No es que nos llegue mucho cine búlgaro y es interesante esta aportación, ópera prima de Maya Vitkova, autora también del guión. Es una crítica, a posteriori claro, sobre todo por medio del ridículo, de aquella tiranía de Zhivkov, un dictador comunista más, lleno de infatuación y de odiosa retórica. Todo a través de la historia de una mujer que no quiere hijos, que lo que quiere es emigrar a los Estados Unidos. Cuando por fin pare, le cambian el hijo, que nace defectuoso, sin que los padres lo sepan, por la hija de otra mujer. Todo aliado de un cierto surrealismo.
Llaman, los del régimen, Viktoria a la niña, en conmemoración de los 20 años de la revolución y el mismo Zhivkov la toma en sus brazos. Eso en 1979. Luego sigan pasando cosas hasta los noventa…
Película muy cuidada en los planos, preciosista pero a la vez fría, como la mirada de la madre, Irmena Chichikova, si a eso se le puede llamar madre.
Muy buenos los planos con la niña bebé, una delicia.
La película no llega a convencer, muy premiosa en su casi dos horas y media, con falta de ritmo. Por si fuera poco varias escenas a cámara lenta. Otras en las que la cámara se detiene segundos y segundos. En fin pasable y con mucha paciencia.
Y en cuanto a lo que el cine del Este es mejor que el de Occidente, como se afirma en la crítica que me precede, bueno: Bergman, Dreyer, Bresson, Rossellini, Fellini, Truffaut…para qué seguir.

Una ópera prima a la que la crítica francesa puso relativamente bien. La trama parece inspirada en algunos sucesos políticos en Francia, de los que aquí no tenemos demasiadas noticias. Eso hace que el film resulte confuso, por falta de claves. Al parecer es una lucha entre bandos de derecha que a la vez están contra un grupúsculo de extrema izquierda que viven en una especie de falansterio.
Muy bien interpretado por el veterano Dussollier y por Melvil Poupaud, el espectador puede que se pregunte de vez en cuando que qué coño pasa.
Por lo demás está rodada con precisión y eficacia. Lástima que resulte tan críptica. Es esa manía de dar poca información, para que el espectador “complete”. Pero para completar un puzzle hay que dar al menos unas indicaciones. Aquí faltan.

Tiene mérito el haber hecho esta película con cuatro cuartos, baratita y con poco más de media docena de actores.
No es larga, lo que se agradece, pero si se ahorraran los planos en silencio, y los segundos en que tarda en hablar la tal Ida (un poco ida desde la muerte de su madre y tener que vivir von una tía, carnal, impresentable), se nos quedaría en unos 75 minutos,
Se hace pesado el planteamiento y solo gana un poco en los últimos cinco minutos.
La tal Ida tiene la misma cara durante toda la película, no creo que sea una actriz revelación.
Hay, como de pasada, un pequeño apunte lésbico, muy de moda.
Ópera prima de la actriz Jeanette Nordahi, que no augura un buen futuro.

Si no conociera la Toscana, esas colinas y sobre todo esos cipreses le habrÍa dado un cuatro o un tres, porque la trama es insulsa, previsible, incluso tonta.
Guión que promete algo pero que conforme avanza se hace más tópico.
Con algo así de base, la película no la salvan las interpretaciones, por lo demás muy planas de Liam Nelson y los demás.
Pero vuelvo al paisaje toscano. Es verdad que un buen documental bastaría para eso, pero, ya que ves una película insulsa, por lo menos disfrutar con la muy buena fotografía.

Una de las películas que más me han hecho sufrir y de aun modo sutil, poco a poco, culminando en uno de los mejores finales que recuerdo.
Ignoro si corresponde o no a la sensibilidad en Corea, imagino que sí, pero conecta con cualquier sensibilidad ante una máxima injusticia que es tapada con hipocresía y con dinero.
Un guión maravillosamente enlazado en las dos historias: la de la anciana que poco a poco va entrando en Alzheimer y la de la violación por una manda adolescente, como si fuera algo trivial.
En medio de esa hipocresía y del aquí no ha pasado nada, es ella la que carga con la culpa y con la pena. Ella que solo desea, a su vejez, dar con un poco de poesía.
Yun Jeong-hie, que lleva el peso de toda la película , es una actriz de primer orden, comparada con la mejor de cualquier país. Pero se ve que la globalización solo funciona en un sentido. Debería tener fama mundial, pero parece que no es el caso. Y que le dieran el Oscar de 2010, que fue para Natalie Portman, por "Cisne negro". Que no está mal, pero al lado de estos matices de Yan Jeong-hie sabe a poco.