Hasta esa fecha el cine se había ocupado de retratar al borracho de una forma divertida, paternal. Encuadrados dentro de ese selecto grupo de personajes secundarios cuya función era aligerar un poco la trama de los argumentos. Por supuesto, en el cine negro también se ocupo de mostrar no tanto la figura del alcohólico sino más bien el uso de la bebida para olvidar de forma rápida los problemas, gente como Humprhey Bogart, Robert Mitchum o James Cayne recurrían a ella con la misma facilidad que una femme fatale en robarles algo más que el corazón.

Billy Wilder acompañado de su amigo inseparable en esa época, Charles Bracket, hicieron la primera película que consideraba que los alcohólicos eran enfermos y debían ser tratados como tal. En una sociedad donde el ritual de llenar el vaso era tan importante (en la actualidad aún lo es) ofrecer esa visión suponía enfrentarse a sus propios demonios, a lo que habían vivido su familia, su amigo o su vecino. Wilder intentaba mostrar esa función que tiene el cine de concienciar.

Wilder como los mejores directores fue un avanzado de su tiempo, retratando todo aquello que le rodeaba. Estamos posiblemente en su período más oscuro, alejado de aquellas comedias que le harían tan famoso. Películas como Infierno de cobardes, El crepúsculo de los Dioses o Perdición demuestran su bajada a los infiernos. Contando historias grises con atmósferas absorbentes. Días sin huella se sirve de la misma premisa, no retrata lugares marginales (salvo en Infierno de cobardes) donde el abandono y la falta de dinero podrían justificar ciertas acciones sino más bien lugares que podían ser cercanos. Rodada algunas escenas en exteriores (poco habitual en esa época), Wilder enfatiza el carácter común de dicha enfermedad. En la película son gente culta que vive en lugares cercanos a la comodidad.

El personaje que interpreta Ray Milland es un total antihéroe ya que en ningún momento encuentras un esbozo de verdad en sus acciones. El alcoholismo es un circulo vicioso imposible de superar, como bien el personajes principal reconoce, por ello la vida se convierte en toda una mentira; engañando, robando sólo para conseguir un trago. Además Wilder abandona uno de los conceptos y afirmaciones más comunes y recurrentes: el proceso de creación de un artista sólo se puede conseguir mediante drogas y alcohol. Wilder los desmiente por completo demostrando que el alcohol bloquea al artista impidiendo cualquier tipo de creación.

Wilder muestra de forma admirable como esa visión simpática del borracho no es tal, los borrachos son enfermos que viven en un completo caos y una espiral negativa. Esa visión idealizada que aún hoy se tiene, a raíz de lo que te puedes encontrar un domingo de madrugada.

Michael Clayton es una historia mil veces contada. Intenta ser una crítica al mundo de la abogacía pero no lo consigue, por la simple razón, de que no aporta nada nuevo a este tipo de cine.

La película tiene atmósfera y estilo pero el problema radica en que la historia nunca llega a enganchar. En la primera parte del metraje el espectador se puede sentir un poco perdido ante situaciones que son difíciles de encajar en el conjunto de la historia. La segunda parte de la película intenta convertirse en un thriller pero carece del ritmo necesario para enganchar.

George Clooney cumple, aunque no es su mejor interpretación y Tom Wilkinson tiende un poco a la sobreactuación.

En definitiva, una cinta muy alejada de la aparente calidad que se le presupone a un film que aspira al Oscar. Michael Clayton no llega a cuajar en ningún momento a causa de una lentitud excesiva y un final mil veces visto.

Las primeras apariencias marcan, de forma considerable, la conversación que vayamos a mantener con una persona. Tristemente con el sentido de la vista calificamos a una persona, y nuestros comentarios hacía ella se dirigirán de una forma determinada según la impresión que nos produzca.

Interview, es la estupenda película dirigida por Steve Buscemi, rey del cine independiente que con su mirada un tanto inquietante y esquizofrénica se ha convertido en uno de los rostros más reconocibles del denominado cine indie. La réplica se la da Sienna Miller, actriz que por ahora no se le ha tenido en cuenta. En este papel no ha tenido ningún problema, incluso aventuro a pensar que hace un poco de ella misma.

La película se convierte en la conversación entre ambos personajes. Él es engreído, seguro de todas las cosas que hace. Ella es insegura, superficial. Ella se pasea como una gran estrella por su piso, él más retacado va tomando confianza según va avanzando la película. Pero ambos comparten una misma cosa: la falsedad.

En definitiva, un título bastante interesante, alejado de los grandes estudios, destinado a la gente que quiera huir del producto típico de Hollywood.

La nueva película de Woody Allen me genera sensaciones encontradas, por un lado, volver a Nueva York le ha soltado bien, en su mundo llenos de profesores, actores de teatros, pintores, Allen se mueve como pez en el agua, pero él ya no es el que era, y sus guiones han perdido parte de la reflexión y la ironía sutil que mostraba en sus películas de los 80. Ahora Allen hace uso de bastante estereotipos y su personaje principal (Larry David) puede producir cierto rechazo como me ocurrió en varios momentos del metraje.

Allen regresa a la comedia y hay momentos en los que recuerdas con lucidez sus diálogos de antaño pero esto no es suficiente para mantener el interés en el espectador. La historia da para poco y su preocupación por encajar las piezas es más que evidente. Larry David en momentos es una caricatura de los personajes que interpreto Allen y sólo salva la función Evan Rachel Wood, con su papel de paleta de pueblo consigue producir la simpatía en el espectador.

Woody Allen se "Coeniza"

Termino con el que defino también el cine de los hermanos Coen, cargados en algunos de sus películas en generar personajes atractivos a pesar de que la historia no de para mucho. A Woody Allen le ocurre lo mismo, con personajes estrambóticos y situaciones cómicas que esconden un guión poco trabajado como por desgracia nos está acostumbrando el director.

Allen ya ha hecho la película de su vida, y es normal que el nivel en décadas anteriores es difícil de mantener, quizás si se relajará, y trabajará más el guión sus resultados serían más positivos.

Creía que el cine de moralina había pasado a mejor vida. Creía que el nuevo cine de animación había abandonado esa costumbre de demostrar que todo se puede conseguir. Este cine se alejaba del pensamiento único que nos ofrecía el cine de Disney. Pues bien, ese cine enlatado buscando situaciones forzosas para conseguir una determinada doctrina ha vuelto con la última película de Pixar.

La película técnicamente es todo un prodigio, hay que reconocer que Pixar tiene los mejores diseñadores del mundo del cine. La textura de los ratones, el color de los platos es todo un prodigio. Pero el resto es muy poca cosa, muy previsible, personajes poco carismáticos, y lo peor de todo, un guión que no sabe que contar.

Para Brad Bird todo el mundo puede conseguir lo que se propone. Esto está muy bien sino tuviera una edad para creerme determinadas cosas. Que sea un ratón el mejor pinché de París me parece un problema. El ratón puede ser muchas cosas pero un animal agradable de ver posiblemente no y menos si te lo encuentras en una cocina. Además dice muy poco de los inspectores sanitarios de Francia.

El resto se convierte en una película un tanto liosa, con situaciones muy repetitivas, incluso que roza el ridículo. El final se quiere convertir en la cúspide de la película y a mi particularmente es lo que más me chirría.

Se nos vendió el nuevo cine de animación como la posibilidad de disfrutar tanto los niños como los mayores. A los niños puede ser que le haga gracia, aunque este ratón hecho cocinero no creo que se convierta en uno de sus personajes favoritos, y los mayores puede ser que les guste, aunque también habrá quien se aburra.