Si vais a ver la película no cometéis el error de marchar para considerarla ñoña o excesivamente azucarada. Hace falta una actitud receptiva y abierta a la propuesta de en Aki Kaurismäki alrededor de una sencilla (que no simplista) historia de uno emigrando adolescente "encallado" al puerto el cual se convierte en el motivo de una fraternidad auténtica, bondadosa y entrañable.

Una narración, aparentemente endulzada y luminosa, que va más allá con un estilo particular pleno de una ironía sutil, de unas escenas estáticas a posta pero llenas de una magia particular que te transportan por la trama agarrándote con toda la fuerza de tus mejores sentimientos para acabar con una sonrisa en los labios que desaparece con las luces del final y la realidad que te golpea (no podemos olvidar, no nos dejan olvidar!!, que estamos en crisis).

He leído que el director rodó un final diferente y pesimista. Lo podemos imaginar a pesar de que entiendo que ha hecho una buena elección. El estilo, la luz, los colores y la estética en general te van aproximando a este final en el cual, incluso el personaje más "negro", tiene buenos sentimientos. Se trata de un retrato social reconvertido en cuento de hadas personal muy alejado de los estándares de Disney o similares. Un retrato claro, sencillo pero no reduccionista, con una temática esencialmente universal en el cual "se entra o no se entra" y que está lleno de conexiones para expertos y cinéfilos (yo únicamente he "pillado" un par).

Muy recomendable, para verla con el ánimo y el corazón abierto y "no os reprimáis, al acabar, la sonrisa que queda marcada en el rostro".

La película comienza con una escena desconcertante: la cámara nos muestra una escalera de madera por la que cae botando una pelota similar a la del tenis, detrás corre un perro imponente que la coge mordièndola y mira hacia una conversación fuera de cámara que comienza con un elocuente "¿qué quieres saber de mí?" de la boca de Sandra hablando amigablemente con una chica que resulta que está haciendo la tesis doctoral sobre la obra escrita de nuestra protagonista. No más de treinta segundos que, a medida que vas viendo la película, te das cuenta de que esconden un buen puñado de señales sobre todo el entramado: el hijo Daniel encuentra a su padre muerto un rato después, producto de una caída desde la ventana de la buhardilla. ¿Accidente, homicidio o suicidio?. Las evidencias no concluyentes de una caída accidental llevan a Sandra a un juicio por homicidio donde se indagarán las tensiones más íntimas de la pareja, sobre la misma obra como escritora e incluso en torno a su personalidad arisca y firme a la vez.

La primera mitad de la película parece que asistiremos a una trama en la que habrá que situar todas las piezas del puzzle en forma de pruebas y testigos para definir, finalmente, una imagen más o menos verídica de lo que ha pasado a fin de que el veredicto sea lo más justo posible. A mí, personalmente, el primer clásico que me viene a la memoria sobre este género es "Doce hombres sin piedad" (1957). Dicho esto y, a partir de la primera mitad, comprobamos como un guion milimétrico y una acertadísima dirección van mucho más allá de la búsqueda de un veredicto verosímil para enfangarnos y jugar con nosotros en los tres dilemas mencionados en el título: verdad/mentira, realidad/ficción, relato/veredicto. Es evidente que el fiscal debe "construir un relato" para acusar a Sandra de homicidio presentándola como la violenta y la dominante de la relación con supuestas pruebas que apelan a veces a la obra escrita de la autora que, aunque son en parte autobiográficas, forman parte de la ficción. La defensa, por su parte, intentará mostrar un conflicto evidente pero no suficiente como para inducir al homicidio. Finalmente, el testimonio del hijo aportará el dilema verdad/mentira que nos enganchará al sillón con una serie de imágenes sugerentes que van dejando su rastro apelando a nuestro ingenio y nuestra imaginación.

De cualquier modo la interpretación magistral de Sandra Huller enmarcada en una realización exquisita nos deja entrever una personalidad que no esconde sus debilidades ni su fortaleza a la hora de defender su proyecto de vida sin excluir en ningún momento las dudas que se plantean en torno a la futura relación con su hijo.

Película de una incomodidad enriquecedora y placentera que nos permite —pese a algún episodio judicial algo farragoso— disfrutar de una excitante experiencia y comprobar que se trata de una narrativa muy bien trabada para mostrar una amena y estimulante ambigüedad. ( Se recomienda ir a ver la película en pequeño grupo y comentarla al terminar: !la polémica esté asegurada¡) (8)

A Mo y Cao los casan por connivencia de las familias y emprenden una vida juntos fuera de unas casas natales donde malvivían en unas condiciones de crudeza tremendas. Estamos en la China rural y profunda donde la subsistencia con cultivos agrícolas básicos necesita una dedicación continuada. La pareja se autoconstruye su propio hogar de forma básica y con los elementos esenciales que la propia naturaleza les facilita. Empiezan una vida en común cultivando un pequeño terreno que hará crecer un vínculo en base al respeto mutuo y la amabilidad sincera.

Un proceso vital que parece abogado al fracaso y que, sin embargo, saldrá adelante con una firme voluntad y una dignidad granítica. Un periplo que el director chino Li Riujun nos muestra con un realismo desnudo de cualquier ornamento utilizando unos diálogos austeros, una cámara y unos encuadres ingeniosos en busca de una estética realmente poéticas y un simbolismo minimalista en torno a objetos singulares —la reiterada aparición de un sencillo abrigo y su pago es un ejemplo— que le da a la película un tono esencialista de una belleza profunda.

Mención destacada merece el mensaje humanista que se desprende en torno a valores arraigados y universales con una mirada crítica a un entorno corrompido y lóbrego para dar aún más sentido a la heroica actitud de nuestros dos protagonistas los cuales, además y cómo a culminación, están interpretados con una finura y un detalle que se aproxima a la exquisitez a pesar de que ninguno de los dos sea profesional.

Una película que se convierte en un milagro para mostrar el alma de dos personas que aman lo que hacen, los animales y la naturaleza que les rodea, conviven desde la amabilidad y el respeto y que representan unos valores que el progreso desmedido de bulldozer está tirando a la basura sin contemplaciones. Una película también con una valía cinematográfica innegable en busca de la belleza sin pretensiones esteticistas para conseguir transmitir una autenticidad y veracidad inapelables. (8)

El director H. Koreeda vuelve con la familia y sus vínculos no necesariamente biológicos en una atmósfera y estilo propios y perfectamente identificables. Si has visto alguna de sus películas y le gustaron seguramente ésta también lo hará.

En "Broker" nos presenta a dos traficantes de bebés con un pasado nada "familiar", una prostituta homicida que intenta deshacerse del suyo a la vez que quiere sacar un dinerito y un niño de un 7-8 años que está en espera de adopción. Todos juntos dentro de una furgoneta protagonizarán una especie de "roadmovie" en busca de unos buenos padres ––y un buen precio–– por el bebé mientras una singular pareja de policías les sigue en busca de pruebas que puedan demostrar el delito.

En medio de este lío, que parece extraído de un thriller bien oscuro, comienzan a surgir vínculos emocionales en unas escenas cotidianas de las que sólo Koreeda sabe sacar una intensa magia mezcla de empatía entre los personajes y una ironía cargada de ingenio. También es verdad que de por medio nos inserta algún pasaje muy azucarado aunque queda compensado con creces por un guión compacto y de una sensibilidad basada en una sencillez y una naturalidad bonitas y creíbles a la vez.

De esta película no podemos destacar ninguna imagen impactante por su composición o por su belleza. El paisaje urbano tanto de interiores como de exteriores que retrata el director muestra más bien un cierto desbarajuste impersonal y enredos de cables que se puede comparar perfectamente la trama. Lo que si se consigue con muy buena nota es una conexión especial entre los personajes producto de una esmerada dirección de actores donde se crea una atmósfera espesa de ternura y humanidad.

El director ––tal y como ya hizo en las destacadas “Un asunto de familia” (2018) y en “De tal padre, tal hijo” (2013)–– conforma una poética emotiva y cotidiana de relaciones humanas digamos circunstanciales sustentadas en un guión muy bien trenzado que le da todo el sentido y consistencia dramática. (7)

Una película que supone para mí el descubrimiento del director japonés que, por lo que apunta y he podido leer, habrà que seguir atentamente. Ryûsuke Hamaguchi nos presenta tres episodios independientes con personajes femeninos como protagonistas y con la conversación introspectiva como eje vertebrador.

El primer episodio, "Magia", nos muestra un triángulo sentimental a partir de una situación totalmente azarosa en la que se llega a la intimidad más profunda de cada personaje a la vez que explora con acierto todas las posibilidades sin caer en ningún momento en una culpabilidad castradora.

"Door wide open" es una puerta abierta a las expresiones del deseo más sensual mediante la palabra y una ambientación sugerente enfrentando todo ello a las convenciones más encorsetadas de la sociedad japonesa.

En el tercer episodio titulado "Once again" se transforma de forma lúdica y original un encuentro accidental entre dos mujeres en una situación de conversación y confesión personal que resultará, finalmente, liberadora por ambas.

Antes de recomendar esta película debe advertirse que la presencia abrumadora de la conversación puede provocar cierto rechazo. Sin embargo, se trata de una conversación dinámica y seductora que deja en un segundo plano las ajustadas interpretaciones del grupo actoral. En este sentido, si vemos la versión original con subtítulos, la atención en la lectura seguramente nos hará perder detalles interpretativos.

"La ruleta de la fortuna y la fantasía" es una propuesta recomendable donde se pone en valor unas relaciones humanas complejas, intensas y que también deben atender inexorablemente al azar e incluso a un cierto absurdo aportando siempre una sensibilidad extrema y entrañable para poner en valor la parte más positiva de la existencia y la propia civilización. (7)