Blade Runner, basada en la novela de poco convencional título: "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", entronca el mito de Frankenstein con el del síndrome del impostor. Las nuevas criaturas creadas por la ciencia humana ya no son retazos de cadáveres cosidos y vueltos a la vida tras una colosal descarga eléctrica, sino seres engendrados con modernísimas técnicas de ingeniería genética que los hacen más fuertes, ágiles e inteligentes que sus creadores. Pero su creación no es fruto de ningún acto amoroso, sino del más frío cálculo y con la intención más explotadora posible. Se usan en la arriesgada exploración espacial, en trabajos peligrosos o son explotados sexualmente. Se les dota de cuatro años de vida como medida de seguridad ante una posible rebelión que, como está mandado desde que Shelley alumbrara a su monstruo, estalla inevitablemente.A estos seres, por lo demás, imposibles de distinguir del humano, se les implantan pasados con recuerdos artificiales que, aunque sean falsos, les estabilizan psíquicamente. La detección de estos humanos artificiales se lleva a cabo por un cuerpo especial de la policía, los Blade Runners, o Boogie men, que utilizan un test de emociones para cazarlos.
La película explora, de forma algo superficial, un futuro en el que el hombre tiene el poder de realizar una nueva creación, alternativa a la de Dios. El personaje que dirige la empresa de ingeniería genética vive en una especie de pirámide mesoamericana, en la parte más alta, reservada al dios, claro. La semejanza está intencionadamente buscada. Al igual que en la novela de la compañera de juergas de lord Byron, la criatura no va a estar de acuerdo con lsu creador. Comparte con Frankestein, un ambiente tenebroso, pues siempre está oscuro, lo que dota a la cinta de cierto aire tecno-gótico. La atmósfera es opresiva, con luces que sólo arrojan tinieblas, una humanidad abigarrada y multiétnica, una llevia omnipresente y una sensación de humanidad perdida y condenada por querer asaltar el cielo y arrancarle el cetro a Dios..

¿Puro ejercicio de evasión?. Nunca mejor dicho. ¿Lucimiento de estrellas del Hollywood dorado?. ¿Y ya está?. No, los mensajes que llegan más profundo son los que van envueltos en más capas de azúcar. Y este film tenía mensaje, y no era cualquier idea. La película data de 1963, hace tan sólo dieciocho años que terminó la Segunda Guerra Mundial y, ciertamente, el mundo es muy distinto. Una guerra diferente se libra ahora en el mundo: La Guerra Fría. Se desarrolla mediante actores interpuestos y es muy caliente en determinados puntos del planeta, como Vietnam. La Guerra consiste en dominar países alentando a los locales para crear gobiernos afines a un bloque u otro. Simultaneamente, en la zona en la que esta Guerra puede convertirse en volcán, en la Alemania dividida, los soldados se miran a través del acero de las alambradas y del Muro berlinés. Pero, ¿Qué ocurre con los alemanes? ¿Se les permite el rearme? ¿No aprovecharán de nuevo la ocasión para...?.. La tesis de la película incide una y otra vez en recalcar que una cosa son los nazis y otra, muy diferente, son los soldados y militares alemanes y que, una vez que el nazismo se ha acabado, los militares teutónicos serán un capital imprescindible para la causa de Occidente. En el film, basta ver como está dibujado el coronel jefe del campo de prisioneros y como lo está cualquier miembro del partido nazi o de sus organismos represivos.Por supuesto, el coronel von Luger es un caballero. Enemigo, pero un caballero. Los miembros de las SS son unos sádicos criminales de guerra. Además, son maleducados, pues no dudan en poner los pies en el asiento del tren. En un momento determinado, Attenborouh pregunta ¿Qué diferencia hay?. La película dedica un gran metraje a responderle. Por supuesto, la diferencia entre ambas categorías de alemanes no es inocente, ya lo hemos dicho, tiene como finalidad la aceptación del público occidental de un rearme alemán y de ganarse un poderoso aliado a la causa de la OTAN., justo en un momento en el que otra ficha está a punto de caer en manos soviéticas.
El tratamiento a los protagonistas encerrados es siempre exquisito. Todos son heroicos, organizados y anglófonos. Los norteamericanos resaltan el individualismo de algún elemento destacado, como McQueen, mientras que los británicos y demás miembros de la Commonwealth son trabajadores de equipo.

Una película muy interesante no sólo por los temas que toca, sino por el año en el que fue hecha. En Europa aparecen las ideas del nacionalismo totalitario que se unen al futurismo. Esas ideas dejan trazos de su presencia en el filme. En lo estético, el futurismo es evidente. En lo político, trata el miedo siempre presente a una revolución obrera que, en el futuro, puede ser llevada a cabo no sólo por los proletarios, sino por los nuevos esclavos, robots con una gran inteligencia.
La propia película propone la solución a la evidente "lucha de clases" que se cierne sobre la megalópolis y es la superación de la confrontación de clases por la colaboración entre las mismas, ya que no hay nadie que sobre. Es la misma tesis que utilizarían los nacionalismos totalitarios de los años 30 en Europa. La nación no puede sobrevivir luchando una clase contra otra, sino colaborando entre ellas.

Una de mis más adorados filmes. La primera característica de la misma es el desarrollo de la acción. No te deja descansar. Necesitas verla más de una y dos veces para poder captar frases ingeniosas que el ritmo rápido no te ha dejado saborear. El encadenamiento de clichés por nacionalidades es una constante en la película: alemanes obsesionados con la eficacia y las formas cuasi militares, que intentan tapar su pasado en la era nazi, de la que se desentienden, norteamericanos plebeyos obsesionados sólo por el dinero, aristócratas alemanes creyéndose la flor y nata de la tierra cuando sobreviven limpiando inodoros, mujeres sureñas enfebrecidas con el sexo, empresarios georgianos que creen que no se puede considerar perdida la Guerra de Secesión y comunistas fanáticos que, en realidad, sólo esperan la oportunidad de pasarse a Occidente. Todos esos estereotipos se combinan en sucesivas ráfagas que, como en un circo de tres pistas, el incombustible y dinámico McNamara (Cagney) va a dirigir saltando obstáculo tras obstáculo para lograr su objetivo personal.
Destaco la falta de acritud en Wilder, que huyó del régimen nazi, en la crítica hacia los alemanes. De hecho, es mucho menos amable en su crítica hacia los comunistas. Como aún no había llegado a Hollywood la marea feminista, Wilder no tiene empacho en esbozar a las mujeres jóvenes del largometraje como unas cabezas de chorlito que sólo piensan con sus genitales, mientras que los hombres son calculadores, egoístas e interesados.

La animalización del campesinado gallego no es una novedad, sino una tradición literaria desde el siglo XIX. Esta visión de los labriegos galaicos como seres hundidos en la miseria, iletrados, huraños, avarientos y violentos la inició la condesa de Pardo Bazán con sus "Pazos de Ulloa" y la continuó Valle Inclán, con sus "Divinas Palabras" . En estos relatos, los aldeanos gallegos son descritos como una especie de deshechos humanos, desalmados e ignorantes. Ese desprecio proviene de dos autores que pertenecen a la clase aristocrática, pero es el arquetipo que más ha perdurado y que se repite milimétricamente en "As Bestas". No se trata de un conflicto entre una pareja urbanita, con algo de cultura y mundo a sus espaldas contra un hatajo de paletos violentos, sino que el objetivo del filme es condenar a ese submundo de desgraciados que se ganan la vida con gran esfuerzo y solo conocen miseria y violencia. Condenarles porque prefieren unas escasas monedas a cambio de sacrificar un paisaje que cualquier ecologista progre consideraría un paraíso. La cinta condena de forma absoluta los desdichados aldeanos con la soberbia intelectual del que se cree en posesión de la cultura, de la verdad y de la progresía, añadiendo la ofensa que supone la película hacia quienes no son merecedores mas que de compasión por la vida dura y miserable en la que se ven atrapados. Míseros e insultados.