El lobo no me resultó ni una mala ni una buena peli. Es de esas propuestas que muestran su envase, y muy de fondo lo que el envase implica. No la puedo condenar por su frivolidad: nunca se postuló para ser profunda. Sí puedo objetar sus límites lúdicos: 180 minutos de pura rosca pueden llegar a cansar a cualquiera.

Si todo lo que muestra está basado en hechos reales, pues ahí tenemos el motor principal para su construcción: Scorsese vio escenas y situaciones demasiado extravagantes como para no plasmarlas al celuloide. Tiene un apellido importante, podía darse el lujo de encapricharse con la idea hasta verla proyectada en la pantalla. El embaucador interpretado por Caprio (el verdadero, el de carne y hueso) es un personaje que buscaba pantalla.

Intuyo que la clave del secreto esta ahí. Una idea disparatada que no podía pasarse por alto: pasó en serio, que joder. Ahora bien, su extensión revela regodeo. Mi observación no es ética, sino meramente práctica: el ascenso y la caída de un embaucador que pedía a gritos otra síntesis. Porque en la peli pasan dos o tres cosas puntuales, es un abc, una columna vertebral casi de aficionado. No es ese tipo de propuestas que demandan un desarrollo progresivo de su trama principal.

Resulta curioso ver a un protagonista con tan poca fuerza como el de esta peli. Transmite una debilidad apabullante, realmente lo ves y lo sientes y dices, no, este tío, no podrá. Dale un problema serio, y ni siquiera, entre manos y no podrá. Se derrumbará como cachorro desamparado.

Juicios de valor aparte. Lo cierto es que cumple con creces su impresión de debilucho venido a menos. La mirada externa ayuda: el entorno que lo rodea lo desprecia (las miradas hacia él son tan fugaces como fulminantes), su novia lo desprecia. Por momentos parece que hasta la cámara que todo lo filma pareciera despreciarlo. Hasta llegada a su primera mitad, estamos ante una peli inusitadamente cruel y poco empática con su protagonista.

De a poco, él sale del closet, pero no en el sentido común pseudo homofóbico de la frase. Más bien va trocando sus identidades (sexuales o no) en una serie de escenas bien conocidas dentro del género. Las situaciones no aportan mucho, se regodean demasiado en las extravagancias o en gags baratos, pero las vivencias del personaje parecen sinceras.

Y sobre el final, ya no es el mismo. Se cumple, previsiblemente o no, lo que debía cumplirse. Ahora bien, ¿es efectiva My awkward Adventure? Por momentos, cuando se aleja de la situación per se y se enfoca en lo que cada experiencia vivida quiere decir, es redonda. Lástima que esté plagada de escenas de otras pelis que no le pertenecen, que no entran en sintonía con el ritmo personalísimo de la obra. Un ritmo que termina descuidándose de más.

La estructura de Triangle genera un doble deja vu: el de la protagonista y el del espectador. Ni bien entramos al barco con ella ya captamos el mecanismo, nos huele familiar. Pero no amainamos las velas, porque hay algo en el aire, en esa atmósfera previa, con esos sonidos de fondo entre graves y agudos, que te invita a subir. Aunque ya sepas, aún así entras.

Triangle no es un divertimento al uso, te obliga a movilizar datos para irlos resignificándolos durante su desarrollo. La estimulación neuronal siempre es bienvenida, sobre todo cuando el envoltorio no se presenta en plan de "bodrio comprometido". Como sí una lectura compleja de las cosas exigiera anular el factor del entretenimiento. Una pavada creída por muchos.

Y, a mi gusto, el plato fuerte de esta película. Podés hacer una obra sobre trastornos mentales; otra de ciencia ficción sobre distorsiones espacio-temporales. Lo difícil, por no decir hercúleo, es fusionar los géneros sin que ambos fondos se molesten entre sí. Triangle se encuentra en esa difusa frontera intermedia a la que muy pocos se animan a entrar. Si tuviera que arriesgarme con un rótulo gratuito diría que esta peli ingresa en el género de lo extraño. Y meterse por esos pagos para salir triunfante... considerate hecho y rehecho cuantas veces quieras.

Clip no engaña, ni educa, ni denuncia. Si te la promocionan como una peli que aborda las problemáticas adolescentes/sociales, entonces que se preocupen por construir alrededor de la prota un contexto que no evite la periferia. Hay un padre enfermo; sabemos mediante diálogos que la familia es pobre...hasta ahí el armado de todo lo que rodea a la prota. Pero eso sí, ya a los veinte minutos sabemos sus medidas, que tanga usa, como le gusta chuparla y su adicción a los celulares. La cámara (no lo que filma la prota, la cámara externa) mira de costado las miserias, casi tímidamente, y se concentra más en generar planos detalle del trasero de la chica, de como lame tetas ajenas y de como se posiciona sexualmente frente a los machos.

Clip es burda, busca que te ratonees y hace autobombo de peli comprometida. Yo veo otra cosa, no veo una generación perdida, veo como se burlan de ella. Que la mirada de la peli se acentúe desde como piensa y siente una "chica plástica" solo refuerza su parodia lamentable: porque no hay distanciamiento. No se establece un juicio de valor, no posee autocrítica.

Y ojo, esta contradicción no es nueva. Abundan las pelis que se la dan de subversivas pero se muestran harto reaccionarias; o las pelis que buscan resaltar el poder del orden y terminan mostrando una cara revolucionaria. Sin pretender ponerme de un lado ni del otro, lo que sí pido mínimamente como espectador es que el mensaje final me llegue coherente con lo que me mostraron.

Definitivamente...los héroes se murieron. Quedaron momificados allá, en la tv clásica que nos estructuró el cerebro por varias generaciones. Walter White nos engañó a todos. Punto. Nos hizo virar la mirada hasta devastar todo rasgo de empatía posible para con el espectador.

Una de las cosas que más me agradan de las series actuales es que no son complacientes. Incluso hasta se dan el lujo de frustrarnos seriamente porque...seamos coherentes: ¿qué tiene de agradable, por ejemplo, una serie como juego de Tronos? Patada a los testículos episodio por episodio. Justamente, esa desfachatez mórbida se traslada a Breaking Bad. Y ambas salen ganando, porque el morbo de ambas es un golpe bajo, cierto, pero también honesto. Se acabaron los milagros y las epopeyas griegas en donde el héroe era guiado casi ciegamente hacia la gloria; ahora todos resultan pobres diablos o verdaderos hijos de puta. Solo me queda pensar en Dexter.

Volviendo y concluyendo en Breaking Bad: sí. No parece, está demasiado camuflado por la mierda que lo rodea, pero en esa serie, como en todas, hay un héroe. Solo que ahora deja de ser preponderante y se vuelve una víctima más del sistema. Ese héroe es Jesse Pinkman. Me quedo con su grito final, desquiciado, mientras se aleja en un auto rumbo a quien sabe adonde. Libertad a los héroes. Vacaciones pagas, que se lo merecen.