El chico flacucho es ninguneado por sus semejantes, obligado a realizar las tareas más bajas, limpiando y limpiando platos en una sucesión de días que parece que se prolongará toda la vida.
Pero el chico tiene algo que no tiene el resto, los ojos claros y el corazón puro. Esto captara la atención del hechicero, de Merlin, que cojera al joven bajo su tutela para ponerle en el lugar que se merece en el mundo. Este camino de aprendizaje, sembrado de peligros y de dudas, convertiría al pequeño Arturo en todo un hombre, descubriendo las intrincadas de redes de lo que significa ser humano: el amor, la amistad, la lucha, el saber, etc...
Nadie elige sus circunstancias, y arrojados a esta existencia azarosa nos afanamos por ver cumplidos nuestros anhelos, nosotros los soñadores como John Lennon. La perseverancia es una virtud, y el viejo Merlin nos enseña a luchar, a no rendirnos, a seguir incansables los deseos que propugnan nuestros corazones de oro.

La grandeza de este cuento reside en la primordial búsqueda en que estan inmersos el grupo de protagonistas, esta es, cerrar el pasado, cerrar las historias que quedaron abiertas en remotos años atrás para poder, ay, descansar de una vez.
Iñigo Montoya, sin duda el personaje más interesante y carismático, es un hombre consumido por la sed de venganza, un hombre en busca del hombre que asesino a su querido padre, que ha moldeado su vida en base a esta idea, siendo su único objetivo vital dar muerte al que a su padre dio muerte. Esta misión le da fuerzas para seguir adelante y para entrenar y superarse day after day, lo que le lleva ser uno de los mejores espadachines del mundo.
La princesa y el pirata andan en una búsqueda similar, buscándose mutuamente a través de las olas del tiempo, sin olvidar sus votos de amor eterno, con una confianza ciega en que se reencontraran tarde o temprano.
Por lo que vemos, son objetivos nobles y elevados, como corresponde al carácter de un cuento, por eso todo funciona y el maniqueísmo de los personajes resulta coherente.
Poco que achacarle a esta cinta, quizás el casting de actores podría haber sido mejor, contando con mas caras conocidas que le aportaran a la película el toque de calidad que le falta. Lo cierto es que Cary Elwes, el pirata, no da la talla. Ni siquiera es guapo, y termina resultando insoportable con sus infantiles bravatas y sus habilidades demasiado desarrolladas. No es creíble que tamaño mindundi conquiste el corazón de la beldad ni tampoco que derrote a Iñigo, pero bueno, como buen cuento siempre podemos reimaginarlo e imaginarle a él con otro rostro más adecuado.

La mirada de este adolescente penetra profunda y claramente en el oleaje de la vida. Conforme comprende los vaivenes a los que están sometidos nuestros apasionados espíritus una cierta desconcertación se va apoderando de él, mudo ante lo complicado que es vivir en un mundo tan digno de lástima.
El patinaje le sirve de válvula de escape ante los problemas a los que se enfrenta, unas relaciones humanas disfuncionales con su novia, con sus amigos y con sus padres. Pero es precisamente el patinaje el detonante de la tragedia sobre la que gira el argumento, y, ¿como continuar cuando tu única razón de ser ha sido la causante de tu desgracia?
La pena embarga al joven durante toda la filmación, convirtiendo el film en un pesaroso retrato de la adolescencia en el día de hoy, cuando estamos plenamente a merced de los elementos y debemos resistir las olas y vaivenes con la cabeza alta para convertirnos en personas con el aplomo suficiente para afrontar esta vida plena en sinsabores.

La heroína de este relato habita en un pequeño mundo que pareciera sacado de una novela de Cormac Mccarthy. Verse criado en la desolación de estos paramos, en un lugar donde impera la disolución de las normas sociales que rigen una sociedad sana han hecho de ella una chica dura y desapegada, que tendrá que lidiar con una elevada carga de problemas debido a sus inconscientes progenitores.
Esta joven Bogart deberá resolver el misterio de la desaparición de su padre, mientras cuida de sus hermanitos y de su enferma madre, a punto de perder su hogar, y con unos familiares metidos hasta el cuello en el mundo de las drogas que no son precisamente personas asertivas.
En un lugar donde impera el vacio y la ley del más fuerte, la joven deberá crecer apresuradamente, siendo este, al fin y al cabo, un relato sobre la juventud perdida entre drogas y armas de fuego.

Cuando un inflexible policía soviético debe realizar una visita a Estados Unidos para capturar a un escurridizo criminal que allí ha huido, uno no se imaginaria la de aventuras y dramas que vivirá en este duro viaje.
Todos sabemos que la URSS no era precisamente el paraíso, más bien lo contrario, es por ello que es una gozada el comprobar como el excéptico ruso se va haciendo poco a poco al estilo americano, dándose cuenta de las muchas bondades del mismo en comparación a su comunista patria. James Belushi le acompaña en su misión, representando al americano medio, y formándose entre ellos dos un simbólico vinculo de amistad.
Por tanto, la cinta funciona como un manifiesto americano de amor por los rusos, una declaración de paz e intenciones después de la guerra fría, una vez que han abandonado el maligno comunismo.