que Day-Lewis y Field obligan a quitarse el sombrero.