He salido de la sala de cine y he sentido un escalofrío. La belleza visual, el poder de los sentimientos y saber que Pandora fue real.

Los indios nativos americanos perdieron su batalla antes de que esta ficción ocurriera.
Ya nada queda de ellos, excepto la emoción de imaginarse en la pantalla que con su amor a la naturaleza obtuvieron la victoria.

Maravillosa.

"El árbol de la vida" es estéticamente intachable, musicalmente notable, cinematográficamente aceptable e intelectualmente insulsa.

No hay nada nuevo en esta película.

Plagada de sentimientos obvios y crudos (no por frescos, sino por estar sin tratar), reflexiones superadas, lugares comunes; y carente de una verdadera idea de fondo poderosa y nueva que te haga salir de la sala diciendo "Eureka".

No te quita una venda de los ojos para decirte: mira bien la vida que te estás perdiendo.

Todo huele a ya visto.

Es un cadáver exquisito cinematográfico. Un collage perfumado cuyas imágenes valen más por sí mismas que juntas.

No he dejado de pensar en lo mucho que me gusta "2001" viendo esta película.

El imperio británico y sus colonias de ultramar, recordadas innecesariamente a lo largo de la película, airean las viejas glorias de las islas. ¡Qué estupendos propagandistas son los ingleses! Tienen la ventaja de amarse a sí mismos y a quienes les representan y odiar con pasión a sus enemigos. ¿Cómo imaginar la historia de un Borbón tartamudo en España si no es a través de la más histriónica mofa? En España se hace burla de la debilidad propia, mientras que nuestros vecinos británicos hacen elogios de la grandeza que hay en la superación de los propios defectos. ¿Será eso lo único que nos diferencia?

Mientras la reciente "Balada triste de trompeta" nos muestra la España grotesca, "El discurso del rey" nos hace reír y sentir afecto por un rey tartamudo. Sera que ellos sí sienten amor por sus personajes a los que convierten en auténticas personas.

Excelente el reparto, Firth a la cabeza, mediocre la música, interesante el guión, mejor sin ese toque de rancio orgullo británico.