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España España · Estagira
Críticas de Runben
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
5
2 de septiembre de 2005
13 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con su peculiar sutileza narrativa, Solondz te hace no poder pensar, mientras ves la película, que se esté perdiendo el tiempo. Sin embargo, una vez termina: ¿y ahora qué?. Este es el tipo de pregunta que surge, desde mi punto de vista, cuando la trama, o lo que es lo mismo, la historia, flojea.
El comienzo es ciertamente bueno, atrayendo la curiosidad despreocupada. Pero cuando observamos la personalidad de los personajes que el autor retrata, es difícil no caer en la tentación de pensar que él mismo se recrea filmando las obscenidades en cuestión, producto de su "imaginación". ¿Es realmente una crítica? No lo parece. Parece, más bien, que se intenta así, captar la atención del desacostumbrado e impresionable espectador, que termina aplaudiendo en los créditos, por cuan ensimismado quedó.
La felicidad, fuente de interminable discusión desde antaño, sólo es acariciada, y apenas observada, en este intento fallido.
Narración: 8 Historia: 2
Runben
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4
3 de febrero de 2006
13 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sucesión de monólogos, condescendiente, prepotente, egocéntrica, autocomplaciente, superficial, ignorantemente hipócrita, mal ejemplo, drogadicta...
Para ser un "iluminado" no basta con querer, creer y decir serlo.
No quiero pensar que posea la verdad, pero creo no equivocarme al decir que en el cine interviene algo más que la palabra (en este caso vanal).
Lo único que se salva es la actitud del padre, que curiosamente es lo que quiere criticar el autor cargándole con las culpas de lo penoso a la sensatez, la prudencia, el trabajo intelectual y la capacidad humana; optando por un "vive la vida y que sea lo que Dios quiera" hedonista, propio de un ser de alma vegetativa, no intelectiva.
"Yo soy un ser racional, pero no ejerzo. Pero lo soy".
Runben
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7
5 de julio de 2007
4 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No todos han nacido para formar parte de la furia espartana. Aquellos que no estén hechos para soportar los aluviones de los temibles persas; aquellos que vayan a la busca de pensamientos profundos y soluciones ecuánimes y rigurosas, serán descartados sin el menor remordimiento. Porque lo que se requerirá de aquel que se una a la hueste mejor preparada de todos los tiempos, será alianza y apoyo incondicionados. Aquel que quiera ser un hoplita, aun tan sólo por dos horas, tendrá que ser capaz de soportar y dominar nuestras portentosas, implacables y sangrientas técnicas de lucha. Habrá de estar a la altura de nuestra firmeza sobresaliente y deberá poseer obstinación suficiente, como para acompañarnos por el onírico parnaso en que se ha convertido la antigua Grecia. Paisajes fantásticos, dignos de imaginación homérica, serán el escenario de la batalla más memorable que jamás haya tenido lugar. Porque la ofensiva se acerca. No sabemos cómo son nuestros enemigos y nos da igual. Lucharemos contra el ejército de la maldad. No sabemos quiénes permanecerán a nuestro lado y no nos importa. Porque seremos trescientos y trescientos nada más. Si entre nosotros hay nombres conocidos, lo ignoramos; porque una vez comience el ataque, todos seremos uno, protegiendo al compañero y siendo protegido por él.
No necesitamos grandes motivos ni elocuentes discursos que aviven nuestro ímpetu, porque nuestra existencia tiene un único objetivo: la victoria en el cuerpo a cuerpo. Nuestros músculos y nuestra ferocidad harán que las masas caigan ante nuestros pies; y la grandiosidad de nuestro Rey Leónidas hará sucumbir a muchos por más que perseveren incrédulos. Porque es indudable que venceremos; o de lo contrario, volveremos a nuestro hogar, sin aliento, sobre nuestros escudos. La rendición no es una opción.
Y una vez haya acabado todo, sea cual sea el destino que los dioses nos tengan preparado, nuestra historia viajará impertérrita por los vientos de la historia, para llegar a oídos de narradores futuros que, aunque no sean dignos de hacernos la justicia que merecemos, rememorarán el combate que comenzó una nueva era. Estén o no presentes en el trascendental momento que se aproxima, sabrán, bien sea difusa o vagamente, lo que ocurrió en las Puertas Calientes; porque cuando descendamos al Hades, nos manifestaremos en sus sueños más oscuros. Así será: la pesadilla de las Termópilas.
Runben
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