Podría pasarme horas viendo a un astronauta comer tabletas verdes de planctom prensado; horas y horas, en serio se los digo.
Esas habitaciones blancas geométricoregulares, empapeladas de leds y palancas de escayola... esas conversaciones del protagonista con el ordenador... esas videoconferencias con la parienta en tierra... el silencio tubular... las ventanitas cerradas por donde se ven 2 soles y tres lunas… la cápsula para salir fuera… el tejemaneje con la ropa, que si se pone el buzo para salir o una camiseta de los Ramones para hacer gimnasia… los pequeños recuerdos terrestres adornando la mesilla del lecho hiperespacial…

Al final llega, porque en estas pelis tiene que llegar, la acción: un bicho, una imagen virtual, vegetales asesinos, etc. Y entonces el interés cae un poco, porque lo divertido transcurre en los ratos de soledad: el Hombre contra el Universo, o el Universo para el Hombre. Es ahí donde se dispara la imaginación: ¿Cómo será el futuro? ¿El futuro será, o ya está siendo? ¿Es la vida algo establecido o sólo una definición?
Y demás tonterías.

Lo de huir de Bowie como si fuese Satanás se puede entender en cierto modo, pero es una pena, porque una cancioncilla galáctica de su padre le habría puesto el empalme a la peli, que le hace falta. Recuerden aquella serie, Life on Mars: el tema musical no sólo ponía título a la serie, sino también la mitad de la carga emocional. Porque Bowie pater saca la loca que todos llevamos dentro. My little china girl, tari rori tari ro riiii... y ponemos posturitas. Y ya que Sam Rockwell se pasa hora y media dando la cara, debería ser, por lo menos, mentado. Mentado queda.

Molan los bichos, la dosificación de ataques, el color (por supuesto), y, ni que decir tiene, el Aston Martin. Además es indiscutible su influencia para el casi cien por cien de películas de bichos atacantes en tropa, tanto en su interesante propuesta de terror como en su abominable propuesta romántico familiar. Y nadie pone en duda la elegancia de planos y la música incrustada con talante,

Tiene el mérito de contar con una de las escenas más ridículas de la historia del cine: los protas lloran frente a un ataúd, se agarran, se retuercen, gritan y se caen al suelo, en plan pikachu y su pandilla, o algo así. No sé, hay que verlo para entender su magnitud.

En su haber, también, unos efectos especiales malísimos; el lagarto gigante ardiendo resulta absolutamente artificial, se le ve la linea del lomo y por encima unas llamas en marca de agua realmente lamentables, además de unos movimientos demasiados continuos, lo que resulta poco natural, porque si algo diferencia al reino animal del vegetal, es que los primeros nos movemos a trompicones.

Otra cualidad de este esperpento: el guión. Que 27 escenas transcurran en la misma localización con los mismos hechos resulta, cuanto menos, tedioso.

Las actuaciones son muy asiáticas, no digo buenas ni malas, sólo digo muy asiáticas, que cada cual piense lo que quiera sobre esta realidad.

Una fotografía lluviosa mola. Lo que no me convence tanto es la llluvia fotografiosa. Me se entiende bien.

Que sí, que el bicho hace mortales y se tira al río de cabeza, haciendo el ángel, de tornillo e incluso de bomba.

El tirón de Sarah Jessica Parker, más que tirón parezca un pellizco, vive Dios. Es una sardineta, una collejilla. La chica es bastante fea la pobre, pero no hay peli en la que no tenga aventuras y desventuras con los hombres. Además sus pesonajes suelen ser de personalidad pija insoportable, así que no se entiende mucho el revoltijo de cuarentones que suelen merodearlas, la verdad. Yo pasaría de ella olímpicamente, le contestaría los 34 sms seguidos que seguro envía a sus chicos, con un sencillo "no molestes tanto, chica"
Si fuese su monitor de gimnasia le diría que esos musculillos atrofiados no tienen salvación y la animaría a darse cuenta de que en breve será un pellejillo, ley de vida, no pasa nada.
Si fuese su psiquiatra le diría que está curada.
Si fuese su madre le diría que me han cortado el teléfono.

Pero que meta la pata hablando de homosexualidad, cenando en casa del novio, y la familia chupiguay entera se ofenda de tan trágica forma resulta, cuanto menos, hipócrita. Esto molaría si no fuese porque tratan de implicar al que visiona en la tremenda gravedad de sus palabras, y a mí, en cuanto me empujan hacia una postura, me entra tortícolis aguda, me sube como un punzón frío al cerebro y me entran ganas de asesinar americanos del norte de forma aleatoria, como en el chiste en el que van a matar patos y éstos dicen cua, cua, cua y el asesino dice cómo que cua, tú mismo.

Película de enorme parecido a los anuncios de las cápsulas de café.
El mismo tonillo azul metálico, las mismas expresiones de George, repetidas metaforillas de dandi engañao y todas esas cosillas.
Por fortuna en ésta no sale el insoportable Malkovich.
Pero vamos, que el anuncio de las cápsulas puede servir de tráiler de la peli perfectamente.