Dos actores protagonistas y un solo espacio interior. Parece poca cosa, pero ha resultado ser una de las películas más intensas y atractivas que he visto últimamente. Y es que en Hard Candy no te puedes fiar de nada ni de nadie, ni guiarte por las apariencias. Tiene algunos de los momentos más perturbadores e incluso incómodos que recuerdo, pero consigue mantenerte hipnotizado delante de la pantalla de principio a fin, sin pausa, sin descanso. Rodada completamente en digital y con una fotografía casi monocromàtica con tonos fríos todo el rato, la dirección también contribuye extraordinariamente a crear el clima adecuado en cada momento a lo largo del film. La habilidad de alargar cada situación, cada acción, todas perfectamente calculadas, hace que la tensión sea constante, como si quisieras llenar un vaso de agua con un cuentagotas.

Impresionante el duelo de interpretaciones entre Ellen Page y Patrick Wilson, especialmente ella, por ser su primer papel importante... y por esta cara angelical. En ocasiones, recuerda a las películas de venganza asiáticas, como Audition, en parte por la no recomendación a estómagos un poco delicados.

Muy recomendable, pero agarraos fuerte.

Es importante ir a ver La Joven del Agua con una idea básica de lo que te encontrarás, porque es una película que no se asemeja demasiado a ninguna de las anteriores de Shyamalan. Es nada más y nada menos que un leyenda, un cuento de hadas, una historia llena de fantasia, contada tal y como cualquier padre la contaría a sus hijos antes de irse a la cama (precisamente así nació en el director la idea de esta película). Y si algo sucede con los cuentos, es que uno se cree todo lo que le cuentan, sin pensar ni buscar explicaciones; ésto es lo que le pide La Joven del Agua al espectador. Puede contener algunas incoherencias, un guión algo riguroso en algunos momentos, recursos un poco flojos, etc. pero si te olvidas de todo ésto y te concentras en seguir la historia sin perderte ningún detalle, te mantiene expectante, incluso fascinado, hasta el último momento.

Se trata de una película hecha para disfrutarla mientras la ves. Cuando acaba y empiezas a analizar, te das cuenta que cinematográficamente tiene muchos aspectos mejorables y que algunas escenas, si lo piensas bien, incluso son algo cutres, pero como ya he dicho, ante una película como esta quizás es mejor olvidarse de todo ésto y quedarse con la trama y el mundo fantástico en los cuáles te sumerge Shyamalan durante casi 2 horas. Es cierto que no tiene la intensidad y el suspense a los que nos tenía acostumbrados el director, pero en ningún momento resulta aburrida y enseguida despierta un gran interés para saber cómo acabará todo. También destaca la caracterización de los diferentes personajes, el papel que acaba jugando cada uno de ellos y los toques de humor que aportan a la película. Todo eso propicia a La Joven del Agua un encanto propio muy especial y por eso ya vale la pena verla, al menos una vez.

Me hubiera gustado ver mi propia cara al salir del cine, recuerdo que mi pulso andaba más rápido de lo normal y que no fue fácil coger el sueño esa noche por culpa de las imágenes que Oldboy había dejado en mi mente. Pocas películas provocan una reacción así. Supera con creces a la predecesora "Sympathy for Mr. Vengeance" y situa al cine coreano a muy alto nivel, señalando a Park Chan-wook como uno de los directores a seguir.

La película entera desprende un fuerza e intensidad que atrapan completamente y no dejan irte. Imágenes con una crudeza y crueldad que no te dejan casi ni parpadear y que imprimen emociones fuertes y sentimientos a flor de piel. La calidad del montaje y la puesta en escena estan a la altura del argumento, y la interpretación de los protagonistas es asombrosa.

No exagero si la considero una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo. Indispensable para los fanáticos del cine asiático e imprescindible para quien quiera descubrirlo. Hacerlo antes que los americanos la estropeen con su "remake" de turno, que me consta que están en ello.

Por fin. Por fin una película de Scorsese al más puro estilo Scorsese, lo cuál es una gran noticia para la escena cinematográfica actual. El director americano vuelve a la calle, a su territorio, dónde sabe más que nadie, y nos presenta una historia genial... y yo diría que muy necesaria. Al salir del cine, te das cuenta realmente de como se echaba de menos una película como "Infiltrados". Seguramente, una de las mejores producciones, si no la mejor, de cine negro que han visto la luz en los últimos años.

El reparto de actores ya es, de por si, bestial, pero además se añade el hecho de que todos dan lo mejor de si, incluso Leonardo DiCaprio, por quien no tengo demasiada afinidad. Esto sí, el peso de la película no lo puede llevar nadie más que Jack Nicholson, sencillamente espectacular, ni sobreactuado ni tonterías... me atrevería a decir que es el mejor papel que le he visto desde "El Resplandor". También hay que destacar a Mark Wahlberg, que borda el personaje y a quién, para mí, le faltan minutos en pantalla.

Cuando la sombra de "Uno de los nuestros" planea por encima de los primeros minutos de película, uno ya empieza a frotarse las manos. Obviamente, no llega al mismo nivel que la obra cumbre de los 90, pero se la puede considerar como un descendente más que respetable. Scorsese muestra su calidad en todo momento, en ninguna ocasión el film se le va de las manos, se nota como lo tiene todo bajo control y ésto transmite confianza. De las 2 horas y media de duración de "Infiltrados", poca cosa se le puede reprochar aparte de un desenlace quizás un poquito dilatado. Es un pedazo de película, de aquellas que te dejan una gran sensación de satisfacción y con unas ganas locas de recomendar (u obligar) a todo el mundo a que la vaya a ver. Que nadie se la pierda.

En ocasiones, hay indicios suficientes para pensar que el mundo del cine comercial parece caminar hacia la autodestrucción. Pero entonces llega el señor Christopher Nolan y te devuelve toda la fe en el séptimo arte. Un arte que, entre otros muchos, recibe el apelativo de “fábrica de sueños” por su capacidad de introducirnos a través de los sentidos en realidades que no existen, hasta el punto de creer que formamos parte de ellas. Origen es posiblemente la película que mejor ilustra este concepto.

Nolan construye un laberinto hipnótico y multidimensional que te atrapa y te arrastra de principio a fin, con una estructura compleja, pero accesible con un mínimo de atención por parte del espectador. Desde el primer minuto, toma un ritmo trepidante que Nolan controla a la perfección en todo momento y que se va bifurcando a modo de muñecas rusas (una realidad dentro de otra) a merced de un trabajo de montaje magistral. Una película a la que algunos detalles privan de llegar a la perfección, pero que ya forma parte de las grandes obras del cine contemporáneo.

Origen no es matemática, no todo sigue una norma establecida, e incluso algún detalle se puede considerar algo riguroso, pero en el fondo es lo mismo que pasa en nuestro subconsciente. Todos hemos experimentado los sueños y todos nos hemos levantado algún día condicionados por lo que acabamos de soñar, por lo que la película resulta mucho más cercana de lo que parece.

El trabajo de los actores, sin ser extraordinario, es notable. Leonardo DiCaprio sigue consagrándose como un actor muy sólido y con una capacidad de dar credibilidad a sus personajes que antes no tenía, a pesar de que sigo pensando que sus papeles se asemejan mucho entre sí. A su lado, destacan Joseph Gordon-Levitt y Ellen Page.

Para el final, Nolan nos reserva una escena genial, controvertida y con algo de mala intención, en la que muestra esta voluntad de no dar nada masticado al espectador. No para engañarlo, ni subestimarlo, sino para hacerlo partícipe de su idea, para convertirlo en el primer nivel de este proceso llamado “origen”.