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España España · L'Olleria ( Valencia )
Críticas de Grijander
Críticas 1.060
Críticas ordenadas por utilidad
5
19 de diciembre de 2012
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
War Horse era la película que, en teoría, iba a ser la bandera del regreso del Spielberg más lacrimógeno y emocionante. Adaptando la novela de Michael Morpurgo, intuíamos un regreso del director a sus mejores momentos que, por desgracia, no llega.

Steven Spielberg, genio para unos y oportunista sobrevalorado para otros (yo estoy al 70% con la primera opción) dirige War Horse, una película en la que se intuyen los momentos tristes pero jamás entristecen; una película en la que se ven los momentos duros pero jamás golpean y una película en la que, en definitiva, nunca acaba de llegar ese terronte de emociones que desfilan por la pantalla sin atravesarla. El guion no es ninguna maravilla, seamos sinceros. Más bien es flojo o, por momentos, muy flojo. Utilizar al caballo como puente entre diversas historias unidas (o separadas) por la guerra, es un recurso muy lógico y al que no se puede objetar nada, pero Spielberg no puede quedarse con el hecho de que está preparando un final "made in Spielberg" y olvidarse de todo lo que pasa entre que los protagonistas (chico y caballo) se conocen hasta el desenlace. A mí, personalmente, todo eso que sucede desde que estalla la guerra me parece bastante flojo. Muy flojo a ratos, como digo, aunque también pasable por momentos. Cierto es que las escenas bélicas tienen algún destello brillante que nada tiene que envidiar a las grandes películas del género ni en ambientación, ni en efectos de sonido, ni en fotografía. La música del mago John Williams sirve de envoltorio, una vez más, para una película de Spielberg y, una vez más, el compositor natural de Nueva York hace un trabajo excelente.

Jeremy Irvine protagoniza con solvencia la película, aunque en su personaje encontramos un defecto que, tal vez, consigue resumir mejor que cualquier otra cosa el error de la película: el personaje es sencillo, lineal (y por lo tanto previsible), un tanto hortera, excesivamente infantil y no ofrece demasiado con lo que alimentar al espectador. A pesar de eso, y lo repito por si las moscas, Jeremy Irvine hace una gran labor con él. Emily Watson es una carta boca abajo. Una actriz capaz de hacer grandes papeles pero que en ocasiones se atasca en su apariencia de chica débil y se ve incapaz de afrontar el peso de un personaje (en esta ocasión teoricamente) duro. Aquí no vemos, ni de lejos, la mejor versión de una actriz que puede dar mucho más de sí como ha demostrado anteriormente. Peter Mullan hace un trabajo espectacular, grandioso en su sencillez y, en caso de que habláramos de una competición interpretativa, estaría por detrás solamente de David Thewlis, pues éste último devora la pantalla cuando, al principio de la película, es protagonista (en cierto modo). Ya en segundo plano quedan trabajos de un nivel bastante alto como los de Tom Hiddleston, la jovencísima y prometedora Celine Buckens, el veterano (y de los pocos que consigue emocionar en la película) Niels Arestrup o los de los "hermanos" Leonard Carow y David Kross.

Resumiendo, que es gerundio: Spielberg regresa al cine convertido en fábula y lo hace con una gran historia en la que se combinan elementos de magia infantil y momentos bélicos de gran poder, una mezcla que debería ser un diamante en manos de uno de los mayores nombres del cine en los últimos tiempos. Sin embargo, Spielberg parece confundir crudeza con indiferencia, magia con ñoñería y potencia con agotamiento. O puede que el confundido sea yo, por supuesto.
Grijander
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3
26 de septiembre de 2012
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llamada perdida es una más de tantas películas japonesas con argumentos casi calcados y puesta en escena idéntica. Otro ejercicio de sustos estridentes con un giro final aceptable que queda en anécdota después de la tortura a la que nos somete la película. Pero no por terrorífica, sino por soporífera.

Takashi Miike, prolífico director japonés (el mismo año que estrenó Llamada perdida sacó otros cuatro títulos más) adapta a la gran pantalla la novela de Yasushi Akimoto mediante el guion que adapta Minako Daira. Puede que la historia en sí, allá por la época de los hermanos Grimm y estando sentados alrededor de una hoguera, hubiese dado algo de miedo, pero en los tiempos que corren se necesita mucho más. Sobre una hoja de papel, sugerir con criterio es vital y más cuando se cuenta una historia de terror, pero en el momento en que eso se lleva al cine, el espectador tiene a su disposición la información mucho más detallada. Es por eso que se necesita, sobretodo, una buena puesta en escena y una notable capacidad narrativa para que la película llegue a calar. De eso nos ofrece poco o nada Takashi Miike, que simplemente divide la historia en tres actos muy simples: en el primero se nos presenta la historia de la llamada perdida que acaba con el receptor muerto; en el segundo se suceden los previsibles sustos de la película y en el tercero vemos a los protagonistas buscando una solución que llega de forma un tanto absurda y que resulta ser, posiblemente, lo mejor de toda la película. Sin embargo, Miike quiere un anticlímax y estropea con él lo único bueno que había hecho en unos 100 minutos de metraje.

No pretendo ser gracioso ni recurrir a los tópicos, pero a mí todas las actrices japonesas me parecen iguales. Chicas de flequillo recto, pelo largo y ojos grandes, como salidas del Manga (algo que debe funcionarle muy bien en su carrera como cantante). Aquí la protagonista es Kou Shibasaki, una joven que se parece bastante a los robots estos que preparan allá por el lejano oriente y que dan tan mal rollo. La chica se dedica a abrir mucho los ojos cuando tiene miedo y, en el resto de la película, lo único que hace es decir sus frases con la misma naturalidad con la que podrías ver hablar a un perro. Shinichi Tsutsumi se convierte en su compañero de viaje, mejorando, con mucha diferencia, la labor de su compañera. El resto del reparto, además de hacer que me confunda con los nombres y con las caras, tampoco necesita mención, pues son muchos los que desfilan por la película pero salvo los dos personajes principales, ninguno tiene más de diez minutos en pantalla.

Resumiendo, que es gerundio: Llamada perdida es una más de tantas películas japonesas en las que el miedo viene vestido de niña o de niño al que le aplican un color verdoso que da mal rollo. No está a la altura de Ringu (The Ring) y mucho menos a la altura de la soberbia Ju-On (La maldición).
Grijander
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6
19 de junio de 2012
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es otra estúpida película americana (NEOEPA a partir de ahora) no hace honor a su nombre, tanto el original como la libre traducción al castellano. Con formato de parodia, acaba utilizando los mismos argumentos que cualquier otra "teen movie". Pero lo hace bastante mejor que la mayoría.

Un absoluto desconocido como Joel Gallen dirige NEOEPA (sé que queda feo con las iniciales, pero es que el nombrecito se las trae...). Gallen demuestra que conoce el género sobre el que trabaja y retrata los automatismos del género con la misma facilidad con la que cae en ellos, algo que no se esfuerza en evitar dando a entender que, sin esos clichés, no existiría el género. Puede decirse que NEOEPA es absurda, que se basa en el humor escatológico y de lenguaje vulgar para hacer reír a quienes haga reír (yo soy uno de los que se parte el espinazo a carcajadas) y también habrá quien diga que no tiene ni puñetera gracia. Es lo que tiene el humor, que cada uno tiene el suyo y quitando a Chaplin no existe nadie con la capacidad universal de hacer reír. NEOEPA lo que hace es, simple y llanamente, encadenar gags, diálogos llenos de chistes malos y mostrar carnaza. Es su estilo y funciona.

El elenco actoral, altamente irregular. Los chicos, con Chris Evans a la cabeza, están bastante desafortunados, siendo Eric Christian Olsen el más flojo, llegando a rozar el ridículo y Eric Jungmann el mejor, quedándose en la mediocridad tanto Deon Richmond como el trío formado por Cody McMains, Sam Huntington y Samm Levine. La parte femenina, sin embargo, espectacular. Lo sencillo sería resaltar que cualquier persona de sexo masculino podría ver la película aunque hablaran en chino con tal de disfrutar de las bellezas de la película, pero lo cierto es que Chyler Leigh está espléndida (bastante incomprensible que intenten venderla como fea al principio cuando incluso así está tremenda), sobretodo cuando su personaje debe adquirir más comicidad, demostrando que se le da muy bien. Jaime Pressley, una de las actrices más sensuales (y sexuales, según se dice) del panorama del séptimo arte, no suele salir demasiado de su zona de seguridad, esa que está formada por un personaje orgulloso, egoísta y con mala hostia, y si no sale de ahí es porque se le da de fábula. La mejor, sin embargo, es la terriblemente hipnótica Mia Kirshner, que deja para el recuerdo varias escenas impagables y una muy buena interpretación en el momento del baile.

Resumiendo, que es gerundio: tal vez sí sea otra estúpida película americana, otra más de adolescentes, pero se atreve a cruzar la línea y convertirse en una comedia gamberra sin caer en el sinsentido de la parodia pura y dura. Además, se permite el lujo de acercarse por momentos a la comedia romántica y lo hace todo con destreza. No es una gran película, claro, pero al menos sabe dónde va.
Grijander
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6
26 de enero de 2012
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo el trailer de El espinazo del diablo, con esa bomba cayendo y esas imágenes oscuras que ya de por sí daban canguelo. Una película que prometía mucho y que se quedó un poco entre dos aguas.

Guillermo del Toro, avalado por Cronos (película considerada por muchos como una pequeña joya), hacía su primera aparición el cine español con una película que despertó mucho interés. Una película de miedo dentro de la posguerra española que parecía no querer renunciar a ninguno de los dos temas que abordaba abiertamente. No obstante, del Toro se queda a mitad de camino en ambas. El segundo frente abierto se huele gracias a una ambientación que yo, personalmente, calificaría de inmejorable a nivel de color y decorados, pero se diluye un poco en el momento en el que el director se centra más en el terror que en el contenido social. Lo bueno es que, cuando del Toro se pone a dar miedo, lo consigue a base de bien. La película no tira de sustos fáciles, sino que opta por el terror que viene de la situación de una historia de la que sabemos poco, con la incertidumbre que eso conlleva. Podemos sentir miedo al ver, de lejos, cosas que no deberían estar ahí y en eso el director mexicano da en el clavo. No obstante, como digo, las partes en las que debería ir la historia potente (en este caso situada en la posguerra), no tienen demasiado que contar más allá de una pequeña trama que sirve de apoyo al resto de la película sin llegar a cuajar en el espectador en ningún momento.

Un Fernando Tielve en estado de gracia protagoniza la parte aterradora de la película. Su miedo y sus ganas de saber qué pasa en ese sitio, son las ganas del espectador. Iñigo Garcés, secundario en la trama "de los niños", también está a un muy buen nivel dentro de un personaje atormentado pero valiente que está construído de forma maravillosa. De los actores mayores, poco que decir. El gran Eduardo Noriega, en plan Tesis, deslumbra en pantalla, sobretodo en la media hora final de película en la que se convierte en verdadero protagonista cuando se juntan las dos historias. Marisa Paredes, fabulosa, como siempre. Su aplomo y su naturalidad en este tipo de papeles son dos cosas que el espectador disfruta casi sin darse cuenta. La guinda la pone el que es, para mí, uno de los mejores actores de habla hispana de la historia: Federico Luppi. Con el argentino se le acaban a cualquiera los adjetivos. Ver a un actor tan veterano en pantalla y que siempre consiga sorprender, que siempre mejore y que siempre se coma las películas, es algo que no tiene precio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Grijander
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4
28 de enero de 2015
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Autómata es una película española de ciencia ficción en la que se presentan las películas típicas que encontramos normalmente en las películas sobre inteligencia artificial y del despertar de las máquinas. Rodada con un presupuesto bastante bajo, presume de ser una producción 100% española.

Gabe Ibáñez dirige su segundo largometraje y lo hace sin excesivo éxito. Su trabajo tras las cámaras va siempre a contracorriente, perdiendo en cada una de las batallas en las que se enfrasca cuando trata de competir con algunos de los mayores clásicos de la ciencia ficción. Ibáñez aspira a estar muy por encima de sus posibilidades actuales y eso conlleva que las escenas pensadas para convertirse en épicas flirteen excesivamente con ese sentido del ridículo que les parece ser ajeno como concepto. El guion, del propio Gabe Ibáñez junto a Javier Sánchez Donate e Igor Legarreta, supone una macedonia de ideas dispersas unidas por un hilo argumental tan débil que queda en evidencia, desde el principio, que es una simple excusa con la que hilar un par de chispazos que por sí mismos son interesantes pero no pueden ser desarrollados. Esa discontinuidad narrativa es la que echa por los suelos, casi desde el principio, el resultado de una película que en todo momento aspira a ser mucho mejor de lo que en realidad es y que parece no ser consciente de que sus mejores ideas, tanto en el desarrollo de la historia como con los personajes, son demasiado conocidas para una gran parte de los espectadores. Los diálogos son flojos y pretenciosos, las situaciones abusan demasiado de las falsas casualidades y el efectismo exagerado de la puesta en escena hace que todo quede más falso que un político en plena campaña electoral. La fotografía, sin embargo, sí merece una mención especial por su gran calidad, así como el trabajo de CGI, que no resulta nada intrusivo.

Antonio Banderas se marca una sobreactuación de órdago. Por momentos recuerda al Jesús Bonilla más pueblerino, con un ademán tan sobrecargado como innecesario y poco acoplado a lo que es su personaje. Robert Forster hace un buen trabajo encabezando a un elenco de secundarios bastante acertado entre los que se encuentran un brillante Dylan McDermott, una apenas relevante (en ningún sentido) Birgitte Hjort Sorensen o la irreconocible Melanie Griffith.

Resumiendo: Autómata cuenta con la simpatía de quien ve en ella un pasito más del cine español en su carrera, en muchos momentos frustrada, por salir de nuestros cuatro temas fetiches. Sin embargo, no es más que otra película de ciencia ficción que se cree mucho más relevante de lo que en realidad es y que se equivoca al dar por sentado que el maquillaje abusivo es suficiente para hacer desaparecer de la vista del espectador unas ideas que reconoce con solamente vislumbrar su silueta.
Grijander
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