Ni una palabra busca captar dos tipos de público: el que ama los policiales, digamos, rigurosos y el público que tiene ganas de sentir emociones por parte de sus protagonistas.

Un joven desaparece en extrañas circunstancias. A partir de aquí su obsesiva madre intentará localizarlo ante la indiferencia policial. La serie arranca con un conflicto bien concreto, directa en sus formas y de ejecución correcta. Pero no se tarda en empezar a marear la perdiz.

Luego de un clickbait argumental, un giro engañoso en el final del primer episodio, Ni una palabra juega a abrir puntas. Sub historias para incorporar al vecindario y enredar las tramas.

Aquí es donde las mezclas tonales empiezan a hacer ruido: muchos personajes con verdades ocultas para desarrollar pero un conflicto central orientado a un melodrama de dos o tres afectados. El joven desaparecido sigue siendo el eje que todo lo mueve pero las implicaciones de terceros van cobrando una magnitud argumental que apenas se mira de reojo. En pos de narrar las vivencias y sentires de sus protas, la serie olvida o tapa en exceso una periferia demasiado importante.

El resto a spoiler

Un político del partido conservador se ve envuelto en un rollo judicial delicado: una empleada lo acusa de violación. A partir de aquí, Anatomía de un escándalo se encarga de desarrollar las peripecias de los protagonistas involucrados.

Inicialmente, esta mini serie juega bien sus cartas: por un lado, el caso despierta interés actual. Por otra parte, al volverse mediático, esa sensación de espectáculo garantizada funciona como gancho comercial tanto dentro de la historia como fuera de la misma. Las características de la trama son extrapolables a cualquier situación real, por lo menos al inicio.

A nivel artístico: Anatomía cuenta con un manejo virtuoso de las cámaras. Planos angulares, travellings de seguimiento, circulares y un especial énfasis de la cámara para "rodar" alrededor de los personajes. Un símil de como sus vidas se dieron vuelta, literalmente. Vale destacar como los constantes flash backs interactúan con el presente y cada personaje hace puentes gestuales para comunicar el pasado y el presente, generando una solución de continuidad.

Poco a poco, los manejos narrativos y los elementos ficcionales van ganando terreno. La serie acentúa cada vez más el foco tonal en el escándalo amarillista. La trama va degenerando en farándula barata, cada vez más exagerada, con giros de guión encaminados al proselitismo autoexplícito.

Mediante un giro de guión conveniente, casi meramente informativo en su tratamiento, la serie abandona su estilo cuidado para volverse una propaganda informativa que le resta fuerza.

Hay un juego maldito, fabricado en 1984 y cuya recompensa para el ganador aún no ha sido reclamada. La prota tiene problemas económicos...así que listo el pollo, cocinada la trama de la peli.

La idea no es nueva, de hecho se han realizado decenas de pelis similares bajo esta premisa. Para el caso que nos ocupa, el guión parte de una idea que no le pertenece y, para colmo, tampoco sabe muy bien como ejecutarla. Sabe detenerse con gancho en las situaciones truculentas que el juego propone, pero luego se olvida, o no sabe, o no le importa armar un contexto como para que la cosa no se sienta tan arbitraria.

1.La prota tiene un rollo personal con su hermana que no viene a cuento. A su vez tiene problemas con su madre y un tío abusador que parecen sacados de otra peli.

2. El juego interactúa con la realidad, bajo el poder de la maldición. Eso es todo. No esperemos que nos quieran explicar lo que al mismo guión no parece importarle demasiado. Para ésto se diseña una estética de filtración virtual en donde se producen cortes bruscos de tipo informático sobre la realidad de las víctimas. El resultado visual es bastante cutre y los efectos sonoros aturden de tanta estática. El terror aparece por momentos y de casualidad, manejándose la trama dentro de tonos más propios del thriller.

Finalmente, se ofrece una explicación para todo lo que ocurre y, oh sorpresa, también suena a refritura mal recalentada.

Fidelidad se planta y construye una historia de amores conflictuados. No pretende ser más de lo que es y hace gala de un minimalismo del que nunca se aparta. De seguro a más de uno podrá parecerle sosa, desabrida, y tienen sus razones.

La serie hace eje tonal en la mesura. Va narrándose con una elegancia simple, una estética siempre bella. Busca ser linda y de perfil bajo. Una pareja donde se pone a prueba el afecto/amor entre ambos y desde un malentendido estalla un conflicto solapado. La famosa fidelidad que parece estar en riesgo inminente y aún así el estilo jamás pierde su tono calmo, apaciguado, maduro, procesado. Ni se detiene en armar climax, cada cual maneja las situaciones tensas con un temple quizás difícil de ver en las parejas de hoy en día.

Es una miniserie de 6 episodios pero, ay, pronto se va notando que el oxígeno narrativo pierde ante el factor tiempo. Puede ser simple en sus formas, pero no puede darse el lujo de perder tanto tiempo desde una base que no da para mucho más. Quizás, cuatro episodios hubiera sido lo ideal.

Lamentablemente, el último episodio da por tierra la integridad del producto. (Spoiler)

En la línea de Sex Education, llega Líneas eróticas: una serie de seis episodios en donde un grupete de jóvenes de mediana edad montan un negocio radial en torno a audios cachondos, para deleite de un público de gustos variados.

Bajo un formato de telenovela, la serie explora los deseos sexuales de sus integrantes, construyendo mini historias con sus respectivos conflictos a ser resueltos. Cada cual está correcto en su papel y vale destacar la excelente ambientación de época: debe ser uno de los productos donde mejor se capta el espíritu ochentero. Tanto a nivel estético como auditivo.

Pese a su más que logrado envase, la serie denota más pronto que tarde la falta de una columna vertebral. Una historia de base que funcione de eje, y no como un complemento más para trazar relaciones humanas. El negocio de las líneas de radio comienza como una curiosidad funcional, pero llega a volverse monótono.

Por fuera de este emprendimiento inicial no parece que la serie tenga otro sostén, quedando como un relato fluido de las relaciones humanas, valiéndose de impulsos siempre presentes pero dirigiendolos sin un eje claro.