Era yo un mocoso prepúber hipnotizado por mi propia mocedad cuando me encontré con esta serie en el canal plus. Cosa mala, había que madrugar que no veas para llegar a tiempo, pero ahí estaba yo, que si me dicen que es para ir al colegio iba a levantarse a esa hora la tía Rita.

Recuerdo que me gustaba, no sabría ahora por qué, pero me molaba cantidad la serie esta. Como cualquier otro de los 90, estaba fogueado en el mundillo gracias a Oliver Aton y al vigoréxico y metrosexual Son Goku. En aquella época, por si no lo recordáis, los dibujos de los japoneses eran cosa muy de niños, como los de Disney, y ver al carnicero Batusai (castellanización) era para papá y mamá como ver a Pluto, o eso pensaban ellos. Más trarde pasaron a ser lo que son ahora, entretenimiento para jóvenes más mayores, coloquialmente conocidos como frikis o frikazos según el grado de desprecio o burla deseado.

El caso; como yo era jovencillo pues me atraía lo que es propio, es decir, los colorines, las hostias y los personajes guays. Sin embargo, ya notaba yo que había algo más trascendente y con trasfondo detrás de los personajes guays. La cogí por banda ya más mayorcito y tela de lo buena que es. Los diálogos, el clímax, las motivaciones encontradas, la moral entredicha, la sangre fraternal, el sacrificio abnegado, el amor inconfeso, la venganza iracunda...la leche. Las cuitas verbales entre rivales son majestuosas, egregias, henchidas, ontológicas, psicológicas, exquisitas...buah, ¡inmensas!

No toda la serie es así, de hecho sólo lo es la parte que se desarrolla en Kioto, la lucha contra el Juppon-Gatana; la parte anterior y posterior no valen gran cosa, encuadrándose en el montón de series mediocres que tienen a bien producirse para resaltar las pocas buenas.

Le di una oportunidad a los dibujos orientales modernillos y, francamente, no valen ni para aburrirse. Son planos, planos, planos...Que sí, que muy chulos los dibujos, las explosiones y los efectos tecnicolor, pero no hay una miga que rascar de lo superficiales hasta el insulto que son.

Lo dicho, un pasote de serie; vibrante, oscura y reflexiva como ninguna otra.

Soberana película. El mejor Allen no hay duda. Guía turística por París de la mano del incestuoso neoyorkino. Pero ¿y si no soy bohemio y los burdeles son el único encanto parisino a mi gusto? ¡No importa, hombre, pero si por eso mismo Hemingway fue a parar tan cerca del Senna! Aquí hay París y película para todos. "Es que a mí las ñoñerías sentimentaloides como que no..." ¡Pero que dices, si hay dos besitos o tres! Cosa pequeña para lo empalagoso que podía haber sido, bajo amenaza terrorista de muerte por azúcar. Muy sobrio y elegante todo. El principio quizá sea melaza...pero muy sobrio todo.

Impresionante. Lo diré una vez más: ¡impresionante! La peli no (ya dije que era buena, no doro píldoras en balde, a mí no me pagan), espectacular Marion Cotillard. Todo lo que diga se queda corto: la sensualidad desbordando la pantalla. Abundancia de planos y luces de atención sobre ella, y oiga, ni un deje tímido. Elegante, sublime, poderosa...¡Dios, qué buena que está!

¡Cómo escribes, cabrón! Me refiero a Allen. No es que la trama sea...bueno, sea. Pero hay diálogos majestuosos...eróticos. No, no porno, sino sugerentes y profundos hasta el infinito. ¡Atención! Cuando veáis que el tipo del bigote (hay muchos, ya) que se llama Ernesto, un poco excéntrico, que empieza un monólogo sobre la muerte y el amor pasional...Memoria, sacad la grabadora o algo porque es para alcanzar el trance.

Creo que me he enamorado de los secundarios. Los mejores que he visto. Me quedé diciendo, más, más, no te vayas del plano. Pero bueno, son secundarios, son los mandaos de la peli. Grande Adrien Brody. Qué coño, grande todos, incluso la Bruni que es más florero que otra cosa. Un bonito florero, todo sea dicho. El actor que hace de Buñuel, con esa mirada cetrina, las cejas negras y pobladas...perfecto. Imagen perfecta del español garrotero y oriundo. Descripción más exacta no la hay.

Y bueno, humor inteligente de ese con el que nos creemos guays, y una interesante reflexión acerca del presente y la añoranza del pasado romántico. En el fondo, creo que Allen hace sátira de todo ello, pero no me quedó muy claro. Quizá lo admira pero quiere hacerse el interesante. En todo caso, París es París y a mí me gusta la lluvia porque me lava el coche.

No sé cómo empezar a contar esto. Sería más sencillo si la peli no fuera tan jodidamente buena. Miyazaki...siempre Miyazaki. Hace un par de años descubrí al figura, y desde entonces me enredé en su imaginario: la pequeña Chihiro, el Castillo con patas, la princesa Mononoke; y ahora el Sr. Porco vuelve a dejarme sin palabras como ya hicieran las anteriores -algo menos la del castillo-

Se supone que he de presentar la peli y ayudar en la decisión de terceros sobre si deben o no verla: ese es el espíritu de las críticas. En realidad, el cuerpo me pide darle un homenaje y elevarla a los altares, pero me contendré. Todo sea por guardar las formas...un poco al menos. El argumento no es lo más sorprendente, por peculiar que parezca: un cerdo cazarrecompensas, piloto de hidroavión, sobrevuela el Adriático haciendo presas y cobrándolas. Un cerdo sí, has leído bien. Es lo mejor de la peli con diferencia: al principio, cuando lo veas, podrás decir "¡Un gorrino! ¿Pero que coj...?"; al final no sólo te parecerá lo más habitual del mundo -cerdos pilotando hidroaviones- sino que te causará estima y algo de admiración, así como un sabor amargo en la despedida. Pero como dije, no es lo más sorprendente.

Lo fascinante es la mezcla que hace Miyazaki entre lo mundano y lo romántico: un cerdo que sobrevuela los atardeceres, unos piratas desaliñados con demasiado buen corazón, una niña con mucho genio y mayores ganas de vivir, una dama sufrida con la vida y esperanzada con el amor venidero, un extranjero con muchos pájaros en la cabeza...Todo trascurre con ternura y melancolía. Transmite con fuerza un deseo longevo como el ser humano: la libertad de mirar el mundo codo a codo con las nubes. Algo tendrá el cielo que llame a perderse en su inmensidad. La peli lleva una dosis de aventura y de superación personal. No iba a ser todo lirismo, que si no se duermen los niños y se aburre la parroquia.

Miyazaki nos ha regalado una joya del cine, fruto de su genio inquieto y particular visión de la vida. Si has llegado hasta aquí, o la has visto o la vas a ver. En cualquier caso, no mirarás a los lechones de igual manera. Lo mejor de todo es que podrás apostar por imposibles, jugártela a que los cerdos vuelan. Y tendrás la certeza conocer a uno: en un hidroavión rojo, sobre cielo italiano, mirando el mundo desde arriba.

Me sabe agrio hablar mal de una peli de Clint. Pero a Dios lo que es de Dios:

Efectista, el mayor defecto que puede achacársele. Ya desde el principio produce un impacto visual de aúpa, pero es una lástima que sean los efectos especiales los que destaquen y se impriman en la retina. Porque no, no es esa la mano artesanal que hace valedor de su fama a Eastwood. Aparecen en pantalla muchos llantos, lágrimas, suspiros e incluso muertes; pero no conmueven, ese es el problema. Pretende afligir de forma tramposa, y cuanto mayor es el intento menor es la autenticidad, como lograr las lágrimas cortando cebolla. Demasiadas escenas melodramáticas explícitas. Puedes pasarte media peli diciendo: ¡joder, qué pena!, y no terminarás de sentirlo en carne propia. ¿La culpa? La de unos personajes con los que no se termina de congeniar. Se me entienda: los actores no lo hacen mal, el chiquillo y la belga están de bien, y Matt Damon...bueno, seamos justos, tiene actuaciones peores; el problema está en la poca profundidad que les brinda el guión. Saltar de un personaje a otro tampoco ayuda.

El nexo de unión entre los protagonistas, la muerte, no aporta nada interesante ni las reflexiones sobre ella son asombrosas. Cualquiera divaga e intuye lo mismo charlando con la almohada. Un leitmotiv que se pasea sin pena ni gloria, que ni asusta ni emociona. Si es que, la Parca ya no es lo que era.

El final (ver spoiler) es lo peor que ha rodado Clint desde que se dedica a esto. Con otro remate distinto, la impresión del conjunto mejoraría bastante.

En favor diré que la fotografía de la película es impecable y los planos están en su justo y perfecto sitio. También que las actuaciones, como dije antes, dejan buen sabor de boca, sobretodo la del chavalillo. Y los efectos especiales del principio son espectaculares. Porque, al César lo que es del César, el buen hacer del director es el que hace aceptable una cinta que en manos de otro hubiera sido un desastre.

Espero resarcirme con la próxima, y que además de la maña para hacer cine, aparezca el talento para contar historias que de seguro conserva el bueno de Harry el Sucio.

Hay muchas cosas que no enseñan en los colegios. Pregúntale a cualquiera por lo aprendido en las clases de Ciencias Sociales e Historia, y te responderá con un "uf, yo me dormía", "nos enseñaron la ley D'Hondt", "¡muy bonita la Alhambra"... y demás lindezas. Pregunta por la historia del Imperio Romano, cuna de nuestra civilización como lo fue antes Grecia, o los pueblos nómadas de mesopotamia; y dirán ingenuos: Julio César, el coliseo, los acueductos, el derecho romano...bla, bla, bla.

"Roma" es Historia en su más pura esencia. Pocos documentos gráficos narran con tanta exactitud el día a día de la sociedad romana: las pintadas obscenas en las paredes, las putas apostadas en el templo de Venus y en los burdeles, las creencias absurdas, el pillaje, los tugurios de mala muerte, la curia y los estamentos, la organización política; todo ello acompañado de los hechos por sobra conocidos: la vida y obra de Julio César, Pompeyo, Marco Antonio, Octavio, Cleopatra, los juegos del circo, la Guerra de las Galias, la batalla de Actio...todo cuanto es necesario saber de aquella época para saberse erudito, cuanto menos -permítaseme- ducho en la materia.

Claro, uno se pone exquisito y reniega de los documentales por insulsos y soporíferos -mirada opaca y nimia ésta- pero tampoco es excusa. La serie cabalga a hombros de dos hombres cualesquiera, Lucio Voreno y Tito Pulo, que te sumergen en la época al tiempo que se mueven para prosperar y sobrevivir. Centurión y soldado de la 13ª Legio las pasan canutas y amenas en sus peripecias, siempre buscando talentos que echarse a la bolsa. Así, de la mano de estos dos compañeros -amistad fraternal, siempre tratada con maestría- descubrimos todos los recovecos de una época fascinante, obviando correctismos y tabúes, ahondando en los detalles que no acostumbran aparecerse en los libros. Naturalismo que lo llaman.

Poco mas puedo decir en favor de esta gran y malhadada miniserie. Las actuaciones de Kevin McKidd (Voreno) y Ray Stevenson (Tito) demuestran su valía para el papel, interpretado con total certeza. ¡Y qué decir de Polly Walker en la piel de Atia de los Julio! Soberbia, borda un personaje con miga que, por momentos, se ve protagonista cuando no debiera serlo. Los demás actores cumplen solventes, la ambientación es magistral -no iba a ser menos por la pasta que costó- y no es perfecta porque nada lo es en este mundo.

Al final, no fue tanto el éxito como esperaban, y el dinero manda. Lamenté el fin de la serie, no tanto por mi recreo como sumergirme, una vez más, en la civilización que engendró el Latín y guerreó con medio mundo. Tendré que aprender por mi cuenta, aunque no será tan divertido.