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España España · Valencia
Críticas de Anita Atina
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Críticas 10
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
8 de septiembre de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando incluí este largometraje en mi “lista de pelis pendientes de ver”, he de reconocer que me había atraído, sin tener la menor idea de qué me esperaba, ¿Quizá algo exótico con esa doble denominación geográfica y esa seductora portada? No sé, tenía un grato presentimiento. Y en fin sí, me gustó y me removió, pero… creo que no volvería a verla, quizá sí algunas escenas que considero engloban una copiosa riqueza existencial.

Impactante comienzo: plano cercano y profundo del desierto aderezado con la desgarradora slide guitar de Ry Cooder. Súbita aparición de un hombre errante con la mirada perdida, de aspecto más bien cochambroso. Ha disparado certera y gradualmente nuestra intriga. Silencio. ¿Qué hace con esa gorra roja?, ¿Por qué lleva ese ajado traje de chaqueta?, ¿Huye, vuelve? ¿Qué le habrá pasado?, ¿Qué móvil le lleva a estar ahí?, ¿Por quéeeee?. Está bien, necesito seguir viéndola.

En las subsiguientes escenas descubrimos que el mutus vagabundus efectivamente tiene identidad: se trata de Travis Henderson (Harry Dean Stanton. Tengo en mí que nadie mejor para dar vida a este personaje), cuyo antitético y ¿conformista? hermano Walter (Dean Stockwell), al recibir la llamada del dueño de una insólita gasolinera texana informándole de la fulminante aparición de su hermano- desaparecido durante cuatro años- sale sin demora a su encuentro.

El director alemán Wim Wenders nos ha agasajado con este planteamiento, y ahora nos lleva de la mano hacia el pulcro capítulo de la COMPRENSIÓN. Me enternece cómo Walter intenta aproximarse a su hermano, cómo persiste en hablarle a pesar de su silencio y cuestionable amnesia, la delicada y atenta bienvenida a su hogar en Los Ángeles… Aquí empiezan a albergarse livianas esperanzas de que en la anormalidad todo vuelve a la normalidad. Así, en intermitentes y fugaces momentos, Travis recuerda y se ilusiona con algún menester y pierde su mirada perdida (se me empañaron los ojos con los zapatitos limpios en fila india). Pero yo sigo sufriendo porque sé que Travis sufre, siento su vacío, sus miedos, su sentimiento de ajenidad, su vulnerabilidad, sus ganas de huir, sus ganas de ser. Siento que es como un niño grande incomprendido y más pequeño que su propio hijo de siete años.

Durante el desarrollo de la trama, vamos peregrinando lentamente por el resto de fases de nuestro alter ego Travis, y así conocemos de cerca el DOLOR, entendemos que el umbral del camino es el DIÁLOGO y nuestro destino es la ACEPTACIÓN. Ahora siento la dicotomía moral de la cruel pugna entre el ser y el deber ser: ¿Huir o resistir?, ¿inconformismo o cobardía?, ¿Ser simple es complicado o lo complicado es ser simple?

En fin, que podría quedarme aquí, en una retahíla de preguntas retóricas y abstractas sobre el devenir humano. Mas pero sin embargo y quizá, me niego. Quiero y querría pensar, que el fin no justifica los medios, y que por ende, miedo y dolor tampoco justifican la huida y daño a terceros, y en haciéndome violencia y por mor de la especie humana, yo me quiero inclinar a pensar que por encima del sentimiento y/o determinismo, prevalece la voluntad y en cierto modo, la razón por encima de la sinrazón. Pero tengo miedo.

Inmersos en este místico cóctel mólotov, contemplamos cómo Travis querrá resolver las incógnitas de su cabeza, corazón y sentimientos, y aunque sin un plan u objetivos muy definidos (otra vez), emprenderá el nudo o desenlace -aquí a elección del espectador- de su periplo emocional y vital. Y allí, en el peep-show de espejo unidireccional, sentando frente a Jane, el amor de su vida (Nastassja Kinski) nos confiesa lo que ya sabíamos:

- Tengo miedo, pero tengo aún más miedo de no enfrentarme a ese miedo.

Y resulta que el sueño y el recuerdo está ahí, en París Texas, tan cerca y tan lejos*
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anita Atina
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4
4 de septiembre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si las cuentas no me fallan, 10 dividido entre 2 nos da un resultado de 5, si le restamos 1 habemus 4, y… ésta es la puntuación que le otorgo a esta película por su segunda parte, porque en efecto, cuando ya se había disipado toda esperanza y en anhelando fervientemente que se aproximara algo parecido a algo, que pusiera punto y final a ese algo (no conseguía hilar la trama por ningún lado), entonces, es entonces, cuando comenzó una película nueva con su giro cinéfilo inesperado que me devolvió las ganas de vivir.

La vi hace unas cuantas semanas, y no tengo agallas de reiterar su visionado para poder realizar ésta mi crítica, con la mayor de las coherencias, frescura y objetividad posibles. Recuerdo que mi madre estaba sentada a mi vera en el sofá, flirteando con la siesta que se le avecinaba, y cuando juntas vimos el inicio de la película, reconozco que sentí orgullo de mi elección: imágenes mágicas de engranajes, planos gigantérrimos de la ciudad parisina y sus sitios más y menos recónditos, colores y tonalidades muy puras al más estilo vintage, la nostálgica estación de tren… y todo este conglomerado entremezclado con una música que incitaba a la colosalidad in crescendo. Pero cuando los diálogos empezaron, entonces empecé a experimentar cierta vergüenza… Culpable su Señoría.

Esta pretensión dirigida por Martin Scorsese (con todos mis respetos, señor Scorsese) se basa en el libro “La invención de Hugo Cabret”, escrito por un tal Brian Selznick. Como no lo he leído, aunque me pica cierta curiosidad por mor de la verdad, no puedo analizar la veracidad de su adaptación al séptimo arte. El caso es que Hugo Cabret (Asa Butterfield), es un niño huérfano de su difunto padre y cameo de Jude Law, que se encarga del correcto funcionamiento de los relojes de la estación de tren de París. Y así, en un burdo anhelo de evocación a Oliver Twist (¿Quién me compra esta hermosa mañana?), este rapaz deambula por la estación sisando piezas que le puedan ayudar a reparar un robot que heredó de su señor padre, con el cual Hugo habla en sus momentos de soledad. Un buen día, es sorprendido in fraganti por el dueño de la tienda de juguetes de la estación, curiosamente llamado Georges Méliès (Ben Kingsley), y éste, en un arranque iracundo ante tal desfachatez, arrebata a Hugo su libreta de instrucciones y croquis que suponemos, servían para consumar la creación del autómata anquilosado.

Será entonces cuando Hugo conozca a Isabelle (Chloë Grace Moretz), la petulante y redicha nieta de Méliès, la cual se compromete a ayudar a Hugo en la recuperación del dichoso cuadernito. Bueno, pues mi madre se entrega a Morfeo y he aquí que comienza lo más interesante del filme: un recorrido imprevisto por los albores del maravilloso mundo del cine, concretamente personificados en la figura del ilusionista y cineasta francés Georges Méliès. Chic@, un poco de historia y cultura cinéfila nunca viene mal… pensé yo.

En fin, no voy a relataros mucho más, porque considero que las imágenes en este caso valen mucho más que lo que servidora pueda ofrecer, pero si con palabras he de concluir, será con un flashback que escenifica uno de los histriónicos rodajes liderados por Méliès, el cual enuncia una frase que a mí personalmente me gustó: “Si alguna vez te has preguntado de dónde provienen tus sueños, mira a tu alrededor. Aquí es donde se fabrican.”… Está bien, no parece muy insólita o extraordinaria, pero me deleité meditando que realmente tenía razón. Yo quiero seguir soñando con el cine, quiero pensar que Le Voyage dans la Lune nunca pasará de moda, quiero perdonar a Scorsese por recordarme que quiero seguir soñando.

Mi madre se despierta y sentencia: “el próximo día elijo yo”.
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Anita Atina
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3
31 de agosto de 2019
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pretencioso, sa
Del fr. prétentieux.
1. adj. Presuntuoso, que pretende ser más de lo que es.
_________________________
sobrevalorar.
De sobre- y valorar.
1. tr. Otorgar a alguien o algo mayor valor del que realmente tiene.
__________________________

Aunque escéptica, finalmente accedí a verla, dispuesta a que me sorprendiera. Y en efecto, eso es lo que hizo. En cuanto vi el The End en la pantalla estaba completamente sorprendida: no me había sorprendido en absoluto. Como ya venía intuyendo desde todo aquel bombo y platillo que se le ha querido, y de facto, se le ha dado en todos los medios, se trata de una película - me temo - de todo punto pretenciosa. Lo pretende todo, y se queda en el medio, de mediocre, o quizá en eso, insisto, una simple pretensión. Pretende ser un buen musical, pero no tiene grandes canciones, salvo aquella que vi en el tráiler, esa tristona y melancólica que entona Ryan Goslin y que consta de escasas cuatro notas. Que sí, que tiene buen jazz y tal, pero para eso, me pongo una buena lista de Spotify jazzera en mi casa. Además, me quedo antes con otras mil películas de musicales, a los que si no me equivoco, intenta en algún momento evocar esta película: Cantando bajo la lluvia, Mary Poppins, Sonrisas y Lágrimas, Moulin Rouge, Grease… Pero no, no voy a seguir la lista porque me parece de superfluo perogrullo.

Entonces ¿Qué es? ¿Una gran escenografía o puesta en escena? Está bien. Mola que ella lleve un vestido amarillo, un bolso rojo y unos tacones azul eléctrico. Todo muy estridente y llamativo. ¿Quizá fácil? Pues… para redundar en la forma me quedo con Abajo el amor, Dos en la carretera, e insisto, Moulin Rouge y su decorado mágico y estrellado durante Elephant love medley. Pero no me quiero rendir, o ser agorera… ¿Se trata entonces de un buen guión? Han pasado 40 o 50 minutos aproximadamente de la película, y no veo que haya algo excesivamente inusual, genuino, o sorprendente: chico conoce chica, chico quiere cumplir sus sueños, chica quiere cumplir sus sueños, el camino es duro… y en fin, no puedo relatar más por respeto a todos aquellos cándidos usuarios que estén a la expectativa de propinarse un buen zurriagazo con su visionado.

En realidad, puede que mi indignación solo surja de todo el furor y revuelo que ha causado inmerecidamente la película. Quizá si la hubiese descubierto en alguna sala de cine vacía, y no hubiese oído hablar de ella, me habría ido pensando que a pesar de sus ínfulas, es una peli bonita y digna de pasar un buen rato.

Le doy un 3, porque me los imagino ensayando con entusiasmo una y otra vez cada una de las coreografías y cancioncillas, y en realidad me genera cierta desazón. Así como por el soberbio corte que se llevaron creyendo fervientemente que eran ganadores del Oscar en la categoría a mejor película del año, cuando era, en realidad, para su contrincante "Moonlight".

P.S.: Ya siento la falta de alusión a la información básica del largometraje: director, reparto, personajes o quizá datos más específicos y/o técnicos, pero me genera un escaso interés y prefiero emplear ese tiempo en otros menesteres, como por ejemplo, revelaros que "sobrevaloración" (en el título de la crítica) no aparece en la RAE. ¿No tenemos sustantivo para tan dichoso vocablo?

Sean felices, pero no como nos enseñan en la peli. Gracias.
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Anita Atina
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7
31 de agosto de 2019
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bill Murray no decepciona. Y aquí nos vuelve a conquistar en esta amable comedia - más bien de tipo surrealista- del británico Jon Amiel, quien osa dirigir una parodia de aquella película de Alfred Hitchcock cuyo nombre ya podemos intuir… “El hombre que sabía demasiado”, año 1.956 (41 años anterior en el tiempo, para los que no os apetezca realizar el cálculo), y según tengo entendido, basada en una novela inédita de Robert Farrar (titulada ''Watch the Man'').

Plano inicial de WALLACE Ritchie (Bill Murray), que aterriza en Inglaterra con soberano descaro, para celebrar inesperadamente su cumpleaños junto a su hermano JAMES (Peter Gallagher, con sus colosales y pobladas cejas que nunca han cejado su característico negro azabache, y que por cierto nos deleitó entre otras, con “Mientras dormías”). Desde el arranque, la trama recae en la trillada dualidad y bipolaridad fraternal: James, el hermano ejecutivo agresivo enfrascado en la banca y las finanzas, y Wallace, el hermano indisciplinado y farandulero currante en un videoclub. Contento con su inminente llegada, pero aterrado con la inaplazable cena de negocios programada para esa misma noche, James engatusará a su hermano Wallace para acabar apuntándole en "Theatre of Life", un programa que convierte a sus clientes en protagonistas de un teatrillo improvisado. Lo que en principio se antoja una buena idea, acabará resultando un completo desastre cómico colmado de todo tipo de disparatadas confusiones y clichés que harán las delicias en carcajada limpia del espectador.

Inmerso en este escenario de ineptos asesinos rusos, espías británicos, ministros de defensa y siempre acompañado de Lori, la que parecía ser una mujerzuela secundaria (Joanne Whalley, nuestra querida Sorsha en Willow), el entregado Wallace al sobrenombre de Spencer (simplemente Spencer), interpreta magistralmente con su registro gestual tan genuino- en su particular ficción personal y en la propia cinematográfica- lo que le exige el guión, hasta acabar inmerso y emocionado en una danza rusa folclórica al más puro estilo Leslie Nielsen, y que, dicho sea de paso, servidora disfrutó enormemente cuando ya había claudicado en risotadas.

Y he aquí las pertinentes puntualizaciones:
+ Rápido e inesperado inicio en el desarrollo de los equívocos.
+ A mí me hace reflexionar un asunto subyacente en toda la trama: somos capaces de casi cualquier cosa cuando desconocemos el riesgo y los peligros que llevan aparejadas nuestras acciones o palabras.
- ¿Que Bill Murray es ingenuo? Que sí, pero de ahí a tonto perdido es lo que nos carga y atiborra. Y es que mientras servidora la veía, en más de una ocasión mi subconsciente construyó el anteriormente citado paralelismo con mi predilecto Leslie Nielsen, D.E.P. Chorrea un exceso de surrealismo y extremada tontuna en determinados personajes, y se echa de menos un toque de sensatez y coherencia, principalmente cuando se va acercando el final.
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Anita Atina
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7
25 de agosto de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen muchas maneras de contar una vida, y la que ha escogido Bryan Singer para contar la de Farrokh Bulsara, el autoproclamado, “Freddie Mercury” es sencillamente lo que coloquialmente referimos como “una historia bien contada”.

Este joven zanzibarí con ínfulas e inmensas ganas de demostrar al mundo que es alguien, ante un característico y repetitivo rol de padre que no acaba de entender ni apoyar a su hijo "diferente" (¿Será que necesitamos al malo de la peli o por desgracia se trata de una realidad habitual?), se estrena como el artista que es en aquella banda de rock llamada entre otros Smile, y que tocaba en garitos de mala muerte con escasas o bien limitadas aspiraciones (al menos, así es como nos lo pintan). Compuesta por un astrofísico a la guitarra, Brian May, un quasi odontólogo Roger Taylor a la batería, un ingeniero electrónico al bajo, John Deacon, y por último nuestro protagonista, que aterriza con despiadado descaro como cantante y fundamental voz en el grupo al que bautiza con el nombre de QUEEN, esta banda comienza a encumbrarse de forma inexorable.

Durante estos albores, Freddie - interpretado por un inigualable Rami Malek y manifiesto merecedor del Óscar al mejor actor por este papel - se enamora perdidamente de Mary Austin, el amor de su vida, a la que seguirá unido hasta el final de sus días. Será en mitad de los trasiegos, vicisitudes y periplos célebres de la banda en los cuales ya se constata su maestría y esencia única, cuando Freddie vaya descubriendo una vertiente suya desconocida y a la vez innata y familiar para él: su homosexualidad. El resto de la historia ya la conocemos todos: artista que en el culmen de su vida profesional, propugna el declive de su vida personal, y así, buscando rodearse incesantemente de gente, se aleja de todos aquellos a los que realmente quiere y le quieren.

En fin, no voy a destriparos el final, aunque todos sabemos que tratándose de una historia real, no sería propiamente lo que se califica como spoiler. Pero vamos a dejar que cada uno lo descubra en su debido momento. Reseñable, muy muy reseñable todo sea dicho, ese gran y famoso momento en el escenario de Wembley, donde vemos la genuina y tan manida imagen de Freddie en tirantes, interactuando con su entregado público al grito de aquel saludo o despedida que siempre quedará entre nosotros: EEEEOOOOOOO!!

Puntualizaciones breves:
+ No se enzarzan en es escenas escabrosas y redundantes sobre la vida libidinosa del artista.
+ Sin quererlo coges cariño a los personajes, con los que antes o después acabas empatizando.
- Me falta alguna descripción sobre el origen y móvil de la letra de sus canciones más icónicas, o incluso la razón o sinrazón del nombre del grupo, cuya explicación durante el film rezuma un exceso de pretendida sutilidad.
- A pesar de que la historia no pierde el hilo, es quizá un pelín larga, para mi gusto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anita Atina
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