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Críticas de Quatermain80
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Críticas 406
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
Searching for Sugar Man
Documental
Suecia2012
8,0
28.294
Documental, Intervenciones de: Sixto Rodríguez
8
25 de febrero de 2013
80 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el permiso de la magnífica "En la casa", esta es la mejor historia que me han contado en 2012. Lo cierto es que ni puedo ni debo decir demasiado acerca de la misma, porque lo mejor es que los espectadores se presten al magnífico juego indagatorio que caracteriza al documental, y que es, junto a la emotividad del argumento, el secreto de su éxito.

Un anónimo músico Folk de ascendencia hispana aparece en el Detroit obrero y deprimido de finales de los 60 y primeros 70; consigue seducir y deslumbrar a unos pocos, y graba dos discos hermosos, de letras conmovedoras, merecedoras de la máxima popularidad y reconocimiento. Sin embargo fracasa comercialmente, es ignorado y despedido de su sello, su voz se apaga y desaparece, acaso muere. Pero la música, como el cine y en general el arte, pueden ser más grandes que la vida, y eso es lo que nos relata el filme, que nos muestra que esa historia de fracaso tiene otra versión, una cara b mucho más halagüeña.

Concebido como una investigación, recuerda a esos thrillers que giran en torno a un personaje del que es preciso averiguarlo todo; el enfoque de los investigadores no es sino el de los fans, pues son personas que -como su generación- mitificaron al artista, que para ellos encarnaba la rebeldía juvenil, la tentación de lo prohibido. La realización demuestra tener una exquisita sensibilidad, tal es la brillantez con la que logra hacer partícipes a los espectadores de unas emociones que no pueden ser sino ajenas, en tanto en cuanto Sixto Rodríguez es un desconocido para el público. Pero lo cierto es que las imágenes, maravillosamente acompañadas, introducidas y fundidas con la música, consiguen que el espectador se sume a la búsqueda, que se convierta en un fan más, ansioso por tener más certezas, por seguir el hilo de una historia que, conforme avanza, se torna más épica, esperanzada y plena.

Mezclando eficazmente las entrevistas con imágenes de archivo, y recurriendo a algunas secuencias de animación perfectamente integradas en el conjunto, todo él de una notable ambientación -sobre todo en Detroit-, el documental resulta formalmente perfecto para sus fines, marcado por un crescendo dramático que consigue remover íntimamente al espectador, que abandona su butaca con la irrefrenable tentación de acudir a la tienda de discos más cercana, y preguntar por los álbumes de ese músico desconocido, al que ya no podrá olvidar.
Acaba en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quatermain80
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8
23 de febrero de 2013
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Continuación de su ya más que notable predecesora "Tinker, Taylor, Soldier, Spy" ("El Topo"), esta serie, de nuevo producida por la BBC y repitiendo reparto, culmina el llamado "ciclo de Karla" debido al escritor John Le Carré, de la mano de su más conocido personaje, ese peculiar espía británico que responde al nombre de George Smiley, y que sostiene una dura lucha a distancia con su rival soviético, el ya mencionado Karla.

A destacar la fidelidad y el respeto con el que la serie capta la esencia de las novelas de Le Carré, en las que importan mucho más las motivaciones e inquietudes de los personajes (su psicología) que la acción. La mejor prueba de ello es fijarse en el protagonista, un Smiley que constituye la viva imagen del antihéroe: prematuramente envejecido, con aspecto de pertenecer a un tiempo vencido, disfraza su timidez tras unas gruesas gafas y un vestuario excesivamente formal, fachada tras la que sin embargo se oculta una inteligencia observadora e inquisitiva; interpretado por Alec Guiness, los que conocíamos al personaje por las novelas no podemos sino sentirnos satisfechos, tal es la perfección con la que recrea los matices de su personalidad, especialmente su aire escéptico y desengañado.

En cuanto al resto del reparto, constatar la brillantez con la que llevan a término su labor, considerando que esto era capital para el buen desarrollo de la serie, toda vez que en las novelas de Le Carré abundan las personalidades marcadas y singulares; en este sentido destaca el trabajo de Bernard Hempton como Toby Esterhase, así como el de Curd Jürgens como "El General" y el de Michael Lonsdale (magnífico actor, haga lo que haga) interpretando a Grigoriev. Bien realizada, con una notable fotografía de querencias nocturnas, la serie mantiene un ritmo pausado, sin apresuramientos, siguiendo paso a paso la investigación encabezada por Smiley. Uno de los aspectos que más verosimilitud confieren a la serie son las localizaciones, magníficamente escogidas, respetando la trama de la novela que nos hace viajar entre París, Londres, Hamburgo, Berna, y finalmente Berlín.

Poco diré del argumento, limitándome a constatar que el mismo resume a la perfección cuál es la verdadera labor del espía, de la "inteligencia" o del contraespionaje: explotar en beneficio propio las debilidades del adversario. Esa, y no otra, es la gran batalla que Smiley y Karla vienen librando, y que encuentra aquí su final; si en "El Topo" Karla se había beneficiado de la "última ilusión de un hombre sin ilusiones" (en referencia a Ann, la mujer de Smiley), ahora veremos cambiarse los papeles, y asistiremos a la tenaz e inmisericorde presión que ejercerá Smiley sobre la recién descubierta debilidad de su némesis, el hasta ahora aparentemente invulnerable Karla, cuyo fantasma sobrevuela toda la serie, así como lo hacía en la anterior.
Acaba en spoiler.
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Quatermain80
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7
16 de febrero de 2013
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película que veo de este director polaco, pareciéndome un muy original acercamiento crítico y humorístico a la opresiva condición de los ciudadanos polacos durante el período comunista. Desde luego, podría pensarse que este argumento de fondo no es muy original, en tanto en cuanto otras películas han incidido en él, pero lo que debe ponerse en valor es la manera en la que el director, aprovechando una historia aparentemente trivial -la reforma de una casa por parte unos obreros polacos irregularmente introducidos en Reino Unido-, reconduce hábilmente la narración para contar lo que a él realmente le interesa.

Toda esta metáfora se plasma a través de las impresiones del único personaje que el guión desarrolla, ese interesante y complejo capataz que tan fantásticamente interpreta Jeremy Irons y cuya voz en off -además de algunos diálogos sueltos de menor importancia- se convierte en nuestra única fuente de información. Hasta en esa decisión se aprecian segundas intenciones; al igual que en los países del socialismo real no había más verdad que la oficialmente establecida, en este caso no hay más realidad que la que el capataz construye para sus obreros -que no tienen ni idea de inglés- y también para nosotros, los espectadores, que asistimos de su mano (y solo de su mano) a un tenaz, ridículo y puntilloso ejercicio de control. Así, mientras el capataz censura informaciones vitales a sus obreros (ocultándoles las noticias, impidiéndoles llamar por teléfono o directamente quemando cartas), el guión también los censura directamente, limitando sus diálogos a pequeñas intervenciones en polaco. El capataz, como buen alter ego de un estado tan represor como paternalista, centra sus restantes esfuerzos en procurar el alimento y los medios de producción; sus crecientes apuros económicos para proporcionar una comida aceptable (a base de latas de conservas) al tiempo que alguna distracción o premio para los obreros (ya sea la televisión o los relojes) es también una sátira de los estados comunistas y sus carencias y estrecheces.

Formalmente modesta, ello no implica, como bien ha comentado mi predecesor, pobreza en los resultados; de hecho, el fragmento inicial de la película, ambientado en el aeropuerto, resulta fantástico por lo bien que se sugiere en él la inquietud e incluso el suspense de la situación (la introducción de los obreros clandestinos en Reino Unido) a través de los planos de los funcionarios de aduanas y del capataz, cuyo nerviosismo se convertirá en una constante a lo largo del filme. Su paranoia, que él extiende a su vida personal (sus dudas sobre la relación entre su jefe y su mujer así lo sugieren), es el reflejo más fiel del paranoide afán de control del estado polaco, y la respuesta de los obreros, hartos de la desinformación y de su encierro (otra clara alusión a la limitada posibilidad de viajar) llegará a su lógica conclusión cuando finalmente se percaten de la magnitud de la mentira y de la ocultación.

Por todo ello una película muy recomendable, cuya denuncia indirecta de una realidad opresora encuentra cierto parecido de familia con la filmografía de algunos de nuestros mejores directores, caso de Berlanga, cuyas principales obras de los sesenta son también muy ricas en metáforas, alusiones humorísticas y críticas veladas, partiendo también en muchos casos de aparentes anécdotas, a la postre falsamente triviales.
Quatermain80
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6
9 de febrero de 2013
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apreciable película de Douglas Sirk, realizada justo antes de iniciar su período más brillante como realizador, que tendría lugar a lo largo de la siguiente década, de la mano de excelentes melodramas.

En este caso aborda una historia de intriga que mezcla elementos psicológicos y puramente negros, y que a pesar de su buena realización resulta algo penalizada por la brillantez de sus películas inspiradoras, concretamente "Sospecha" de Hitchcock (hay una secuencia que claramente la homenajea), y "Gaslight" (ya sea en la primera versión de Dickinson o en la posterior de Cukor). Ambas centraban su argumento en el marco del matrimonio, explotando al tiempo la ambigüedad de los personajes (de sus acciones) y cierta tendencia a "encerrar" la narración en el intencionadamente angustioso espacio del hogar conyugal (frecuentemente una gran casa en la que la escalera suele tener gran protagonismo). Tales rasgos se repiten aquí, y Sirk demuestra manejarse muy bien en ellos, consiguiendo sugerir acertadas dosis de inquietud, especialmente en la primera mitad del filme; sin embargo, ciertas decisiones de guión a las que me referiré en spoiler acaban pronto con el suspense, haciendo que el resto de la película resulte excesivamente previsible.

Pese a ello, hay algún aspecto en el que la película de Sirk apunta un camino distinto del ya propuesto en los títulos anteriormente mencionados, y es la inclusión de un personaje característico del género negro, com es la mujer fatal, aquí encarnada por una habitual en tales lides, la espectacular Hazel Brooks, cuyas escasas apariciones resultan muy acertadas, tanto por su belleza como por la turbación que producen su ambición ("lo quiero todo, y lo quiero ahora mismo, esta noche") y su falta de escrúpulos. Su escaso protagonismo es una lástima, pues lastra el interés de la segunda parte de la película, perdiendo así la ocasión de alcanzar un mejor resultado (el cuál sí logrará David Miller en "Miedo Súbito", empleando con tal fin a la extraordinaria Gloria Grahame, en un argumento por lo demás muy similar al del presente filme).

Con unas interpretaciones correctas, pero que no llegan a ser en ningún caso fabulosas -al menos esa es mi impresión-, la película se disfruta formalmente por la adecuada fotografía y la inteligente puesta en escena, con la que Sirk consigue sugerir angustia e inquietud, recurriendo a efectos lumínicos confusos (destellos, sombras, reflejos...) y a tortuosos puntos de vista muy bien estudiados, que explotan las posibilidades del rodaje en el interior de la casa. Como secuencias más reseñables destacaría, aparte de la inicial en el tren, una en la que Daphne está sentada en un taburete alto, imponiendo su presencia a su amante, que aparece claramente subordinado a ella, quedando claro el poder que ejerce sobre él.
Acaba en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quatermain80
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5
2 de febrero de 2013
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque esta sea materia muy personal y por tanto sujeta a la máxima subjetividad, creo poder aventurar que ciertas películas se disfrutan más en determinados momentos, y que existen circunstancias que en ocasiones nos predisponen favorablemente a valorar y apreciar historias que quizá en otro momento despreciaríamos.

A mi esto me sucede con mucha frecuencia con el género de aventuras, y es que tengo perfectamente comprobado que es en el horario de sobremesa en el que más me apetece ver estas películas. Tal vez ello se deba a que cuando era pequeño, durante los fines de semana, era en este horario cuando los dos únicos canales existentes (no mucho después ampliados a cinco) programaban habitualmente westerns y filmes aventureros; así, en ese par de horas que para muchos es sinónimo de placentera siesta o de tenaz modorra yo me dedicaba a ver películas de tales géneros, cosa que hoy sigo haciendo.

Este modesto filme, del ya por entonces veterano Allan Dwan, no es, desde luego, una gran obra, pero también es cierto que nunca aspiró a serlo, dada la sencillez y escasa originalidad del argumento, así como los pocos medios con los que contaba el realizador, por otra parte ya habituado a tal situación -al menos en sus películas sonoras- y que no le había impedido alcanzar notables resultados, como lo demuestran "Filón de Plata" y "El jugador" ("Tennessee's Partner"). Así, la película sólo se permite tres lujos: sus dos protagonistas y el director de fotografía, John Alton, un nombre cuya aparición en los títulos iniciales suele garantizar momentos brillantes, formalmente hablando.

El guión, bastante pobre y limitado, desaprovecha las capacidades de los intérpretes, especialmente en el caso de Robert Ryan, que siendo uno de mis actores predilectos, no goza aquí de muchas posibilidades de lucimiento, a pesar de que en todo momento logra sugerir la ambigüedad moral que conviene a su personaje; algo mejor resulta el papel de Barbara Stanwyck (también una actriz soberbia) en su papel de "matriarca" selvática, mientras que el resto del reparto se limita a cumplir el expediente, ya les toque ejercer de bandidos, soldados o dóciles sirvientes de habla confusa y aspecto muy poco birmano. Mención aparte para los abundantes animales que aparecen aquí y allá, a veces con sentido dramático (el caso del tigre, obviamente rodado en alguna de las reservas zoológicas californianas a las que Hollywood recurría en tales casos), pero en otras ocasiones como mero entretenimiento casi circense (véase el caso de los elefantes o el de los monos, entre los cuales aparecen unos chimpancés muy simpáticos, pero que siendo africanos, choca encontrarlos en plena jungla birmana).

Pero estas debilidades o inconvenientes, que tal vez en otro momento me incomodarían más, se diluyen en las silenciosas horas del comienzo de la tarde, y además la película también tiene sus aciertos, a saber: el primer encuentro entre Stanwyck y Ryan, materializado en una mirada tremendamente explícita en la que se evidencia su mutua atracción, es el mejor momento interpretativo de la cinta, y rodado en 1955, resulta bastante atrevido. Añadamos a eso dos aciertos formales en relación con la fotografía, que destaca, como es habitual en Alton, en la secuencia nocturna en la que unos bandidos asaltan una cabaña con los protagonistas dentro y otra en la que se desata una tormenta. En la primera, la iluminación escasa, en conjunción con la vaporosa niebla y los efectos del fuego logran sugerir una sensación de inquieta espera, precediendo eficazmente la irrupción de los bandidos. En la segunda, la iluminación del cielo tormentoso a través del cual se filtra una luz cruda, fantasmagórica, que se proyecta sobre los personajes, me recordó poderosamente a los efectos cromáticos que logró El greco en su "Vista de Toledo".

Así pues, una película de lo más discreta, pero que resulta entretenida y aconsejable si el espectador logra encontrarle su momento.
Quatermain80
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