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Críticas de antonio lopez herraiz
Críticas 1.192
Críticas ordenadas por utilidad
4
2 de agosto de 2022
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si los valientes visten de negro, los que además se postulan a convertirse en leyendas del cine de acción gastan un vigoroso mostacho que acojonaría a las moscas.
El segundo zarpazo -y el primero que conserva su popularidad intacta- de Chuck Norris en USA se anticipaba algunos años a 'Commando' (1986, Mark L. Lester) plantándole cara a una conspiración para el exterminio sistemático de antiguos miembros de un comando de élite al que perteneció otro mayor de nombre John y ultramolonazo apellido...
¡Quieren cazar a John T. Booker! Y para interceptar y machacar a sus verdugos, el rubiales -rubio natural, de momento- le confia los mandos de la dirección a Ted Post, un señor con sobrada experiencia en eso de que los héroes sean asediados por los suyos cuando acaban convirtiéndose en el enemigo -poco antes dirigió la mejor secuela de Harry Callahan, 'Harry el Fuerte'- y tiempo después tuvo los santos cojonazos de rodar un remake de 'La Diligencia' (1939, John Ford).
Pero vamos a lo que vamos, porque lo que aquí se marca es, al 70 y al 30 por cien, un pseudothriller político y un buen actioner de venganzas con el perseguido ex mercenario que se ventilará sin pestañear a los sicarios que le envíe James Franciscus -que repite con Ted Post, tras dirigirle en la televisiva 'Night Slaves' y en 'Regreso al Planeta de los Simios'-.
Eso sí, estamos ante el Chuck Norris de la década de los 70. Así que, pese al prólogo bélico -otro género en el que se refregaría lo suyo- vete preparando para un justiciero vengativo igualmente poco propenso -al menos en esta ocasión- a arrear leña (para la que tanto él como su hermano Aaron exhiben su valía en las puntualísimas coreografias de lucha).
Daba para más el asunto.
antonio lopez herraiz
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8
11 de mayo de 2022
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No todo el monte es orégano ni todo en el arte de cazar chupasangres se reduce a un Conde Drácula, con lo que aquí es donde queda relativamente claro que los propósitos de Hammer Films orbitaban según contasen con la disponibilidad de Christopher Lee para materializar más reyertas entre el bien y el mal en connivencia o bien turnándolo con un Peter Cushing también insustituible como el matachupópteros Van Helsing. Esta vez se juega los cuartos (y el cuello, aún más que de costumbre) para protegerse contra las mordidas del melindroso y seductor Barón Meinster al que aprisiona su madre en la mazmorra de su habitación sin gozar -Siglo XIX- de la posibilidad de pasarse el día jugando a videojuegos o troleando en las redes sociales.
El marrón se desencadena -literalmente- cuando el pre youtuber pionero atado con una cadena de acero por butaca y su sed de sangre como sustitutivo de las bebidas energéticas ha convencido a su nueva seguidora -una maestra más tonta que un zapato, la cargante Yvonne Monlaur- para que lo libere de su sufrido cautiverio. Una vez suelto el barón irá por ahí transformado en murciélago y suscribiendo aldeanas para su canal de tinieblas e inmortalidad.
Juraría que la taberna donde el sagaz Van Helsing otea que hay problemas es la misma que en su primera aventura, pero al margen de eso es evidente un empeño por magnificar moderadamente la acción, los escenarios -esto sí es un castillo, y no la finca rural de Lee en la primera- y esa atmósfera de gélido, rural y terrorífico folklore campesino siempre indispensable en la Hammer, aunque incorporando anecdóticamente la figura del alivio cómico presente en el Dr. Tobler (Miles Malleson).
Un espectáculo estimable en el que Terence Fisher rebasa su propio listón en la obra precedente. Lo único que me falta es ÉL.
La huella icónica delante de la cámara en esta ocasión corre por cuenta de la aviesa y hambrienta sonrisa de Andree Melly.
La resurrección de la otra aldeana a la que aborda Marie Deveraux no es menos espeluznante aunque está lastrada a posteriori por su interpretación vampírica con caretos oligofrénicos.
En fin, me voy a echar un sueño que mañana no es festivo y me levanto temprano.
Hale, bona nit a tots.
antonio lopez herraiz
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2
14 de enero de 2022
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué gozo tanto autocastigándome con estos engendros? La última vez que me topé con Jonathan Rhys-Meyers ('Los Tudor') activado en modo héroe de acción no me traumatizó lo bastante como para no desear repetir la experiencia en un futuro próximo -y por futuro próximo dejémoslo en más de una década después de 'From Paris with Love' (2010, Pierre Morel)-. Y bueno, en lo que respecta a John Malkovich tres tantos de lo mismo que pudiésemos decir, en parecidas tesituras, sobre Ben Kingsley, Morgan Freeman o Anthony Hopkins: ¡no le hace ascos a nada!
La cosa va de un futuro postapocalíptico -que no necesariamente de ciencia ficción, dado que la población mundial ha sido diezmada por una nueva variante del COVID 19- abordando la vertiente del subgénero con el héroe salvaguardando a la chica indefensa -Ruby Modine, hija de Matthew- a la que los antagonistas tratan de dar caza por su inmunidad al coronavirus. Lo que diferencia a 'El superviviente' frente otras distopías de mismo pelaje es que, partiendo de sus evidentes limitaciones presupuestarias, se ve forzada a transitar por senderos afines al cine de asedios y hostigamientos en el interior de un espacio cerrado contra un grupo de indeseables dispuestos a llevarse a la moza: junto a Malkovich, por cierto, pulula como secuestradora consorte Jenna Leigh Green -la ex archienemiga pija de Melissa Joan Hart en la sitcom 'Sabrina: the teenage witch'-.
De no haberse extinguido casi en su totalidad puede que un viernes noche como hoy te encontrases esto en la estantería de las novedades no alquiladas del videoclub y te la llevarías a casa de mala gana... ¡para no terminarla! (aunque sí termines con la misma expresión que tienen John Malkovich y Rhys-Meyers en el poster).
Las estrellas de Hollywood también tienen que trabajar para vivir.
Ahora, con vuestro permiso, voy a flashear la última media hora (puede que más) de mi memoria.
antonio lopez herraiz
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9
20 de julio de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jamás te atrevas a subestimar el grado de letalidad ni la mala leche de un cuarentón entradito en carnes -la vestimenta ancha ha llegado a la vida de Seagal para quedarse- con semblante pachorro que se sube al tren sosteniendo un oso de peluche para su sobrina adolescente: cuando Catherine Heigl, con 17 añitos, aún ostentaba el semianonimato que recuperaría tiempo después de pasar por 'Anatomía de Grey' y ser la estrella de un buen puñado de comedias románticas.
Un refrán dice que lo que mata no es la muerte sino la mala suerte, por lo que, para poder sobrevivir, ni el luto ni la obligación de acudir al entierro de su hermano libran al cocinero y seal Casey Riback de tener que ponerse a jugar nuevamente a recolocarle las extremidades en posición correcta al comando de un terrorista tecnológico (Eric Bogosian) que intentará manipular no sé qué satelite para no se qué milonga desde un tren secuestrado que aprovechará como centro operativo -doy por sentado que debe tener una cobertura infinitamente superior a la del AVE-. Everet MCGill reincide como sicario matón en el registro de cabrón duro por el que más se le conoció al margen de 'Twin Peaks'.
Morris Chestnut ejerce de alivio cómico en la primera de sus dos colaboraciones con Steven Seagal.
El director Matt Reeves ('Cloverfield', 'The Batman') participa en un guión al que Steven Seagal, productor y estrella de la función, añadió lo que le salió de los huevos.
Más de lo mismo, sólo que un poco más a la manera de Stevie en la ¿única? secuela de su carrera: es decir, menos pistolas y más estrangulamientos, llaves, patadas y bailoteo haikidoka de manos que precede al dislocamiento.
¿Más barata? Tal vez ¿Más divertida? Por supuesto.
antonio lopez herraiz
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10
22 de mayo de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo gratificante de todo cineasta que está coherentemente ceñido a una reconocible línea temática es el surtido de posibilidades para diseccionar un mismo estigma a traves de planteamientos tan radicalmente opuestos, ubicados, uno con respecto al otro, en las antípodas. ¿Qué rasgo común une a una celebridad de las redes sociales e influencer del fitness, con cientos de miles de seguidores a los que no conoce, y un asesino que trata de reinsertarse en la sociedad -remitiéndonos al primer largometraje de su director-? Vivir expuestos a la soledad. Sólo que, si en 'Le Lendemain', el ostracismo que rodea a su protagonista derivaba en un creciente acoso escolar, rechazo y asedio al hogar, el palo en la rueda de Sylwia (Magdalena Kolesnik) para alcanzar su felicidad es justo lo contrario: la superficialidad de un microcosmos social incompleto y toxificado por una falsedad reiterativa, por la atiborrada sensación de popularidad, y, a raíz, de un empacho de sobreadoración obsesiva -o hablando con propiedad, acoso sexual-, un asedio indiscriminado, no ya a tu hogar, sino a tu intimidad, de una legión de followers perfectamente anónimos que se creen legitimados para dispensar un afecto incondicional y postizo.
'Sweat', además de un magnífico y superior segundo trabajo de su director (que se ha demorado en exceso) es una oda a la autocomplacencia perniciosa (y anómala) inducida por la plaga de una estimación exacerbada y viral que nace del afecto demostrado a golpe de like, máxime al contrarrestarlo la supresión de apego a tu alrededor.
La veracidad con que Von Horn retrata la superficialidad de la redes sociales es directamente proporcional al grado de maniqueísmo presente en ellas. Una representación ácida y cruel.
antonio lopez herraiz
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