Qué bazofia. No quería ver esta película, pero llegué tarde a la función que quería y esto era lo siguiente en empezar.

Todos los clichés -y quiero decir TODOS- condensados en una hora y media de franca tortura filmográfica. No hay absolutamente ningún esfuerzo por traer algo mínimamente nuevo o ingenioso. Todo es reciclado, con un cinismo mercantilista y una falta de creatividad apabullantes. El robot danzante y juguetón nunca llega a conmover ni a causar gracia; su personalidad es cargante y exhibicionista, una excusa para el circo de efectos digitales, efectos que no son ni tan impresionantes: por el contrario, se nota que hasta faltó presupuesto para conseguir una animación más pulida (basta ver la malograda escena en la que el robot vuela con el niño). Al actor que encarna al más que olvidable niño protagonista solo hay que darle crédito por sus escenas lacrimosas; tanto su actitud como apariencia ni siquiera logran encajar con el estereotipo de niño genio precoz pero socialmente desaventajado (con la típica familia rota, con madre divorciada pero amorosa y la hermana adolescente latosa, y desde luego acosado el típico niño abusón de la escuela). Los villanos son los más estúpidos del mundo. El diálogo es de lo más banal y plano que he visto. La resolución es completamente predecible y cursi.

Tenía la esperanza de disfrutar de una pasable aventura animada estilo Pixar, pero durante y después de la proyección solo me entraron ganas de cometer suicidio. Una de las peores gringadas que he visto en mi vida, definitivamente.

La situación de Alejandro Tazo en el país del norte se agrava no solo por sus limitaciones idiomáticas, las que por su condición de extranjero serían hasta cierto punto disculpables, sino además porque el tipo parece medio paleto y algo cabeza hueca: carece de la exuberancia de temas y maneras que lo conectarían culturalmente con la gente de Nashville.

Alejandro al principio se nos presente como un emigrante buscavidas, un sencillo viajero chileno en busca del sueño americano que todos hemos oído hablar; pero conforme la historia de su viaje se devela, a través de conversaciones sorprendentemente naturales (con actores que nunca nos recuerdan que están actuando), aprendemos que es alguien que, por circunstancias bastante humanas, siente que su travesía por el extranjero le debe un sentido a su vida. Es un hombre que no quiere volver a casa con el rabo entre las piernas.

No son solo los migrantes sudamericanos los que podrían simpatizar con la lucha de Alejandro por encontrar un nicho social que lo acepte en un país ajeno. El personaje evoca la alienación que podría experimentar un desadaptado social en virtud de alguna condición cargante en su personalidad o por otras circunstancias particulares. Es difícil no sentir una impaciencia sutil y compasiva ante los intentos de Alejandro por sacar a relucir lo mejor de su persona -desde su atractivo físico hasta lo poco que sabe de música campesina-, ante las risas apenadas del público de la sala, pero quizás con la esperanza y la satisfacción de ver retribuídos sus acercamientos poco elocuentes con la gente gringa. Los ineptos sociales podemos sentirnos inspirados.

Este bodrio es rescatable solo por su cuota de violencia entretenida (y algo anonadante), y quizás por los efectos visuales (verla en 3D puede hacerla más atractiva) y algunos ropajes. Con salvedad del Rey Hyperion (Mickey Rourke sí que sabe cómo jugar a ser villano) y del viejo interpretado por John Hurt, el resto de personajes, cuyas elecciones actorales al parecer están basadas en un gusto bastante griego (o sea admirador de figuras efebas), son estériles y olvidables; algunos, como decía, resultan hasta demasiado jóvenes para su rol (ver a los dioses del Olimpo como veinteañeros me parece inadecuado, aun desde los estándares de los artistas griegos). La trama, atropellada y con momentos bastante ridículos. Alguien decía que tiene lo peor de "300" y "Furia de Titanes": puede ser, yo prefiero esas dos películas.

Esta película, tan esperada por los fans de al serie (y de la primera película) es, lamentablemente, una decepción en casi todo sentido; yo diría, hasta una falta de respeto.

En cuanto a la temática de los "Expedientes X", nada que ver aquí, no tiene nada que ver con la mitología de la serie; se dijo que los creadores iban a hacer un thriller que se sostenga solo ("stand alone"), lo que me parece en principio una excelente idea; lo malo es que apenas se logra un thriller flojo, tedioso, que se extiende demasiado y que apenas cuenta con uno que otro momento emotivo e inductor de nostalgia, pero nada realmente sorprendente o innovador, casi no tiene escenas de acción y el dato de lo terrorífico y paranormal es poco interesante (aunque sí medio bizarrete). Eso me parece inexcusable considerando que en 42 minutos de uno de esos episodios bacansísimos de la serie se contaron historias mucho más contundentes, con más suspenso, intriga y acción. Esto se siente como un episodio extendido de la serie, uno de esos episodios de relleno, y para colmo ni siquiera como un episodio de los X-Files, sino uno que encajaría mejor con la serie "Millennium" (también de Chris Carter). Hubiera preferido más ver eso, sí, una película dedicada a esa serie con el lúgubre Frank Black tomando la batuta, que sea él quien se enfrente de nuevo a la oscuridad; en lugar de ver a la doctora Scully, ahora aquejada de una terquedad más menopáusica, soltando reflexiones baratas sobre la fe y continuando con el banal melodramatismo que aburrió en las últimas temporadas de la serie.

No todo es malo. Lo mejor de la película son los actores, los personajes. David Duchovny regresa como el smart ass de Mulder, sale con una que otra ocurrencia graciosa. Gillian Anderson también logra revivir a Scully, lástima que se mande un melodrama turro y haga demasiados gestos contritos. Billy Connoly, buen actor, haciendo de un cura pedófilo con poderes psíquicos, interesante por su intrigante papel. Amanda Peet, aunque su personaje se me hizo regular me cayó bien, tuvo presencia. Match Pillegi, ah, el viejo Walter Skinner, frecuente personaje de la serie, bacán por el acto de presencia, pero no hizo mucho tampoco. Los demás personajes, no sé, olvidables.

Reconozco que contiene aspectos sugerentes y que está llena de humanidad. La calidez contemplativa de Kurosawa es digna de elogio. Lo respeto y entiendo que esta obra fue su despedida. El problema es que esta película es simplemente lenta y aburrida. Tomo un poco a mal el asunto de la veneración de estos alumnos hacia su maestro. Hay algo perturbador en ese culto exacerbado a ese personaje; revela a una sociedad pueblerina y vertical, en el que los patrones y los maestros son los referentes más emblemáticos para un individuo. Esto me resulta molesto además de poco congruente con los valores occidentales. Además, creo que complacer a las autoridades no debería ser una aspiración máxima para nadie; de hecho se podría decir lo contrario: el verdadero progreso generacional se da cuando existe una ruptura crítica frente a los representantes del pasado.