Con un argumento que llama la atención por lo insólito, esta cinta indie acaba naufragando totalmente. El punto de partida es original e irreverente, y aunque muchos de sus gags se basan en un humor un tanto bobo e infantil (básicamente en los pedos del muerto), en su primer tercio funciona bien. De hecho, resulta incluso refrescante en el sentido de que parece ser algo "nuevo" dentro del ya trillado cine independiente americano.
Paul Dano, habitual de este tipo de cintas, está bien y reconozco que es un actor que siempre me cae simpático. De hecho parece estar especializado en relacionarse con personajes que son sólo fruto de su imaginación, como en la fantástica Ruby Sparks. Sobre Daniel Radcliffe no sé muy bien qué decir...que hace muy bien de muerto, lo cual no sé si es un cumplido.
Para mí el problema no es lo disparatado de la propuesta o lo loco de sus situaciones, si no el hecho de que los directores, llegados a un punto del film, quieren dotar al mismo de un halo trascendental que, lo siento mucho, pero resulta ridículo. Si ya de por sí es algo complicado tratar un tema como este con sentido del humor, el intento de convertirlo en otro filme indie cool con colorines y musiquita emotiva sobre las cosas importantes de la vida, desbarra por completo. En este sentido, el final de la película llega a resultar grotesco, muy de vergüenza ajena. Una pena.

Decepcionante sí, porque de Eastwood siempre se espera algo más. Puede que el director que nos ha regalado tantas obras maestras en los últimos tiempos esté en su inevitable declive, pero lo cierto es que la historia daba para mucho más. Partiendo de que el personaje, pese a todos sus hechos atroces a lo largo de la historia y su carácter más que siniestro, es tratado por Eastwood con una benevolencia inesperada e incidiendo en su lado humano (hay que suponer que lo tenía), pasando por alto muchas de sus terribles medidas en contra de las actividades “antiamericanas” y los movimientos por los derechos civiles. También me parece un error de inicio encomendar este papel a una estrella como Leonardo DiCaprio, que ni por físico ni con todos los kilos de maquillaje que le pongan encima se asemeja a Hoover, que era más bien un adefesio. Cierto que Leo lo hace bien, pero creo que el hecho de que él lo interprete predispone al público que no conozca la historia a ponerse de su parte.
Pese a todos estos errores que comento, hay que reconocer que la película arranca con interés, y que la factura técnica es impecable, con una buena fotografía con claroscuros y unos actores más que competentes (del maquillaje de Armie Hammer no digo nada, porque creo que ya se ha dicho todo). Y es que la historia en sí podía haber sido fascinante, con el marco de 50 años de historia norteamericana de lo más convulsos y con este personaje maquinando en la sombra. Pero resulta una vez más decepcionante que todo esto se soslaye y se dé más importancia a la vida personal de Hoover, mostrando su homosexualidad más que latente y la enfermiza dependencia de su madre. De hecho creo que si Clint no hubiese cargado tanto las tintas en la relación con Clyde Tolson la película al menos hubiese tenido algo más de interés, pero lo cierto es que se acaba haciendo aburrida y larga, con alguna escena que comento en el spoiler que se le va de las manos. Una pena.

Andaba yo un tiempo con la curiosidad de descubrir el cine de Desplechin, director del que tenía muy buenas referencias procedentes del programa Días de Cine. Viendo sin embargo alguna que otra crítica negativa, como la del señor Boyero sobre “Cuento de navidad”, y la extensa duración de muchas de sus películas, me hicieron tener alguna que otra reticencia a la hora de ponerme con ello. Me ponía en lo peor y pensaba que quizás se tratase de otro más de esos autores sesudos franceses herederos de la nouvelle vague, a los que suele ser tan proclive cierto sector de la crítica, pero que para el público suelen ser bombas letales de sopor. Y es que, pese a que muchos de mis directores favoritos son franceses, Godard ha hecho mucho daño...
Pero la curiosidad pudo y saqué prestada de la biblioteca la peli de la que tratamos, “Reyes y Reina”. Y se obró el milagro. Digo milagro porque de un argumento que en principio parecía no decir nada, con una protagonista que hablando a cámara muestra una suficiencia y un control sobre sí misma un pelín irritantes, y que nos presenta su vida casi como en un reportaje del Semana, nos vamos metiendo de forma natural en la película sin apenas darnos cuenta. Y resulta que con el paso de la película esa señora tan estupenda no era tan segura de sí misma como parecía, ni su realidad tan idílica como nos la pintaba. Y cuando parece que la película deriva hacia el drama, aparece un tal Ismael (excelente Mathieu Amalric), que no sabemos si está loco o no, pero lleva la película hasta la comedia sin que nos enteremos. Y los personajes me resultan creíbles y cercanos, por muchas locuras que hagan, y la forma en que a través de la comedia se nos dicen cosas sustanciales es sorprendentemente natural, así como la forma en que ésta convive con el drama. Y el pasado siempre está ahí, al acecho, pero los reyes y la reina de nuestra película tienen que seguir adelante, como nosotros con nuestras vidas. Y al final los personajes, igual que nosotros, no son los mismos que vislumbrábamos al principio del film. Y no sabes cómo, pero todo funciona a la perfección, y cuando te quieres dar cuenta las más de dos horas de película están a punto de acabar.
Así que al final el descubrimiento ha sido total, y ahora lo que me pregunto es cómo ha pasado tanto tiempo hasta que he descubierto a Arnaud Desplechin. Bueno, afortunadamente, eso sí tiene fácil remedio.