Una de las mayores y mejores epopeyas del cine de las últimas décadas. El mejor Scorsesse, el que es capaz de traspasar la finísima línea de la autoimitación y devenir género en sí mismo, luce aquí, como en Goodfellas, en su máximo esplendor. Totalmente imprescindible.

La puesta en escena de una premisa más o menos interesante, aunque no poco trillada, hace aguas. El indomable en cuestión es un joven de prodigiosas capacidades intelectuales que, como los genios de otras películas, es a la vez protagonista y antagonista. Una especie de profesor Keating (Robin Williams) abrazará la causa de reconciliarlo con su destino.
Guionizar el retrato de la excentricidad genuina es difícil y cuando no se consigue, como por desgracia ocurre aquí, todo lo que una encomiable actuación como la de de Matt Damon puede producir es un personaje de insulsa repelencia. La película tiene, sin embargo, momentos buenos aunque el peso del guión deje frío.

Es una película de calidad, entretenida y cumplidora. Creo, sin embargo, que ha perdido algo con los años, seguramente debido a haber visto cosas posteriores -no discuto que de originalidad descendente- muy similares una y otra vez. Tiene detalles algo innecesarios que seguramente el público entendido considerará algo así como destellos de una personalidad, la de Coppola, que se sobrepone al mero thrillerismo.

Hay un criterio que me parece bastante definitorio a la hora de distinguir películas malas. Cuando una película puede entenderse sin necesidad de conocer el idioma y sin subtítulos, es decir, cuando es perfectamente comprensible -y previsible- prescindiendo de los diálogos, seguramente no sea nada buena -puede que sea genial, pero es improbable. "En busca de la felicidad", no careciendo de la delizadeza visual que Hollywood sabe imprimir, no es una excepción a esta regla. Redunda bastante, para colmo, en la fábula yanqui sobradamente trillada que evoca el nombre.

Esta película es buena. No puede evitar caer en algunos recursos fáciles pero en cualquier caso la ejecución es de primera. Todo un alarde a partir de una una inverosímil ausencia de recursos que a la vista de los resultados, y como no es infrecuente en el arte creativo, parece funcionar más como espoleo que como limitación.