Bueno, bueno, esta película es demasiado larga, ¿no?
Le he dado tan sólo un cinco, calificándola así de pasable, pues considero que las reflexiones que hace son interesantes, si es que la he entendido bien y he hecho la lectura correcta: pretende el director (y he de suponer que también el autor, aunque no he leído la obra) que veamos uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX, la IIGM, y una de las manifestaciones sociales más curiosas, el nazismo, desde la óptica de la infancia, y funcionar así de contrapunto a la visión adulta y experimentada de los que escriben la Historia - ¿a que no se le preguntó a ningún niño qué pensaba sobre los avatares de entonces? ¿No nos recuerda esto a William Blake, amigos?
Hay algunos elementos interesantes, como el niño precipitándose a la tumba, símbolo de la muerte de su infancia permanente.
¿Realismo mágico? Para magia ya tenemos la de la enana. La duración de esta película equipara en molestia al estridente sonido del tambor del liliputiense alemán.
El caso es que de buena gana le habría dado un cuatro, pero no quiero ser yo quien suspenda la adaptación de una obra que ha recibido un Nobel.