Verdaderamente, no entiendo a la crítica especializada. Pudiera darse el caso de que después de años visionando películas se pierda el más elemental sentido común a la hora de apreciar una obra cinematográfica. Seguramente será eso, que uno se olvida poco a poco de lo que es comunicar por parte de un creador/artista y de lo que es recibir esa comunicación por parte del receptor/espectador.

Django Desencadenado no comunica nada, está vacía, no tiene alma. Y mira que el tema se presta: es interesante, evocador, podría abordarse desde mil perspectivas distintas y jugar con mil matices…Pero no. Todo es refrito y dejà-vu. Supuestas escenas y personajes epatantes por ser supuestamente cínicos y anti-políticamente correctos, gags supuestamente cómicos totalmente fuera de contexto, personajes extraplanos, innecesarias explicaciones (probablemente porque Tarantino ha olvidado lo que es una elipsis, lo que es el metalenguaje, lo que es comunicación no explícita sino sugerida), y, cómo no, esa dosis de violencia que por una parte es excesiva (en duración, en escenas, en bolsitas de pintura roja reventadas-¡qué gasto absurdo, Dios mío!) y por otra, ya que nos ponemos en plan malote, pacata, insulsa, tímida y basada únicamente en la víscera y el color rojo. Mucho chorretón por las paredes y mucha masa encefálica, pero no se siente la violencia, sino sólo un desagrado que te hace apartar los ojos de la pantalla hasta que pasa el tiroteo. Puede que ese fuera el afán del director, que la gente saliera comentando que no podía ni mirar la pantalla…En fin.

¿Es mala esta película? Quiero decir, ¿lo que normalmente se entiende por “mala”?. Pues, hombre, quizá no, quizá algunas escenas, algún trocito de alguna interpretación, los paisajes, la música, ese tipo de cosas, la salven del suspenso. Pero es, desde luego, completamente prescindible: poco innovadora y nula a la hora de comunicar (¡no digamos de conmover¡). Emplead vuestro dinero en un par de cañas o tres.

¡Qué buen sabor de boca me dejó esta película! Y eso que últimamente andaba un poco enfurruñada con Ricardo Darín porque en sus últimas películas me parece que da gato por liebre. Aquí no. Aquí su personaje es creíble, matizado, tierno sin resultar sensiblero, cómico sin resultar grotesco. Y con ese punto trágico que hace que te involucres en su peripecia, que empatices, que te preocupes por él.

Pero sin duda el gran acierto de la película es el chino. Su personaje puede decirse que es mudo, porque aunque habla mucho (desesperadamente, ¡pobre!) lo hace en chino sin subtítulos y ni el resto de los personajes de la película ni ningún espectador medio entiende una palabra. Y aun así, qué manera de transmitir su desconfianza y su nerviosismo primero y su cariño y agradecimiento hacia el ferretero después. No sé cómo lo consigue, pero palabra que su mirada buscando amparo hace que te quieras meter en la película para echarle una mano.

Una mezcla acertada de humor, peripecia, tragedia, surrealismo (no olvidemos la vaca voladora) y hasta de reflexión sobre lo que suponen las barreras culturales y, sobre todo y concretamente, las lingüísticas. Una historia sencilla y bien contada que transmite una reconfortante dosis de buen rollo.

Película con peso y con poso: su estética a medio camino entre "El Vaquilla" y "The Wire" no deja indiferente. Entre sus virtudes destacaría su contención, pues es demasiado habitual en el cine español "de acción" un cierto tremendismo que suele camuflar la falta de otro tipo de recursos no por más sencillos menos eficientes.

Entre sus defectos señalaría el tratamiento algo superficial de los personajes, si bien está claro que lo que la película pretende fundamentalmente es la recreación o evocación de una atmósfera muy particular a la que contribuyen los personajes de forma coral e ilustrativa. También lastra el resultado el recurso a ciertos tópicos cinematográficos que, creo, están de más en un filme que pretende arrastrarse a ras de suelo, alimentarse de realidad y huir de historias manidas.

En cualquier caso considero que es altamente recomendable y, desde luego, resulta ser un soplo de aire fresco dentro del panorama del cine español contemporáneo.

Sigo el criterio de puntuar bien las películas que me dejan una sensación que perdura en el tiempo, y, sin duda, es el caso de ésta que vi por azar en vídeo un viernes por la tarde. Ahora bien: he estado tentada de puntuarla con una estrella porque esta sensación es la más desasosegante que me ha producido nunca una película. Más que desasosegante: ¡maligna! Me costó conciliar el sueño, y, aun hoy, me escucho aconsejándola a amigos al mismo tiempo que mi voz interior me dice: no seas cruel.....¿quieres que pasen el mismo mal rato que pasaste tú??.

Es una película TERRORÍFICA sin pertenecer formalmente a este género. Su contradictorio título y su desconcertante comienzo contribuyen a generar una sensación inquietante desde el minuto uno y las vueltas de tuerca del guión transforman esta sensación en un pánico angustioso que no te abandona hasta el final. Menos mal que acabó y me pude ir a la cama.........y aun allí......
Vaya por delante que soy débil e impresionable, pero en serio: no apta para cardiacos.

Comencé a ver esta película con el mando a distancia al lado para cambiar o apagar la televisión en cualquier momento y, sin embargo, me quedé hasta final. Y es que es una película con encanto en la que la pareja protagonista llena la pantalla. Quizá por fidelidad a la obra original, resulta anticuada tanto en su planteamiento general (españolito desconcertado y finalmente seducido por francesita liberada a la par que estudiadamente ingenua) como en el telón de fondo que conforman los secundarios (exiliado rojo típico y tópico, un poco de sainete y pandereta, suegra infantiloide proclive a la apariencia y el cotilleo, pandilla de amigos calaveras....). Por ello, resulta sorprendente como, a pesar de ello, se mantiene el interés del espectador a lo largo de todo el metraje.

A pesar de interpretaciones algo mediocres (Beatriz Carvajal) y de que no se la pueda considerar ninguna obra maestra, la recomiendo: buen rato garantizado.