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España España · barcelona
Críticas de avanti
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Críticas 313
Críticas ordenadas por utilidad
6
14 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francisco Rovira Veleta (1912-1999) dirigió en 1958 Historias de la feria, atrás quedaba su formación en arquitectura y derecho; ya entonces, como aficionado tenía predilección por sus incursiones en el séptimo arte. Con inicios algo tardíos, decidió finalmente que su mundo profesional sería el cine, y con él la dirección iniciada en 1948 con Familia provisional. Trabajó el cine negro en una conocida trilogía: Hay un camino a la derecha (1953), El expreso de Andalucía(1956) y Los atracadores (1961). Dirigió dos grandes películas que le otorgaron sendas nominaciones a los Óscar: Los tarantos (1963) y El amor brujo (1967). Su amplia filmografía le valió nominaciones, premios así como la revisión de su obra por la Cinémathèque de París.

Historias de la feria se desarrolla durante la XXV Feria de Muestras de Barcelona. Desde los títulos de crédito y la voz en off de Matías Prats, nuestro director realiza un amplio travelling de seguimiento sobre escenarios reales usados como atrezzo con algún decorado añadido, solo hubo que plantar las cámaras, situar el elenco, y poner en funcionamiento el guión escrito por Manuel María Saló Vilanova sobre argumento de José María Forn y J. León, con guión técnico de Francisco Rovira Beleta y rodar. El sugerente plano subjetivo bajo la gran pancarta de la feria, a dos de nuestras protagonistas, da inicio a las entrecruzadas historias, convirtiendo en constante el ritmo de la película reflejado en planos y contraplanos, generales y americanos, entre otros. Beleta generó el ritmo necesario a una película en la que varios destinos, por múltiples razones, han de solucionar sus problemas, a lo que ayuda un pertinaz inspector de policía y un ambulatorio que despierta a la realidad los propósitos de uno de nuestros protagonistas.

Suzette (María Rosa Salgado) pretende encontrarse con ella misma al dejar el hogar familiar debido a una trágica noticia de la que ha tenido conocimiento. Teresa (Mara Lane), es empleada ocasional en un stand de maquinaria, en detrimento moral por el rechazo recibido al pretender ser modelo de pasarela debido a su exuberante figura, teniendo el propósito de ayudar a sus padres y vivir el momento, para el que se ofrece el vendedor del stand (José María Cafarell). Alfredo (Frank Latimore) es el multimillonario empresario al que, con el riesgo de perder su patrimonio personal, solo le interesa la diversión, pero algo cambiará su perspectiva de las cosas durante el desarrollo del evento.

Félix (Antonio Vilar), representa al inadaptado bohemio al que la complejidad de las experiencias sociales que vivirá en la feria, le harán replantearse el estado de sus cosas, su propio destino. Gomis (Manolo Morán), es el veterano carterista que pretende enseñar el oficio a su torpe hijo (Luis Moscatelli) bajo la estricta vigilancia, para desgracia del delincuente, del Inspector de policía (Francisco Piquer). El aspirante a conducir un coche 'colorao' (Miguel Gila), es la contraposición a todos los problemas humanos presentados; su única obsesión es encontrar el coche de sus sueños (un breve y delicioso gag con teléfono adereza su paso por esta multiplicidad de destinos.

El film rezuma frescura narrativa al intercambiar los diferentes intereses de los personajes en las múltiples situaciones en las que un evento como el de la feria, pueda dar, que son muchas, como el variopinto elenco de personalidades preocupadas por la iniauguración, bendecir y desfilar, para mayor gloria de la XXV Feria de Muestras que durante unos días vivirá un evento único, multitudinario, multicultural y comercial, gastronómico y económico de grandes proporciones.

El inteligente uso que de la elipsis narrativa nos hace Rovira Beleta en mostrarnos origen y final del evento, sirviendo como escenario a las experiencias vividas, proporciona a Historias de la feria un interesante entramado multi emocional muy válido, cercano a la realidad del momento. Película merecedora de ser revisada por su tratamiento del eastmancolor, la fotografía de José F. Aguayo, la música de Federico Martínez Tudó, el interesante entramado narrativo del director, y la temática coral de los personajes tratados en el entorno cerrado de la feria abierto a los destinos de nuestros protagonistas.
avanti
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8
5 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alexander Hall (1894-1968) estrenó en el año 1941 El difunto protesta con guión de Sidney Buchman y Seton I. Miller basado en la novela Heaven can wait del estadounidense Harry Segall. Iniciado en el teatro, dirigió sus expectativas profesionales al cine mudo desde 1914 como montador y como asistente de dirección hasta 1932 para la Paramount, año en el que se estrenó como director con Sinners in the sun junto a un jovencísimo secundario Cary Grant y la primera estrella del momento Carole Lombard.

No pasarían muchos años para que su reconocimiento como director dieran sus excelentes primeros frutos, sería en 1941 con su comedia fantástica Here Comes Mr. Jordan donde la relación entre dos mundos sociales diferentes son objeto de la interferencia divina personificada en un amable aunque torpe acompañante celestial: Mensajero 7013 (Edward Everett Horton).

La narración se centra en el, a veces, erróneo tránsito entre mundos opuestos necesariamente intervenidos por el Sr. Jordan (Claude Rains) desde la "Estación de tránsito" debido al exceso de celo del acompañante celestial sobre Joe Pendleton (Robert Montgomery) el rudo y amable boxeador musical, convencido que no se encuentra donde debe. Betty Logan (Evelyn Keyes) es la desesperada y bella joven que hace dudar al deportista sobre su transitoriedad terrenal en otro cuerpo ajeno con el único fin de completar su campeonato de boxeo.

Las situaciones de confusión y sorpresa se multiplican hasta la extenuación entre protagonistas desorientados sin saber muy bien que hacer o a quien seguir para resolver el doble conflicto que tiene mucho que ver con Julia Farnsworth (Rita Johnson), la desesperada mujer infiel que quiere quitar del medio a su marido después de un primer intento fallido (gracias a la intervención divina) con ayuda de su secretario personal, el frío y calculador Tony Abbott (John Emery).

Los acontecimientos se van precipitando desde el momento en el que el manager Max Corkle (James Gleason) es citado en la mansión de los Farnsworth sin conocer el motivo ni la razón. Las sorpresas y los sobresaltos ayudan a los protagonistas a situarse en uno u otro lado de los problemas al tiempo que la señora de la casa urde un nuevo plan para deshacerse definitivamente de su esposo Bruce Farnsworth; el propósito está en el aire, con el fiel secretario... de la señora dispuesto, el desenlace aconteciendo y algunos personajes desapareciendo...

El temperamental Inspector Williams (Donald MacBride) trata de aclarar el entuerto entre boxeadores, managers, ayudantes, el servicio y el nuevo campeón KO Murdock (Robert Montgomery). Todo sucede rápidamente con un predecible final en el que nuestro Sr. Jordan deja aclarada la situación entre los vivos permitiendo que el destino siga su curso y la felicidad inunde sorprendentemente al flamante campeón de boxeo y a una joven luchadora con la justicia por la liberación de su padre. La felicidad para ambos está garantizada al menos para los próximos cincuenta años en un maravilloso blanco y negro propio de los buenos metrajes con la fotografía de Joseph Walker y la música de Frederick Hollander.
avanti
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8
29 de enero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1999 Carlos Saura estrenó Goya en Burdeos. Un año antes su hermano Antonio Saura (1930-1998) pintor destacado de la corriente contemporánea abstracta, surrealista y gran experimentador, concibió parte de su obra partiendo de la observación y estructura del cuerpo femenino. La complejidad creativa de Antonio le llevó a experimentar con la materia, con el color, con el papel y otros materiales. Fue un creador de contrastes y de conflictos propios. Goya en Burdeos está dedicada a él.

El joven y multidisciplinar Carlos Saura que iba para ingeniero industrial cambió su interés por el cine. En su haber más de cuarenta obras cinematográficas fue el camino que le llevó a rodar Tango (1998), de publicar las novelas Pajarico solitario (1997) y ¡Esa luz!(1998) así como de su amplia labor creativa en la fotografía, la pintura y la literatura antes de filmar Goya en Burdeos interpretado por un grande de la escena: Francisco Rabal.

Desde la negación del color fusionado en el más absoluto negro, Carlos Saura inicia un travelling progresivo sobre materias que bien podrían ser pictóricas iluminadas gradualmente con los aires del fandango de Boccherini que nos lleva a la onírica imagen del pintor como puente entre el sueño y la razón que se da de bruces con la realidad cotidiana del pintor acentuando los primerísimos planos de pregunta y confusión, al tiempo que Rosarito (Dafne Fernández) y Leocadia (Eulalia Ramón) procuran con sus cuidados, suavizar y hacer más llevadera la aceptación y la madurez del pintor.

El buen uso que de del flashback hace Saura nos traslada al tiempo de la duquesa Cayetana Alba (Maribel Verdú) y de la creatividad en pleno apogeo del artista con referencias al retrato, a los cartones y a las series pictóricas del genio de Fuendetodos. Los juegos luminosos del color, los grandes contrastes en las formas y los claroscuros reflejados en los diferentes rostros de los personajes en liza, les da a la película carácter de credibilidad cuasi pictórica, es el caso de, entre otros: Borga Elgea (amigo de Goya), Emilio Gutiérrez Caba (José de la Cruz), Franco di Francescantonio (doctor), José María Pou (Godoy) o Cristina Espinosa (Pepita Tudó). En esta línea Carlos Saura mimetiza los horrores de la guerra vistos por Goya, con La Fura dels Baus.

El grandioso y asombroso final que ideó Carlos Saura para Goya en Burdeos, nos traslada a lo más profundo de los fascinantes sueños y deseos humanos por medio de la sobrecogedora transmutación luminosa de la luz y de las sombras, donde lo irreal y lo onírico se funden en la paz interior del maestro.
avanti
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8
17 de octubre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las series de televisión siempre han sido un potente imán para atraer a fieles seguidores. La familia Munster (1964-66) se ha convertido con el paso del tiempo en un clásico de la terrorífica imaginería televisiva. El mosntruoso y simpático largirucho Herman Munster, siempre fiel enamorado de su enigmática y bella mujer Lily Munster, conviviendo con el abuelo Drácula, con el pequeño e ingenioso hijo Eddie Munster y con la espantosa belleza cautivadora de Marilyn Munster, nos ha hecho pasar veladas inolvidables en cualquiera de sus emisiones. Se trata de una serie que nos aproxima al límite en la convivencia entre lo humano cotidiano y lo macabro mostruoso, sazonado con enormes dosis de graciosas situaciones convivenciales con la familia, con los sorprendidos visitantes, y con la sociedad exterior. Si alguna característica nos quedó de esta serie icónica del más puro entretenimiento televisivo, fue la enorme, brillante y luminosa sonrisa de Herman Munster. Nadie, en serie alguna ha sonreido jamás como lo hacia el simpático y noble Herman, rodeado además del peculiar Sport (el dragón), de Kitty (la mascota favorita de Lily), de Igor (el murcielago del abuelo) y de Charlie (el cuervo). Los 70 capítulos de los que consta la serie se han convertido con el paso del tiempo en estupendos e imaginativos recursos contra la escasez creativa que de tanto en tanto nos toca o nos ha tocado vivir.
avanti
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7
25 de junio de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fantasma d’amore (Fantasma de amor) (1981), es una película de Dino Risi, un director premiado, reconocido, homenajeado, considerado del grupo de los maestros de la ‘comedia a la italiana’. Algo especial, personal, quizás intransferible, se nos escapa al resto de los mortales cuando en 1981 dio al cine una extraña y temblorosa historia donde la vaguedad de los recuerdos en el olvido, aparecen súbitamente, entre los persistente gritos ahogados de una mujer tratando de alcanzar el autobús, desaliñada, envejecida, con señales de sufrimiento en la mirada, en la piel, en el gesto. Entre dubitativas y temblorosas palabras Anna Brigatti Zighi (Romy Schneider) que, al no disponer de una moneda para pagarse su viaje, uno de los pasajeros: Nino Monti (Marcello Mastroianni) se ofrece a darle la moneda de 100 liras que la cansada viajera necesita para su billete; agradecida lo considera un préstamo.

Risi nos introduce en la cotidiana vida del economista Nino Monti, sin otro objetivo que asistir al ritual diario de llegar a casa, saludar a su esposa Teresa Monti (Eva Maria Meineke), a escuchar sus ideas sobre alimentación y otros aburridos eventos sociales a los que Nino asiste de forma mecánica. En ese estado de cosas el realizador nos introduce de bocajarro en la extraña historia que está a punto de acontecer: la mujer del autobús le ha telefoneado, de forma abrumadora, la vida de Monti da un vuelco absoluto, se trata de su antiguo amor al que no había reconocido después de muchos años sin saber nada de ella. Dos breves flashback nos sitúan en la verdadera relación de ambos, mientras su esposa Teresa le suelta palabras vacías que para Monti no significan nada, ni las escucha, todo su pensamiento está puesto en la inesperada reaparición en su vida de Anna.

Aprovechando la ausencia de su mujer, decide recorrer el barrio donde vivió su amada (nuevo flashback). Entre esquivos callejones Nino escucha su delicada voz que lo llama, hablan de ellos, del tiempo pasado, del envejecimiento del cuerpo de la juventud del alma; entre suplicas, Anna le roba un beso al sorprendido Nino, envuelto entre las confusas brumas de las oscuras calles.

El desarrollo de los acontecimientos atosiga y confunde por momentos a nuestro protagonista cuando escucha las opiniones de sus amigos, la sospecha de su mujer al verlo callado y pensativo más de lo normal, la preocupación del empleado Ressi (Paolo Baroni) por los últimos sucesos aparecidos en la prensa, la aparición de la moneda sobre su mesa de trabajo, los hechos y consecuencias que van minando la propia integridad de Nino, confundido entre dos mundos comienza a creer en los aparecidos como un hecho real, incluso Don Gaspare (Michael Kroecher) con sus opiniones sobre la existencia de los aparecidos y el mensaje visionario que lanza a Nino sobre una futura acción acrecienta sus dudas considerablemente.

Sorprendentemente y como fruto de la casualidad Nino visita la residencia de los Zighi, viendo en esta ocasión a la bella Anna Brigatti tal y como la conoció. Posteriormente suceden una serie de acontecimientos cruciales que volcarán el devenir de las cosas para Nino y para el sorprendido y ofendido Conde Zighi (Wolfgang Preiss), molesto por la confesión de infidelidad con Anna pero sobre todo por (según afirma Nino) haber sucedido recientemente. La reacción del Conde es incontestable. No admite que nadie hable así de su difunta esposa muerta años atrás.

Aturdido por los acontecimientos nuestro protagonista se siente cada vez más aislado con sus pensamientos, confuso entre realidad y ensueño cosa que lo confirma una serie de escenas finales en las que Dino Risi nos proporciona un final abierto, lógico para los agnósticos mortales y de absoluto ensueño para quienes viven en el imperecedero limbo del recuerdo, agarrado a él como único y volátil recurso de vida sin importar el tiempo ni el lugar.
avanti
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