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Críticas de Néstor Juez
Críticas 879
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de octubre de 2018
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
A las 19:00, tras una hora de caminata, cola, reflexión y rechazo generalizado, nos apilamos en el Principal para ver quizás la película más anticipada de la Sección Oficial: Quién te cantará, la nueva película de Carlos Vermut tras fascinar al mundo con Magical Girl, que se llevó la Concha de oro hace cuatro años. La otrora cantante de éxito Lila Cassen padece amnesia, y no recuerda sus canciones. En el horizonte, su representante Blanca prepara una gira de antiguos éxitos que la vuelva a situar en la escena y le permita saldar sus deudas. Violeta, madre soltera de una hija conflictiva, es la mayor fan de Lila, y constantemente canta clásicos suyos en emocionantes números en el bar en el que trabaja. Blanca contratará a Violeta para que ayude a Lila a volver a ser Lila. Un cerebral ejercicio de cine de autor sobre personalidades difusas realmente interesante. Vermut hace un cine único en España, y deseamos que haga mucho más. Esta película es muy distinta a lo previo o a lo que esperábamos, pero igualmente seductora. Su forma es fastuosa, con maravillosa banda sonora y vistosa fotografía, sin olvidarnos de la construcción de encuadres y de los pausados tempos del cine de Vermut. Un cine clásico, escandinavo incluso, muy de cuadernillo, con un drama contenido en gélida y silenciosa tensión. Pero con una tragedia de madres que realmente me tocó, sobre todo en los muy emocionantes números de canto. Si bien es cierto que el cine de Vermut es literario y poco realista, hay momentos un tanto impostados, y la subtrama de la hija de Violeta deriva por sendas excesivas. Con todo, una de las películas españolas del año, y de las más placenteras de la semana.
Néstor Juez
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4
27 de marzo de 2020
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era la hora del primer día de maratones, y se abrió la tarde a las 16:00 con una película que me apetecía especialmente por lo que prometía de diversión: la tailandesa The pool, de Ping Lumpraploeng. Una película concisa y directa, clara en sus intenciones desde su sinopsis: un joven y su amante, un perro, una piscina vacía y un cocodrilo. Una aventura de supervivencia de seis días contra la desnutrición, la soledad y la amenaza de ser devorado. Una película que, reconozcámoslo, logra su principal objetivo: entretener. Logra que no decaiga el interés durante sus 90 minutos de metraje y, pese a emprender su misión con el menor número de herramientas, las rentabiliza al máximo. No deja de ser un subproducto visualmente muy torpe, con una elevada carga de melodrama y subrayado mensaje natalista pro-vida que naufraga por completo, sin olvidar tampoco las incontables conveniencias y agujeros de guión, pero es un título que da lo que promete.
Néstor Juez
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7
11 de diciembre de 2018
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
A continuación, se proyectó a las 20:30 una de las películas que más rabia nos dio perdernos en San Sebastián: la grandiosa Nuestro tiempo, nueva película de Carlos Reygadas que se estrenó en la Sección Oficial de Venecia. El escritor Juan gestiona un rancho de toros bravíos con su bella mujer y su familia, cuca y urbanita. La reposada existencia campestre se antepone a la angustia tecnológica de su vida laboral y de la realidad de sus hijos. Esta paz se verá trastocada sin remedio cuando su mujer Esther tenga un romance con Phil, tras lo cual él nunca será capaz de superar esa infidelidad pese a múltiples intentos. Un excesivo, desgarrado e introspectivo melodrama de desencuentro y rencor. Una película de conflicto pequeña pero dimensiones pantagruélicas. Intimismo familiar y romántico exaltado por la grandeza del escenario. Una película pausada pero visceral en su sensualidad y emoción. Un filme que pone a sus personajes en tesituras incómodas y exige al espectador a adaptarse a un viaje intenso e intrusivo. Tan terrenal como lírica y evanescente. Malickiana en su tono y en el planteamiento del diseño sonoro y del uso de voces en off. El formato panorámico del filme es su mayor virtud, en una película realizada como los ángeles. Panorámicas, travellings de acercamiento, tomas áereas en avión, seguimiento de lejos y de cerca de los bovinos…la fascinación estética que entra por el ojo es continua. Igualmente, la naturalidad y verdad que transmite unos personajes interpretados, con libertades narrativas, por sí mismos (Reygadas interpreta al protagonista) capta nuestro interés por la trama y lo mantiene pese a los meandros y tropiezos. Pues hay unos excesos narrativos y una divagación que hace flaquear el conjunto, estancándose en reiterativas broncas de pareja y recalcando su nociva sexualidad. Y su excesivo metraje no siempre queda justificada. Con todo, una estupenda película, la mejor de la semana.
Néstor Juez
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8
24 de octubre de 2018
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acto seguido se proyectó una de las películas más esperadas de la Sección Oficial: la italiana Dogman, nueva película del prestigioso Matteo Garrone que obtuvo el premio a Mejor Actor en el último Festival de Cannes. Marcello es un hombre bondadoso y sencillo, que trabaja en una peluquería canina en el pueblo costero de Castel Volturno. Su hija, que ve en turno partido con su mujer separada, y los canes son sus mejores amigos. Es amigo de todos sus vecinos de establecimiento y de compañeros del barrio, pero también del violento y conflictivo Simone, al cual le pasa coca y no es capaz de negarle su ayuda y colaboración cada vez que este la exige. Su inocencia y cobardía le arrastraran en un callejón de salida de fechorías e infortunios en el que terminará encontrándose completamente sólo. Un drama italiano de delincuentes napolitanos de baja estofa, una mirada a unos paisajes sociales humildes y desamparados de la justicia y el progreso. Un drama visceral, duro y violento, que fluye con potencia durante todo su metraje y atrapa al espectador, en una producción de construcción realmente notable. Brilla la interpretación central de un debutante Marcello Fonte, y la excelente realización nos anega de planos de fina composición y secuencias de realización portentosa, mostrando una refinación de las formas para brindarnos imágenes crudas y grises pero de trabajada estética. Una película monocorde en la variedad de emociones que ofrece, dejando fuera a todos aquellos que se sientan repelidos por las películas crudas y de violencia explícita, que sólo se centra en el desamparo y en la caída a los infiernos, en un desarrollo narrativo que sólo sorprende en su excelente cierre y que llega a extenuarse. Con todo, una muy lograda película, cine en mayúsculas. De lo mejor de la estancia vallisoletana.
Néstor Juez
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6
2 de agosto de 2022
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún cuando ocupan un papel preponderante entre nuestras preocupaciones recurrentes, los retratos directos a problemáticas endémicas de los sectores públicos no son tan frecuentes en el acervo cinematográfico. Y menos aún si abandonamos el paraguas genérico del drama social. La comedia en su mejor expresión es el vehículo perfecto para despedazar despiadadamente nuestras mayores miserias, pero en tiempos recientes encontramos pocos casos de comedia militante como la que abordamos en el presente artículo. Un trabajo que supone una nueva incursión tras las cámaras de una veterana realizadora gala que se presentó en la Sección Oficial del Festival de Cannes 2021 con poco revuelo mediático pese a una inesperada aceptación crítica: La fractura, dirigida por Catherine Corsini y protagonizada por una volcánica Valeria Bruni Tedeschi. Un filme de fresca premisa narrativa que auguraba emociones fuertes y sensaciones tonales singulares. Esto se puede corroborar tras el visionado, pero no es óbice de que la película funcione a medio gas. Una propuesta que ofrece un atractivo abanico de soluciones expresivas, pero que también gasta la efectividad de sus cartas demasiado pronto.

Corsini expande su conflicto en estallido perpetuo en dos subtramas que se construyen en paralelo en un mismo espacio. Dos subtramas de pocos personajes que, para presentarse transmitiendo una mayor visceralidad, se desarrollan durante un espacio de tiempo de pocas horas, logrando la siempre eficaz sensación de relato que sucede prácticamente en tiempo real. Una olla a presión de implicación inmediata. Un puzle entre paredes con puntuales escapadas a la confrontación social en las calles que apuesta por la histeria y la pérdida de control de los humanos ante una situación límite. Un viaje de ruido, furia e histrionismo, verbo rápida y violencia corporal en el alambre de la colisión física. Si estos ingredientes habitualmente se vinculan a la incomodidad y al desagrado, aquí se combinan en beneficio de una comedia ácida y eficaz, sobre todo en los primeros compases del metraje. Una comedia que no resta un ápice de gravedad a su preciso retrato de la saturación sanitaria, en absoluto habitual en el cine europeo, ni de compromiso social con la denuncia de una situación insostenible que los grandes gobiernos democráticos de nuestro tiempo deberían procurar solucionar con urgencia. Cine político sin soflamas ni didactismos.

Para lograr con mayor impacto sus objetivos tonales, el filme dispone de un incombustible recurso al que saca el máximo partido: esa bomba de relojería llamada Valeria Bruni Tedeschi. Un torrente gestual de histeria y furia que baña de carisma cada fotograma que puebla, capaz de dotar de una entrañable fragilidad desgarrada a un personaje conflictivo que habría resultado antipático en las manos de otra actriz. Una paciente que pierde el control de la disposición temporal de su conflicto, que bascula entre el orgullo y el deseo y ejerce de faro que nos guía en la noche aciaga. La odisea de frustración la impulsará a desarrollar un improbable vínculo con el personaje de Pio Marmai, demostrando que en las conexiones contingentes de personajes radicalmente opuestos, forzados a entenderse tras sus diferencias iniciales ante la adversidad de la aventura, los realizadores pueden disponer de un dispositivo de implicación emocional cuyo empaque no por conocido se evapora.

Así mismo, sus formas visuales no son fastuosas pero sí coherentes, y escogidas con sentido. La inmediatez y cercanía a lo narrado, para atrapar al espectador en la abrasión frustrante de los pacientes de urgencias o los manifestantes, se logra mediante un crudo acabado fotográfico digital de índole documental y una realización de cámaras temblorosas operadas en mano, que atrapan a los personajes en desasosegantes encuadres que no ofrece a los protagonistas espacio donde cobijarse. Una visceral urgencia alejada de pretensiones preciosistas pero conveniente para impregnar al relato de un cariz de realismo que incrementa el grado de indignación ante las problemáticas retratadas, que atraviesan la pantalla y se traspasan de los personajes al espectador.

El conjunto de integrantes de la singular mezcla sorprenden, pero el potencial expresivo de estos elementos se consuma demasiado pronto. El abanico de situaciones que el desarrollo narrativo propicia es limitado, de modo que el visionado ofrece situaciones reiterativas una vez sendos personajes principales convergen en la sala de urgencias del hospital. Y así como el registro cómico funciona con energía y personalidad, el registro dramático se manifiesta con morosidad, carente de la frescura del inicio del recorrido, y poco diestra para implicarnos con el porvenir personal de los protagonistas. Curiosamente, el filme de Corsini se muestra atinado en el macro discurso de la sociedad francesa, pero desenfocado en el micro discurso de los exponentes concretos que hacen las veces de nuestros guías en la aventura.

Simplemente por la anomalía que supone encontrar discursos sociales tan sobrios como este en una comedia europea, La fractura bien merece una oportunidad. Quizás proponga un menú frugal en su impacto cinematográfico, pero pocos títulos encontrarán mas honestos que este.
Néstor Juez
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