Para hacer un análisis del discurso fílmico de la película de Claudia Llosa, “La teta asustada”, han venido a mi memoria algunas entrevistas y textos sobre las ideas del psicólogo Francis Fukuyama desde la perspectiva sobre lo que una colectividad ofrece en conjunto sobre elementos de identidad básicos y, por supuesto, ante los cuales el ser humano es ¿poco libre?... ¿Y por qué en pregunta esto último? (¡Ojo, no me refiero a la tesis del fin de la historia)

Es que cuando el film empieza en primer plano con un canto en quechua de una mujer moribunda, su tono triste y resignado nos habla de muerte y transgresión. Esa descripción explícita de su violación, es el legado que una anciana le deja a su hija llamada Fausta y que la está escuchando. Una narración femenina, íntima y desgarradora que llevará a su hija por un camino con algún tipo de prevención.

Y es que Fausta es la hija de una mujer violada durante la guerra del terrorismo que sacudió Perú (entre 1981 y 2000 Perú fue devastado por la guerra entre el Estado y las organizaciones terroristas Sendero Luminoso y el movimiento revolucionario Túpac Amaru) y según la tradición popular, las mujeres que entonces fueron abusadas, transmitieron su miedo a sus bebés a través de la leche materna.

A esta “enfermedad” —que no es otra cosa que un estado del alma— que padecen estos hijos, se le denomina: “La teta asustada”. Entonces, esta historia bien narrada y de gran verismo en su contexto social, donde vemos el Perú humilde y rural, nos afirma que la idea base sobre la familia a la hora de establecer discernimientos de identidad, siempre ha estado y existirá en el devenir del ser humano.

Cuando en el cine se pone énfasis sobre el papel de la madre y la antropología insistiendo en el valor económico de los vínculos familiares, nos permite, si no aceptar, si asimilar de la película, el por qué Fausta se ha introducido una papa en la vagina, convencida de que así no abusarán de ella —un elemento de Realismo Mágico—.

A modo de conclusión, también “La teta asustada” no es otra cosa que la reflexión de que no hay que creer tanto en el destino cuando de la muerte y la vida se trate. Son los miedos los que se establecen muchas veces en la existencia humana, no prohibiendo la reproducción de la imagen del ser humano, más llena de errores que de aciertos.
Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla,Colombia)

Excelente documental, que visto con la mirada sincera, y sin tapujos acerca de esa parte anatómica de la mujer, transcribe la magia para la hembra. No obstante, el film señala a la historia de la humanidad, llena de errores conceptuales sobre el tema, aunque hoy día la vida sexual en la mujer está lejos de tabúes.

Sobre esta ignorancia sexual, ya nos ofrecía en el siglo II, Longo de Lesbos, en su novela “Dafnis y Cloe”. Una narración con tintes eróticos, pero muy elegante en su crónica del nacimiento de la pasión carnal en unos adolescentes, en el instante en que, desnudos y bañándose en las aguas de un río, descubren las bellas formas de sus cuerpos. Desde entonces otros muchos autores han recreado el mundo de la ignorancia sexual.

Por los demás las entrevistas acerca de la fertilidad, la parte fisiológica, cerebral y las virtudes del elemento en cuestión, son interesantes para la mujer en un genital que tendrá una larga vida. Ya lo dijo Fromm: “El mundo gira alrededor del sexo”.

Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla, Colombia)

Al ver el film y con base en la memoria colectiva que tenemos sobre todo de Robin Hood, hay una extraña sensación que todavía no acabo de descubrir. ¿Será porque en esta oportunidad el personaje luce menos carismático? ¿Será porque habitar el siglo XXI —cinematográficamente hablando— nos exige otro tipo de fascinación por los héroes míticos?

Realmente no he descubierto la respuesta todavía, pero partiendo que el film de Scott es una buena película, al Robin le falta un poco más disfrutar de los bosques — y pongo el acento en “disfrutar”— y de su entorno. De pronto, no lo vimos ayudando más a los necesitados, de pronto nos identificamos menos (como no ocurrió en otras caracterizaciones llevadas al celuloide). Pero pienso que es precisamente esto lo que nos distancia un poquito de él. Al menos a este cronista le pasó.

Respecto a la ideología del film (en un montaje que podría ameritar nominación al “Oscar”), podemos encontrar discrepancias. Sin embargo, al intentar descubrir la intención del autor, la intención del relato y la del espectador, nos lleva de todas formas a un punto común respecto a quienes son los buenos — queridos por nosotros— y quienes son los malos— odiados por nosotros—, en una idea claramente marcada.

Pero más allá de esta consideración maniqueista en el film, pienso que el cineasta Ridley Scott, logró centrarse más en los aspectos visuales de la cinta y ver batallando con furia, inteligencia e hidalguía a un Robin más lejano a ese personaje que no desea nada de la vida para él, pero sí para todos quienes están a su lado.

Pero esto no resta nada respecto al personaje. Lo que quiero expresar es que no arranca los aplausos del espectador niño y adolescente. ¿Será que la cibernética está lesionando la forma de “ver” a personajes míticos, y baste recordar el film “El príncipe de Persia”, donde la cámara lenta para acciones, las piruetas tan bien ralentizadas del héroe, nos fascinan más?

Aquí entraríamos en un estudio de escopofilia en las generaciones del siglo XXI. Sin lugar a dudas, este mundo casi digitalizado, está mostrándonos a unos héroes legendarios, más próximos a la robótica para configurar una nueva idea de los mitos a través de los espacios cibernéticos. Y es que en este sentido, puede diseñarse un Robin Hood más próximo a las necesidades de ¿los nuevos Robin Hood? (Podríamos hablar de “Matrix”)

Particularmente creo que este Robin Hood ya no interesa tanto, no porque no resulte interesante. Es que las necesidades de las ideas globalizadas, surgidas de internet, etc., nos muestran que las opciones reales de la vida actual, se basan en especulaciones cibernéticas. Aquí entramos entonces en los conceptos de veracidad sobre ello, entendiendo lo verosímil como aquello que se atiene a lo esencial.

Lo bueno del cineasta David Fincher es que es un artesano de lo audiovisual, y que ciertamente nos deja una enseñanza de lo que es una perfecta gramática cinematográfica. Respecto a la historia, podemos señalar varios aspectos, pero el fundamental es quizá lo que siempre oculta el ser humano detrás de su rostro. Rostros siempre disfrazados de “belleza” para ocultar lo que a la larga siempre nos hace ser: farsantes.

Y es que la doblez en un contexto del matrimonio, siempre aflora los deseos más oscuros del corazón. Ahora, Fincher lo cuenta en clave de thriller para distinguir, por entre esa perversa o turbia realidad, cuál es la parte digna al ser amada una mujer, por pequeño que fuese el desprecio.

Pero no es un alegato de la cinta sobre estos asuntos moralistas dentro de algún amor desesperado y no correspondido, rabioso. Ambos personajes protagonistas de la película aman la frialdad, la compasión, la apatía, el deber de ser ¿malos?, una postura, una resolución de la universal inmundicia, un gesto, no que lo aclare todo, si no un aspaviento a seguir siendo lo mismo: falsos seres humanos.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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Este es un film donde si bien abundan los chiches y la historia es bastante sencilla, no deja de reconocerse en su discurso fílmico el interés por los valores morales y del matrimonio (algo que se ha perdido hoy día). De pronto, no es un film para mirar con lupa, pero sí, para recomendar a quienes atraviesan una crisis en su matrimonio.

Todo el mundo quiero que se divorcien las parejas, pero, ¿qué piensan ellos realmente en su interior si entrase en sus corazones Dios? ¡Ahí está el detalle! De todas formas, en esta cinta no se ve un beso ni una escena de cama, ¿será porque el director es un Pastor de la iglesia Bautista?