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España España · Barcelona
Críticas de JRB
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
7
19 de octubre de 2020
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Make up" ha sido una de las sensaciones del cine británico reciente, un pequeño film de bajo presupuesto y actores poco conocidos que ha encandilado a la crítica, que llegó a decir de ella que era la mejor película inglesa del año. Tampoco es que el año haya sido como para tirar cohetes, por motivos obvios, y quizá esa afirmación le quede un poco grande, pero ciertamente estamos ante un film muy estimulante y rico en detalles. Un thriller modesto que se convierte poco a poco en un relato iniciático o de autodescubrimiento, un poco Hitchcock, De Palma o Lynch low cost, pero con no pocos hallazgos por parte de la directora debutante, Claire Oakley. Cuando alguien debuta en la dirección con tantos aciertos no suele ser fruto del azar y me vienen a la cabeza casos como los de Rian Johnson con "Brick" o Andrea Arnold con "Red Road", ambas películas primas lejanas de esta "Make up", que tomaban también los códigos del cine de género para darles una vuelta de tuerca y llevarlos a terrenos menos transitados y muy personales. Habrá que estar atentos a Claire Oakley.

"Make up", título que parece hacer referencia tanto al sentido más literal de maquillaje, chapa y pintura, como al sentido de tomar una decisión ("make up your mind"), cuenta la historia de Ruth, una chica que se va a vivir con su novio a un camping de casitas prefabricadas en la costa de Cornualles, un parque de vacaciones fuera de temporada. Allí encuentra trabajo en el servicio de mantenimiento y empieza a relacionarse con los enigmáticos personajes que pululan por la zona. La pasión inicial de la vida en pareja comienza a dar paso a la incertidumbre, la inseguridad y el vértigo, cuando sospecha que su novio le es infiel al ir encontrando múltiples pelos rojizos de otra mujer. Ruth comienza a obsesionarse en su búsqueda de esa desconocida, una mujer con un problema de alopecia galopante por otra parte, pero enigmática sin duda. Y ese enigma que la corroe se convierte en el motor de una desesperada búsqueda a ciegas que sirve a la vez como exploración de algunos aspectos desconocidos de su propia personalidad.

La directora deja claro muy pronto que su interés no es tanto seguir las pautas del thriller al uso ni construir un relato de misterio consistente y bien armado, sino el viaje interior de su personaje protagonista. Así, si en la superficie "Make Up" nos remite a De Palma con sus femmes fatales, dobles y pelucas, el corazón del relato se acerca más a un "Mulholland Drive" en su exploración de lo real y lo onírico y de la propia identidad en el seno de un relato con connotaciones LGTB, aunque definitivamente menos pesimista que el de la obra maestra de Lynch.

Lo mejor de "Make up" es sin duda la capacidad de la directora para sacar oro de un escenario tan peculiar como el microcosmos del parque vacacional, una claustrofóbica maraña de casas impersonales exactamente iguales entre sí, artificial e inhóspito, inabarcable y a la vez claustrofóbico. Cuando plastifican estas casas para resistir el temporal de lluvia, el escenario se torna más que nunca un laberinto de plexiglás como el de una cobaya de laboratorio. Y en él la protagonista se mueve con tanto desconcierto y desorientación como el propio espectador, dando palos de ciego sin saber exactamente qué espera encontrar en el extremo final.

Quizá la película se resienta de ser un poco cerebral, un tanto fría. Es un cine que habla de pasión de forma desapasionada, de obsesiones y deseo desde una distancia quizá demasiado prudencial. Pero sería injusto negar que es un film con muchos más aciertos que fallos y, como debut, uno de los más prometedores de los últimos tiempos.

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JRB
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8
21 de octubre de 2020
24 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Teatral, hiperestilizada y 100% Almodóvar, "La voz humana" es una obra extraña, que se siente a la vez novedosa y autorreferencial (casi más de lo que era "Dolor y Gloria"), un trabajo de madurez que mira al Almodóvar del pasado, lo reinterpreta y lo resume, y se atreve con un tono más experimental de lo que le permite habitualmente el formato largo.

El cortometraje es una adaptación libre de un texto de Jean Cocteau que Almodóvar lleva a su terreno. La heroína de esta historia se parece a otras que hemos visto en su filmografía. Es un animal herido, una mujer ante el abismo que sufre vértigo y deseos de saltar al vacío al mismo tiempo, intensa, amante y víctima de su propia pasión destructiva. Prima lejana de la Marisa Paredes de "La flor de mi secreto" y de la Carmen Maura de "Mujeres al borde de un ataque de nervios", es una mujer que ha de hacer frente al final de una relación, al cambio, al vacío de una nueva vida que la aterroriza. ¿Hay alguna pequeña posibilidad por pequeña que sea de salvar lo suyo? Pues mucho me temo que no.

El cortometraje se construye en torno a un largo monólogo de Tilda Swinton, tan magistral como demoledor, tan hipnótico como ampuloso y melodramático; artificioso en consonancia con el escenario, una nave industrial que haría las delicias del Lars von Trier de "Dogville" y que contiene el piso de la protagonista, la quintaesencia del piso almodovariano que tantas veces hemos visto, lleno de colores básicos y referencias a la cultura popular que van desde Alice Munro a Pablo Larraín y la soledad de la viuda "Jackie", Paul Thomas Anderson y el romance envenado de "El hilo invisible", o el Tarantino de "Kill Bill". Swinton no es Uma Thurman, pero su visceralidad y la capacidad de destrucción de su amor tóxico la emparentan con la novia vengativa de aquella película.

Todo funciona tan bien en "La voz humana" y la complicidad entre director y actriz es tal, que cuando termina sabe a poco. Quieres más de este Almodóvar. Quieres más de Tilda Swinton. Quieres que se lance a experimentar con el formato corto. O que vuelva al largo pero que cruce el charco de una vez, como lleva insinuando desde hace décadas.

Para terminar, añadir que en el apartado técnico destaca, como no podía ser de otra manera, Alberto Iglesias. Su partitura original es sublime, tan hermosa y rica como el mejor de sus trabajos. Se puede ganar un Goya por la BSO de un cortometraje? Debería.

driveincine.blogspot.com
JRB
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7
30 de septiembre de 2020
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pueblo en la costa de Normandía. Estamos en verano de 1985, suenan The Cure con su "In between days" y el joven Alex / Alexis, de apenas 16 años, es salvado de morir ahogado cuando su embarcación vuelca en mitad de una tormenta. Su salvador es otro chico de poco más de 18 años, seductor, seguro de sí mismo y con un interés ambiguo en él. Como una ola el amor llega a la vida de Alex y con él se desata una relación explosiva de amistad, pasión, celos y muerte. Muerte que ya se apunta desde la primera escena del film, en la que Ozon nos desvela la identidad del cadáver y nos invita a participar de la investigación policial mientras seguimos la novelización de este romance con la misma avidez que seguía las redacciones de su alumno preferido el profesor de "En la casa" (2012).

La primera parte de la película es una típica historia de coming of age LGTB como ya hemos visto en otras muchas ocasiones: primer amor, autodescubrimiento y despertar sexual. No innova pero funciona estupendamente por lo buen narrador que es a estas alturas de su carrera ya Ozon. La experiencia es un grado y es que, en el tiempo que tú tardas en poner la lavadora, François Ozon te ha rodado otra nueva película. Y casi nunca defrauda.

Esta primera parte de la película, ese primer amor gay estival y ochentero, nos trae irremediablemente a la cabeza la aclamada "Call me by your name". Y aunque "Verano del 85" no posee (ni busca) la capacidad inmersiva del cine sensorial de Guadagnino, sí encontramos una ligereza que se agradece y algunos hallazgos narrativos de gran fuerza, como la magnífica escena del walkman al ritmo de "Sailing" de Rod Stewart, quizá el mejor momento de toda la película.

La segunda mitad es más original e imprevisible, aunque también más problemática, ya que juega con las expectativas de thriller criminal a lo Patricia Highsmith que había creado inicialmente en el espectador, a riesgo de defraudarlas. En esta segunda parte de la película, los giros y cambios de tono son por momentos bruscos y desconcertantes. A otro director con menos oficio probablemente se le habría venido la película abajo, pero Ozon consigue salir a flote como la barca del protagonista en la escena inicial, con pequeños destellos de genio e ingenio y hasta un autohomenaje bastante simpático a su cortometraje "Un robe de été" (1996).

Al final, aunque en conjunto resulte irregular, la película funciona. Es de las buenas de Ozon aunque no de las mejores. Su mayor baza es la manera tan certera en que captura la intensidad adolescente, esas pulsiones irracionales que basculan en torno al Eros y el Tánatos, al ideal romántico y al deseo o fascinación por el riesgo y la muerte, visibles ya desde casi el inicio del film en el brillo de los ojos del protagonista mientras observa como un desconocido ebrio se juega la vida delante de un coche, y que luego cobran una importancia mucho más capital en el devenir de la historia.

Vuelve también aquí Ozon a otro de sus temas favoritos, el juego entre realidad y ficción que ya estaba en primer plano en films como "En la casa" o "Swimming Pool", explorado en esta ocasión con menor intención juguetona pero que condiciona igualmente la credibilidad del relato.

En el apartado actoral, el protagonista Felix Lefebvre es un agradable descubrimiento y por momentos se parece tanto a River Phoenix que asusta. Ozon lo sabe y lo potencia ya desde el cartel de la película, que guiña un ojo hasta quedarse tuerto a "Mi Idaho privado", así como por medio de distintos planos y looks que acentúan el parecido entre ambos actores y evocan a la malograda estrella de "Un lugar en ninguna parte". Lefebvre lleva el peso de la película con bastante holgura aunque sin el magnetismo que desprendían el malicioso Erns Umhauer de "En la casa" o Timothée Chalamet en "Call me by your name". Ozon es consciente de que el protagonista en la película tiene solo 16 años (no así el actor, mayor de edad) y aunque se recrea en imágenes de cierto homoerotismo, como las del chico observándose semidesnudo en el espejo subido a un taburete, evita ser explícito en otras escenas que podrían haber provocado una polémica innecesaria.

driveincine.blogspot.com
JRB
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7
5 de octubre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el lanzamiento de su prometedor trailer, "El diablo a todas horas" se convirtió en uno de los originales de Netflix más apetecibles de esta temporada. Tampoco eso es decir mucho, viniendo de una compañía que te hace una trilogía de "Mi primer beso", pero se agradece que de cuando en cuando encuentren tiempo para producir una suerte de cine adulto que dé un poco de lustre a su catálogo.

"El diablo a todas horas" es la adaptación de una novela de Donald Roy Pollock a cargo del director Antonio Campos ("Afterschool", la serie "The Sinner"). Campos llegó a este proyecto después de apearse de la dirección de "The First Omen", precuela de "La profecía". No deja de tener gracia que Campos cambiara una película sobre el hijo del diablo por "El diablo a todas horas". Parece que hay un cierto patrón de comportamiento, como un tufillo a azufre que le persigue allá donde va, aunque el diablo del que habla su última película es un diablo figurado, bastante menos literal que el niño Damien. Es un diablo que acecha a la mayoría de personajes como un virus que flota en el ambiente y los empuja a actuar con violencia, a pecar y a matar en nombre de la venganza, la locura, la lujuria, por convicciones religiosas o por una simple e irrefrenable atracción hacia el mal.

La historia se desarrolla en dos pequeños pueblos de la América profunda durante los años 50 y principios de los 60. Willard Russell (Bill Skarsgard) es un soldado que vuelve de la guerra y decide fundar una familia junto a una joven camarera, pero pronto la desgracia golpea sus vidas y marca en cierta manera el destino de su único hijo. Crímenes y sacrificios, fanáticos religiosos, polis corruptos y psicópatas de manual cruzan sus caminos en una película coral donde ocurren cosas malas todo el tiempo, a todas horas. Muy diablo, mucho diablo.

Y es que la película es como una montaña rusa de la desgracia que solo va hacia arriba. Dos horas y veinte minutos solo hacia arriba. Un no parar de crímenes y atrocidades que llegan a saturar al espectador y no dejan respirar adecuadamente la historia. Son tantos los eventos violentos que se suceden, tanta trama que Campos quiere adaptar de la novela, que se ve obligado a ir de una desgracia a otra como quien juega a unir los puntos con un bolígrafo, desatendiendo por momentos el desarrollo de los personajes y los interesantes vínculos que se van apuntando entre ellos.

Por suerte, esos problemas de guión los compensa con una dirección muy solvente y talento a la hora de crear atmósferas. La ambientación y el aroma a gótico sureño es lo que mejor funciona en los escasos minutos de película en los que no está muriendo nadie. Bueno, miento, durante los créditos finales tampoco muere nadie.
En los pasajes más inspirados del film, Campos consigue crear un clima enrarecido y una sensación permanente de peligro y violencia contenida (o no tan contenida) que le emparenta con el cine de los Coen y nos hace albergar grandes esperanzas de cara a futuros proyectos.

Entre el reparto, lleno de caras conocidas del cine palomitero intentando que se los tomen en serio como actores de carácter (Spiderman poniendo acento! El soldado de invierno con barriga! Pennywise!), destaca precisamente uno de los rostros menos populares, el de Harry Melling, actor al que recordamos por su extraño papel de artista ambulante sin miembros en "La balada de Buster Scruggs" (2018) y que aquí interpreta a un predicador tarado, responsable de varios de los momentos más perturbadores de la película, uno de ellos involucrando arañas. Destacan además Bill Skarsgard para bien y Robert Pattinson (Batman! el que faltaba!) para no tan bien, quien al parecer se negó a trabajar su acento con un coach y decidió construirlo por su cuenta para sorprender al director el día de rodaje. La verdad es que suena peculiar, crea un personaje llamativo y con magnetismo, pero se le nota actuar demasiado y por momentos te saca de la película. Por lo general Pattinson me suele gustar bastante (no tanto como parece gustarse a sí mismo, pero bastante) y creo que a estas alturas ya ha demostrado sobradamente que es un buen actor ("El faro", "Good Time"), pero también cuánto le gustan esa clase de interpretaciones histriónicas, un poco circo de tres pistas, un poco caminar sobre un alambre ("The King" o en esta película) que no siempre funcionan.

driveincine.blogspot.com
JRB
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5
2 de octubre de 2020
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inés (Érica Rivas) trabaja como dobladora de películas y soprano en un coro. Ella vive de su voz. Lleva una vida ordenada, tiene una nueva pareja y una madre casi siempre ausente que ejercen mucho más control sobre su vida del que ella desearía. Inés sufre de pesadillas recurrentes, extraños sueños que no puede explicar y que podrían ser algo más que simples sueños. Tras un suceso trágico e inexplicable durante sus vacaciones, Inés comienza a perder el control de la situación y de su propia voz, de su propia identidad. Elementos provenientes de sus pesadillas parecen invadir su vigilia, mientras la frontera entre lo real y lo onírico se difumina.

"El prófugo" es una adaptación de la novela "El mal menor" de C.E. Feiling y supone el segundo trabajo como realizadora de Natalia Meta. Al igual que en su ópera prima, "Muerte en Buenos Aires", Meta abraza en su segundo film elementos clásicos del cine de género (thriller policiaco entonces, terror y fantástico ahora) y los lleva a terrenos menos explorados, desafiando las expectativas del espectador y las convenciones del género. Así, si en "Muerte en Buenos Aires" jugaba con los tópicos del noir para subvertirlos y presentarnos al personaje de Chino Darín, un policía lleno de secretos, como un ambiguo trasunto del clásico rol de femme fatale (un homme fatale, por qué no?), en "El prófugo" evita entrar de lleno en el cine de terror para intentar una aproximación a la historia más interesada en sus aspectos de drama psicológico y retrato de una mujer con su identidad en descomposición.

Aunque se agradece ese punto de vista más personal, la propuesta solo funciona a medias. Hay elementos muy logrados, como la descripción de la relación posesiva del novio, con la que Meta consigue introducir un clima de desasosiego y claustrofobia en espacios tan poco propicios para ello como un karaoke o un paradisíaco resort turístico. Meta también capta por momentos esa acertada atmósfera entre el sueño y la vigilia, ese momento de 'niebla de la consciencia' en que los pensamientos comienzan a difuminarse, las defensas caen y las imágenes provenientes del subconsciente toman el control; una sensación de confusión y duermevela que sobrevuela las mejores partes de la película, especialmente logradas aquellas escenas en las que la protagonista dobla películas desde su cabina (generalmente asiáticas, generalmente de terror). También se agradece la presencia de Cecilia Roth, que por momentos funciona como alivio cómico y por momentos te hiela la sonrisa en la cara, y Nahuel Pérez Biscayart, que nos conmocionó a todos en "120 BPM" pero aquí no tiene tanto espacio para demostrar lo excelente actor que es.

El problema viene cuando Meta coquetea con lo fantástico, con el giallo, cuando juega a ser "Insidious", "Cisne negro", "Mulholland Drive" y tantas otras películas. Lo hace sin convicción, de manera superficial y tontorrona, como si no se decidiera a dar el paso y abrazar completamente la esencia de la novela que adapta. Esa indefinición entre drama y terror es a la vez lo que distingue su visión y el mayor punto débil de un film que no llega a desarrollar su potencial.

Por suerte, y sin spoilers, todo dirige a una escena de créditos finales gloriosa, en la que Meta finalmente se desata y abraza todas las posibilidades que apuntaba el relato. Esa escena dan ganas de aplaudir y reír al mismo tiempo. Ojalá este momento hubiera llegado mucho antes en la trama, porque uno se queda con ganas de saber qué pasa después, con ganas de una secuela seguramente mucho más estimulante que todo lo que hemos visto hasta ese punto.

driveincine.blogspot.com
JRB
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