Si hay un emblema cinematográfico sobre la manipulación de los jóvenes en la sociedad americana, es sin duda El Graduado de Mike Nichols. ¿En la sociedad americana digo? Vamos, que en todos lados se cuecen habas. Es un verdadero drama del mundo moderno, materialista, pragmático, voraz y bárbaro, para cuyo régimen es más bien peligroso que un joven en sazón de comenzar a ascender la ciega escalera del éxito se detenga un poco a pensar sobre su futuro, abrigue dudas o especule con hacer "algo diferente". Que es justamente lo que parece suceder con Benjamin Braddock, el flamante graduado encarnado por el entonces debutante Dustin Hoffman, quien despliega su personaje con solvencia y gracia. Y como si fuesen anticuerpos activados por esa subversiva actitud se precipitan sobre él toda clase de presiones, expectativas, planes ajenos e incluso la seducción. Anne Bancroft borda su papel de Mrs. Robinson, seductora mujer madura que deslumbra con una gala de sensualidad refinada y exquisita.

Pero como si todas estas variopintas influencias no bastaran para confundir la mente del atribulado Benjamin, aparecerá en su camino Elaine, la bella hija de Mrs. Robinson (excelente Katharine Ross), y establecerán un romance complicado por la sombra de la interdicción, chocando con ignotas reglas sociales "que nadie sabe quién las escribió", pero que se imponen con autoridad prepotente.

El film queda inscrito en la categoría de los grandes clásicos. Fluye de modo ameno, pletórico de escenas de hilaridad, dramatismo y emoción de la mano maestra de un Nichols inspirado, y regado por la música de Simon and Garfunkel. Fresca, atrapante, vigente como hace cinco décadas, El Graduado es una de mis "películas eternas".