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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.186
Críticas ordenadas por utilidad
Los Simpson: La casa-árbol del terror IX (TV)
EpisodioAnimación
Estados Unidos1998
7,3
3.230
Animación
6
2 de mayo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todavía se celebra la noche de las brujas y los muertos en Springfield como en cualquier otro lugar, y esta noche sigue acumulando historias, si bien no impactantes y memorables, aún interesantes, como las que se nos presentan en esta ocasión...

Parece mentira teniendo en cuenta la originalidad y frescura de la que hicieron gala los creadores de "Los Simpsons" allá en su época dorada, pero al menos en lo referente al pequeño universo construido en torno a esa noche de miedo tan peculiar, las ideas en el seno del grupo de Groening parecía estar dando signos de claro agotamiento. Mucho había llovido desde el 3.er Halloween de la 4.ª temporada, y que inauguró los especiales grandiosos, esos que contaban con un capítulo mítico (a veces incluso dos) por el cual serían eternamente recordados. "Dial "Z" for Zombies" fue el de aquél 3.º, por ejemplo.
El 5.º especial tenía "The Shinning"; el 6.º, "Nightmare on Evergreen Terrace" (y "Homer3"). Eran, básicamente, las guindas de los capítulos, pero de repente dejaron de aparecer; ya en la 10.ª temporada, y como venía siendo habitual, los tres segmentos estarían escritos por tres guionistas, cada uno aportando sus maneras de enfocar la comedia y el terror, en este caso Donick Cary, Larry Doyle y David S. Cohen, bajo la dirección de Steven D. Moore. Sí que he de admitir que este 9.º asalto cuenta con el mejor "gag" de apertura que jamás se imaginó (gran cameo de Jason Vorhees y Freddy Krueger, prefigurando aquel extraño "crossover" con el que Ronny Yu nos haría sufrir hasta lo indecible...):

-Todo empieza con las ardientes letras de "Hell Toupée", que tiene de protagonista nada menos que a "Snake", quien esta vez no se va a salir con la suya y será achicharrado en la silla eléctrica...para más tarde volver de entre los muertos de una forma imprevisible y hacer de verdugo de las tres personas que han sido testigos de su arresto. Más que la sangrienta recolección del carismático delincuente en posesión del cuerpo de Homer, destacan las secuencias anteriores (su detención en la tienda de Apu y la ejecución), brillantemente escritas por Cary. Lo que empieza pareciéndose al clásico de culto de Craven "Shocker" termina siendo una brutal parodia del episodio homónimo dirigido por Irvin Kershner para la inolvidable serie "Cuentos Asombrosos", y con una reflexión acerca de la pena de muerte y la obsesión por la violencia en la televisión norteamericana que pone los pelos de punta (como al propio "Snake").
-Muy escabroso primer capítulo pero no menos va a serlo "The Terror of Tiny Toon", versión tergiversada de "Permanezca en Sintonía" del irregular Peter Hyams (una de las más entrañables comedias de los '90 y olvidada por la inmensa mayoría), donde ahora no es el matrimonio el que queda atrapado en un televisor, sino los hijos, y sustituyéndose la mano del Diablo por la acción del plutonio. Doyle vuelve a hacer hincapié en el tema de la violencia por televisión, y la implicación del espectador en la misma, desatando la locura al ser Bart y Lisa absorbidos por el universo delirante de Itchy y Scratchy; el pobre Poochie aparece de soslayo y Moore consigue un ritmo trepidante durante todo el capítulo, hilarante, surrealista, lleno de humor negro y contando con una gran secuencia con los reales Kathie Gifford y Regis Philbin. Y Homer, aquí secundario, se lleva un momento antológico vestido de vagabundo y tocando una armónica el cual creo a todos se nos ha quedado grabado en el corazón.
-Para acabar Cohen recuerda "Starship Troopers" (al menos en el título) con esta historia centrada en Maggie, cuyos orígenes son trastocados (al igual que le sucedió a Bart en el 7.º especial). Aquí la pequeña Simpson resulta ser heredera de la estirpe de Kang y Kodos, de nuevo preparados para sembrar el caos; resulta ingenioso, como ya hemos visto, no todas estas consecuencias con los alienígenas, sino la causa de ello: esa extraña infidelidad de Marge con Kang que Cohen nos brinda con su particular sentido del humor. A ratos divertida pero salpicada de un obstinado gusto por lo grotesco, "Starship Poopers" no supera el nivel cómico del episodio anterior y su violencia es menos graciosa y más repulsiva; se acaba, eso sí, con un diálogo sobre la clase política de EE.UU. que es oro puro (y esa frase final de Maggie, que estremece).

Muy variado, muy extraño, muy irregular, con un segmento que destaca sobre el resto (el de "The Terror of Tiny Toon", sin duda)...pero aún me pregunto si podría considerarse una guinda tan apetitosa como las antes mencionadas para salvar realmente a esta 9.ª sesión de "La Casa-Árbol". De hecho no logró el mismo éxito de audiencia para la Fox que en anteriores ocasiones (incluso "Ally McBeall" la sobrepasó esa semana...).
No hay una oscilación tan grande como en la 5.ª y la 6.ª (las eternamente insuperables) pero al final las tres historietas se complementan correctamente y nos ofrecen algunos momentos siempre recordados. Y para terminar de verdad, porque no puedo evitarlo:

"¡Mamá se llevó las pilaaas...qué cara duraaa! ¡Mamá se llevó esas pilas...qué tanto duraaaan!".
Chris Jiménez
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5
2 de mayo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como sucede muchas veces, una sola frase puede resumir la esencia y el espíritu de una historia.
El hastío, la melancolía, el anhelo angustiante de mimetizarse con la nada más absoluta, es lo que cada una de esas palabras pronunciadas alberga...

Revolución, rebeldía, rupturismo, que se viene intuyendo desde mediados de la década anterior; el continente europeo es la cuna de esta "nueva ola". Godard nos regala "Al Final de la Escapada", Reisz "Sábado Noche, Domingo Mañana" y Fellini "La Dolce Vita", obras que influenciarán, cada una a su estilo, a las nuevas generaciones. En Japón se imita este fenómeno, y los jóvenes directores empiezan a hacerse notar, incluso en Shochiku, donde dan sus primeros pasos algunos de los más importantes nombres del movimiento en suelo nipón.
Oshima (que empezó un año antes), Shinoda y Yoshishige Yoshida, una trinidad de la revolución, a su particular modo. Éste último nació y cursó estudios en Fukui hasta que él y su familia se convierten en víctimas del conocido bombardeo sobre la ciudad durante la 2.ª Guerra Mundial; sin hogar se mudan a Tokyo, donde el chico prosigue sus estudios, y en esos años escolares, como muchos de su edad, descubre el cine europeo, en especial el francés. A él, que ha entrado en la Facultad de Tokyo y muestra interés en filosofía, se opone al deseo de su padre de convertirse en diplomático; en su lugar sigue su pasión.

Así entrará en Shochiku, la más tradicional de las productoras y entonces muy perjudicada por el éxito de la televisión y el rechazo del público a sus ideas tan tradicionales (no olvidemos que su figura estrella era Ozu). Kinoshita le instruye y en pocos años es alentado a probar como director; en 1.960 (como Shinoda) y con un guión de su puño y letra comienza su carrera, sin tener idea de lo convulsa que será. A partir de una apertura incómoda y desagradable (el hijo del jefe de una gran empresa, un bala perdida, engaña y asusta, junto con sus tres homólogos amigos, a la secretaria de éste), el joven Yoshida establece el tono de su debut.
Principalmente, y al igual que Oshima, Kurahara, Nakahira, Suzuki y otros compatriotas, exalta no sólo la rebeldía juvenil, sino el sinsentido que es enfrentarse con esa edad a una sociedad como el Tokyo de la recuperación, cuya idea básica para vivir es amoldarse al capitalismo y el consumismo; y contra esta depredación, la depravación y la diversión. El relato de "Rokudenashi" nace de las vicisitudes del cuarteto protagonista y se construye a dos niveles: el de los ricos (Toshio y Fujieda) y el de los pobres (Morishita y Jun); la secretaria (Ikuko) es la instigadora del conflicto.

Podría ser esta una versión más sombría de "Historias Crueles de Juventud" con la mirada puesta en la modernidad europea, pero Yoshida demuestra madurez (sobre todo a nivel técnico) y prefigura lo que será su estilo unos años después. Ya empieza a colmarlo absolutamente todo de una sensación asfixiante de amargura, y sus personajes están tocados por la apatía, terca y detestable, y la distancia emocional. La fría y flemática Ikuko es un ejemplo temprano del modelo femenino que ocupará su cine a partir de "Una Historia escrita con Agua"; también hay una negrura que invade el espacio (provista por la excelente fotografía de Toichiro Narushima) y que subyace a los propios sentimientos de los protagonistas.
Así que la rebeldía de Yoshida es más críptica y simbólica que violenta y radical. No obstante aún debe pulir sus habilidades de narrador, pues esa obstinada apatía y frialdad ahoga la trama y la priva de una verdadera pasión, además de hacer que los personajes conduzcan sus actos en base a razonamientos incomprensibles, alimentados por su tremenda idiotez (desde luego las decisiones de Ikuko carecen de lógica alguna). Es increíble que por culpa de esta atmósfera tan deprimente el "episodio" de la escapada a la playa resulte tan poco satisfactorio.

Al otro lado está el entorno urbano, cuyas normas, pautas e instituciones se observan con pesar y desprecio; el padre de Jun (símbolo del cinismo y la cobardía nacidos de la avidez capitalista) y Shinichi y Hisako (símbolo del hastío y la insatisfacción nacidos de la tradicional unión del matrimonio) como perfectos ejemplos...y aun así logran ser más interesantes que cualquiera de los protagonistas, incluida esa Ikuko encaminada a un romance del cual se sabe que es la crónica de una muerte anunciada. Melodrama y crítica social se dan de la mano con algún que otro toque propio del "noir" moderno, pero a través de los peculiares gustos del nativo de Fukui.
Pareciera que éste, encarnado en el violento Morishita, se revelase contra su propio discurso y estilo regalándonos un tramo final realmente intenso donde mejor consigue dejar su impronta, su nervio tras la cámara, y donde mejor cristalizan las influencias de la "nouvelle vague" (con la mirada puesta por entero en "Al Final de la Escapada"). En cuanto a su plantel, sólo captan verdadero interés (al menos en opinion de un servidor) Shoji Yasui y Kakuko Chino y un fantástico Masao Mishima. Ni Masahiko Tsugawa ni Hizuru Takachiho, ambos irritantes, desesperantes, lo consiguen, sólo pudiendo aspirar a llevarse el repudio y el rechazo total del espectador.

La Ikuko de ésta última, tan gélida, misántropa y segura de sí misma, evolucionará y encontrará más adelante el bello rostro de Mariko Okada, dando vida de mejor manera a este personaje femenino tan típicamente "yoshidiano". Sí es digno de elogio el trabajo de fotografía, la dirección artística y la estimulante música, toda "jazzística" de Chuji Kinoshita.
Así, con una postura triste y lúgubre con respecto a la sociedad y las interacciones entre sus individuos, inicia su camino el director de 27 años, donde todo será trágicamente cínico, glacialmente masoquista, tétricamente sórdido, pero más pulido y elaborado. Empezará a dejar patente su maestría a raíz de su segundo largometraje: "La Sangre Seca".
Chris Jiménez
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9
30 de marzo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de la provincia de Guangxi, estrechándose con las regiones del Tíbet y Vietnam y atravesándolo el feroz río Nu Jiang, se encuentra la lejana provincia de Yunnan.
Un mito prevalece allí entre la calidez de sus vastos parajes y altísimas montañas, sobreviviendo a través de las décadas...

Y el encargado de transmitírnoslo es un inopinado Takashi Miike, quien entró en 1.998 con la intención de dar un salto cualitativo en su aún temprana pero bien aprovechada carrera. En ese momento cuenta en su haber con más de veinte films, la mayoría directamente comercializados en el mercado del vídeo y casi todos con la temática yakuza y el humor como seña de identidad; aún no ha hecho "Blues Harp" ni su rompedora "Audition", con la que obtendrá un rotundo éxito internacional. Antes de eso se prepara para madurar su cine sin títulos intermediarios gracias a la adaptación que realiza su colaborador Masa Nakamura de la críptica y espiritual novela de Makoto Shiina "Chugoku no Chojin".
Para plasmarla fielmente el director ha de filmar fuera de su país, lo que ya ha hecho en anteriores ocasiones, pero nunca con la dedicación y pasión que le pone esta vez; ahora él y su equipo cruzan China hasta las remotas tierras de Yunnan, donde se sitúa la acción del libro (huelga decir que se trató de un rodaje muy accidentado y costoso). Que no nos engañe el prólogo con su frenético y mareante montaje; eso es típico de Miike. Amparada bajo la narración del joven ejecutivo Wada, la historia se divide en tres partes muy diferentes y empieza en Japón, con éste siendo obligado a viajar a un pueblo de China en sustitución de un compañero para reconocer la valiosa explotación de jade del lugar.

A este individuo apocado, un tanto cobarde y realmente muy poco interesante se suma la compañía de Ujie, que se inscribe en la lista de los personajes clásicos del director: el iracundo y mentalmente inestable yakuza de la vieja escuela cuyo único método de proceder que conoce es la violencia. Este dúo, a simple vista grotescamente cómico, se embarca en un viaje, arduo, complicado y peligroso, y sin ellos saberlo también será un viaje de aprendizaje, de descubrimiento vital, que ocupa el segundo tramo, donde aún hay destellos de humor negro y violencia de la más agobiante y farragosa.
El guía Shen les acompaña e instruye sobre la tierra que pisan y en la cual se adentran. El punto de inflexión lo marca el entorno y la naturaleza; la lluvia, el viento, el río, la fauna y los lugareños, todos estos elementos fuerzan a los protagonistas, como bien se esfuerza en predicar Miike, a desprenderse de las pertenencias materiales que les concedió el mundo civilizado y a aceptar los nuevos tesoros que les ofrece el natural, remoto y olvidado 3.er Mundo, mientras la agresiva distancia que en un principio les separaba se empieza a deshacer gracias a su inmersión en la extraña cultura y maneras de la gente de Yunnan, tan amable y alejada del mundo real.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Así que no hay bonitos romances (aunque se sugieran), ni tragedias (aunque se de pie a ellas). "The Bird People in China" es una reflexión a un tiempo mundana y trascendental, divertida y amarga, sobre la vida y la muerte, el espíritu de la tradición y de la tierra, la cual se propone atraparnos en su atmósfera cálida y cuasionírica, bien perfilada por el operador Hideo Yamamoto y Keiko Mitsumatsu en sus vaporosas y terrosas aristas que a la vez ahogan y envuelven con extrema delicadeza.
Un genial Makoto Iwamatsu que hace de guía para cruzar la delgada línea que separa lo real del mundo de lo invisible y espiritual, secunda a un Masahiro Motoki un tanto insípido y a ese simplemente soberbio Renji Ishibashi en el más versátil y complejo papel de toda su carrera. Como él, la historia es capaz de transmitir un amplio abanico de emociones; inclasificable desde el primer minuto, de una ejecución técnica brillante y con una resolución final tan lógica como conmovedora.

Miike se revela como un maestro de las emociones y su obra, aunque no conocida para el gran público, sí acabó siendo muy aplaudida en festivales internacionales. El resto lo provoca el cine, eso que algunos llaman comúnmente magia.
El sentirse cautivado por una fuerza más allá de la comprensión y las enseñanzas de nuestra avanzada pero decadente civilización. Como la leyenda de los hombres-pájaro, esa fuerza que a veces te inspira a volar...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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7
30 de marzo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una gran ciudad, dos policías desesperados, un gran problema que es la causa de tal desesperación y sólo 72 horas para resolverlo.
Leonard, McGivern o Burnett no habrían concebido de mejor manera este crudo relato de policías, asesinos y calles que patear.

Pero el encargado de hacerlo es alguien que sabe mucho del tema, ni más ni menos que el sr. Don Siegel, responsable de algunos de los mejores policíacos del Hollywood clásico. En 1.968 el icónico McQueen protagonizó "Bullitt", que otorgó a estos films un punto extra de dureza y elegancia al mismo tiempo y abriendo en el mismo nuevos caminos con que vislumbrar las nuevas tendencias del "noir" que explotarían en la próxima década; sin embargo, en el mismo año, Siegel se encargaría de rodar un título no menos imprescindible del género: "Madigan".
Basada en una novela del otrora comisario jefe y redactor Richard Dougherty cuyo libreto correría a cargo de Howard Rodman y Abraham Polonsky (ambos miembros de la Lista Negra de Hollywood), la producción no pudo resultar más complicada e inviable en muchos sentidos, sobre todo por el carácter extremadamente autoritario y presuntuoso del productor Frank Rosenberg, quizás sea esta la causa del nervio y la ferocidad expuestas en la película, iniciada con una trepidante secuencia en las calles de una conflictiva, sucia y peligrosa New York donde dos agentes descuidados pierden la oportunidad de atrapar a un delincuente.

Puertas destrozadas a patadas, policías amenazantes, callejones de mala muerte, persecuciones por azoteas y miles de palabrotas; ver "Madigan" es regresar a un cine de acción extinto, hoy imposible de realizar, y los fans del género en esta vertiente clásica (la más auténtica y directa) sabemos disfrutarlo. Pero el argumento practica una curiosa bifurcación: por un lado nos quedaremos junto a Madigan y Bonaro (prefiguración de la pareja de "The French Connection" y las de otros cientos de títulos más), obligados a encontrar en un plazo de tres días a Benesch, criminal escurridizo que además ha robado la pistola del primero (concepto quizás tomado de "El Perro Rabioso").
Siegel se sirve de este dúo para observar la conducta policial desde la calle y el entorno que les rodea, así nos arrastra por bares, clubs, callejones, prostíbulos y demás; por otro lado se observará la situación desde las altas esferas y las oficinas, el aspecto más burocrático, con otra pareja formada por el comisario Russell y su amigo, el inspector jefe Kane. Estos escenarios, en apariencia muy distintos, compartirán un gusto obstinado por la doble moralidad, una de las claves del film y que marcará a los futuros policíacos de "La Jungla Humana" y "Harry, "el Sucio" ", (que mucho deben a "Madigan").

Las crisis y los movimientos sociales de la época han ido transformando a los agentes, adustos y fieros, en ningún modo descritos como héroes guardianes de una ley y un orden que se distancia considerablemente de la idea de justicia; en un momento dado Madigan profiere sin reparo "Somos honrados cuando podemos permitirnos ese lujo", confirmando cómo a veces los defensores de la sociedad se han de amoldar a una moralidad ambigüa más cercana a la de los criminales contra quienes combaten. En todo caso Siegel intenta humanizar al policía, haciéndole caer en la culpa y la corrupción pese a su rectitud y tenacidad, aunque exista siempre una razonable justificación (como en el caso de Kane).
La historia, que fluctúa entre las vicisitudes callejeras y las de oficina, incluso se toma tiempo para inmiscuirse en la vida privada de los protagonistas, por medio de la cual se subrayará todavía más esa doble moral presente en todo momento (la aventura que sostiene el comisario con una mujer casada o la tan pésima relación matrimonial entre Madigan y Julia, y que nos brindará instantes que a más de uno podría revolverle las tripas). Esto, además de proponer (muy acertadamente) un respiro a la trepidante cacería de Benesch, acerca el film a los terrenos del melodrama, tanto psicológico como romántico.

No obstante, para aquellos que conozca de sobra a Don Siegel, estos momentos dramáticos se presentarán con la sensibilidad de un cactus del desierto (particularmente incómoda es la secuencia en que Julie es abandonada por su esposo en una fiesta de la policía). Todo este contrapunto a la acción y la intriga permiten a Rodman y Polonsky seguir el espíritu literario de Dougherty y darnos momentos tan gratificantes como esas conversaciones y anécdotas entre los protagonistas, esenciales para desarrollar su personalidad y ofrecer una rica introspección psicológica, adquiriendo así la película una gran frescura y sensación de autenticidad realmente necesarias.
Richard Widmark y Henry Fonda no podrían desempeñar sus papeles con mayor actitud, especialmente el primero en esa línea de policía agresivo y solitario (su matrimonio es poco menos que un obstáculo a su trabajo); Harry Guardino, actor de carácter que por desgracia siempre pasa desapercibido para la mayoría, debería haber contado con mayor atención en la historia. Un trío protagonista encabezando un magnífico elenco donde también merecen destacarse a Inger Stevens y Susan Clark, James Whitmore y ese Steve Inhat como el desgraciado de Benesch.

Contando luego con una serie de corta vida, esto es una novela negra de bolsillo que ha cobrado vida, sucia, violenta, intensa y con un clímax arrollador que vuelve a dejar claro la gran habilidad para dirigir acción de Siegel, a quien poco le faltaba para unirse a Eastwood en "La Jungla Humana" (donde aparecen algunos actores de la que nos ocupa), primera de sus muchas colaboraciones.
Y esa frase que recalca la amargura de la historia (ligera versión con la que concluía "La Ciudad Desnuda"): "No lo sé, Charlie...mañana será otro día"; pues lo que hemos contemplado es un caso de tantos a los que la policía ha de enfrentarse continuamente. Ya habrán otros criminales, ya caerán otros agentes, la ciudad se sigue moviendo. Brutal.
Chris Jiménez
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4
30 de marzo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Éste podría ser, y desde luego es, el motivo y punto de inflexión de esta historia, tan horripilante y desgarradora, que el inimitable Sion Sono nos obliga a contemplar y escuchar hasta ver nuestros hígados retorcidos.
Bienvenidos sean a la pesadilla de una niña, un extraño circo de muerte, resurrección y autodestrucción.

El que ya fuera considerado uno de los directores más sorprendentes y provocativos del nuevo siglo tras la llegada de su celebérrima "El Club del Suicidio" (que por fin le puso en el mapa del "mainstream" después de 17 años haciendo cine), iba a proseguir precisamente con la leyenda de su rompedora obra en una especie de "spin-off" que muchos han tomado de forma errónea como precuela directa: "La Mesa de Cena de Noriko". Pero antes de estrenarla de manera oficial en salas japonesas, el sr. Sono ya estaba inmiscuido en otro proyecto que no mucho se separaba de las mencionadas en estilo, forma y discurso.
Otro con el que dejaría patente su nivel de creatividad, versatilidad y esfuerzo en aquel lejano 2.005 (uno de sus años más productivos) y el cual significaba el inesperado retorno al cine tras más de diez años de Masumi Miyazaki, conocida modelo, escritora y actriz (protagonista de la cutremente divertida "Beautiful Weapon" y asidua en la saga " "Bee-bop" Highschool"). Como su propio nombre indica, esta película nos arrastra al interior de un circo extraño cuyo patéticamente grotesco espectáculo está siendo observado con frialdad por individuos a cual más estrafalario, todos ellos disfrazados y cubiertos con máscaras.

Y es que a partir de este inicio la realidad no será sino una ficción en la que jamás hay que creer, un guiñol colmado de fealdad que es mejor disfrazar tras falsos oropeles y falsas identidades; esta ficción está protagonizada por una niña, Mitsuko, objeto de una situación aberrante e indigesta (desde luego a más de uno le revolverá el estómago) desencadenada por un monstruoso maestro de ceremonias que resulta ser su anciano padre y director de su colegio. Influencias de los Cronenberg, Imamura, Tsukamoto, Aronofsky y Wakamatsu más extremos, dejando infiltrar trazos "lynchianos" y "miikianos" en un fragmentado, masoquista y enfermizo drama psicológico.
Aun sacrificándose a lo excesivo, Sono hace gala de su habilidad como narrador con su visión de la manipulación masculina, la depravación familiar y la quiebra absoluta de la fe y el alma usando como proyector de tal amargura una niña indefensa sometida a graves abusos paternos y a voraces celos maternos, causa de una de las claves de su discurso. Y es que puede que nunca se nos haya plantado en la cara una inversión de roles tan atroz y literal como la que aquí presenciamos, en boca de la misma Mitsuko: "Cuando papá abuso de mí me convertí en mamá"; asunción consentida y primer paso a una autodestructiva negación.

La niña observa su reflejo en el espejo con el rostro de su progenitora y así viceversa, hasta llegar la primera a tomar en estado físico el lugar de la otra al llegar esa brutal secuencia de la incineración del ataúd con el cuerpo en su interior (y que nos remite al "Cara a Cara" de Bergman, inevitable inspiración). Estos primeros cuarenta minutos se inscriben entre lo más poderoso y angustiante que ha filmado Sono en toda su carrera, pero el que lleva a sus espaldas tanto cine suyo debe tener presente una máxima: la de esperarse lo inesperado (y a veces no tan inesperado...).
Porque su decisión de romper la historia y avanzar unos años presentándonos a la que se supone una Mitsuko adulta (bajo el alias Taeko) no entraña una agradable sorpresa. Sus coordenadas, que mucho recuerdan a las de las previas "Suicide Club" y "Noriko's Dinner Table", se configuran en un intento desesperado por desesperar al espectador, practicando la metaficción, la confusión narrativa, la escisión hacia realidades quizá auténticas, quizá inventadas, y la aceptación de un personaje cínico, dominante e insoportable como esa Mitsuko convertida en famosa escritora de sórdidas novelas y lanzada a una vorágine de locura.

Una vez más, el director hace por someternos a los delirios de uno de esos personajes femeninos que tanto caracterizan su obra utilizando sus traumas del pasado como justificación de esa misma desquiciada personalidad; pero ni un gramo de nuestra compasión y simpatía logrará (al menos de la mía no). Observaremos su degeneración mental a través de los ojos de un joven ayudante (Yuji) que acepta el trabajo debido a la gran admiración que siente por ella, en lo que a mí respecta un personaje que pretende ser misterioso y acaba siendo ridículo, el cual además no genera ni el más mínimo interés tal y como lo presenta el bueno de Sono...
Como tampoco su forma de entregarse al desbordamiento narrativo, retorciendo hasta límites insospechados la historia del primer triángulo protagonista (Mitsuko, su padre (Gozo) y su madre (Sayuri) )...ni muchísimo menos el cargante tramo final, que juega con su significado, primero descubriéndolo todo de manera demasiado literal y luego disfrazándolo de forma harto confusa. Así degenera "Strange Circus", como sus personajes y otros títulos del cineasta: ahogado por su gusto por lo excesivo, su frenético hiperrealismo y su pretenciosa concesión a lo bizarro, sin saber del todo qué se desea decir en última instancia.

Visualmente es impactante, vibrante y te deja exhausto (esto ya al empezar), además de contar con un elenco entregado al 500%, destacando a la gran Miyazaki, ese rematadamente odioso Hiroshi Oguchi y la pequeña Rie Kuwana, soberbia como la pequeña y torturada Mitsuko; la aparición de Tomoro Taguchi refuerza aún más las influencias de Tsukamoto.
Cuando llegas al final tienes la sensación de no saber si las sorpresas y giros han merecido la pena y tantísima espera; todo podría haber salido de otra forma, y sus primeros tres cuartos de hora siguen siendo lo mejor...
Chris Jiménez
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