Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de La mirada de Ulises
<< 1 2 3 4 10 23 >>
Críticas 114
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
17 de junio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el mundo hay dos lobos: uno oscuro que habla de desastres y desesperación, y otro luminoso que inspira optimismo y esperanza. Siempre hay que dar de comer al segundo. Esa es la moraleja de un cuento que el padre de Casey le cuenta a su hija desde la infancia, y ese el mensaje de "Tomorrowland: El mundo del mañana", película producida por Disney, apadrinada por George Clooney y firmada por Brad Bird. Se trata de una cinta de ciencia-ficción, pero tendríamos que decir que ante todo es una película familiar de fantasía y entretenimiento sano. Por todos sus poros respira el espíritu Disney, y su narrativa y factura traslucen las maneras de Pixar, a la vez que la aventura está asegurada con un Clooney que sabe no quitar protagonismo a las dos jóvenes actrices que se convertirán en heroínas que sueñan con salvar al mundo.
La película va sobre eso, sobre la necesidad de soñadores en un mundo que genera y se obsesiona con guerras, injusticias y desastres, de personas que se esfuercen por construir sobre lo positivo y no se conformen con destruir lo negativo, con gente que no se rinde cuando la empresa resulta ardua y difícil. Esos son los mensajes y las cualidades de Casey, una adolescente inteligente que cree y se implica para que su entorno sea mejor, que verá cómo uno o dos hombres maduros sucumbieron al desencanto para olvidarse del mundo o crear otro más bien virtual y falso, que se empeñará en llevar a la práctica esa fábula de dar de comer al lobo bueno. Todo un discurso entre la nostalgia de una época dorada y el temor de otra negra, donde el director evita el tono apocalíptico aunque muestre algún retazo y donde busca la esperanza en la capacidad de la persona para revertir la situación.

Es una historia que viaja al futuro y también al pasado, jugando con las dimensiones del espacio y con una tecnología que conduce a un futuro incierto. La imaginación y el despliegue visual son poderosos, y las interpretaciones de Clooney, Britt Robertson, Hugh Laurie o Raffey Cassidy siempre están al servicio de la historia, lo que es de agradecer. En la narración hay reiteración y una explicitud innecesaria de las ideas que se pretenden transmitir, pero esto es Hollywood y son esquemas a los que no se quiere renunciar, e incluso un final tan patente como emotivo que a alguno puede no gustarle (sin duda, lo mejor, es el comienzo). A su lado, la esperanza como una cualidad que es mejor que el conocimiento del futuro, la ilusión de un mundo donde caben todos -la primera visita al mañana llega con un vestuario variopinto o una convivencia interracial-, los robots vuelven a tener más humanidad que algunos humanos, y la realidad es algo distinta a lo que a veces se nos muestra de manera agorera -en clara alusión a los noticiarios, por ejemplo-.

En definitiva, una historia positiva y esperanzadora, para grandes y menos grandes, algo esquemática y simple en sus mensajes -abundan los tópicos-, pero entretenida y amena y que gustará a un espectador que quiera dejase llevar. La película tiene la amabilidad y dulzura del Disney más familiar, la narrativa ágil y dinámica de Pixar, y la espectacularidad de una tecnología que da brillantez a la historia -asombrosa es la escena de la Torre Eiffel-. Y todo para pasar un rato agradable e incluso divertido, para que nos decidamos a creer que todo es posible y a dar de comer al lobo bueno.
La mirada de Ulises
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
17 de junio de 2015
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Christian Petzold regresa a la Alemania de posguerra para rastrear las cenizas que dejó el nazismo. De esta manera, la huella de "Bárbara" tiene en "Phoenix" su continuación, con una mujer que vuelve de un campo de concentración con el rostro desfigurado, y que lo hace obsesionada con encontrar a su marido. Ella es Nelly, única superviviente de la familia, que se somete ahora a una operación de reconstrucción facial anhelando ser la que fue y ser reconocida por un Johnny al que todavía ama. Le espera un Berlín en ruinas y un pasado desconocido que puede convertirse para ella en una nueva muerte o en una resurrección.

Viendo "Phoenix" uno tiene la impresión de que Hitchcock trae de nuevo a Madeleine de entre los muertos de "Vértigo". El empeño de Johnny por reproducir el pasado y a su esposa va parejo al deseo de Nelly por revivir un tiempo de triunfo del amor, pero más bien estamos ante el duelo entre la representación y la realidad... y la vida tiene todas las de ganar. El progresivo acercamiento de ambos y el descubrimiento de la realidad del otro no tiene vuelta atrás, lo mismo que el regreso de esos judíos marcados por la tragedia y que simboliza Lene, la amiga de Nelly. Es inevitable que la pesadilla de mentira, traición e inhumanidad no agoste cualquier intento de reparación, que la verdad no termine saliendo a la luz y sea descubierta de la manera más cruel. Antológico es el desenlace, en ese sentido, que no necesita palabras porque se ha ido cociendo a fuego lento y se trasluce en el silencio de los personajes.

Son precisamente el silencio que Petzold impone al dúo protagonista y la extraordinaria interpretación de Nina Hoss los elementos que dotan a la cinta de un espíritu de desengaño y de un alma mortuoria. Entre ellos las miradas dicen más que las palabras, y la atmósfera conseguida se mueve entre el realismo más crudo y la fantasía más irreal. Frialdad, desconfianza, distancia, amargura, tragedia son sentimientos que aletean en un ambiente enrarecido en donde el pasado es demasiado plomizo. La sobriedad narrativa y la contención expresiva ahondan en ese tono nada complaciente con el que el director pide al espectador que se meta en el alma muerta de esa mujer que regresa del infierno, que intente atisbar algún rastro de esperanza a esa relación marchita, que llene esos silencios y secretos que esconden deslealtad y falsedad.

Por otro lado, el rostro de Nelly comienza oculto por las vendas de la masacre para terminar quitándose ella misma otras más dolorosas e interiores. Ha sido un viaje de descubrimiento de sí misma que va más allá de los rasgos faciales. Ha sido un encuentro con la verdad que tenía en el antebrazo y que había sido escrito por quien menos sospechaba. La distancia y dureza de la cinta son evidentes, lo mismo que la austeridad de su estilo y la ausencia de concesiones. También lo es la precisión narrativa y la cuidada planificación, el tono intimista y el esfuerzo por darnos una historia de amor curiosa e incierta. En definitiva, una vez más asistimos al duelo entre la verdad y la simulación, entre la realidad y la representación, y en ese cruce de identidades y de ambigüedad se masca la pesadilla de todo un pueblo y de una mujer.
La mirada de Ulises
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
20 de mayo de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "Hipócrates", Thomas Lilti entra en un hospital de París acompañando a Benjamin como residente. Este joven idealista pasará allí seis meses con el equipo de medicina interna, y ese periodo estará marcado por ser el hijo del director del servicio y por su falta de experiencia. Al lado de Abdel, un argelino que trata de homologar su título, y de un grupo de colegas que se han acostumbrado a trabajar con pocos recursos y que a veces han dejado de lado la ética, verá de cerca la muerte, el engaño y la injusticia. Su aprendizaje será más personal que médico, y su sentido de la medicina saldrá reforzado de manera tan práctica como comprometida.

No hay posicionamiento ideológico ni falsedad en la propuesta de Lilti, que apuesta por una dramatización de tono realista para dar cuerpo a una defensa de la medicina sensata, alejada tanto del ensañamiento terapéutico como de la eutanasia disfrazada. En ella se sirve del humanismo de un argelino para rescatar a la vieja guardia occidental abandonada a una medicina burocrática, para criticar con mordacidad una gestión hospitalaria hipócrita que se escuda en los recortes para justificar la práctica negligente. Lilti consigue que el espectador sienta pánico si una vez tuviese que ingresar en ese hospital y ponerse en manos de esos profesionales. Los momentos de diversión del equipo médico y enfermeras resulta bochornoso, mientras que las razones para seguir unas pautas u otras produce escalofríos. Menos mal que siempre hay un Abdel para despertar al burgués de turno de su letargo moral.

Por otra parte, el ritmo ágil y dinámico del montaje, el naturalismo contenido de la puesta en escena y la magnífica interpretación de Vincent Lacoste y Reda Kateb hacen que la película sea amena -funciona bien el tándem novato/veterano-, que el espectador se plantee temas cruciales y vitales, y que el cine sirva para algo más que entretener. Y eso que la hora y media larga que dura la cinta nunca se hace indigesta, larga ni respira moralina barata. Al margen de algún exceso en la historia y de un padre un poco desdibujado, todo en ella habla de la defensa del enfermo, de la vida y del buen cine, y también de la inquietud por los derroteros de una medicina convertida en negocio que mira la rentabilidad y que se ha olvidado de la ética. Una historia política -no gustará a médicos ni a gestores de hospitales- pero también humana y valiente, que pone la vida por delante de los presupuestos y de las soluciones fáciles.
La mirada de Ulises
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
15 de mayo de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevar al cine el libro de Irène Némirovsky era todo un reto, y Saul Dibb sale airoso pero no suficientemente convincente del envite. La historia de una joven, Lucile Angellier, que vive la invasión alemana de Francia y de un pueblo cercano a París, que espera el regreso del frente de su marido mientras soporta las impertinencias de su suegra, que siente la sintonía y el afecto de un oficial nazi que se aloja en su casa... son realidades presentes en "Suite francesa" -la película-, pero a las que les falta el alma de quien las sufrió y padeció con inocencia y desconcierto. Esa persona era Némirovsky y en su novela se respira sentimiento, nostalgia y perplejidad. En la película, todo se queda en un relato de acontecimientos y reacciones, a pesar del esfuerzo de Michelle Williams y Matthias Schoenaerts por darles vida y autenticidad.

Bien recreado el momento en su dimensión artística y de atrezzo, con una poderosa banda sonora -quizá excesivamente envolvente y persistente-, con una fotografía añeja que quiere ir a otra época, en cambio la voz de la narradora que evoca... no termina de cautivar al espectador, los personajes están dibujados con trazos simples y esquemáticos, hay falta sutilidad y poesía en el brotar de sentimientos y remordimientos, y toda la cinta se convierte en un ejercicio mainstream correcto pero nada más. Michelle Williams es una buena elección para dar vida a esa esposa ingenua que no sabe si seguir las directrices del corazón o las normas de la razón, pero le falta carácter y fuerza. Por su parte, Matthias Schoenaerts encarna quizá el personaje más complejo y completo, entre el deber y el amor... y eso le da atractivo y poderío al personaje de Bruno. A Kristin Scott Thomas le toca un papel poco agradecido en su simplicidad, antes y después de su transformación, y poco puede hacer la gran actriz.

Al final, tenemos una película adecuada y con buen diseño de producción, pero que no levanta pasiones ni arrastra emociones. La falta de vigor de la narración para una historia potente, la decisión de no arriesgar en su puesta en escena, la voluntad de complacer al espectador pero sin darle calidez... arrastran la película a cierto olvido y hacia el convencimiento de que le han hecho un flaco favor a Irène Némirovsky. En este caso, mejor leer el libro que ver la película, y eso aceptando que ésta se ve con facilidad y cierto gusto, que demuestra elegancia y esfuerzo por recoger una historia reciente. No llega el director a capturar atmósferas ni a aproximarse con convicción a las actitudes de los franceses ante los invasores... y quienes se les entregan y quienes se les resisten no pasan de engranajes de una suite muy francesa, muy elegante, pero poco fascinante y provocadora. Y la prueba de ello es ese oficial alemán tan malo... que se le ve venir y que no asusta a nadie en su simplicidad.
La mirada de Ulises
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
10 de mayo de 2015
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Russell Crowe vuelve a darnos un trabajo épico al dar vida a un marido y padre ejemplar. Lo que pasa es que ahora no sólo está delante de la cámara sino también detrás. "El maestro del agua" es su debut en la dirección. Su personaje, Joshua Connor, viaja desde Australia hasta Estambul para buscar a sus tres hijos, desaparecidos en Galípoli hace cuatro años, durante la 1ª Guerra Mundial. Se lo ha prometido a su esposa antes de morir, y Connor/Crowe es un hombre de principios y de palabra. Por eso, contra viento y marea, venciendo los obstáculos que británicos, turcos y griegos le presentan, dará muestras de su sensibilidad de padre para encontrarles... pues ellos son como el agua de su vida.

La película es un muestrario de todos los clichés del cine de Hollywood, con una exaltación de la figura paterna hasta el heroísmo más apabullante, con una loa a la lealtad y a la amistad por encima de banderas y rencores, con una proclama antibelicista expuesta desde una absoluta falta de realismo, con una historia de amor de lo más almibarada y previsible, con unos flash back tan reiterativos como explicativos e innecesarios. Esto es Hollywood, para quien le guste y para quien no. No hay sorpresas en el desarrollo de la historia, inverosímil en su puesta en escena aunque esté basada en hechos reales. No hay sutilezas ni uso inteligente del lenguaje del cine, porque todo en ella está al servicio de una taquilla en la que el espectador quiere que las cosas se le den bien mascadas. No hay más sentimiento que el que aporta una historia de constancia y amor sin límites, y aquel que proporciona una banda sonora manipuladora.

Todo lo anterior es legítimo porque es una manera concreta de hacer cine. El problema es que la factura de "El maestro del agua" es plana y no pasa de correcta, que su narrativa es convencional -no por ser clásica- y los referidos flash back no tienen más sentido que el de mostrar crudamente el sinsentido de la guerra. La historia de amor es fallida por mucho que Ola Kurylenko muestre los posos del café a ese viudo de ojos azules (convencería más la sintonía por la pérdida común sufrida con la guerra), mientras que los escasos apuntes históricos del conflicto no muestran la compleja realidad de un imperio otomano en desintegración. A la confusa narrativa inicial le siguen unas idas y venidas del protagonista en busca del paradero de sus hijos, donde todo se resuelve por una casualidad del destino con el oficial turco y por un don que posee el buen padre como zahorí (en una metáfora un poco forzada).

En definitiva, a la cinta le falta energía y sinceridad, ritmo y autenticidad. Dicho esto, hay que advertir que se ve sin dificultad y que da lo que promete, que tiene su público y su momento, que sirve para pasar el rato y olvidarse de ella al poco tiempo. Los posos del café pueden decir algo, pero no se puede decir lo mismo de los de la película, y es que Russell Crowe nos da más de lo mismo que viene aportando en su cine hollywoodiense. Aunque se haya trasladado a Turquía y la película se produzca desde Australia, en su primer trabajo como director demuestra ser un discípulo del cine americano y no sólo maestro del agua.
La mirada de Ulises
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 10 23 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow