Yo soy un declarado fan de esta película. Me ha encantado su singular historia que transita entre paisajes paradisíacos y honduras oceánicas. No hay grandes dramas, para nada, todo discurre con liviandad y entre momentos de mucho humor, sin embargo de lo cual subsiste un trasfondo grave: el conflicto de un hombre que se debate entre dos mundos -asunto alucinante para aquellos que saben de qué se trata. Este personaje es Jaques Mayol (gran Jean-Marc Barr), quien parece encontrarse a sus anchas bajo el agua, más aún en compañía de delfines, y más todavía en el silencio y la oscuridad de las profundidades. Su amigo de la infancia, Enzo (Jean Reno), es campeón de buceo en apnea y, reencontrado con Jaques después de veinte años lo introduce en los campeonatos como rival. A más de esto la vida social de Jaques se torna un poco más activa cuando se cruza con Johana (Rosanna Arquette), una agente de seguros que deberá disputar con los delfines por el amor de Jaques (1).

Por lo demás el film es impactante en términos de imágenes, de colorido y de sonidos, ya que cuenta con una banda sonora sublime (compuesta por Eric Serra, el mismo que vocaliza el alusivo tema "My Lady Blue" sobre los créditos finales). Una película distinta, particularísima, del director de títulos más destacados como El Quinto Elemento.

Yo vengo a ser de aquellos que en su momento vieron Poltergeist por TV siendo joven aún, y a día de hoy, a casi 40 años de su estreno, descubre The Entity, verdadera masterpiece de Sidney J. Furie (por cierto, no siendo ya tan joven, al menos en números puros y duros). Pero mientras que Poltergeist ha quedado más que nada para el olvido, esta joya "olvidada" según leo, "desapercibida" (doy fe), pasa a mi colección definitiva ahora que tengo una. No podría volver a visionar Poltergeist, eso es claro, mientras que The Entity estará allí para hacerme compañía muchas noches todavía, con toda seguridad, cada vez que se conjuren esos afortunados factores (ráfagas de lluvia azotando las ventanas, centellas y truenos y esas cosas tan aclimatantes) que invitan a ver o rever una excelente cinta "de terror".

Cabe sin embargo aclarar que El Ente no es simplemente una película "de terror", aunque posee con holgura y gran calidad todos los ingredientes que proveen a la atmósfera y la crispación propias de los buenos exponentes del género, incluyendo una banda sonora por momentos escalofriante. Es más bien, en cambio, un gran film alrededor de fenómenos paranormales. Su excelente protagonista, Barbara Hershey, encarna a la víctima de un acoso aparentemente proveniente del ultramundo, de ataques y ultrajes brutales sostenidos en el tiempo, quedando ella y su familia a merced de todo lo que eso significa: el terror, la necesidad de abandonar el hogar, la impotencia, la soledad y la desesperación. Con gran eficacia la trama nos envuelve en los senderos angustiosos a que conducen ese tipo de situaciones. Logra convencernos, meternos en el calvario, y lo hace más allá de la puesta en escena de la típica fenomenología poltergeist -cosas que vuelan por el aire, cristales que estallan y todo lo demás. Tal vez renunciando a toda esa parafernalia cinematográfica dejando solo el planteo de una presencia intrusa, inexplicable y siniestra, imperceptible pero mortal, invisible pero repulsiva, el film hubiera adquirido una dimensión definitiva. Porque al fin y al cabo no es el fenómeno poltergeist como tal ni lo más perturbador ni lo más verídico que la historia quiere mostrar. El roce de un velo etéreo en el rostro, el golpe de algo ignoto que sobresalta en el instante de quedar dormidos son tan eficaces a la hora de aterrorizar como un mueble que se pone a temblar.

A partir de allí la trama holla la dicotomía entre lo psicológico y lo sobrenatural, con los correspondientes enfoques a la hora de la entrada en acción de los que supuestamente debieran ayudar, momento en el que se despliega la controversia entre los diversos diagnósticos, desnudando el dogmatismo y la estrechez de las mentalidades atadas a la ciencia convencional tanto como la impotencia de las paraciencias abiertas a esa fenomenología por fortuna infrecuente pero ciertamente verídica en muchas ocasiones.

Orillando ese temible borde entre lo fantástico y lo cotidiano, explorando las oscuras fisuras que a veces hieren el tejido de la realidad, El Ente es una muy lograda y recomendable película de miedo y suspenso a la vez que una reflexión alrededor de cuestiones que hoy día, en nuestro mundo moderno y tecnológico, permanecen tan vigentes como inexplicadas.

Benjamin Hoffman es jerárquico de una distribuidora de cigarrillos donde trabajan también Janet Smith y su novio Tom. Janet, bajo extorsión, se ve obligada a pasar una estancia de una semana en casa de su jefe, Hoffman. Hoffman es realmente un perdedor en la vida, y ha hallado aquí la ocasión de un gran desquite. "Sin compasión", se dice a sí mismo mientras está recibiendo a la bella Janet en su casa solitaria. "La revolución de los hombres insatisfechos está justo sobre usted", le espeta a la aterrada muchacha. Así comienza lo que se presenta como una historia de secuestro y abuso deshonesto. Sin embargo, Hoffman tiene mucho para decirle a "Miss Smith" -como invariablemente la llama. Su afán se revela más bien, con el paso del tiempo y los días, por el lado de la comunicación y la revelación. La vida lo ha decepcionado, pero es el precio que tuvo que pagar para comprender algunas verdades. Y la Srta. Smith se convertirá, mal que le pese, en su obligada confidente; su secreto trabajo será conocer el alma de Benjamin Hoffman.

Concebida inicialmente como obra de teatro da una muy buena película, desastrosamente vendida sin embargo cual comedia ligera del tipo que nos tenía acostumbrado el actor. Pero se trata de una gran historia para reflexionar. Habremos de contemplar a un Peter Sellers singular, sombrío, sutil, desplegando una brillante vena dramática con registros que nos harán virar desde el recelo por el personaje siniestro que encarna inicialmente hacia la simpatía por un perdedor de la vida entrañable en busca de una revancha. Me quedó cierta pena de que este film constituya el único retrato que el actor nos ha dejado de esa faceta tan interesante, y en este sentido se convierte en una pieza imperdible.

Sinead Cusack le acompaña de manera magnífica con su cándida belleza y graciosa gestualidad. Nos terminamos enamorando de la pareja. Todo esto junto al notable guión de Ernest Gebler colman sobradamente las moderadas expectativas que puede generar esta obra olvidada pero que está ahí para ser redescubierta.

Si hay un emblema cinematográfico sobre la manipulación de los jóvenes en la sociedad americana, es sin duda El Graduado de Mike Nichols. ¿En la sociedad americana digo? Vamos, que en todos lados se cuecen habas. Es un verdadero drama del mundo moderno, materialista, pragmático, voraz y bárbaro, para cuyo régimen es más bien peligroso que un joven en sazón de comenzar a ascender la ciega escalera del éxito se detenga un poco a pensar sobre su futuro, abrigue dudas o especule con hacer "algo diferente". Que es justamente lo que parece suceder con Benjamin Braddock, el flamante graduado encarnado por el entonces debutante Dustin Hoffman, quien despliega su personaje con solvencia y gracia. Y como si fuesen anticuerpos activados por esa subversiva actitud se precipitan sobre él toda clase de presiones, expectativas, planes ajenos e incluso la seducción. Anne Bancroft borda su papel de Mrs. Robinson, seductora mujer madura que deslumbra con una gala de sensualidad refinada y exquisita.

Pero como si todas estas variopintas influencias no bastaran para confundir la mente del atribulado Benjamin, aparecerá en su camino Elaine, la bella hija de Mrs. Robinson (excelente Katharine Ross), y establecerán un romance complicado por la sombra de la interdicción, chocando con ignotas reglas sociales "que nadie sabe quién las escribió", pero que se imponen con autoridad prepotente.

El film queda inscrito en la categoría de los grandes clásicos. Fluye de modo ameno, pletórico de escenas de hilaridad, dramatismo y emoción de la mano maestra de un Nichols inspirado, y regado por la música de Simon and Garfunkel. Fresca, atrapante, vigente como hace cinco décadas, El Graduado es una de mis "películas eternas".

Sin duda este tipo de creaciones de David Lynch marcan un hito en la historia del cine. Ensaya la misma cosa en Lost Highway y en Mulholland Drive. Es un cine que desemboca inevitablemente en la polémica y el desconcierto, una suerte de cine-rompecabezas, de cine- juego-de-enigmas, que convoca al trabajo cerebral de descifrado. No es algo usual, pero no por ello es desechable, muy al contrario, porque bajo estas formas el director pretende explorar la mente humana y sus oscuras profundidades. Y creo que lo consigue, como así también consigue un muy buen cine de deslumbrantes imágenes. En este sentido el director tiene mucho de poeta visual, basta ver esa cabaña que se reconstruye desde las llamas y es la morada de uno de los tenebrosos personajes de esta historia, o mejor dicho historias. Dos historias confluyen en este alucinante relato y se entremezclan, porque en verdad son una sola, la de un alma caída en desgracia, en ese infortunio absoluto del que ninguna acrobacia mental puede permitir alivio ni escapatoria. Va alguna consideración más en spoiler.