Imagino en cada entrevista a Woody Allen en modo “voy a responder a las mismas preguntas de la manera que se note lo menos posible que voy a responder de nuevo a las mismas preguntas”. O al menos me lo imaginaba antes. Antaño no pasaba que ya tenía 88 años, que ya no le produce nadie y que casi le preguntan poco. Al menos no como antes de tener esta edad avanzada. Así que si viene alguien que dice que viene de España y que dice llamarse David a realizarte quizá las mismas preguntas, te preguntas que por qué no. Y le abres a este David la puerta de tu despacho y todo y le respondes a las mismas preguntas de la manera que esta vez te sale responder las mismas preguntas, sólo que esta vez quizá sean las primeras preguntas que te hacen en… cuánto tiempo. Y te enteras luego que David viene de Europa, viene de España y te preguntas si conocerá Oviedo, Barcelona seguro, ¿Donosti?. David, te llamabas, sí, y mi hermano se llama Fernando, te preguntó las mismas preguntas hace unos años, también llovía en Nueva York, los dos hacemos películas, pero tenemos más preguntas, lo que pasa es que ya sabes, tenemos que hacerte las mismas preguntas, por eso lo dejamos para cuando pasen unos cuantos años y yo me parezca más a ti, cuándo será eso, cuando yo tenga tu edad y tú ¿120 años? Por cierto que sepas que todas tus películas hablan de mí. De David y de muchos David. Muchas gracias, Sr. Allen. Ah, que sepa que tengo un sobrino que también hace películas, aunque alguno se cree que es mi hermano, pero le tendrá que hablar en francés. De inglés sólo sabe decir Manhattan.

- Mike, ¿es necesario entender del juego para entender esta serie?

- No es imprescindible pero ayuda.


- Mike, para los que no vivieron esos años, ¿crees que el documental refleja no sólo una manera de ser, la tuya, tan particular y controvertida en el fondo, sino también una aproximación a otro tipo de baloncesto que el practicado en la actualidad?

- Hace tiempo de aquello, el basket evoluciona como todo en la vida, las personas, etc, así que es una manera para que las nuevas generaciones entiendan que el juego es algo más que enchufar veinte triples por partido.



- Mike, qué pensaste cuando te ofrecieron realizar esta serie.

- Fue algo así como… qué voy a ganar.



- Mike, ¿crees que la imagen pública del número 23 pueda verse empañada tras ver este documental?

- Lucky number… Y si digo que sí, tampoco creo que se me vayan a caer los anillos.



- Héroes, villanos, finales felices, reencuentros, redenciones, hasta un último baile para finalizar la historia. Ni el mejor guión de Hollywood hubiera mejorado tu vida.

- Dios siempre tendrá a los mejores guionistas a su lado.


- Mike, ¿echas en falta algo en el documental?

- Uhmmm, un tinte arco iris en el pelo de Dennis.


- Mike…

- I love you, guys, pero tengo partida de golf.


- Pero qué campos puedes tener abiertos a las doce de la noche, Mike.

- …

Claro, la mafia es italiana pero ni Pacino ni De Niro pertenecen a la nacionalidad. De ahí coñas casi internas entre ambos y Scorsese. Lo cual no quiere decir que El irlandés carezca del deja vu. Antes vimos Malas calles, Goodfellas y Casino. Y en El irlandés queda un remanente de aquéllas.

La duración no me molesta aunque todo exceso, todo atracón conlleva sus riesgos. Aquí minimizados por esa última parte de la película en la cual Scorsese se parece menos a sí mismo, las canciones se callan y vemos un juego de miradas de Robert De Niro que ojalá prodigara más en perjuicio (beneficio nuestro) de su tendencia al gesto grosero. Lo mejor de la película. Eso y el último tercio. Antes hay atracón pero de otro tipo: demasiado nombre, demasiado lío, demasiado yo también maté a Kennedy, demasiado Tony. La profusión ésa.

No obstante, el detalle Scorsese: las pinceladas en forma de muda presencia en la sombra de Harvey Keitel; de nuevo la presencia muda de la familia (ahí también la Sombra de Goodfellas); y sí, el De Niro más contenido y a la vez más feroz de su filmografía. Aunque un poco todo museo de cera por culpa, obra y gracia de lo que quiso Scorsese para el devenir de la historia: el efecto visual aplicado al arte y ensayo.

No me quiero sentir el (único) bicho raro del mundo al que no le convenza a los niveles exigidos una película unánimemente considerada. Así que voy a buscar y escribir las bondades de Perfect days. Cassavetes, que te pierdes de nuevo.

Qué me pierdo. Lo que me pierde el tratamiento prolongado de una historia que más breve, porque a pesar de su longitud ya es concisa, hubiera sido una obra maestra. Ya lo digo, pero eso no es bondad sino casi reprimenda.

A Wenders le van mucho las luces y las sombras. No me gusta El amigo americano. Alicia en las ciudades o Paris Texas es todo lo contrario. Con Tokio me quedo a medias.

Es que no me quiero escudar al esgrimir el factor Kôji Yakusho, el brillante protagonista de la historia. Ésa es fácil. La bondad de su personaje que aspira a tener una vida simple en un mundo aparte. A lo mejor sí las reflexiones que se le han ocurrido a Wenders, ya sea en forma de diálogo o de juegos de sombras. Y eso en una película que dicen y aciertan que es eminentemente visual.

Es otra crónica de un ser vivo, es otro Ikiru, otra ilusión por conseguir que la soledad no sólo es opción válida sino valiosa. Sólo falta (gracias que no) la compañía del can.

Tokio, es curioso, queda lejos. Está ahí, presente, pero los árboles impiden ver el bosque. Pero me callo lo que no es bondad. No leñas del árbol caído. Sí los actores casi residuales pero recurrentes en la película. Breves apuntes que enriquecen la trastienda de la trama.

Y las canciones y tal.

No sé si mejor pero ya me siento menos bicho raro.

Género romántico: huye. Ésa es la primera cosa que a uno se le viene a la cabeza cuando comprueba los topic del género correspondiente a un posible visionado de película.

No es un género que goce de predilección. Se encuentra en paradero desconocido. Con lo que aquél fue.

Y eso que Vidas pasadas tampoco ha sido vendida como tal.

Pero lo es.

Pero ah también de aquél que espere una película romántica al uso.

La última así que recuerde… ya ha llovido: 500 días juntos.

Del resto, huyo. No sé ni lo que me he perdido por el camino.

Entre medias un paseo por la ciudad de las estrellas. Poco más.

Más precaución: película romántica americana. Suena a tarde de domingo en cualquier canal ya.

Pues ésta lo es; y no, no hay que huir.

Película romántica americana y que no sea al uso, sí es posible. Aunque para ello haya tenido que entrar una directora de origen oriental, con importancia el dato para el intríngulis de la película.

No es al uso significa que no hay sobremesa ni sofá. Ha habido boca-oreja. Suele suceder con las películas pequeñas. Y si se emite algún día por algún canal será a traición sin bombo ni platillo. Ni siquiera se notará que alguien la habrá programado.

Parecerá incluso que pasó de puntillas por las salas de cine. Será de ésas que luego se dirá “ah, ¿pero ésta se estrenó?”. Sí, desapercibida. A pesar de que estuviera nominada al Oscar a la mejor película. Dato que con el tiempo se olvidará. Caerá en desuso. Tiene Vidas pasadas esa sensación ya, nada más verla. Será como una de esas vidas pasadas sin pena ni gloria. Será una más, del montón, cuando en realidad es una película para disfrutar, saborear, descifrar y amar. Y la directora lo ha hecho así, sin molestar, sin llamar a la puerta. Y nos ha dejado en la entrada, ahí al lado donde dejan la propaganda electoral, una opción para emocionarnos.

A nosotros nos deja la elección.