Me coloco detrás de mi fiel scutum y desenvaino el gladius para proceder con esta crítica.
Desde hace tiempo, la fórmula del "bien contra el mal" parecía haberse agotado en el cine y la televisión. El público necesitaba de personajes enmarcados en una amplia escala de grises. Malos con razones para ser malos, y buenos cuyas acciones no les honraban... Una deliberada ambigüedad moral que obligase al espectador a rascarse la cabeza y sacar sus conclusiones. Pues bien, esta serie no es así.

Bárbaros está rodada, como su nombre indica, desde el punto de vista de los bárbaros. Y no es que esto sea algo malo. Al contrario, en la primera temporada sale bastante bien con ese enfrentamiento entre Arminio y Varo.
El problema viene con la segunda temporada. Porque mire usted, si lo que yo quiero es ver a romanos actuando como imbéciles y a divertidos salvajes dándoles golpes hasta en el DNI, me busco un comic de Asterix, que tiene mejor guion seguro. Pero en una serie supuestamente histórica, y además con una ambientación y un vestuario tan conseguidos como los de Bárbaros, espero algo más de calidad. Espero que al menos un solo soldado en todo el ejército romano sepa reconocer a un bárbaro cuando se cuela en su campamento a plena luz del día. Espero que los germanos tengan alguna disputa que no se deba únicamente a la funesta influencia de los romanos sobre su pacífica existencia en armonía con la naturaleza. Espero, sobre todo, que si se me da la oportunidad de escuchar una serie en latín como versión original, este no se use sólo para pronunciar exabruptos antes de pasar a un fantástico idioma alemán moderno en cuanto vuelvan a la pantalla nuestros queridos bárbaros.

En definitiva, una pena. Pudo haber sido una gran serie, pero parece como si alguien se hubiese empeñado en convertirla en un panfleto contra el imperio romano... ¿Será que el fantasma de Arminio se ha apoderado de la filial alemana de Netflix?
De nuevo, repito mi veredicto de otras ocasiones: a la crítica profesional le encantará esta serie.

Tampoco. Tenemos un film de lo que yo calificaría de "ciencia ficción para la Generación Z". Es decir, planteamiento apocalíptico diluido en una bella fotografía y con su mensaje buenista de fondo...
No es una película realista, y tampoco creo que debamos analizarla como tal. Se toma licencias hasta la saciedad, con ese casi anciano protagonista, enfermo terminal para más inri, capaz de dejar en ridículo las habilidades del más avezado de los héroes de la Antártida (como dirían los de Mecano).
Pero a pesar de todo, se deja ver. En fin, supongo que no todo ha de ser cine profundo y significativo. A veces podemos ver películas así, contadas como un cuento clásico, donde el protagonista sobrevive no a base de realismo, si no por la necesidad del narrador de llevarle hasta un desenlace donde se le brinde la definitiva oportunidad de redención.
Entonces... ¿en esto nos hemos quedado? ¿en George Clooney salvando a su princesa espacial? Pues mire usted, puede que sí. Quizá el Séptimo Arte ha dado la vuelta completa a su particular globo terráqueo, y ahora todo se reduce a eso. A la ingenuidad de un folletín de ciencia ficción narrado desde el ártico.
Bueno, podría ser peor. Podría haber triunfado el cine en 3D.

A priori no parece la serie del siglo. Otra serie policíaca sobre un agente de la ley brillante enfrentándose a crímenes más o menos originales, y encima con la más que trillada temática cowboy omnipresente...
Pero lo cierto es que sigues viendo capítulos. Los casos no son de una asombrosa ingeniería guionística pero entretienen. Los personajes tienen su gracia y en especial, de vez en cuando la serie nos regala una magnífica fotografía de los paisajes de Wyoming.

Como "pero" yo diría que la trama se ve demasiado forzada en algunos momentos. Es posible que los guionistas buscasen aumentar los conflictos y desarrollar las tramas con el casino, el pasado de Walt, etc. para atraer a más audiencia, pero en este esfuerzo se pierde un poco la oportunidad de hacer una serie realmente diferente. Yo habría preferido que se mantuviese durante más tiempo el esquema de "malo de la semana", construyendo casos que nos mostrasen más en profundidad cómo es la vida en las reservas indias y sus zonas limítrofes, las dificultades en la convivencia, los ocasionales conflictos o alianzas entre la oficina del Sheriff y la Policía Tribal... En fin, temas que en todo caso trata la serie, pero que podrían haberse explotado más en alguna ocasión.

Por otra parte, me parece especialmente redonda en ese aspecto la temporada final, cerrando con elegancia los cabos sueltos y teniendo aún tiempo para enseñarnos escenas tan curiosas como el proceso de selección del tribunal para un juicio (Alusión a 12 hombres sin piedad inclusive...)

En resumen: no es una serie perfecta. En algunos momentos le falta ritmo y tiene algún giro de guión que roza lo Mary Sue, pero todo esto se te olvida cuando ves los paisajes del condado de Absaroka. Como también se te olvida mirar el móvil durante un rato...

Diablos, quien pudiera hacerse unas birras en el Red Pony.

Tarantino nos trae una obra costumbrista, desarreglada, y un tanto irrelevante. Pensándolo bien, consigue lo que busca. El tono y tempo del relato se aproximan bastante a la actitud de sus protagonistas: perdidos en ese Hollywood clásico al que no saben cómo sacarle partido.
No obstante, por mucho que esta construcción de la trama basada en una sucesión de hechos aleatorios que se acaban conectando termine por cobrar sentido al final de la historia, ello no evita que en más de una ocasión deseemos oprimir el botón y aumentar la velocidad de reproducción.
En definitiva: no es una mala película. Tiene una buena dirección, dos protagonistas con gran química entre ellos y bastantes momentos entretenidos en sus críticas a la cultura pop. Pero comete dos pequeños grandes errores: no decirnos lo que realmente nos quiere contar hasta casi el final, y no crear la suficiente tensión argumental como para que deseemos averiguarlo.

¿De qué va Hap & leonard?
Bueno, pues es la historia de dos chicos buenos que no dejan de meterse en problemas. ¿no? Más o menos. La suya es una relación tan pintoresca como ellos mismos. Un antiguo hippie que se niega a dejar de creer y un veterano de Vietnam conservador gay; vagando por una versión de la America sureña de los 80, desfaciendo entuertos, salvando princesas y resolviendo crímenes. ¿he mencionado ya que uno es blanco y el otro negro?
Pues sí. Racismo, homofobia, machismo, las drogas y las bandas, la muerte de los ideales, el sin-sentido de la violencia, la codicia... La serie, a través de sus tres temporadas, tiene tiempo de hablarnos de todos estos temas con su ritmo lento, pausado, ¿crepuscular? Envolviendo sus tramas de un folclore pulp de tintes faulknerianos.

Menudo rollo, pensareis. Ya viene este tío a hablarnos de una versión extendida de La Cabaña del Tío Tom, diréis. Pero no. Resulta que las historias que cuenta son relativamente simples, tipo "Fulano nos paga por buscar un tesoro" o "Mengana ha desaparecido, tenemos que averiguar donde está"
Y al final esa es su virtud. Que estos dos amigos imposibles, totalmente opuestos pero tan unidos como uña y carne, logran construir una serie que es sutil... a puñetazos.