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España España · Shangri-La
Críticas de Echanove
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Críticas 215
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
1 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo cierto es que la puesta en escena de este 'spagueti western' es ramplona y vulgar a más no poder, incluye fallos y gazapos clamorosos y las interpretaciones son bastante limitaditas, siendo además los personajes, como tantas otras veces ocurre en el género, meros esbozos.

No obstante, hay alguna secuencia de acción, como las del inicio y el final, bien rodadas. y algunos apuntes de humor a través de la pintoresca patulea de forajidos encabezada por el excoronel nordista que encarna Keenan Wynn, que tienen su punto, y aunque la trama principal, ya vista en otros westerns, es una especie de borrón traído y mal llevado, no deja de entretener y hacer sonreír a ratos, pese a sus altibajos. Y encima cuenta con un bastante bizarro y sin venir a cuento giro final a lo Sautier Casaseca que convierte la cinta en aún más chanante y hasta un poco WTF ("What the Fuck")

En definitiva, que si se afronta su visionado con cierta disposición a la indulgencia, y cinéfago espíritu friki, aunque uno se cabree varias veces a lo largo del metraje y diga en voz alta "pero qué mala es", hasta se le puede sacar algo de punta y divertirse con ella.

Da la impresión de que incluso hay un cierto homenaje al espíritu de "El bueno y el feo y el malo" (Sergio Leone, 1966) en la secuencia del desierto y en algunos aspectos de la relación entre los protagonistas, de la que si uno bucea en internet un poco, también encuentra que se han realizado interpretaciones en clave gay que quien esto escribe no llegó en ningún momento a percibir.

Y es que el cine siempre da mucho de sí, incluidos los subgéneros. Y el spaguettti-western, no digamos
Echanove
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3
28 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que en el terror, la última película que dirigió José María Elorrieta se inscribe en el 'giallo español' de los 70, ese subgénero que gente como Eloy de la Iglesia supo subvertir con muchísima gracia e intención y que, en cualquier caso, siempre suele ser interesante.

Y la cinta ante la que nos hallamos es técnica y formalmente bastante correcta (se nota que volvió a haber cierto presupuesto tras lo exiguo que debió ser el de la anterior, "La llamada del vampiro"), pese a la fama de desmañado y chapucero que por algunas otras pelis tiene Elorrieta. Y de hecho llama la atención también bastante por su modernidad y calidad la banda sonora. Y en el plano interpretativo, ver a Maria Perschy siempre es un placer, al igual que a un aún bastante joven Sancho Gracia (lástima que esté doblado), si bien ambos están algo perdidos en un guión romo y que no les da cancha. Porque lo que más brilla en el aspecto actoral, con gran diferencia, es la más que siniestra encarnación del estrangulador psicópata que realiza el uruguayo Aramís Ney.

Tal como solía corresponder a los 'giallos', las escenas de violencia se caracterizan por su seca crudeza y están bien rodadas, son típicas del género. Y ya dados a buscar apuntes sociológicos, de esos que a algunos tanto nos suelen divertir en estos filmes patrios setenteros y pretransitivos, la ambientación de ese mundo pretendidamente cosmopolita de azafatas, boites, prostitución y americanos de la base de Torrejón en la Costa Fleming es algo que se agradece, aunque sea por razones muy personales y subjetivas, ya que uno ha vivido allí (hay una serie de planos al inicio en que se identifica con claridad, por el rótulo de una boutique que aún existe, la calle que da nombre al barrio).

Pero la peli es roma, emasculada por un libreto al que le falta profundidad. Y si bien el actor que encarna al psicópata transmite muchísimo, a su personaje le falta trasfondo de guión, y no basta con que nos digan que es alguien traumatizado por la guerra de Vietnam a través de los sonidos que se agitan en su mente, o que se haga referencia a escabrosos sucesos pasados, como cuando se encuentra en una noche de borrachera con un compañero de (Ramón Lillo) al que también asesina en una brutal secuencia.

Y en cuanto a todo lo que rodea la investigación, o a la relación entre los personajes de Sancho Gracia y Perschy, las carencias son también más que evidentes. Por no hablar de la presencia, un poco de adorno, de algunos secundarios y subtramas, como el ligue entre el comisario (Víctor Alcazar) y la mejor amiga de la protagonista Perschy (la actriz Maritza Olivares, en los créditos May Oliver, que quedaba mejor para vender el filme fuera): "¿Y usted está casado?", le entra ésta en mitad de un interrogatorio. "Vamos a tomar una copa", responde él.

Ojo, que con esto no quiero decir que la peli no se deje ver a ratos. Y, pese a la nota que le pongo, no deja de tener alicientes si uno es "completista" de este tipo de cine.

Del mismo modo que es curioso constatar, si uno escarba un poco en la red, como allende nuestras fronteras es tanto o conocida, por fanáticos de estos subgéneros setenteros, que en nuestro propio país.
Echanove
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5
28 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El segundo y penúltimo largometraje de terror dirigido por el prolífico José María Elorrieta fue asimismo el penúltimo de su filmografía, ya que en 1974 fallecería prematuramente a la edad de 53 años tras firmar 53 títulos que abarcan todo tipo de géneros, aunque tal vez su peli más conocida y más apreciada en España, por la presencia de Fernando Fernán Gómez, sea "El Fenómeno" (1956).

Lo cierto es que aquí nos encontramos con una cinta muchísimo menos ambiciosa en todos los sentidos (diseño de producción, elenco artístico, desarrollo de la historia) que la anterior y sofisticada "Las amantes del Diablo", aunque eso sí, pese a realizarse con cuatro perras, estaba destinada también al mercado internacional. Y con una intención claramente 'sexplotation', ya que contó con una segunda versión para el exterior, a la que puede accederse también fácilmente en la red, en la que abundan los desnudos e incluso varias secuencias 'soft core' de carácter lésbico. En una de ellas, la siempre hermosa Loreta Tovar incluso en práctica el ñacañaca con su hermana en la vida real, María Luisa Tovar. Ahí es nada, aunque en las pantallas de los cines españoles nunca se viera.

Dicho esto y, frikismos libidinosos setenteros al margen, lo cierto es que la peli tanto en su versión para el españolito de a pie, como en la más cachonda, tiene un arranque y un primer desarrollo atractivos, pese al esquematismo del guión y la cutrez de la puesta en escena. Y aunque abunden los diálogos sonrojantes y una especie como de ritmo abrupto a través del montaje, la historia y la peli no dejan de ser interesantes si a uno le gusta el fantaterror español.

Sobresalen con claridad la belleza de Loreta, que tras una escena final precréditos de cierto impacto, hace una vampira sonriente y divertida, y el buen hacer de Antonio Jiménez Escribano, habitual en este tipo de subproductos en papeles secundarios de mayordomo, pero que aquí tiene un rol de más entidad como anciano dueño del castillo en que se desarrolla la mayor parte de la peli. Pero, sobre todo, es de destacar el trabajo de Nicholas Ney, desconocido nombre del que nunca más se supo, y todo lo que rodea a su personaje, un vampiro que vive de día hasta que la luna llena lo transforma, porque en esta peli los vampiros funcionan como los hombres-lobo.

Todo lo que atañe a este personaje es lo más interesante del filme: sus transformaciones, en las que diríase que en algún momento quiere recrearse al Nosferatu de Murnau, pero también sus líneas de diálogo algo locas y desopilantes. E incluso su peinado yeye. Y su drama interno, el de su personaje, un vampiro capaz de enamorarse (de su prima o de la recién llegada al castillo Beatriz Elorrieta), pero no como se enamoran los vampiros, sino como se enamoran los hombres.

Y durante mucho rato la peli mola, alcanzando quizá su cénit en una secuencia que uyliza la 'slow motion' en que Beatriz Elorrieta y Loreta Tovar danzan, juguetean y rien (porque aquí el vampirismo es algo lúdico, no del todo siniestro) vestidas de tul una noche en un prado.

Pero a partir de ahí el filme, con la excusa del despendole, se desmadeja y desensambla. Sobreabundan los personajes femeninos en acciones paralelas, sin demasiada continuidad, coherencia, verosimilitud o sentido (no se entiende, por ejemplo, lo que le pasa al personaje de Beatriz Elorrieta, tras sumergirse en el lago) y el climax final, orgiástico y perverso, que envuelve a quien se supone que es la protagonista, Diana Sorell no termina de funcionar del todo. Menos aún, hay que decirlo, en la versión 'sexplotation' internacional, con escenas lésbicas y sadomasoquistas, que no siempre tienen sentido. Aunque no puede dejar de resaltarse su cierta crudeza y que la sensación de pesadilla a través del montaje, sí llega a lograrse en algún momento.

(sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Echanove
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7
26 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Faltándome aún por ver muchas películas de Goddard de su larga filmografía y varias de su primera etapa, que probablemente sea la más interesante, me parece claro que esta es una peli algo menor, dentro del contexto de aquella época, pero no por eso es menos atractiva.

Anticipa asimismo lo que a partir de 1967 será el Goddard más político, si bien no tiene ni la entidad de su debut en el largo con "Al final de la escapada", (1960), realizada poco antes, ni la genial y aparente ligereza de "Una mujer es una mujer"(1961), ni la densidad y grandeza interpelantes de "El desprecio" (1963) o "Pierrot" (1965). Y es que eel cine de Goddard, me parece, siempre te remueve y te cuestiona.

No en vano, "El Soldadito", pese a ser su segundo largo, estuvo prohibida en Francia por la censura hasta que acabó la guerra de Argelia. Y es que algo tan atrevido como lo que dice Ana Karina de que "me parece que los franceses no luchan por un ideal contra Argelia, como hacian contra los alemanes, mientras que los argelinos sí lo tienen" tenía que ser muy difícil de tragar en París en plena contienda, entre otras cosas porque probablemente era verdad. Aunque, paradójicamente, las secuencias de las torturas en el piso del FLN mientras sus activistas citan o leen a Mao o a Lenin, y su particular crudeza, casi documental y expuesta con cierto distanciamiento brechtiano, muestran a un Goddard que no se casaba con nadie y cuya concepción de la realidad estaba muy alejada de un maniqueísmo "de buenos y malos".

La peli fue asimismo la primera en la que Ana Karina trabajó con Goddard, y el que el enamoramiento del protagonista masculino fuese una especie de traslación a la pantalla de la que Goddard efectuó a quien a partir de entonces sería por varios años su esposa y musa puede que algunos les parezca una bobada, aunque se trate de una especie de quintaesencia de esas rupturas de la cuarta pared, mezclando el cine y la vida real, que a Goddard tanto le gustaban. Lo que también pasa es que Anna Karina está preciosa y la secuencia de la sesión de fotos es memorable, al igual que todas las que comparte con Michel Subor.

Por lo demás, en la peli están ya presentes muchos de los rasgos habituales del director franco-suizo: diálogos filósófico-políticos, frases paradójicas (aunque alguna sea bastante de ante andar por casa, todo hay que decirlo), referencias cultas a la pintura o a la música y esa puesta en escena en la que abundan la cámara en mano, el montaje sincopado, los escenarios urbanos y los apartamentos de paredes desnudas.

Eso sí, porque también hay que decirlo (y reflexionar un poco sobre ello):

1. La historia, aunque simple, está contada de modo algo deslavazado. No es fácil penetrar en los detalles, aunque quizá dé un poco lo mismo para el resultado final, que se resuelve en los últimos minutos como con un golpe seco. Y porque el filme, si se sabe ver con sosiego, mantiene en todo momento la intriga.

2. A los personajes que componen la pareja protagonista les falta profundidad, son algo borrosos y no se sabe muy bien qué les ha hecho llegar hasta donde se encuentran. Y es algo que si estamos acostumbrados a cómo se dibujan los caracteres en la inmensa mayoría de las pelis que vemos se echa algo de menos. Vamos, que en eso no puede estar la peli más alejada de la profundidad psicológica del cine de Bergman, por ejemplo. Y es que, por mucha voz en off y muchas explicaciones que dé el protagonista de su proceder, ni a él ni a la modelo que encarna Ana Karina los conocemos cuando la peli acaba. Siguen siendo un misterio. Y, ojo, que eso no pasa en las pelis de Goddard que hasta ahora he visto, en los que siempre hay detallitos, aparte de lo que dicen, que los definen.

Aunque quizá sea algo que también dé igual. Y que incluso puede ser un aliciente para volver a ver el filme otra vez, con la esperanza de que podamos conocer un poco mejor a la modelo danesa y el desertor al aparecer la palabra "Fin".
Echanove
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6
19 de diciembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El llamado 'fantaterror' español de los 70 me parece cada vez más reivindicable, según voy revisando más cintas de ese subgénero. No porque sean obras excelsas, por supuesto, sino porque vistas hoy con un cierto desprejuiciado espíritu friki, pueden llegar a ser muy divertidas, aunque no siempre. Pese a las tremendas carencias que pueden acumular. O incluso precisamente a causa de ellas. Como sucede en este caso.

Los agujeros argumentales que contiene la trama en su planteamiento de inicio son auténticos socavones. No se entiende como al personaje interpretado por Espartaco Santoni nadie le eche el guante o lo interrogue respecto a la desaparición de la chica (Verónica Luján) que aparece desorientada y envejecida al principio y que él mismo vuelve a raptar adentrándose en un sanatorio. O que la protagonista (Krista Nell) caiga luego tan fácilmente en sus redes de seducción cuando es obvio que tiene que está relacionado con la desaparición de su hermana.

Y las relaciones que se entablan entre algunos personajes son de risa, empezando por la extraña y sexualmente desvahída amistad amorosa entre Neill y Ennio Girolami o la inacción del comisario que interpreta Luis Peña, deambulando entre cócteles y fiestas ofrecidas por el 'playboy' encarnado por Espartaco.

Pero, amigos y amigas, eso de ver a Espartaco Santoni haciendo de sí mismo, eso de ver a Teresa Gimpera en todo su esplendor como su secretaria y ayudante en uno de esos papeles moralmente ambiguos que tan bien se le daban, o a Jaime de Mora y Aragón con una silente y no acreditada en los títulos Marujita Díaz colgada de su hombro, en la psicotrónica y 'superkitsch' secuencia de la 'boite' del hotel, es una experiencia impagable.

Lo mismo que resulta también muy estimulante la mezcla de melodrama policial veraniego, con apuntes psicoanalíticos (*) y eróticos propios del 'giallo', y terror gótico basado en cultos satánicos que irrumpe con más fuerza en el último tramo, y que en algún momento incluso cumple con su función de impresionar un poco al espectador por lo perturbador y morboso de muchas de las secuencias del castillo, mayordomo chino incluido.

En suma, una entretenida, divertida y a ratos siniestra (¿mala?) película de terror española de los 70, de visión obligada para los amantes de ese entrañable subgénero.

Además, es también un placer para la vista contemplar a la hermosísima protagonista, la infelizmente desaparecida Krista Nell. De una belleza finísima (al menos aquí recuerda mucho por sus facciones y su peinado a Analía Gadé), falleció en 1975, con solo 29 años, de leucemia, tras haber realizado muchísimas películas de género.

Y la verdad es que apetece rendirle homenaje viendo otras pelis suyas, no solo por ser tan bonita, sino por rebelarse uno un poco, recordándola, frente a lo injusta e inexplicable que puede ser a veces la vida real, al margen de la de las películas.

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(*) A uno de los guionistas, el más que rescatable "cineasta maldito" Miguel Madrid, le iba mucho el rollo psicoanalítico, como demostraría poco después en la segunda de las tres cintas que dirigió, "El asesino de muñecas" (1975)
Echanove
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