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Tajikistan Tajikistan · Demonlandia
Críticas de Neathara
Críticas 1.158
Críticas ordenadas por utilidad
9
15 de enero de 2010
362 de 448 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se suele decir de Haneke que es un cirujano que disecciona los males de la sociedad moderna y sin embargo, no hay apreciación más equivocada: ya que un cirujano abre el cuerpo y lo examina para que, una vez determinadas las causas del mal, proceder a extirpar la carne corrupta en vías de lograr la curación del paciente. Y sin embargo, lo que se hace en "La cinta blanca" no es una operación. Es una exhumación seguida de una autopsia.

El cuerpo tiene un aspecto impoluto (la tanatoplastia B/N hace milagros) pero una vez empieza a abrirse, asoma su verdadera naturaleza. A medida que la voz en off del narrador nos cuenta los extraños sucesos que acontecieron en aquel puritano pueblecito alemán poco antes del inicio de la Primera Guerra Mundial, se nos muestran los órganos y la lenta corrupción que ha ido devorando por dentro ese inmaculado cadáver. Así, mientras la disección se profundiza, el blanco de la imagen -el blanco del rostro, de la nieve, del incendio- se va a ir comiendo lentamente al negro. Al final, hay un infernal predominio de esa falsa inocencia que pregona la cinta blanca: para cuando llega el momento de asumir sus enseñanzas, es demasiado tarde. Si los padres desarrollaron sus vicios y pecados al abrigo de la oscuridad, serán los hijos quienes opongan con orgullo su propia concepción de la pureza, a plena luz del día. El triunfo de la voluntad.

Y no el único triunfo: hoy se ha estrenado en algunos cines de España una película austríaca de dos horas en blanco y negro. Sobre la génesis del nazismo. Sin holocausto. Sin discursos. Sin gafitas 3-D. Sin banda sonora. Sin trailer impactante. Sin estrellas.

Si esto no es la verdadera revolución, detengan la cámara, corten y déjenme salir, que yo me largo.
Neathara
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8
13 de junio de 2008
277 de 288 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es el retrato de una histérica relación de amor adolescente entre dos atolondrados lo que nos emociona de "Esplendor en la Hierba"? No.

¿Es la forzada separación de unos amantes a causa de la represión sexual y los prejuicios sociales? Desde luego que no.

¿Es la desesperación de Deanie, el distanciamiento de Bud, la supuesta crueldad de los padres de ambos? No y mil veces no.

¿Es la sensación de que hemos contemplado el advenimiento de un amor fuera de lo común? Rotundamente no.

Porque Elia Kazan no habla sobre el amor, aunque la historia que vertebra la película es una historia de amor. Los amores de Bud y Deanie son tan vulgares como otros amores cualesquiera y no superarían jamás la prueba del tiempo: son dos seres perfectamente mediocres perdidos en un mundo que se los va a comer vivos tal y como ha devorado antes a otros mejores que ellos.

No, no se trata de eso. Todo el secreto significado de la película se desvela cuando Deanie lee en voz alta los versos de Woodsworth: "Aunque ya nada pueda devolvernos la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste en el recuerdo". Porque entonces es cuando nos damos cuenta de que todo cuanto en verdad lamentarán los personajes no es la pérdida de su amor, sino la de su juventud. Y eso es lo que de verdad emociona y duele en "Esplendor en la hierba". La fugacidad del tiempo, el recuerdo de unos instantes que parecieron iluminados por el fulgor de lo recién descubierto por primera vez en la vida: las rosas.

Eso duele. Y por tanto, voy a decir que he visto esta película una sola vez: y no volveré a verla jamás a menos que algún día sea lo suficientemente mayor para haber olvidado lo que significaba ser joven.
Neathara
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4
26 de diciembre de 2007
322 de 386 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vale con que Will Smith sea Robert Neville, hacemos un esfuerzo imaginativo y nos lo creemos. Vale con que Neville sea un cruce entre un Navy SEAL y la doctora Quinn, cuesta, pero también nos lo creemos. Vale que el tipo se dedique a hacer el gañán en el Nueva York asolado, en lugar de tratar de preservar el paso de la ya extinta raza humana como hacía el Robert Neville literario, en fin, son pequeñas licencias del guión...Y el caso es que la primera parte tiene garra, entretiene y hasta inquieta, a pesar de que nunca sientes la verdadera soledad de Smith. De hecho, da la impresión de que se lo está pasando bomba y todo.
Pero el final NO. El cabreo con que he salido del cine es considerable. No se me ocurre mayor traición a un texto, a un concepto e incluso a un título. Y ahora, abajo, al spoiler...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Neathara
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8
9 de abril de 2008
324 de 392 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ay, Sidney, Sidney. Yo es que contigo no doy crédito. Aquí estamos todos, preguntándonos si será Tarantino, o James Gray o P.T.Anderson las enseñas del futuro del cine, cuando vienes tú con tu última película y les das un soberano repaso a todos ellos, a tus ochenta y cuatro añazos, mucho más clásico y a la vez, soberbiamente moderno. Permitiéndote además el capricho de rodar en vídeo de alta definición, porque “el celuloide está muerto” y de jugar con las secuencias temporales como un directorzuelo cualquiera de los de ahora, pero con mañas de perro viejo que se las sabía todas cuando la mayoría de la competencia todavía no había abierto los ojos a la luz del mundo. Te das el gustazo de putear al inmenso Albert Finney, de sacar todo el jugo al irregular Ethan Hawke, a dejar a sus anchas al monstruo Hoffman y a despelotar a Marisa Tomei y aún encima, para más choteo, nos regalas un final acojonante así, de propina.
El viejo diablo nos ha regalado el verdadero gran peliculón del 2007. Y es que sabe más el diablo por viejo que por diablo...
Neathara
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8
12 de mayo de 2008
268 de 286 usuarios han encontrado esta crítica útil
En realidad, hay pocas cosas más milagrosas -y misteriosas- en esta vida que enamorarse: pero no encoñarse, ni encapricharse, sino enamorarse de verdad, hasta las trancas, hasta el punto de ser abducido y colonizado por un sentimiento que nos hace aún más imperfectos, si cabe, pero a veces mucho mejores de lo que soñaríamos ser jamás. Y ese amor que es como la devastación de un territorio más que dispuesto a ser devastado, no es el que el cine suele querer vendernos habitualmente. Más bien es como esta sencilla, casi austera historia que confirma a Clint Eastwood como uno de directores vivos más grandes del cine americano y le revela como un cineasta de poliédrica y minimalista sensibilidad, capaz de retratar con aliento más que poético la simple emoción de dos seres humanos entera y verdaderamente enamorados.

La historia arranca con un encuentro fortuito (y afortunado) entre dos seres lo más alejados de los clichés románticos que pueda imaginarse. Él es un lobo solitario, un fotógrafo del National Geographic ya entradito en años y ella una madura ama de casa pasando un fin de semana de soledad en su granja. De cómo estas criaturas tan dispares comienzan sintiendo una atracción espontánea y más tarde, comienzan a enamorarse de tal manera que duele el corazón de verlos, va la película.

No hay nada muy espectacular, ni grandes escenas amorosas, ni siquiera un ritmo que pueda llamarse ágil: la sensible dirección de Eastwood vuelve a dar sentido a aquella expresión de "menos es más". Algo tan sencillo como el rostro de ella (el descubriento de estar siendo deseada, admirada) cuando él la está fotografiando en los puentes, resulta mucho más elocuente que un pegajoso morreo en primera plana. O esa mano sobre el picaporte...qué decir de una escena que roza lo prodigioso en cuanto a contención estilística y desgarro emocional.
Todo en la película está cuidado hasta el extremo, dejando que el talento de los actores (el propio Eastwood y la increíble Streep) hable por sí mismo, sin más excusa argumental que el milagro de un amor correspondido en el crepúsculo de la vida, en el momento más inesperado, cuando ya se ha tirado la toalla para replegarse en la comodidad de una existencia sin sobresaltos pero sin sorpresas.

Y sólo por eso, vale la pena...verla y enamorarse.
Neathara
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