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España España · Sevilla
Críticas de JLZM
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Críticas 40
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
2 de diciembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La importancia de saber manejar el fondo y la forma en el cine es tan crucial como en la vida misma, de nada sirve saber el mejor chiste del mundo si a la hora de contarlo tartamudeas cada tres palabras. La sensación que me queda tras la visualización de ‘La hamaca paraguaya’ solo es comparable a la ingesta desmesurada de somníferos, he luchado contra el sueño para evitar la pereza de tener que retomarla unas horas después al despertarme, no me gusta eternizar los malos tragos. Y aun así miento, me acompaña otra sensación, una sensación amarga de lo que pudo ser y no fue; de ver cómo la forma estropeó tan estimable fondo. La película guarda un interesante y, en cierto modo, precioso mensaje (aunque no termina de desarrollarse) que queda totalmente solapado por una ausencia total de ritmo y una falta de acontecimientos alarmantes que eterniza los escasos 70 minutos que dura la película.

La trama nos sitúa en el año 1935, en plena Guerra del Chaco. Cándida y Ramón son un matrimonio de ancianos campesinos cuyo hijo partió como soldado en la guerra, las jornadas sin saber nada de él se suceden y esperan su llegada. El día a día pasa entre tareas recolectoras propias de cualquier pueblo que subsiste por su agricultura y largas conversaciones entre el matrimonio, sentados en una hamaca a la sombra de la arboleda. Sus caracteres difieren mucho pero, tienen algo en común, se dedican a esperar. A esperar que las altas temperaturas cesen, que la lluvia aparezca, que la perra deje de ladrar y que su hijo vuelva.
Lo primero que habría que destacar es que no estamos ante una película convencional, no es recomendable sino para aquellos curiosos que busquen en el cine cierta expresión artística. Podrá gustar más o menos, en mi caso nada, pero es innegable el reconocimiento de cierta gallardía al realizar esta película, pues es muy arriesgada. Quien haya leído alguna de mis críticas sabe que soy un apasionado de los sentimientos en el cine y de las motivaciones de los personajes, de ahí que la temática en principio me guste; estamos ante un par de ancianos en el último tramo de sus vidas que se dedican a esperar. Aquí es donde aparece la incertidumbre de quien no sabe qué acontecerá y la reacción que dicha espera provoca en los personajes, da igual que ésta sea provocada por nimiedades o asuntos más relevantes, lo interesante es que conocemos la manera de ser de dichos personajes a través de sus reacciones ante la espera.
La crítica a la guerra es sutil pero existe, haciéndonos ver como la guerra es capaz de alterar micromundos que, en principio, son ajenos al conflicto. El punto negativo es que estos temas se tratan de manera tan superficial que terminan sin aportar ningún tipo de conclusión ni enriquecimiento al espectador. Los minutos en el metraje pasan y la única sensación que queda es la de estar viendo un pretencioso y vacío sinsentido.
Tiene temas interesantes que no se terminan de desarrollar por un guión totalmente carente de interés en el que nada sucede.

Adentrándonos en aspectos más técnicos y en tareas de dirección nos encontramos con el descalabro absoluto y el gran lastre de ésta película, desprende pretenciosidad por los cuatro costados. Cuenta con largos planos secuencia en los que vemos a dos ancianos en una hamaca sentado o labrando los cultivos, nada más sucede. Conversaciones en off sin ninguna enjundia, planos estáticos, el fallido recurso de impersonificar a los protagonistas para universalizar sus problemas…unos recursos al servicio de la nada y que incrementan aún más la falta de interés del espectador. Un tostón, hace maldecir el momento en que uno se decidió a ver la película. Pienso que la película tiene un enfoque totalmente equivocado, hay miles de ejemplos de películas que reflexionan y no provocan tantísimo aburrimiento. Creo que es la línea que un buen director no puede traspasar, la de provocar tedio y la total desconexión entre el espectador y la película.

Para concluir, un experimento fallido. Es preocupante que una película que dura 70 minutos termine eternizándose de esta manera. Un trabajo de dirección y guión nefasto, que no interesa al espectador en ningún momento. Cuenta con un trasfondo que podría haber llegado a ser interesante si se hubiese profundizado en él, quizás el formato de cortometraje/mediometraje le hubiera sentado algo mejor. Una lástima que mi primera toma de contacto con el cine paraguayo haya sido así, seguro que cuenta con películas muy estimables que intentaré descubrir en el futuro.
JLZM
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8
21 de septiembre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un prólogo abriendo en negro, un llanto de niña de fondo, así comienza esta pesadilla. Pronto oiremos la voz de un hombre, el padre de dos niñas, quizás el protagonista involuntario de todos los hechos que sucederán a continuación.

Blanche se acomoda en su silla de ruedas ante el pequeño televisor de su cuarto. Se consuela viendo sus películas, ver una versión joven de sí misma en ese pequeño televisor la retrotrae a tiempos prósperos, no es más que una vía de escape de su atormentada realidad. Recrearse en el pasado como medicina del pestilente presente.

Esta es la historia de Jane y Blanche Hudson, dos hermanas que desde muy pequeñas han estado ligadas al mundo del espectáculo. El éxito se ha ido alternando entre ambas y, aunque sus caminos siempre han ido unidos, no siempre han gozado de la misma popularidad. De pequeñas Jane fue conocida como ‘Baby Jane’, una niña prodigio, tuvo tanto éxito que incluso llegó a tener su propia línea de muñecas de juguete. Jane, al crecer, fue olvidada por el público. Blanche se mantuvo en un segundo plano hasta que, en su edad adulta, se convirtió en una reputada actriz. Tras un misterioso accidente de coche, ésta última quedó postrada en una silla de ruedas al cuidado de su hermana que disfruta atormentándola.

Jane, con el paso de los años, se ha convertido en una arrugada y decrépita versión de Baby Jane. Conserva la estética y vestimentas de cuando fue esa niña prodigio, está anclada emocionalmente a esa época, la única en la que verdaderamente se sintió protagonista y estimada por el público. Por si fuera poco, sus rudos modales y su actitud déspota solo son equiparables a la repulsión y animadversión que despierta. No deja de dar cierta pena, pese a su maldad, ser testigo de cómo merodea en estado de embriaguez por esa casa llena de recuerdos de tiempos mejores, mientras recae constantemente en una espiral de locura fruto de la nostalgia, los celos y el odio. Si me permiten parafrasearé a Richard Farnsworth, personaje protagonista de esa maravilla de Lynch que es ‘Una historia verdadera’ (David Lynch, 1999), cuando decía que “Lo peor de ser viejo, es recordar cuando tú eras joven”. Jane es un juguete roto que jamás superó su paso al ostracismo; una anciana desgraciada que ansía hallar aquel reconocimiento a una carrera prestigiosa de la que se siente privada. El haber saboreado las mieles del éxito en su infancia es una pesada losa que carga sobre su espalda, la fama que llega tan pronto y sin prácticamente buscarla puede convertirse en una pesadilla ya que, cuando ésta se ha marchado, se convierte en una obsesión enfermiza el volver a obtenerla.

El terror es un elemento más del film y es que, pese a contar con un componente drámatico principal en la historia, está latente durante toda la película una fuerte carga de terror psicológico. El histrionismo, en sentido positivo, con el que Bette Davis interpreta al personaje de Jane le confiere un marcado carácter de locura que resulta espeluznante; acaba siendo impredecible adivinar los momentos en que su mente se va a desestabilizar, actuando en perjuicio de su hermana Blanche. Le inflinge un constante maltrato psicológico, sirvan como ejemplo las brillantes escenas en que le trae comida sin saber en qué consistirá su plato principal; también la somete a insultos y comentarios hirientes desprestigiándola. Blanche está secuestrada en su propia casa, se encuentra incomunicada totalmente en su habitación y sometida a la voluntad de una demente que paga sus frustraciones con ella. Sabe Robert Aldrich jugar con estos elementos e insuflar tensión en muchas escenas. Dirige con descaro y un dominio, propio del maestro que era, que apabulla. Resulta casi arrogante ver la facilidad con la que logra transmitir los miedos de Blanche en esos intensos primeros planos. Es plausible el cómo logra capturar la esencia de la relación entre esas hermanas usando solo el lenguaje puramente cinematográfico y, reitero, la tensión que se respira durante toda la película es asfixiante. Es una obra que marcó un referente y películas posteriores beben mucho de ella, la que de forma más clara lo hace es ‘Misery’ (Rob Reiner, 1990). Por temática encontramos referencias a ‘El crepúsculo de los dioses’ (Billy Wilder, 1950).

En lo que al trabajo actoral se refiere hay que quitarse el sombre ante las dos protagonistas, Bette Davis (Jane Hudson) y Joan Crawford (Blanche Hudson) bordan unos papeles muy complejos. Si el trabajo de contención de Crawford me parece encomiable, mucho más me lo parece incluso el de Bette Davis; siendo yo de los que no suelen disfrutar los papeles histriónicos, en esta ocasión me ha ganado por completo. Una lástima, eso sí, no haber podido disfrutarla en versión original manque me pese.

Estamos ante una historia de odio, por encima de todo. La rivalidad y competencia entre dos hermanas que deriva en el más negativo de los sentimientos. Somos conscientes de ello gracias a un excelente final en el que un acertado giro argumental nos desvela que nunca estuvimos ante una “hermana buena” y otra “hermana mala”, sino ante dos seres con ganas de despellejarse y con un arraigado odio fruto de la rivalidad que desde niñas mantienen. Una película con un ambiente malsano, claustrofóbico y exasperante en el mejor de los sentidos. Al final, como en la vida, resulta que incluso los buenos callan cosas que harían temblar al ser más infame. Un drama con toques de terror psicológico imprescindible.



@ZarcoJL
www.cinefagosmuertos.com
JLZM
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7
24 de agosto de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puedo negarlo, detrás de una fachada que refleja totalmente lo contrario, se esconde en mí un auténtico fan del cine romántico. Con una salvedad, nunca he sido fan de ñoñerías ni de utópicas tramas que reflejen una falsa realidad e idealización de lo que una relación conlleva. Mi cuerpo no tolera edulcoradas historias de príncipes azules modernos que trascienden de la pantalla para decorar carpetas de hormonadas colegialas, incluso de algunas maduritas que aún no saben distinguir realidad de ficción. Quizás las vivencias, quizás mi manera de ser, me hacen decantarme por finales fallidos, por relaciones donde las vivencias buenas y malas se intercalan al igual que los aciertos y errores de quienes la forman; el ser humano es imperfecto y así lo son también sus relaciones. Comprenderéis, pues, porqué huyo de películas como ‘Un paseo para recordar’ (Adam Shankman, 2002) o ‘El diario de Noa’ (Nick Cassavetes, 2004) y, en cambio, me fascinan títulos como ‘Closer’ ( Mike Nichols, 2004) o ‘Blue Valentine’ ( Derek Cianfrance, 2010). Pese a esto que les comento, hay un señor al que se le da muy bien joderme la pose pesimista, es británico y se llama Richard Curtis.


Richard Curtis saltó a la fama por producir y escribir ‘Cuatro bodas y un funeral’ ( Mike Newell, 1994). Su paso a la dirección no pudo ser más acertado ya que nos regaló esa coral comedia romántica, convertida en clásico moderno, que es ‘Love Actually’ (Richard Curtis, 2003). Su visión de la comedia romántica ha aportado un necesario soplo de aire fresco a este género vilipendiado y denostado por infinidad de directores y películas horrorosas. Un buen guión, ritmo en la narración, carisma, humor, toque British y, por qué negarlo, cierta cursilería (soportable) son sus señas de identidad.

‘Una cuestión de Tiempo’ nos traslada a la vida de Tim Lake (Domhnall Gleeson) un joven al que , en su 21 cumpleaños, su padre le desvela un secreto y es que todos los hombres de su familia pueden viajar en el tiempo. Cuando Tim conoce Mary (Rachel McAdams) decide sacar partido de su don para lograr conquistarla.

Una premisa sencilla, aderezada con un toque de ciencia ficción, le basta a Curtis para realizar una reflexión sobre una temática aplicable al amor pero también extrapolable a cualquier aspecto de la vida: el disfrutar de cada día, de cada momento, el carpe diem. Un manido mensaje que cobra interés en esta película, revitalizándose. A través de los viajes en el tiempo Tim va repitiendo y arreglando situaciones en las que ha actuado mal o metido la pata; todo va sobre raíles, hasta que los cambios que realiza en el pasado empiezan a tener su trascendencia en el presente. El pasado tiene su eco en el presente y, de este modo, es necesario vivir el día a día aunque eso suponga cerrar páginas del pasado; siendo ésta la única forma de crecer. Si algo se le puede achacar a la película es de ser convencional en bastantes aspectos y es que, quitando el asunto de los espacios temporales, la trama nos produce un déjà vu constante en la manera en la que la pareja se conoce y como se va desarrollando su relación. Echo en falta una idea de pareja menos idealizada, desde el momento en que se conocen la relación fluye paulatinamente y pocos obstáculos se encuentran en su camino que les impidan prosperar; no hay discusiones, confrontamientos,…en la vida real no es así, como ya he expresado anteriormente.

Si con algo cuenta la cinta es con un grupo de actores carismáticos y entregados a la causa. Domhnall Gleeson encabeza el elenco, soportando sobre sus hombros el peso de la película y mostrándose muy solvente tanto en registros de comedia como dramáticos. Rachel McAdams se muestra encantadora, es imposible no empatizar con esa chica alegre de sonrisa perpetua que entra en la vida de Tim impregnándolo todo con su carácter, típico papel que le viene que ni pintado a McAdams. Mención especial a los secundarios, un fantástico Bill Nighy (habitual en películas del director) que encarna al entrañable padre de Tim y que aporta los momentos más dramáticos a la trama, Tom Hollander, Margot Robbie, Rowena Diamond,…todos representan personajes bien diferenciados y peculiares que contribuyen a enriquecer la película.

Destacar el ritmo narrativo, pese a las dos horas que dura la película en ningún momento se hace pesada. También, en parte, a un solvente guión que permite la evolución de los personajes y el desarrollo de los hechos alternando espacios temporales con facilidad para el seguimiento de la historia; solo los más exigentes encontrarán algún fallo reseñable en ciertas paradojas temporales de poca enjundia. La banda sonora, como ya ocurriera en ‘Love actually`, es para enmarcar. La fotografía, a cargo de John Guleserian, es otro de los puntos fuertes de la película.

‘Una cuestión de tiempo’ es una película cargada de personalidad, con el indiscutible sello de Richard Curtis, en el que ciertos convencionalismos no impiden disfrutar de una bonita historia de amor impregnada de optimismo y de mensajes vitalistas; recoge el testigo que un día dejó ‘Love Actually’. Una historia trabajada, que invita a desconectar y entretiene sobremanera durante las dos horas que dura la experiencia. Mezcla el humor, el romance y el drama con acierto. A veces, y solo a veces, idealizar el amor puede ser una buena cura. Notable.


@ZarcoJL
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JLZM
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7
24 de agosto de 2014
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No era yo un niño de gustos comunes en cuanto a películas. Hubo una época en la que cada fin de semana asediaba el videoclub de mi pueblo y, para pesadilla de la que allí trabajaba que intentaba orientarme hacia un cine más infantil, acababa llevándome a casa películas de terror, asesinatos y thrillers quizás poco recomendables para un niño de primaria. Suerte la mía, de tener unos padres no demasiado restrictivos para el cine. En una de estas visitas al videoclub me llamó la atención una protagonizada por Robin Williams, sentía mucha simpatía hacia él tras haber visto un centenar de veces ‘Jumanji’ (Joe Johnston ,1995) y ‘Señora Doubtfire’ (Chris Columbus 1993), tras leer la sinopsis del VHS terminé por alquilarla; pese a la inútil advertencia de siempre por parte de Rosario, A.K.A. “la del videoclub”. La película me perturbó un poco, tanto por temática como por ser mi primer contacto con Williams en un registro no cómico, pero siempre guardé buen recuerdo de ella; gracias a este especial tengo la ocasión de revivirla. Robin Williams fue, y me pesa hablar de él en pasado, un referente para los niños de mi generación; hablar de él para mí significa retrotraerme a la infancia y a unos recuerdos muy especiales. Con esta crítica terminamos nuestro humilde pero sentido especial a la figura de Robin Williams.

El reconocidísimo director de videoclips Mark Romanek, ha trabajado con artistas de la talla de Madonna o David Bowie, se estrenaba en la dirección de largometrajes allá por 2002 con ‘Retratos de una obsesión’; film que pasó sin pena ni gloria tanto para la taquilla (costó 10 millones de dólares y recaudó 50) como para la crítica. Protagonizada por Robin Williams quien dejaba de lado su vis cómica, ya había demostrado su solvencia en otro tipo de roles, para afrontar ser el protagonista de este thriller psicológico; fue nominado al Critic´s Choise Awards como mejor actor.

Sy (Robin Williams) es el encargado de una tienda de revelado de fotos en un centro comercial. Lleva muchos años al frente de la tienda, le encanta su trabajo pues se dedica a preservar en imágenes los recuerdos de la vida de sus clientes. Pero Sy siente especial fijación por una familia aparentemente perfecta, clientes habituales, y su obsesión por ellos comienza a crecer cada vez más hasta límites insospechados.

Desde un primer momento provoca fascinación y curiosidad en el espectador el personaje de Sy, su apacible imagen no concuerda con verlo inmerso en un interrogatorio policial al comenzar el metraje. A raíz de ahí el interés va creciendo, es una película sustentada mayormente por el interés del personaje principal, que nos ilumina con un diálogo sobre su trabajo y lo que significa para él; su voz, tono y discurso son hipnóticos, así como la parsimonia que adquiere con las imágenes en pantalla. Nos encontramos ante una persona de apariencia entrañable, de gran sensibilidad y al que se le intuyen carencias afectivas. La soledad puede ser el mayor de los males y la válvula de escape de Sy es una familia a la que revela (y copia para sí mismo) sus fotos desde hace años, se imagina formando parte de esa familia a la que acabará acosando. Se dice que la infancia es el momento en que nuestra personalidad se define, donde se originan la mayoría de traumas y trastornos, e indagando un poco es fácil adivinar que no ha sido feliz precisamente la infancia del protagonista; marcada por abusos y vejaciones. De ahí proviene esa fijación por esos clientes, que proyectan la imagen de familia idealizada que tanto ha anhelado nuestro perturbado protagonista. Un giro argumental, en el que se derrumba esa idílica imagen, le hará descontrolarse aún más.

La película huye de convencionalismos, no estamos ante una cinta de psicópatas o asesinos al uso. Es un punto a favor que huya de los manidos tópicos y clichés de este género para así ofrecernos una aproximación, más real y cercana, a la mente de un perturbado y sus irracionales motivaciones. De hecho alcanza su objetivo, el espectador empatiza con Sy, en parte podemos comprenderle y logra transmitir desde pena o comprensión hasta miedo (mérito de un Robin Williams a la altura). La película tiene personalidad propia, está bien rodada y hay gusto estético en ella; la fotografía a cargo de Jeff Cronenweth es todo un acierto, ofrece una gama de colores diferenciados y con fuerza (azul, blanco y rojo) que captan la atención del público. Destacar la dualidad entre la mayoría de colores cálidos cuando aparece la familia y los colores fríos en las escenas de soledad de Sy. De igual manera, es plausible la capacidad del director de generar tensión y suspense en escenas que no resultan nuevas para el espectador experimentado.

Para concluir, estamos ante una de esas películas que podría ser considerada rara avis en la filmografía de Robin Williams que demuestra su solvencia en todo tipo de papeles. Un thriller psicológico que nos introduce en la vida de un perturbado y nos ofrece una historia atrayente cargada de tensión e intriga, culminada por un buen guión y trabajo de dirección. Se le perdonan algunas lagunas en la historia (me hubiera encantado saber mucho más del pasado de Sy) y ciertas concesiones en el final. Un infravalorado entretenimiento de calidad, muy recomendable.


@ZarcoJL
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JLZM
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6
16 de julio de 2014
72 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dwight es un vagabundo que subsiste vagando por las calles y alimentándose de los restos de comida que encuentra en contenedores de basura. Solo se tiene a sí mismo y a su destartalado coche azul en el que duerme. Su tranquila existencia se ve alterada cuando se entera que una persona a la que conoció en el pasado ha sido liberada de prisión, este hecho le altera sobremanera e inmediatamente emprende una cruzada personal contra esta persona en busca de su muerte. ¿Quién es esta persona? ¿Qué pasó en el pasado para que Dwight le guarde tal odio?

Siendo la venganza un tema recurrente y de largo recorrido en el cine, tratado a través de cientos de perspectivas y enfoques, cabe preguntar qué nos puede aportar Jeremy Saulnier en esta producción de cine independiente sobre el tema. La película cuenta con varios puntos a favor:
-El director juega con la ventaja de no ofrecernos la historia que origina la venganza del protagonista, no sabemos qué le mueve. Conforme la trama avanza vamos obteniendo los datos paulatinamente, de este modo, se genera en el espectador una intriga e interés que permanece latente durante todo el metraje. Primero por no saber qué causa la venganza y, una vez que lo sabemos, por ver si el protagonista es capaz de llevarla a cabo.
-El protagonista, ese Dwight encarnado notablemente por Macon Blair, irradia carisma. Estamos acostumbrados al implacable asesino, al tipo duro en busca de venganza y en ‘Blue Ruin’ el protagonista se aleja drásticamente de ese cliché. Dwight no es más que un hombre desesperado que actúa impulsivamente y comete errores frutos de los nervios y la mala planificación. Es un hombre marcado por lo ocurrido en el pasado, hace tiempo que sólo vive por y para vengarse; siente que su vida carece de valor y no le importa arriesgarla para cumplir su objetivo.
-Hay que reconocerle a Jeremy Saulnier su capacidad de crear tensión. Hay un par de escenas en las que el espectador no puede despegar los ojos de la pantalla, se intercalan las escenas pausadas propias del cine independiente con otras en las que la tensión va in crescendo hasta puntos asfixiantes. Muchas de estas situaciones son provocadas por la torpeza en momentos claves de Dwight. La película está impregnada por un aire sucio, violento y sórdido que le otorga mucha personalidad.

Suena a tópico pero las personas que no tienen nada que perder son las más peligrosas. Cuando nada te ata a la cordura es cuando aflora la verdadera libertad, una libertad en su vertiente más autodestructiva; aquella que te permite lanzarte al vacío sin miramientos. El autocontrol es un último resquicio de humanidad que rechazamos cuando ya no hay seres queridos ni bienes materiales a los que agarrarte, el rechazarlo nos convierte en libres pero nos conduce a la perdición. La venganza es irracional, un bucle de dolor y heridas sin cicatrizar que nunca son sanadas, la ansiada consecución no supone más que un goce momentáneo que da paso al mayor de los vacíos; pues a ese desgraciado hombre solo le queda su vendetta. En un momento del film Dwight destruye una foto suya del pasado, se ve irreconocible. No hay ni rastro de la persona que un día fue. Sabe que ha sido consumido por el odio y la rabia, no es capaz de reconocerse en aquella foto donde sonríe con amigos. Esos tiempos nunca volverán y prefiere no recordarlos, muy significativa esa escena.

Hay un tema que me preocupa: está siendo habitual en la gran mayoría del actual cine independiente que nos llega de Estados Unidos el adolecer de falta de ritmo, en mayor o menor medida. Hay una incipiente corriente en la que para transmitir profundidad, trascendencia y reflexión parece necesario la ralentización de la trama en exceso buscando rizar el rizo en cuestiones de fotografía, planos que se alargan hasta la extenuación, sensación real del paso del tiempo y recursos similares. Esto me parece algo peligroso pues, aunque hay ejemplos de cómo un ritmo lento puede beneficiar a una película en casos como ‘Blue Valentine’ (Derek Cianfrance, 2010) o ‘Flores Rotas’ (Jim Jarmusch, 2005), es cierto que en manos equivocadas puede provocar una ralentización innecesaria de la trama provocando la desconexión del espectador o incluso aburrimiento, como ocurre en otras producciones de corte independiente como ‘Ain´t them bodies saints’ (David Lowery, 2013) o ‘Martha Marcy May Marlene’ (Sean Durkin, 2013). Y, aunque no se llega al extremo del aburrimiento en el caso que nos ocupa, sí es cierto que en algunos momentos puntuales se está a punto de traspasar la sutil línea que separa la reflexión del tedio. Es una lástima que películas con poderosos recursos para atraer al espectador acaben provocando la sensación de que podían haber dado más de sí, con una diferente concepción del tempo y evitando el ensimismamiento.

Pese a este último dato negativo ‘Blue Ruin’ es una película muy interesante. Dentro de la característica estética del cine independiente sabe conjugar elementos propios de las tragedias griegas con enfrentamientos familiares y crímenes pasionales, siempre con la venganza como telón de fondo. Un duro Thriller, con mucha fuerza y varios momentos para el recuerdo. Recomendable.

@ZarcoJL
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JLZM
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