Vaya por delante mi escaso interés por el mundo de la moda. La historia de una chica desarreglada que de casualidad llega al puesto de ayudante de la gurú de la moda de la revista más importante de Nueva York; de cómo sortea las dificultades de adaptación a un puesto de trabajo desconocido para ella y cómo lidia con su jefa despótica y sus compañeras tontas, mientras intenta conciliar su vida sentimental con este exigente trabajo.
Sea por mi desinterés absoluto por los trapos y marcas, o porque realmente la historia es una tontería mayúscula, lo cierto es que en ningún momento me ha llegado a interesar esta especie de comedia sin gracia y más previsible y noña que una reunión de catequesis.
En este bodrio indigesto, la encargada de impartir doctrina a los pobres ateos de la moda es Meryl Streep (confieso que fue ese el gancho que me hizo picar este anzuelo) que, lo que son las cosas, tampoco entiendo qué tiene su actuación de extraordinaria para ser merecedora de un Globo de Oro y una nominación a los Oscar de este año. Como no sea que, comparada con sus insufribles compañeros de reparto, está a años luz de sus interpretaciones, tanto que se diría que se dedican a profesiones diferentes. Meryl Streep al menos actúa, los demás se pasan la película poniendo caritas bobaliconas.

Crank supone un innegable avance en el cine de acción norteamericano en el paso del siglo XX al XXI, más allá de los típicos actores cachas con dudosas capacidades interpretativas e historias de tres al cuarto. Crank parte de un punto de partida original, el del asesino a sueldo que ha sido envenenado por un ganster rival y su única posibilidad de mantenerse vivo pasa por meterse adrenalina en la sangre, en forma de darle acción a su cuerpo, con la dificultad añadida de encontrar a sus asesinos en ese corto intervalo de tiempo. La acción es continúa sin apenas momentos de respiro, con abundantes dosis de sentido del humor e incluso, una escena de sexo absolutamente insólita.
Una película divertida e impactante a partes iguales que merece la pena ver, incluso para aquellos que, como yo, no sienten especial interés por este género cinematográfico.

Recrear en dibujos animados la historia de Caperucita roja, como si se tratara de una historia de cine negro, con sus polis, detectives e interrogatorios, además de algún malo malísimo, no deja de ser una brillante idea. Sin embargo, el resultado final, aunque se ve con agrado y sea divertido en su conjunto, parece fallido, sin la brillantez en su factura técnica de otros productos similares, tipo Shrek, quedando sin más como una película correcta sin mucho que recordar.

Más de lo mismo en el cine americano. Entretenido producto que cuenta como unos ladrones se valen de un alto ejecutivo de un banco, encargado de la seguridad informática, secuestrando a su familia, para que les ayude a dar el golpe perfecto.
Los malos lo tenían todo preparado, lástima que se encontraran con Harrison Fors, en su tipo papel de hombre corriente, al que las circunstancia le llevan a comportarse como un improbable héroe. Harrison Ford en su papel más visto en su última etapa cinematográfica, se pasa la película con cara de estreñido, dejando que cualquiera que sea el actor que se le ponga enfrente en el papel de malo sea el amo de la función.
Para los incondicionales del cine de acción y locos por la informática.

Al comienzo sorprende. No son sólo unos efectos especiales de una factura impecable y de un realismo sorprendente, ni el ritmo trepidante; sobre todo sorprende la originalidad del personaje, un superhéroe borracho, grosero y con muy malas pulgas, muy lejos del estereotipo de los superhéroes tipo Marvel "un gran poder lleva una gran responsabilidad".
Tiene cosas mejores, como las interpretaciones de Will Smith y Charlize Teron, y muy divertidas, como las situaciones derivadas de la mala leche de Hancock y su intento de congraciarse con el mundo. Pero conforme el protagonista se "domestica" y pierde su mala leche, pasando a convertirse en un personaje más "convencional", la película también se hace más convencional y va perdiendo su atractivo poco a poco, lo que unido a un giro argumental tan inesperado como innecesario, lleva a la película hacia un final absolutamente convencional, precipitado y dececcionante sin paliativos.