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España España · Granada
Críticas de Kikivall
Críticas 1.985
Críticas ordenadas por utilidad
10
2 de mayo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuenta el film la vida en un circo con un abundante grupo de seres deformes, tullidos y personas con amputaciones que sirven de espectáculo grotesco.

El director Browning era ya en 1931 una celebridad con su película Drácula, pero decide volver a la Metro-Golwing-Mayyer para realizar esta película a instancias de su amigo el enano alemán Harry Earles, quien le sugirió la idea de adaptar el cuento de Tod Robbins, Espuelas (Spurs, 1932), relato que gira alrededor de la venganza de un artista de circo enano y despechado. Browning aceptó y sería justamente Earles quien habría de protagonizar el papel principal, y también su hermana Daisy Earles. Browning consideró que debía ampliar el número de personajes con deformidades físicas, que en el caso que nos trae eran deformidades reales, que irían desfilando de escena en escena siendo ellos el auténtico centro de la historia, sencillamente mostrando su manera cotidiana de vivir. Al ser reales las deformidades y enfermedades la película está rodada en tono documental, que se ve acentuado sobre todo en las secuencias que muestran escenas diarias de los freaks.

Es interesante que sepamos que el director británico Tod Browning huyó siendo adolescente de su casa familiar para unirse a una feria donde se exhibían estos fenómenos humanos (freaks) o ‘monstruos (monstruo entendido como cosa extraordinaria en cualquier línea), aquejados de diferentes malformaciones o rasgos físicos impactantes, y fue a partir de esa experiencia con este tipo de seres, que logró crear uno de los melodramas más turbadores de la filmografía universal, una película impactante, de esas que no se olvidan, de las que se quedan pegadas a la retina y al frontal por su crudeza y a la vez, por servir a modo de análisis del espíritu humano.

La película, que se inicia a modo de cuento cruel, va derivando hasta hundir sus raíces en el espanto. Lo genial de Browning es que llevado por los cánones del clasicismo del terror, pudo subvertir este conservador paradigma cinematográfico, para brindarnos una obra asombrosamente moderna aun hoy, a pesar de que por ella han pasado más de ochenta años.

El terror de esta cinta nace de un hecho excepcional con personajes extraños que deviene desatinado en la habitual normalidad. Este es un canon básico en las películas de terror. Pero en el caso de esta película, contiene un elemento insólito, dado que en la historia no son los “freaks” (raros) lo ‘anormal’, sino justamente lo contrario a lo habitual: es la “normalidad”, la hermosura de Cleopatra y la fuerza de Hércules lo anormal, dentro de la troupe de “freaks”, lo que conforma un furibundo alegato a favor de la diferencia de la historia del cine.

El excelente guion escrito por Willis Goldbeck, Leon Gordon, Al Boasberg, adaptación del relato de Tod Robbins, nos cuenta una historia en dos capítulos. El primero de ellos muestra cómo los pobres tullidos y deformes son humillados por los personajes ‘guapos’. Y el segundo, que muestra la violencia de los monstruos hacia la belleza.

Excelente y apropiada la música del gran Richard Wagner que da un tono enérgico y potente a la historia. Muy buena la fotografía en Blanco y Negro de Merrit B. Gerstad.

El reparto es excelente en todos los participantes, unos por profesionalidad y otros por su naturalidad. Así: Harry Earles y Daisy Earles (los enanos protagonistas, ambos hermanos) Wallace Ford (idóneo para el rol del payaso Phroso, muy americano y sarcástico), Leila Hyams (muy bien como la bonita amaestradora de animales), Olga Baclanova (la hermosa trapecista, actriz de teatro moscovita y proveniente del cine mudo: excelente), Henry Victor (gran trabajo como Hércules, actor alemán proveniente del teatro), Francis O’Connor (efectiva como mujer sin brazos) y Martha Morris (también mujer sin miembros superiores), Peter Robinson (el esqueleto viviente), Jenny Lee y Elvira Snow (llamativas y adaptadas como microcefálicos o “cabezas de alfiler), igual Schlitze (Simon Metz), el más afable de los tres ‘micro’ y que cautivó a más gente en rodaje y en la pantalla con su sentido irónico del humor, etc.

La película resultó desastrosa comercialmente y fue el comienzo del declive de Tod Browning (injusticias vieres), por su audacia y cinismo, pues su película horrorizó literalmente, tanto al público como a los directivos de la Metro-Goldwyn-Mayer. Todos salvo el productor Irving Thalberg que la defendió con pasión hasta el final. Hubo airadas reacciones de los espectadores, incluso desmayos y gritos, y creo que se puede afirmar que aquella sociedad de 1932 no estaba preparada para valorar esta controvertida película. La Metro redujo su duración en casi media hora (quedó en 64’) y añadieron un principio y un final felices.

No sería hasta treinta años más tarde, años sesenta, cuando se redescubre la obra de Browning gracias a que se proyectó su película “Freaks” en el Festival de Cinema de Venecia. Ello hizo descubrir esta genial obra a una generación de espectadores y crítica ya en un contexto más transgresor y contracultural, que ya estaba preparada para entenderla y admirarla. En 1994 fue considerada «cultural, histórica y estéticamente significativa» por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, siendo elegida para su preservación en el National Film Registry.

Y acabo con una curiosidad, pues hoy es muy común la utilización de la palabra freaky, que castellanizada es ‘friqui’. Fue una de las consecuencias de esta película la aparición del término inglés ‘freak’, queriendo significar alguien anormal, extraño o marginal. Luego, el término acabó adaptándose al español para denominar de manera genérica, primero personas o comportamientos poco usuales o transgresores; y en segundo término y transcurridos los años se emplea para designar como ‘friqui’ a personas muy interesadas y con un desmedido gusto por una afición o hobby que acaban convirtiendo como un estilo de vida. Ya veis cuanto recorrido tiene esta película
Kikivall
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6
2 de mayo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de Woody Allen que nos parece haberla visto ya antes en otras obras suyas que abordan el mismo tema. Esto no quita para que resulte una obra sugestiva, seria, con rigor intelectual, tintada de una evidente perversidad ética y filosófica, y que resulta a la vez y paradójicamente, negra y divertida. Lo más significado de esta película es que no deviene drama, tampoco es graciosa en exceso como para concluir en comedia, aunque tal vez Allen habría querido hacer una mezcla más bien tirando a comedia.

Esta es la 45º película del gran director Allen que construye una cinta con todos los ingredientes temáticos de obras suyas como “Delitos y faltas”, 1989; “Match point”, 2005; o “El sueño de Casandra”, 2007. Pero desde mi manera de ver, en este caso la narración tiene un ritmo en exceso pausado y con un guión, de su autoría, menos elaborado y sin el brillo de estas otras obras mencionadas.

La fotografía de Darius Khondji tiene sus típicos colores pastel a la vez que la música de con un buen rito marcado por un recurrente riff de piano de Ramsey Lewis, dota de energía la historia y la hace más disfrutable.

El reparto es ante todo un Joaquin Phoenix al que parece no exigirle mucho esfuerzo interpretar el papel de ‘colgado’ existencial y sujeto desesperanzado, lo cual interpreta muy bien. Emma Stone está correcta y creo sin embargo que no está a su nivel. Mejor veo en su rol de mujer desequilibrada a Parker Posey que hace un excelente trabajo. Bien Jamie Blackley como el joven novio y acompañando, un equipo actoral muy bueno.

Los interrogantes cargados de angustia, el peso moral y el sentimiento de culpa que conlleva matar a una persona ya ha sido tratado por Allen, como decía, en otros filmes suyos, y en esta obra nuestro querido director vuelve a la carga con tan desgarradora temática. La diferencia es que en este caso el asesino ni conoce a su víctima, ni lo hace para salvar su vida familiar, su estatus, su capacidad económica o su maravillosos presente y la tranquilidad de cara al porvenir (“Match Point”, “Delitos y faltas”, etc.). Más bienAllen se toma muy en serio un dilema comparable al que proponía Dostoievski en Crimen y castigo, y ocurre también que las consecuencias del crimen dan lugar a situaciones imprevistas e incluso tragicómicas.

En conclusión, a pesar de no ser ni mucho menos una mala película, incluso es interesante, no me ha resultado satisfactoria. Pienso por ejemplo en el film de Allen, “Misterioso asesinato en Manhattan” (1993), en cómo demuestra aquí una gran pericia para introducir un crimen en su indiscutible capacidad para la comedia. Sin embargo, en esta que comento, fracasa en ese intento. Esto es así en primer lugar porque los amoríos en este film no dejan de ser un tanto insustanciales; ella queda a merced del oscuro personaje del film y además, queda indefinido el delito criminal y queda esa sensación de que Allen ha reciclado elementos que ya había utilizado anteriormente –como vengo apuntando- pero lo hace de una forma en la que sólo aporta apuntes sueltos, algunos sugerentes, pero un tanto deslavazados. Y en lo que a humor se refiere, no hay un encaje crimen-comedia redondo, como suele ser costumbre en este gran director.
Kikivall
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7
2 de mayo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El regreso”, de Hal Ashby fue en su época, junto a “Apocalypse Now” (1979) de Francis Ford Coppola y “El cazador” (1978) de Michael Cimino, uno de los tres pilares cinematográficos de severa crítica a lo que fue la intervención bélica de EE.UU. en Vietnam. Por primera vez Hollywood se decantaba en contra del desastre bélico vietnamita que afectaba dramáticamente al país.

Hal Ashby hace una realización meritoria de esta cinta, todo un exponente del cine setentero norteamericano comercial que comenzaba por vez primera a mirar la guerra de Vietnam como una terrible y traumática experiencia humana y social. Ashby consigue transmitir el mensaje de que estamos ante la presencia de una guerra sin vencedores ni vencidos, sino de víctimas que a la vuelta de la contienda son despojos humanos heridos física y espiritualmente. Lo cual también afecta a los que se quedan, pues esa engañosa guerra en indochina es una farsa que no tiene sentido bajo ningún concepto. En este sentido, el director no esconde ninguna carta en esta película.

Muy bueno el guión original de Waldo Salt, Robert C. Jones, Rudy Wurlitzer y Nancy Dowd trazado magistralmente en un relato sin tregua donde lo ideológico destila sin cesar, como film antibelicista que es, con una fuerte carga dramática que pone en la guerra el origen de muchos de los males en USA.

Muy bien George Brand, con una inolvidable selección de temas musicales de los años sesenta que componen la Banda Sonora: suenan The Rolling Stones, Bob Dylan, Jimi Hendrix, The Beatles, Aretha Franklyn, Jefferson Airplane, Steppenwolf, Simon & Garfunkel, Buffalo Springfield, Janes Joplin, etc. Maravilloso. Excelente la fotografía de Haskell Wexler con un tono acorde al film y encuadres excelentes.

El reparto es ante todo un genial Voight y una valiente y extraordinaria Jane Fonda a la que se tildó de antipatriota por hacer este film antibélico. Pero lo que es fascinante es la química entre Jane Fonda y Jon Voight, ambos espectaculares en sus respectivos roles. Bruce Dern está magnífico en su rol de militar hambriento de victoria que a cambio recibirá el fracaso y caida; Dern está absolutamente magistral, muy convincente y con algunas escenas de las que se guardan para siempre en la mente del buen espectador.

Tiene la cinta algunos pasajes meritorios, como la secuencia de amor entre Fonda y Voight, unas imágenes llenas de sensualidad y puro romance que evidencia el amor que sienten ambos. En un lado muy diferente, está el episodio tremendo en que Dern comprendiendo que la guerra no sólo le ha hecho perder sus convicciones hacia su país y hacia su forma de vida, sino también perder el ritmo de su vida.

La película, a pesar de su fama y de los muchos premios en su haber, ha envejecido mal, debido a que es la típica cinta pacifista de los años setenta, sobrada de clichés. En cualquier caso es un film meritorio que debe visionarse si no se ha hecho antes, o revisionarlo si ya la vimos con anterioridad, pues tiene el gran interés de documentar una época que ojalá no se repita.
Kikivall
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7
2 de mayo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces conviene recordar un poco de Historia, aunque sea sucintamente, para contextualizar mejor la película que se quiere comentar, en este caso, “Días del cielo”. Estamos en la segunda década del pasado siglo en los EE.UU., cuando en las ciudades industriales del país ya apuntaban a ser el gran imperio que es ahora. En ese entonces los polos industriales estaban en plena efervescencia y con un pujante tejido productivo a todo nivel, pero con factorías aún medianas en lo que podríamos considerar un incipiente sistema capitalista de fábricas. En este mundo, el obrero estaba mal pagado, sometido a un duro trabajo, subyugado por los empleadores y con un pobre nivel de vida. En esa época, muchos de esos trabajadores explotados vieron una alternativa en los trabajos temporeros del campo, en las extensas praderas norteamericanas. El sistema de trabajo y la relación del obrero con el terrateniente era similar al que he dibujado para la industria: un sistema centrado en el enriquecimiento, un capitalismo furioso que buscaba el propio beneficio y en el cual el trabajador resultaba ser un individuo necesario pero molesto, mal pagado igualmente pero que también cada vez más reivindicaba sus derechos salariales y de otra índole. En este encuadre se ubican los personajes de esta película, gente que huye despavorida de una vida dura y de pobreza. La trama se desarrolla en este contexto.

El director Terrence Malick, con esta película profundiza en su particular estilo, al tiempo que se aleja de los requerimientos comerciales de la industria cinematográfica, lo cual hace de él uno de los símbolos del cine independiente norteamericano. Así y todo consigue realizar una obra multipremiada y exitosa en su momento. Lo consigue con un talante peculiar que se sustenta en una componente visual cuasi poética y un libreto suyo igualmente, sin muchos diálogos; una obra casi meramente visual donde se mezcla drama, romance e intriga criminal. Malick logra imprimir a esta cinta un sello de cineasta preciosista con un alto sentido de la estética cromática, en lo cual colabora de manera sustancial el español Néstor Almendros y su esplendente fotografía. Pero ahora hablaré de él, quien por cierto consiguió un Oscar en esta producción.

Tiene la película una bella banda sonora compuesta por el maestro Ennio Morricone, una partitura con melodías de aire country, bucólicas y sosegadas, con un tema central de gran belleza: “Days of Heaven”. Se une a esta excelente banda musical, una fotografía de lujo, elegante y esplendorosa del español Néstor Almendros. Almendros es un auténtico traductor de la luz, que abunda en un paisajismo majestuoso. Los aspectos principales de la película, como decía, se cuentan en imágenes, es leído por la vista: el espacio repleto de luz palpitante, campos de trigo, siluetas dibujadas por la luz en la puesta del sol, los incendios, los dibujos del agua o la memorable secuencia de la plaga de langostas.

Es también digno de ser resaltado cómo Malick utiliza de forma excepcional a los personajes de su historia, para dar cuenta de su turbación y de sus emociones, lo cual consigue centrando a los protagonistas en el contacto directo con la naturaleza. De este modo lo que logra es trasladar al espectador un ambiente plagado de nostalgia e incluso de tristeza, siempre con un corte romántico que late en el fondo, como algo que se pierde con el crepúsculo

En el reparto tenemos a un jovencísimo Richard Gere que está más o menos convincente, siempre con sus limitaciones, pero también con un físico y unas características que llaman a la cámara y convencen al espectador. Brooke Adams muy bonita y pizpireta que disfruta de su posición por el hondo amor que su marido siente por ella. Sam Shepard cumple construyendo haciendo un trabajo actoral de rico lastimoso que acaba dando pena al espectador. Linda Manz es la niña, que es quien narra la historia que ella vive de manera melancólica. Me gusta mucho Robert J. Wilke, el curtido capataz de la granja, de mirada penetrante.

Y para ser justo, tengo que decir que siendo una cinta bella y de un nivel técnico muy medido, con planos muy pensados para provocar sensaciones gustosas en el espectador, no puedo decir lo mismo de la trama con un argumento que se agota mucho antes que Néstor Almendros.
Kikivall
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7
2 de mayo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fabrice Du Welz dejó de hacer cine tras el rotundo fracaso, sin duda fuera de lugar, de su película Vinyan (2008). Este autor de filmes raritos y enfermizos (p.e. Calvaire, 2004) hizo una reentrada en 2014 con dos películas que no han sido bien distribuidas: Alléluia (olvidada para los restos), y “Colt 45”.

Esta película, tras pasar por Sitges, cuya oportunidad no fue suficiente para aupar la obra a las salas comerciales con éxito, sin recorrido en las pantallas pues, la película ha quedado prácticamente en el limbo de las TVs y poco más. Sin embargo, esta cinta es un thriller de mucha acción en el cual el belga se muestra como un buen director de set pieces furiosas, de una violencia áspera y firme, que en muchos casos supera ese cine artificial de acción que viene de USA.

El guion de Fathi Beddiar mueve un argumento interesante que se desarrolla de manera concatenada haciendo que el espectador quede enganchado conforme transcurre el tiempo de metraje. La historia, para quien le agrade este cine, entusiasma con buenas dosis de acción, con disparos y daños colaterales muy creíbles y realistas que consiguen transmitir cierta cercanía con un tipo de armamento insólito que no suele verse en otras películas. Muy bien la fotografía de Benoît Debie que arropa perfectamente las escenas.

Está muy bien el protagonista Ymanol Perset en un rol que le va y desempeña a la perfección. Igual ocurre con el violento Cardena interpretado por un eficiente Joey Starr. Ni que decir tiene de los protagonistas secundarios que son quienes le dan la auténtica intensidad al film, haciendo gala de un perfecto manejo de las armas del que hacen gala los personajes, artistas como Gérard Lanvin, Simon Abkarian o Alice Taglioni.

Esta película tiene una inusual duración de 83 minutos, lo cual no ocurre en los thrillers estadounidenses que pretenden rizar el rizo hasta límites inimaginables. Sin embargo Fabrice Du Welz va a lo sustancial sin contemplaciones ni reservas. Su ‘cuento’ es directo y sin rodeos inútiles.

Además, Du Welz hace que su personaje aborde y enfrente dos situaciones muy distintas. De un lado, el entrenamiento, en el que obtiene calificaciones sobresalientes con resultados muy por encima de los demás. De otra parte, la vida real, donde Welz plantea un escenario de policías inmundos, deudas criminales pendientes, pasados borrascosos; o sea, criminales en toda regla que no juegan lo más mínimo y de los que hay que preservarse.

Obra con secuencias imposibles que dejan en vilo por su contundencia. La cámara se llena de sangre y pólvora. En ocasiones el director parece aflojar en ciertas transiciones entre escenas, pero al poco, quien visiona el film se ve metido de hoz y coz en el bárbaro mundo que ya se predice al inicio.

Parece mentira que proyectándose petardos americanos de cine violento, esta cinta digna y entretenida haya pasado sin pena ni gloria por las pantallas.
Kikivall
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