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Críticas de claquetabitacora
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Críticas 139
Críticas ordenadas por utilidad
8
25 de febrero de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Zootrópolis”, la última entrega de Walt Disney Pictures sigue las líneas marcadas de la compañía del ratón a través de sus valores morales y de las lecciones aprendidas de la vieja escuela pero también pisa sobre las señales infográficas punteras de personajes espontáneos, amalgama de lugares variopintos junto con una galería inabarcable tanto de protagonistas como de secundarios dentro de un entramado mucho más trabajado que de costumbre y jugando muy bien con géneros a los cuales no se había enfrentado nunca Disney o si lo había hecho no desde un objetivo tan maduro y adulto. Incluso podría verse como una actualización o versión novedosa del cine negro, un género al cual la animación siempre encorsetada en lo infantil y lo ramplón, lo blando y lo simple nunca se había atrevido a jugar ni tan siquiera tantearlo como una posibilidad de resultado fructuoso. Aquí, han decidido tornarse adultos por unos instantes y ofrecer lo que años atrás hubiese sido tan sólo un espejismo. Una utopía que ha acabado tomando forma de una manera excelente.

Los primeros instantes dejan claras las intenciones de la propuesta: recuperar uno de los pilares fundamentales de la animación tradicional y ese fundamento no es otro que volver a contar con lo antropomórfico como narrativa física a la hora de diseñar a los animales. Aquí se presenta a una sociedad avanzada donde los animales, tanto domésticos como salvajes, han logrado superar el instinto depredador y abandonar la cadena alimenticia a un lado, conviviendo todos juntos y dejando que lo salvaje sea relegado o sustituido por un “humanidad” donde las clases sociales siguen existiendo pero de una forma mucho más organizada. Tan sólo hay que ver que el macro universo que compone este mundo animal está formado por distintos hábitats donde todos se encuentran interconectados sin miedo a resultar chocante o falto de cordura.

Lógicamente, el que los personajes convivan en una especie de armonía fluida no significa que las diferencias sociales no existan. Y ahí es donde uno de los temas a tratar sirve como crítica que va más allá de meros personajes cómicos, esponjosos, adorables, mercado de muñecos y productos de venta. Antes indicaba que la empresa sigue con su línea de constantes morales a la hora de exponer su historia. El tan recurrido “lucha por tus ideales, lucha por conseguir tus sueños” es uno de los leitmotiv de la protagonista de la historia Judy Hopps, una conejita decidida, auto suficiente, independiente, consciente de su situación en la cadena pero luchadora y tenaz. Claro, su deseo desde bien pequeña es ser agente de policía, empleo que está “dominado” por los animales más fieros de la fauna salvaje. Aquí es donde aparecería una de las tantas referencias y guiños cinematográficos pues Hopps podría verse como una versión animal de la Clarice Starling de “El silencio de los corderos”. Una mujer en un mundo de y dominado por hombres. Aunque la animación logra ser más amable que el sórdido thriller de los noventa la esencia de ese aspecto queda perfectamente definida.

El otro personaje en discordia y el que demuestra a qué género pertenece también la película es Nick Wilde, un zorro buscavidas, cuyo “trabajo” se basa en trampas, chanchullos, engaños y todo lo que concierne al engaño. En la primera escena donde hace acto de presencia lo vemos en plena acción siendo, quizás, una de las escenas más tiernas y a la vez más divertidas por el arte de la estafa en sí y por saber jugar muy bien con los elementos clásicos del cine de estafadores con encanto (su compinche es uno de los mayores aciertos de toda la película). El rol del zorro va acorde con los anti héroes creíbles y encantados de conocerse, los que sabían robar la atención y marcarse un tanto en cada escena y diálogo que compartían con el protagonista de la película. Una vez Hopps y Wilde tengan que compartir plano y aventuras es cuando el subgénero de las buddy movies hace acto de presencia rememorando las típicas películas policiacas tan exitosas en la década de los 80 y 90 donde comisarías, persecuciones, pistas, acción y suspense van todos a una para ofrecer un pasatiempo digno, afable, ameno y ante todo bien pensado. Porque más allá de ir pasando de género en género de forma fluida y con un ingenio trabajado también tienen razón de ser guiños específicos al mundo del cine y la televisión tanto fuera como dentro de la propia compañía como ese momento tan divertido donde se rinde un homenaje plausible a “El padrino”, “Breaking Bad” o los últimos clásicos de Disney en una escena descacharrante con el top manta como gag.

Otro tema previo en el que hace hincapié “Zootrópolis” más allá de la investigación, el suspense y lo puramente policial es que hay un contraste bien expuesto entre el mundo rural y la gran ciudad. Como ya sucediera en el corto de los míticos Silly Symphonies “El primo de la ciudad” (Leigh Harline, 1936), la urbe siempre ha sido el reclamo, la luz que atrae a las moscas, la inabarcable metrópoli que se encuentra en lucha contra la paz y tranquilidad del pueblo lejano. El contraste entre lo rústico y lo cercano contra la sofisticación y ese punto snob del urbanita. Hopps es una coneja que tiene grandes aspiraciones, que no desea quedarse anclada en la venta de zanahorias en pedanías como lleva haciendo su familia toda la vida. Ella quiere avanzar, evolucionar, crear su propio camino. Y esto es algo que se expone de forma muy constructiva pero sin dejar de hacer inciso en presentarlo todo de forma mucho más cómica, accesible y sin quedarse en el drama de la situación migrante. Estamos hablando de un filme pensado para satisfacer a todo tipo de espectadores. Los problemas, las desventuras, el desánimo y las frustraciones están expuestas en su justa medida y nunca dejando que el drama invada el guión. Tan sólo son pequeños episodios puntuales que no interfieren con el eje central.

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claquetabitacora
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2
13 de mayo de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Zack Snyder, director cuya filmografía podría decirse que es un cómic constante que ha recobrado vida a través de la cámara, ha decidido que con “Batman v Superman: El amanecer de la justicia” podía dar continuación a su obra anterior, “El hombre de acero” y a su vez reiniciar una vez más la historia de Batman y así fusionar ambos personajes en un sólo filme. David S. Goyer y Chris Terrio guionizan esta continuación a partir de una historia propia tanto de Goyer como de Snyder. Todo comienza con unos títulos de crédito que son, una vez más, un reinicio para el caballero oscuro. En ellos se van intercalando dos momentos clave en la vida de Bruce Wayne [...] Estos títulos de crédito, de apenas pocos minutos, hacen creer que posiblemente estemos ante un título que intente plasmar un tono entre poético y elegante, con un montaje donde el lenguaje cinematográfico recurre a la estética y a al estilo particular del director [...]. Es en las siguientes imágenes cuando nos damos cuenta que “BvS” es una continuación de “El hombre de acero” sólo que visto desde la perspectiva de Batman, desde el lado de las víctimas ante el poder ilimitado (y destructor) de Superman. Los minutos finales de aquella película, donde el hijo de Krypton lucha contra el General Zod destruyéndolo todo a su paso, son el punto de inflexión para Gotham pues es aquí donde se sufre el mayor de los ataques. [...]

Aquí es donde se deja ver como Ben Affleck intenta demostrar de todas las formas posibles que ha sido una elección perfecta para el papel de hombre entregado a la causa. El problema radica que para su desgracia el actor nunca ha sido alguien pródigo en la materia de exponer una amalgama de sentimientos más allá de una cara de palo considerable. Un ceño fruncido demuestra furia y una cara de consternación puede llevar a la conclusión de que estamos ante una situación difícil de superar. Pero no hay variedad de registros más allá de una actuación compungida. Cierto es que Batman es un ser atormentado, duro consigo mismo y con el sistema que le rodea pero a pesar de que Affleck se esfuerza en sumo grado no hay variación con el resto de sus anteriores actuaciones. [...] Es a partir de aquí cuando iremos intercalando muchas subtramas e historias secundarias que van dando forma al guión de “BvS” [...] un auténtico galimatías espeso que sirve tan sólo para fusionar escenas sueltas y que todas juntas dan la sensación de ofrecer un producto maduro, adulto, sutil, filosófico en ciertos aspectos y con la materialización de un combate épico como guinda de un pastel demasiado abarcador y poco conciso [...].

Lo mismo sucede con los planes maquiavélicos de Lex Luthor (interpretado por un irritante in extremis Jesse Eisenberg, del cual hablaré más adelante). Es un designio tan mal orquestado, tan cargado de ínfulas fuera de lugar que todo es completamente inconexo, no hay razón lógica dentro de su interés por matar a Superman porque si había algo de posible atractivo el propio personaje, dentro de su nefasta megalomanía psicotrópica, se encarga de matar todo el tinglado. No hay por donde coger nada. [...] Lex Luthor siempre ha sido un villano con ansias de dominación, gran poder adquisitivo y cuyo rol está fuertemente arraigado en la cultura y folklore del cómic. Pero aquí, para su desgracia, han tenido el peor de los errores de casting: contar con la participación de Eisenberg. No seré yo quien diga si es un buen o mal actor pues en “La red social” (David Fincher, 2010) me pareció uno de los mayores aciertos. Pero aquí podemos ver una ampliación o traslación de aquel personaje sólo que enfundado en la piel del vástago del Luthor original pues así lo deja entrever en uno de los diálogos el propio personaje. Más allá de sus intenciones de conquista y dominación puede decirse, sin lugar a dudas, que estamos ante un personaje completamente irritante, cuya forma de ser y actuar transmite un mal estar incompatible con la captación de interés o atención del espectador [...].

Dejando a un lado la funesta elección de Eisenberg para Luthor, el guión no queda muy lejos de ser un auténtico despropósito. Si la aparición de Lane con la innecesaria historia del armamento sofisticado es un tropiezo no lo es mucho menos todo lo que concierne a los planes de Luthor por tal de acabar con Superman. Es cierto, todo lo que venga envuelto en ruido, sonido, efectos visuales y demás fuegos de artificio siempre son agradables y bien recibidos en un título con “El hombre de acero” y “El caballero oscuro” como protagonistas pero si uno repara seriamente en las razones y los resultados de ciertas acciones se dará cuenta que todo está expuesto sin razonamiento alguno o sin una cordura lógica como por ejemplo el ataque al Senado, la creación de Doomsday y su consecuente liberación, el tema del armamento antes mencionado, etc [...]. Otro de los mayores problemas con los que cuenta el acontecimiento es, quizás, el reclamo más intencionado de todos que no es otro que la batalla definitiva, la que luce en el título y que por extraño que parezca decidieron convertir el vs en una simple y llana v por miedo a que algún purista o fanático extremo viera una falta grave el considerar ya desde un principio esta película como una incitación a considerar a los dos héroes enemigos desde un principio. [...] Es cierto que una vez entramos en faena la coreografía es excelente, donde cada golpe se siente demostrando que ambos son dignos luchadores, feroces y dejando a un lado su pulcra sensación de justicia. Son bestias desatadas que sin miramiento van a acabar el uno con el otro demostrando, por extraño que parezca, que en este caso el ingenio puede contra la fuerza a tenor de cómo Superman es pasto de los gadgets letales de Batman. También ayuda mucho el diseño rústico, mecánico, casi medieval de la armadura del hombre murciélago, confiriéndole la sensación de ser una máquina letal [...].

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claquetabitacora
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6
11 de febrero de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 15 de diciembre de 1966 podría decirse que fue el año que marcaría un antes y un después. Walt Disney moría de un cáncer de pulmón. Todo lo que significaba ese apellido para una compañía que se había convertido por derecho propio en el estandarte del género de la animación estaba ahora en manos de un grupo de animadores que se encontraban ante la encrucijada de decidir por ellos mismos qué hacer, qué decisiones tomar y qué películas presentar. “El libro de la selva” se estrenó en 1967 y el maestro no tuvo la oportunidad de poder contemplar la gran obra maestra que fue. Aún así, antes de fallecer, tomó interés por una historia basada y protagonizada por unos gatos de la alta sociedad francesa [...].

Por extraño que parezca la historia es auténtica. En 1910 una familia de gatos heredó una gran fortuna. Como suele decirse la realidad supera una vez más a la ficción. Fuera de esa anécdota y como punto de partida, todo el entramado se remonta al año 1961 donde Disney sugirió a Harry Tytle, uno de los productores más importantes de la compañía y hombre de confianza de Walt y a Tom McGowan, guionista, que empezaran a buscar nuevas historias de animales, algo que siempre le había dado beneficios económicos, para realizar una adaptación en imagen real y dividida en dos partes para el programa de televisión “Wonderful World of Color”. De entre todas las historias que encontraron McGowan se fijó en un cuento escrito por Tom Rowe que trataba sobre una gata y sus cachorros ambientada en la ciudad de Nueva York. Se pensó que podrían situar la acción en Londres pero eso hubiese llevado a que la gente lo asociase a “101 dálmatas” así que prefirieron ambientarla en París [...].

[...] Como siempre solía suceder, las discrepancias sobre el tono de la obra, sobre las diferencias creativas y sobre lo que a Walt le parecía bien o no dio como resultado que el guión original acabase en un cajón pero tiempo después se vio acertado que en vez de ser algo para la tele fuese una película de animación, rebajando el tono funesto y reduciendo el número de villanos, en este caso a uno sólo y dejando que el mayordomo fuese el malvado de la función. McGowan, después de haberse implicado en el proyecto, no estaba de acuerdo y se desentendió de él [...].

[...] En pocos minutos se hace una panorámica sobre un lugar que intenta presentar un estilo de vida idílico, muy lujoso y sin apenas preocupaciones. Aparte de que la protagonista, Madame Adelaide Bonfamille, cuya traducción del francés (“Buena familia”) deja claro que es una mujer acaudalada, sin problemas financieros y que vive en la última etapa de su vida teniendo a bien realizar un testamento para que cuando ella desaparezca sus mascotas, a quienes trata como si fuesen su familia, reciban su herencia. Los animadores se regodean en el estilo casi Art déco, colocando la acción en una especie de mansión palaciega, muy iluminada y con un mayordomo como símbolo de poder adquisitivo y estatus en la alta sociedad. En pocas pinceladas también descubriremos que en su juventud fue cantante de ópera. Y esa es otra de las intenciones de esta pequeña introducción. Intentar transmitir el mundo de la cultura de la época a través de los gatos pues su educación se centra en la música (el piano), el canto y la pintura (cuadros de toque pre cubista) aparte de la compostura y modales que da la buena educación.

Una vez la dueña deje cerrado su testamento ante su abogado, George Hautecourt, es cuando se dará presentación al villano de esta función que no es otro que Edgar, el mayordomo [...]. En pocos minutos la acción se centra en la desaparición de los gatos, la desesperación de su dueña por encontrarlos, la soledad de la misma ante la situación de encontrarse desamparada y el intento de Edgar por eliminar todas las pruebas sin que nada pueda relacionarlo con la vil acción. Pero en Disney nunca hay nada que haga perder la atención y una vez los felinos son abandonados en medio del campo estos deberán realizar el camino de vuelta. Es aquí donde entrará en pantalla el personaje que entra en contraposición a la vida acomodada, señorial, urbana y por ende atada a cánones y principios de sociedad. Se trata de Thomas O’Malley, un gato callejero, vividor, Don Juan y libre de ataduras. Pero a poco que uno conozca las intenciones de una empresa que siempre ha estado ofreciendo historias convencionales y encorsetadas al respecto sabrá por dónde van los tiros y cómo acabará todo a pesar de presentarse ciertas vicisitudes por el camino.

[...] Por un lado uno puede ver que la parte romántica entre Duquesa, que es como se llama la gata y O’Malley, el gato arrabalero es muy parecida y bastante deudora de “La dama y el vagabundo” (Clyde Geronimi, Hamilton Luske y Wilfred Jackson, 1955). Las intenciones son claras: aburguesar al chico de la película. En los primeros momentos se le presenta como alguien que no tiene ataduras, que se busca la vida y presume de no necesitar nada de nadie como bien expone la canción “O’Malley del arrabal”, algo que podría llegar a considerarse una declaración de intenciones. Pero una vez aparece Duquesa y sus hijos en su camino entrará en un conflicto de intereses personal para llegar a la comprensión de que debe sentar la cabeza, aceptar que debe ser alguien de bien y convertirse en el hombre de la casa para poder darles estabilidad emocional a la familia. Eso sí, un pater familias acaudalado ante la jugosa herencia recibida. Pero claro, estamos ante una película que sigue a la perfección unos cánones establecidos por alguien que siempre idealizó la vida cómoda y que siempre representó el hogar como un lugar de satisfacción y seguridad. Para eso, en Disney, siempre han enfatizado un punto de vista conciliador y carente de sobresaltos emocionales al respecto [...].

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claquetabitacora
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10
30 de enero de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
[...] Para empezar Lucas quería que esta segunda parte fuese más oscura y tétrica que “En busca del Arca Perdida” [...]. Además, tenía una idea en mente muy clara. Quería que el personaje protagonista pasase por situaciones oscuras, siniestras, dignas de una película de terror [...]. Los guionistas decidieron rellenar la trama con elementos de magia negra, vudú, esclavitud infantil, sacrificios humanos y cultura a la diosa Kali. Para darle mayor verosimilitud y mayor sensación de peligro dentro del suspense y el terror requerido, la historia y las escenas de acción se realizaron en el interior de un templo, oscuro, deprimente y cargado de tintes sobrenaturales [...].

Otra de las ideas de George Lucas para esta segunda parte fue convertirla en una precuela en vez de una continuación. De esta forma los nazis ya no eran los villanos. Así se le daba un tono más exótico, se adentraba por completo en el género de acción y aventuras, con un enfoque mucho más activo y con una violencia más directa, agresiva y por ende mucho más adulta [...] Lógicamente Harrison Ford volvía a ser el héroe por antonomasia sólo que esta vez iría acompañado de Tapón, un niño huérfano de 10 años y compañero de aventuras [...], convirtiéndose en una especie de hijo adoptivo de Jones para así hacer aflorar su lado protector y paternal.

Para esta ocasión se decidió cambiar de actriz. Ya no estaba Karen Allen como Marion Ravenwood. Se optó por Kate Capshaw. Su rol como Willie Scott era completamente opuesto al de Marion por muchas razones y motivos. Para empezar es un personaje ajeno completamente a las aventuras confiriéndole un carácter pasivo, chillón, irritante, excesivo y un tanto histriónico, muy deudor de las chicas desvalidas de las películas de aventuras del cine clásico [...]. Una vez nos adentramos en la película nos damos cuenta de que la introducción se convierte en una pequeña expiación por dos temas que rondaban al director y que por ciertos motivos nunca pudo llegar a tocar. Por un lado vemos que toda la pequeña set piece es un musical en sí mismo [...]. Cuando el número termina damos paso al segundo elemento que concierne a los gustos personales de Spielberg y ese no es otro que convertir, aunque sea por unos instantes, al protagonista en una especie de James Bond. Indiana Jones aparece vestido con un smoking blanco, impoluto, como si de esta forma el director se quitase la espinita que tuvo cuando el espía británico más famoso de la historia era una de sus propuestas antes de ponerse con el arqueólogo aventurero [...].

La acción que contemplamos en toda la introducción es perfecta. Tenemos la primera secuencia donde un diamante, un antídoto y un montón de hielo esparcido por el suelo sirven como elementos de distracción para dar paso a una set piece cargada de confusión, slapstick involuntario, tensión muy bien resuelta y que sirven como preámbulo para una persecución por las calles de Shanghái y una huida en el último instante a bordo de un avión. Todo puesto al servicio como enlace para una de las escenas más hilarantes, arriesgadas y atrevidas no sólo de la entrega en cuestión sino de toda la saga: el salto al vacío de los tres protagonistas a bordo de una balsa que irá hinchándose a medida que va cayendo para dar con una montaña y seguir avanzando hasta saltar a un río. Un pequeño tour de force que empezaba a magnificar las aventuras y virtudes del personaje como si todo fuese posible y no hubiese reparo en inyectarle cuanta mayor fantasía a la acción mejor, por muy inverosímil que resultase la hazaña [...].

Una vez más, para esta segunda parte, volveremos a tocar un elemento sobrenatural y con tema religioso como trasfondo. En esta ocasión, a través del encuentro con un chamán hindú quien les llevará a su aldea en Mayapore (India), descubrimos el quid de toda la trama [...]. Es interesante ver como Spielberg aunaría el espectáculo de la aventura con la tensión del drama. De ahí que la escena del poblado, donde los habitantes se encuentran sumidos en la pobreza más absoluta y lloran por el secuestro de los niños, resulte una de tantas que irán apareciendo a lo largo de la película para enfatizar y ensalzar la forma en cómo el director domina la sensiblería y el dramatismo del ser humano. Otra de las secuencias que demuestra el don para ello es cuando uno de los niños raptados aparece en escena y cae a los brazos de Indiana [...].

De esta forma tanto Spielberg tras la cámara como Harrison Ford delante conseguían humanizar al personaje, dotarle de rasgos y emociones más cercanas a un padre y un ser humano implicado con asuntos sociales que no simplemente ser el héroe de acción que se crece y encuentra salida a situaciones límite [...]. En esta ocasión “El templo maldito” es mucho más directa en cuanto a intenciones pues una vez el trío protagonista sale del poblado van directamente al palacio de Pankot, lugar tapadera para el templo del título. Allí conoceremos el folklore del lugar, un tanto exagerado, en una de las secuencias más divertidas, surrealistas y desagradables como es la comida [...].

[...] A través de un pasadizo secreto y una secuencia perfecta donde Jones y Tapón tendrán que pasar por un lugar infestado, literalmente, de insectos (abstenerse de contemplar todo aquel que sienta animadversión hacia los bichos) y necesitar la ayuda de Willie para poder escapar de una trampa llena de pinchos y muerte [...], aparecemos en el meollo de la cuestión y hará acto de presencia el villano en cuestión o al menos el brazo ejecutor del mismo: Mola Ram, el sacerdote que realiza los sacrificios humanos (uno de los momentos más cruentos es aquel donde le arrancará el corazón a una de las víctimas) y que mantiene a los niños bajo una cruel tiranía. Lo cierto es que la presencia de Amrish Puri como Ram es perfecta pues si bien es cierto es parco en diálogo más allá de cuatro o cinco líneas sus acciones y su porte son perfectos para el personaje [...].

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claquetabitacora
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6
23 de febrero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Citar a Alan Alexander Milne es nombrar, por derecho propio, la esencia de la infancia [...]. Aquellas narraciones formaron una serie de cuentos que acabarían por convertirse en cultura popular inmediata y a su vez en caldo de cultivo para que Walt Disney, quien también le leía a sus hijas las historias de Pooh y sus amigos, viera en esas narraciones material lo suficientemente atractivo para convertirlo en parte de su legado cinematográfico [...]. Claro, la obra original procedía de Londres y a pesar de que allí Winnie the Pooh era un icono cultural venerado y respetado, en Estados Unidos era un producto completamente desconocido. Eso conllevaba que no podían arriesgarse a estrenar un filme basado en algo que no contaba con la admiración del público [...]

Una de las cosas que más resalta por encima de todo es que estamos ante una película que no cuenta con ningún villano. Todo lo que contemplamos versa sobre personajes que viven, sobre problemas y circunstancias que hay que sortear, sobre aventuras que cualquier niño tuvo a bien inventar y en ningún momento hay situaciones de auténtico peligro, no hay momentos que puedan incomodar a los espectadores. Al no haber una parte mala o negativa en contraposición a los héroes de la historia todo cuanto sucede está expuesto para colocar a los niños en situaciones acomodadas a una sensación de bienestar pues hasta los momentos donde puede haber matices o situaciones tristes o dramáticas son solucionadas de la forma más rápida posible y siempre con la intención de tener un final feliz o entrañable. Por así decirlo estamos ante el título más infantil de toda la larga lista de películas auto proclamados clásicos de la compañía [...].

Otro elemento que llama la atención por su originalidad es que todo cuanto vemos se encuentra dentro de los márgenes del libro, literalmente [...] las páginas del libro se convierten en escenario de las propias historias y juega con efectos visuales acoplados a circunstancias concretas. Por ejemplo las letras vuelan cuando hace viento, si hay una inundación el agua arramblará con un montón de texto, si la historia se queda interrumpida en una hoja el personaje saltará a la siguiente de forma literal y si uno de los protagonistas está hablando la página volverá para que éste pueda terminar lo que está diciendo, rompiendo la cuarta pared e interactuando entre él y el narrador [...].

La película empieza con el cortometraje “Winnie Pooh y el árbol de miel” [...]. Adentrándonos en las hojas de un libro que se encuentra en el centro de la pantalla y a través de una canción melodiosa y pegadiza conocemos todos y cada uno de los personajes que irán pululando por las divertidas y entrañables aventuras pero siempre dentro de un lugar común para todos: el bosque de los cien acres. Por así decirlo la historia de esta primera parte podría concretarse dentro de una moraleja bastante sencilla y accesible para todos: la glotonería pasa factura y no es para menos. Pooh, adicto a la miel, no hará otra cosa que pensar en comerla y hará lo que sea para conseguirla. Y a pesar de intentar hacer ejercicio para bajar de peso el deseo por comer es tan fuerte que no podrá hacer nada para evitarlo ni controlarse. Tal es así que acabará engullendo, de forma literal, toda la que vaya encontrando (con hilarantes resultados). Su desmedida ansia por zampar hará que visite a conejo, a quien no dudará en dejarle sin una sola gota al no poder reprimir su deseo incontrolable ante el pegajoso manjar. Su gordura es tal que taponará la entrada de la madriguera resultando un problema. Mientras tanto hará acto de presencia Topo, creación inventada por el equipo Disney para añadir algo propio de la compañía al universo de Pooh, que aparece y desaparece sin mucho que aportar a la historia [...]. Y si bien es cierto que la historia podría haber acentuado un poco más los peligros de no controlar el peso o cómo puede pasar factura el comer demasiado todo está expuesto para una traca final más fantasiosa: desatascar al oso del agujero para incrustarlo en un árbol repleto de miel sirviendo como astracanada jocosa y como puente para la siguiente historia.

El siguiente corto, titulado “Winnie Pooh y el bosque encantado” (aunque su título original es mucho más acertado: “Winnie Pooh y el día tormentoso”), podría decirse que es mucho más original, creativo, hilarante, tierno y a su vez el que más moraleja contiene. Todo se encuentra dentro de un día de fuerte viento y debido a una explicación que le da Topo al respecto Pooh va a visitar a su amigo Piglet para explicárselo. Aquí nos encontramos con la carta de presentación de este nuevo personaje y en pocas líneas descubrimos que es un ser muy nervioso y preocupado por todo cuanto le rodea [...]. Como antes comentaba, a pesar de haber problemas serios como es el quedarse sin nada, la bondad y el preocuparse por los demás serán temas que irán apareciendo poco a poco para demostrar que ante la adversidad los amigos están para ayudarse sea como sea, cueste lo que cueste, se tarde lo que se tarde.

De golpe la historia toma un camino distinto e introduce una set piece donde tendrá su carta de presentación y su momento de gloria Tigger. Si bien es cierto que Pooh es el protagonista absoluto, este tigre alocado, alegre, ingenuo y repleto de vida será quien robe toda la atención convirtiéndose, quizás, en el personaje más querido por el público [...]. Otra de las razones por la cual este personaje representa a la perfección todo lo que simboliza esa parte de cualquier ser humano es que tiene una imaginación desbordante para las situaciones más comunes hasta tal punto de inventarse personajes ficticios cambiándoles el nombre (Efelantes y Guartas). Eso conlleva a que Pooh acabe teniendo pesadillas con los mismos en una de las escenas más oníricas, surrealistas y fascinantes de la película [...].

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