Discreto slasher que nos dibuja un cuadro requetevisto: chica en casa en mitad del bosque recibiendo la visita del psicópata de turno. Aunque este, a diferencia de Jason Voorhes o Michael Myers, tiene menos carisma que el palo de un polo.

Que la chica sea sordomuda no es que sea una gran novedad; sí lo es que el asesino reciba más castigo que la propia víctima. Bien pensado, de ahí podría haber salido una buena comedia. No fueron por ahí los tiros, pero como no llega a la hora y media tampoco vamos a ponernos pejigueros y le vamos a dar un cinco raspado.

Pretendido homenaje al slasher ochentero que se termina haciendo pesado en su confrontación años 80-actualidad. Jamie es una adolescente que termina viajando a 1987 para detener a un antiguo asesino en serie que ha irrumpido en su vecindario 35 años después. Ahí conoce a su madre adolescente y a su pandi de insufribles amigas.

No comienza mal, y me moló la madre interpretada por Julie "Modern Family" Bowen en plan destroyer, nada más empezar. Lástima que la protagonista sea la inaguantable de la hija. Esta viaja a 1987 con toda su carga de ofendidismos propios de 2023 para recibir un chaparrón de estímulos que hoy serían muy mal vistos, cuando no directamente delitos. Es lo que tiene progresar. Los que tienen esa visión idealizada de los 80, que tanto ha moldeado el revivalismo nostálgico de cincuentones barrigudos, está claro que nunca vivieron la hecatombe de la heroína, la irrupción del SIDA, la era Reagan, los camellos frente a los colegios o Chuck Norris. Jamie es irritante, pero que le moleste el tratamiento racista hacia los indios o que le pongan la mano encima sin permiso, y que lo exprese, creo que supone un avance y solo puede ofender a potenciales racistas o agresores.

Fuera de todo lo anterior, estamos ante un cruce entre The Final Girls (2015) y Happy Death Day (2017), y solo funciona regular. En cuanto meten a una alumna de instituto construyendo una máquina del tiempo ya sabes que no hay nada que tomarse en serio. La cosa fluye desigualmente en los aburridos tópicos del slasher y alusiones a comportamientos promiscuos que, efectivamente, marcaron la pauta de mucho del cine característico de la época, Porky's style. Hay gente que disfruta con estos productos alocados sin pies ni cabeza; no me encuentro entre ellos, al final se me ha hecho larga y las revelaciones finales estaban telegrafiadas. Ni como comedia, ni como terror, ni como sci-fi me ha funcionado. Allá ustedes.

Viene a ser un cruce entre Perdidos, el Naufrago de Tom Hanks, Por Trece Razones, El Señor De Las Moscas y, según me dice mi hija porque yo no la he visto, El Corredor Del Laberinto. Un grupo variopinto de adolescentes viaja en un avión a un supuesto retiro feminista pergeñado por sus padres y este se estrella, dejándolas tiradas en una isla aparentemente desierta. Una vez allí, surgen los choques de carácter, las amistades y mediante flashbacks nos van mostrando facetas de sus personalidades.

Pocos productos he visto capaces de retratar con tanta fidelidad a la generación Z, esa que a pesar de tenerlo todo no para de quejarse por como el mundo conspira para arruinarle la existencia. Y que solo vive para buscar la aprobación ajena en redes sociales. Es por ello que enganchará con facilidad a las chicas que, dentro de esa edad, busquen un relato que justifique su eterno malestar y que de robustez a sus argumentos cuando quieran expresar lo mal que se sienten.

El guión juega de manera clásica para que se nos muestren como unas insufribles y detestables monstruitos para luego, a medida que vamos conociendo de sus vidas, nos vayamos enamorando de ellas. La trama es un tanto absurda, rozando la distopía, y de entre el grupo hay personajes bastante irritantes. Luego hay una trama paralela directamente vinculada a lo que les pasa a las mozas que resulta demasiado gélida. Tras media temporada ya he perdido interés y no creo que la retome. Para colmo, creo que ya se cuece una segunda tanda de capítulos. La generación Z ya tiene nueva serie de referencia.

Sin esperar gran cosa, nos encontramos con una más que digna recuperación para el cine de esta saga, que cada dia era más maltratada por Hollywood. Siglo XVIII, el Predator acude a cazar a territorio comanche y ocurrirá lo que todos sabemos: irá masacrando a quien se le ponga por delante hasta encontrar su piedra de toque.

La verdad es el que el guión no está muy currado, ya que remite directamente al del primer Predator. Nos cambian al fornido Arnold por una comanche empoderada con ganas de emular a sus compañeros masculinos. El comienzo no es muy halagüeño, con el cliché de la prota que es la única que ve lo que se avecina sin que nadie la crea para, seguidamente, aventurarse en su busca y demostrar que llevaba razón. No mejora con esos animales digitalizados, en especial el oso, demostrando que el departamento de CGI no anduvo sobrado de presupuesto. ¿Como salió tan bien mientras devoraba a Di Caprio en The Revenant y aquí luce tan cutre?

Luego sí tiene detalles simpáticos para con los seguidores de la saga, en forma de alusiones verbales y referencias visuales a, que yo haya percibido, las dos primeras películas del cazador alienígena. Llegados a la escena del combate en la niebla, la cosa se ha reconducido, siendo uno de los mejores momentos. La irrupción de los tramperos franceses no va a gustar en el país vecino, ya que son presentados como brutos y escasamente civilizados. El espíritu de Chuache atraviesa de principio a fin la pelea final, pero está bien llevada y me parece más un homenaje que un plagio. Sin ser una obra perfecta, va de menos a más y creo que se eleva muy por encima de las trastadas que le estaban haciendo a esta maltratada franquicia.

Intento de ofrecer una experiencia cinematográfica epopéyica a la antigua usanza, pero sin desasirse en absoluto de su pretensión comercial. Nos habla del reino africano de Dahomey, que existió entre los siglos XVIII y XIX en lo que hoy es Benín, y en especial es su ejército de guerreras amazonas, una especie de cuerpo de élite formado exclusivamente por mujeres.

Lejos de alinearse con otras epopeyas recientes en el cine, esta película huye de la violencia explícita y de cualquier asomo de suciedad que pudiera herir la sensibilidad del espectador, a pesar de darse varias batallas que podrían propiciar escenas de ese calibre. Las muertes en las refriegas son difusas o directamente fuera de cámara, apenas se ve sangre y hay una pulcritud estética rayana en lo pacato. La cámara rápidamente huye de cualquier pretensión, las pocas que hay, de mostrar un asomo de desnudo. Busquen fotos en la red sobre las amazonas de Dahomey y verán cuan diferente fue la realidad.

Al ser una película de Hollywood nos trae los sesgos habituales en lo tocante al físico de los actores, donde se mezclan orígenes étnicos saltándose a la torera el rigor histórico. No, piel oscura no indica una procedencia única ni un solo origen étnico. Pasemos de puntillas por esas dentaduras perfectamente blancas e incluso por los torsos depilados y musculados en la barra de abdominales. Y el rey de Dahomey parece más un rapero que un monarca africano del siglo XVIII. En fin, es Hollywood y esto es un producto de consumo masivo. ¿Es por ello malo? No tendría por qué.

La pseudo historia romántica, Pocahontas style, me sobra del todo. Si la quitan y nos ahorramos una media hora eso que ganamos, porque la peli se hace un poco larga. Las escenas de acción se dejan ver pero, repito, de puro pulcras no emocionan ni un poquito. Viola Davis se lleva de calle la función con su sola presencia, y aunque el resto del reparto cumple, es todo demasiado estiloso, demasiado aseado para creerme que estamos dos siglos y pico atrás. El mensaje panafricanista suena un poco flower power, algo ingenuo si sabemos que este cuerpo de féminas combatientes nació por y para la guerra. Pero entiendo que en los tiempos actuales se utilicen iconos del pasado para intentar transmitir valores positivos y de concordia, no es algo que me moleste.

En suma, se trata de una cinta comercial, con acción moderada, mensaje humanista y apta para toda clase de públicos. Y con un aroma a cine de aventuras clásico que, quizá, es su mayor atractivo.