Cuando he terminado de ver la segunda parte de ‘Rebel Moon’, me he quedado pensando y dándole vueltas al despropósito conjunto que suman ambas películas. Una vez más, aunque adoro ciertas cosas que hace, creo que Zack Snyder está perdiendo el norte. Quizás, estaba enfadado porque no le dejasen hacer este guión como una nueva película de ‘Star Wars’ y ha querido sacarse la espinita, pero lo de anunciar una posible nueva entrega y nuevos cortes con más metraje que den empaque a la historia creo que ya es pasarse, en esencia, porque esto no daba para tanto Zack.

Que conste que esta segunda entrega al menos me ha entretenido, algo que no hizo la anterior. Tiene la decencia de durar dos horas y de irse por las ramas lo justo, pero ni me apasionan sus impresionantes escenas de batalla ni me ganan por carisma cada uno de los cientos de personajes que desfilan por pantalla.

Una vez más, Zack quiere crear algo sumamente grande perdiendo de vista lo importante. Se está planteando cómo se llama un planeta sin ser capaz de relatar correctamente los orígenes de su protagonista o de conseguir que me caiga bien. Piensa a lo grande y, eso, en ocasiones es bueno, pero de un tiempo a esta parte ha perdido el norte.

Saldrán los acólitos echando pestes sobre Netflix pero, esta vez está clarinete que la culpa de que esto no salga bien es suya. Tenía la pasta necesaria, los medios y todo a su disposición. Si necesita más cortes, metraje o chorradas del estilo es porque se ha pensado que el gran público es idiota.

Así, es imposible. Vamos, que para pasar el rato, poco más.

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Todos tenemos debilidades cinéfilas y, si hay algo que realmente me apasiona, son esas películas enrevesadas que cuentan con más de un giro imposible que, bien ejecutado, me deja con la boca abierta.

A principios de siglo parecía que Clive Owen se iba a comer el mundo protagonizando algunas de las películas más importantes de aquella época (no admito discusión, sobre todo cuando este hombre tiene en su filmografía ‘Hijos de los hombres’) y, de paso, ser el próximo James Bond. A mi es un actor que me cae simpático así que no me perdía una película suya.

‘Sin Control’ apareció en la cartelera y creo que fui de los pocos que la vio y que la disfrutó de principio a fin. Con un Owen dejándose llevar, una Jennifer Aniston en un registro distinto y un buen Cassel como villano de la función, Hafstrom compone un relato que funciona siempre que las piezas del guión te vayan encajando y, para mi gusto, lo hacen.

Es cierto que la parte final es forzada y que, incluso, quiere rizar el rizo en exceso, pero creo que encaja porque es lo que en todo momento busca el guión: ese gran engaño final.

No puedo más que recomendárosla.

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Basada en hechos reales, el anciano, Nicholas Winton rescató a casi 700 niños de origen judío refugiados en Praga durante la Segunda Guerra Mundial, recordándome inmediatamente a aquella famosa frase de ‘La lista de Schindler’ quien salva una vida salva el mundo entero. Pero, como siempre, los fantasmas del pasado terminan llamando a la puerta: ¿Y si hubiera podido salvar a alguno más?

Hawes nos relata la historia mediante el uso de dos líneas temporales, las de la juventud y ancianidad de Winton. El director le mete buen ritmo a la narración y se agradece ver una película que no se detiene en cada mínimo detalle para que el metraje se vaya a las tres horas. Además, es capaz de, con el material que tiene, evitar el drama facilón y dirige con acierto los momentos más potentes del filme.

La gran pega que tiene es que, en el fondo tenemos la sensación de estar viendo dos películas en una e, inevitablemente por su carisma, gana la partida la parte protagonizada por Anthony Hopkins, que, hasta con el piloto automático, me conquista. Porque, la verdad, el rol que tiene le viene como anillo al dedo.

Una película interesante que, seguro, tocará el corazón de más de uno.

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Si me leéis de forma habitual, sabéis que no me suelo perder un solo estreno de cine infantil. Mi niño interior sigue con ganas de aventuras y diversión. Pero, cuando ‘Trolls’ se estrenó, había algo que no me terminaba de convencer y, ahora que mi peque manda en casa y ha heredado mis ganas de cine, ha llegado el momento de echarla un vistazo.

Así, he descubierto que mis sospechas no eran infundadas: más allá de la pegadiza canción de Justin Timberlake, no veo gran cosa en ‘Trolls’ para que, a día de hoy, llevemos tres películas. Es más, debo decir que hasta la encuentro aburrida. Esta historia sobre seres de colores que cantan, se dan abrazos cada cierto tiempo y temen ser comidos tiene muy poca chicha.

Dentro de su locura y sus colores psicotrópicos, si que encuentro algún puntazo simpático que me arranca la sonrisa, pero el argumento se termina perdiendo en una subtrama amorosa bastante tonta, quizás temiendo el rechazo que pueda sentir su público objetivo.

Sin duda, su plato fuerte es el apartado musical y las voces del elenco, el resto me parece bastante olvidable.

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Bajo la premisa de actualizar un film de excelentes críticas y buen recuerdo para los cinéfilos del lugar, creo que Netflix ha metido la pata soberanamente con su nueva versión de ‘El salario del miedo’. Con una premisa excelente, lo que podría ser un festival de acción se deteriora desde el minuto uno por el concepto de opción «Z» (de entre todas las opciones que hay para ver en la plataforma, es difícil acabar en esta) que tiene en todo momento el filme.

Podría haceros una tesis sobre las pésimas consecuencias que ha tenido reír las gracias a la saga ‘Fast & Furious’ en el cine de acción, por sus exageradas secuencias, inverosímiles tiroteos y un largo etcétera de cosas. Pues resulta que es el camino que se elije para el remake. Se intenta dar, en todo momento, la sensación de que estamos viendo un spin-off de la saga y es un error como un campano. No, no era el enfoque adecuado de una cinta que requería pausa y, después, explosividad y, sobre todo, espectacularidad.

Porque lo que tenemos de resultado es un remake completamente siestero, una de esas películas que pones en la televisión y la haces entre poco y nada de caso porque, en ningún momento, hay nada que me llame mínimamente la atención y nada que conecte con lo que estás viendo en pantalla.

Bastante lamentable, la verdad.

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