Como “Sálvame” está aburrido esta tarde, me detengo en un canal local y de pronto veo a Jean Paul Belmondo y a Ana Karina (¿de verdad es ella? pienso al principio). Parece que están en la Costa Azul o por ahí. Un plano general con unas vías de tren y Belmondo que se aparta en el último momento, antes de que pase una locomotora de vapor. Ni truco ni leches, para mí que lo ha hecho él mismo jugándose el cuello. A partir de ahí me quedo fascinado. Aunque no me entero mucho de lo que pasa, la peli hace tiempo que ha empezado. Esos gangsters trajeados se me antojan salidos de una película americana de serie B: puros arquetipos irónicos. Y cuando aparecen esos planos con letreros escritos con tiza, me reafirmo en mis sospechas: seguro que es de Godard, tal vez Pierrot el loco (en la información de la TDT no pone nada, sin embargo). Y luego, una conversación surrealista, muy divertida, en un embarcadero; me pregunto qué guionista ha sido capaz de escribir algo así. El mundo aburrido en el que vivo no me parece ya, de pronto, el mismo. Reconecto con mi propia -y maravillosa- locura. Con mi olvidado espíritu aventurero. Me seduce esa realidad paralela que ha creado Godard. Un mundo más vivo que nuestro mundo convencional, repleto de hábitos gastados. De niños éramos todos así, unos pequeños locos, y gracias a Godard he recuperado ese placer.

Me encantó en su momento; creo que es una de las películas que más me ha impresionado y emocionado. Aunque no la he vuelto a ver recientemente escribo esto para reivindicarla, pues recuerdo que muchos críticos la menospreciaban por "pro-yanki", y politicamente tendenciosa. Ahora bien, seguramente esos mismos críticos "progres" la encontrarían maravillosa si el protagonista fuera un pobre turco pasandolas canutas en alguna cruel carcel norteamericana tipo Guantanamo, por ejemplo. Así que, creo que ha llegado el momento de reivindicar esta película y denostar a esos críticos tontos con sus estúpidos prejuicios de izquierda (supongo que aun quedarán algunos de los que leían El Viejo Topo).

Cuando vi a la protagonista, más bien feucha, pensé: esta tía me suena. Luego, investigando, resulta que salía en una película de Mick Leigh (director que me encanta) llamada Happy, que vi hace años. Realmente es una estupenda actriz y transmite una especie de bondad, de pureza, muy especial.

Sin entusiasmarme (tal vez la he encontrado un pelín demasiado infantiloide, aunque por otra parte es lo que se espera de un cuento), debo decir que la película me ha gustado mucho. Más que nada, porque ha llegado a emocionarme, sobre todo al final. Y porque es una mezcla muy bizarra de Amelie, los hermanos Coen, la Bella y la Bestia y ET. Y con un toque, incluso, de cine musical al estilo La La land. Un cuento fantástico protagonizado por seres marginados que no acaban de encajar en la sociedad (un monstruo marino, una muda, una negra, un viejo).

Pero ante todo es una parábola que exalta el amor -sin ahorrarnos la vertiente sexual del asunto- por encima de cualquier barrera de raza, de lenguaje, o incluso de especie.

Visualmente es extraordinaria. Esa época de finales de los años cincuenta en EEUU siempre resulta muy agradablemente arquetípica. Es como un mundo en si mismo. El mundo de Mad Men y tantas películas en Technicolor con casitas con césped en los suburbios y melosa música Doo Woop en la radio.

Aunque lo que nos muestra aquí Del Toro, con su poética y original sensibilidad, es un ambiente acuoso, decadente, como de sueño. Una especie de David Lynch pasado por el tamiz de Walt Disney. La degradación en el centro de las ciudades, así como una base secreta del perverso complejo militar-industrial. El lado oscuro del Sueño Americano, donde prolifera el racismo y la paranoia hacia los que son diferentes. Igual que en ET, los malotes del gobierno persiguen al supuesto monstruo y resulta que los monstruos son ellos.

La gente que opina que Swanson sobractua es que no tienen ni idea de lo que es el cine mudo, ni de lo que es una desequibrada anclada en las "maneras" artificiosas de aquel cine hoy olvidado. Por lo demás, estamos ante una gran película, aunque tal vez no la mejor de Wilder (prefiero El apartamento, La vida privada de Sherlock Holmes, Con faldas y a lo loco, Testigo de cargo, Uno, dos, tres, o, ya dentro del cine negro: Perdición).
Es curioso que cuando la vi en la tele de pequeño pensaba que esos veinte años que habían pasado desde los años de gloria de la protagonista en el cine mudo era muchísimo tiempo... Pero eso es como si hoy nos remontáramos a 1988, que está a la vuelta de la esquina, como quien dice; una época en que las pelis se hacían igual que ahora, excepto las de efectos digitales. Será que me estoy haciendo viejo...

El universo suburbano y minuciosamente naturalista de Raymond Carver pasado por el tamiz caleidoscópico y disperso de Altman, que, haciéndose pasar por una suerte de divino entomólogo, nos muestra como las pequeñas heroicidades y miserias de la gente "normal" se entrecruzan e interpenetran dentro de ese vasto puzzle que es la vida. En este empeño el director ha contado con estupendos actores, una fotografía luminosa y apastelada (en la que como siempre en Altman se suelen utilizar focales largas que tienden a agrupar las personas y los escenarios), además de una funcional banda sonora de predominancia jazzistica.
Y le ha salido, en mi opinión, una maravillosa película que ademas fue una inspiración pionera para posteriores películas corales como Crash, Babel, 28 gramos, Magnolia, etc.