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España España · Madrid
Críticas de Deckard
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
Soul
Estados Unidos2020
7,4
33.682
Animación, Voz: Jamie Foxx, Tina Fey
6
4 de enero de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pete Docter hizo una gran película en 2015, “Del revés” y se llevó el óscar a la mejor animación, con una invitación por la reflexión interna y nuestros sentimientos. Por desgracia, su nueva película “Soul” (Alma) con Pixar me ha defraudado profundamente, es sosa, pretenciosa y se queda muy lejos de su objetivo, si éste era tocarnos la fibra sensible sobre el propósito de la vida y la felicidad escondida en las pequeñas cosas y en el amor por los demás. La animación en la historia terrenal es fantástica, de una técnica y calidad insuperables, pero el argumento está repleto de manipulaciones: el protagonista es de raza negra (es la moda impuesta hoy en Hollywood), en el cielo no hay Dios ni dioses, sino unos entes metafísicos que se parecen más a contables despistados del siglo XIX que del siglo XXI actual y, en algunos casos, con defectos y pecados muy terrenales (como la vanidad). Para una reflexión sobre Dios me quedo con el ‘Interstellar’ de Christopher Nolan o con la fantástica ‘La vida de Pi’ de Ang Lee, salvando las distancias con la animación.

La película tiene dos planos, uno celeste, por así decirlo, de una animación muy limitada, aunque buena, donde las almas y los entes metafísicos son muy blancos y difuminados, y un segundo plano con la historia terrenal cuya animación es excelente, con personajes mayormente de raza negra y un protagonista profesor de música en un colegio de niños y músico frustrado de jazz o de ‘soul’ (no tengo muy claro que el título juegue con el término “soul” para un músico negro de jazz al estilo Ray Charles). El plano celeste no tiene relieve, pretende elevarse al nivel filosófico y, aunque lo pretenda, Pete Docter no llega a comunicar lo que quiere como sí lo hizo en “Del revés”. En las idas y venidas del ‘cielo’ a la tierra, pasando por el limbo, a mí la película me dejó en el limbo, sin entender muy bien qué pinta mencionar a Jung y a otros célebres en una película iconoclasta que ignora totalmente el sentido de lo divino en nuestras vidas. En definitiva, una película sin alma, aunque no desalmada.
Deckard
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7
8 de diciembre de 2021
13 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jane Campion llevaba más de doce años sin dirigir y se nota. El guion de “El poder del perro” ha sido adaptado por la propia Campion de una novela de Thomas Savage, sobre un rancho familiar de terneros en Montana (en 1925) de los hermanos Burbank, George (Jesse Plemons), con estudios de lenguas clásicas en Yale, y Phil (Benedict Cumberbatch), un vaquero aparentemente auténtico, sin estudios, rudo como la tierra.

La película es un ‘western’ de vaqueros, ciertamente, donde las armas no son las protagonistas esta vez (para variar), y una única escena del traslado de un gran rebaño nos sitúa en el escenario. El desarrollo del film va perfilando a los personajes, aunque uno de ellos, muy presente para Phil, murió años atrás (el verdadero educador de Phil en el arte del rancho). George es elegante, educado, ambicioso, y se casa con una viuda, Rose (Kirsten Dunst), propietaria de un hostal-restaurante en la ciudad y que tiene un hijo adolescente, Peter (Kodi Smit-McPhee, extremadamente delgado), muy peculiar, delicado y sensible para los fríos vientos y árida tierra de Montana. Phil considera a la viuda una cazafortunas que solo pretende una posición y poder financiar la educación universitaria de Peter (de hecho, éste comienza poco después los estudios de medicina en la universidad).

La relación entre los dos hermanos es fría aunque respetuosa, marcada por la distinta formación y otros aspectos que se van mostrando. Desde que la esposa de George, Rose, llega al rancho (Plemons y Dunst son curiosamente matrimonio en la vida real), Phil le hará la vida imposible, como también se burlará en un principio de Peter, su hijo. Pero no es solo esto lo que desencadena la espiral de infelicidad de Rose, pues su marido, aunque parece quererla, fuerza su sencillez hacia una posición alta, incapaz de asumir, culminando de forma muy violenta en una tremenda escena donde un piano se convierte en una especie de verdugo de Rose.

Campion recibió un Oscar al mejor guion original por ‘El Piano’ en 1993. En 'El poder del perro', hay también una pianista y un vástago. Sin embargo, sería más correcto decir que en 'El poder del perro' el instrumento musical es una pianola, sin llegar a la categoría de piano. Igualmente, esta película adolece de un ritmo excesivamente lento sin llegar al nivel de aquélla que recibió tres Oscar.

Por otro lado, los tres protagonistas hacen muy buenos trabajos, destaca sobre todo Kirsten Dunst, quien está soberbia, al igual que Cumberbatch (cómo no), que vuelve a interpretar a un personaje en la línea de estos tiempos en Hollywood (no se puede desvelar más) y con un mismo trágico final.

El poder del perro no tiene nada que ver ni con el mundo canino, ni con la silueta de las montañas de Montana (se rodó además en Nueva Zelanda), sino con un verso del salmo 22 del Libro de los Salmos hebreo: “Libra de la espada mi alma. Mi vida, del poder del perro”.

En la película de Campion, nada es lo que parece. Para ser del Oeste, no hay casi vacas, ni rifles ni pistolas, y las escenas esenciales han sido rodadas en interiores, como un teatro filmado. El personaje clave es el adolescente aparentemente tierno, que no reprime su condición, al contrario que Phil, y a quien aquél no perdonará las burlas ni el daño infligido a su madre. Y es que los monstruos no se ven venir, como el virus del Covid o la bacteria del ántrax y se ceban de forma letal en la sangre de los débiles, los confiados y los desprotegidos.
Deckard
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8
12 de marzo de 2024
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Dune: Parte dos” se estrenó entre febrero y marzo de 2024, y no podemos menos que preguntarnos qué habría pasado con los Oscar si hubiera sido estrenada tan solo dos meses antes, en diciembre de 2023.

Denis Villeneuve es un director y productor canadiense quebequés que nos encogió el corazón en ‘Prisioneros’ y demostró su valía con creces en ‘Sicario’, una película tan cruel como realista. Luego se pasó definitivamente a la ciencia ficción con ‘La llegada’ y su primera nominación de Oscar a mejor director (excelente música de Jóhann Jóhannsson -también en ‘Prisioneros’ y ‘Sicario’- y sobresaliente trabajo de Amy Adams). Le siguió ‘Blade Runner 2049’, que aceptó dirigir tras rechazarlo antes Ridley Scott (quien se arrepintió). Y llegó el proyecto Dune de la productora Warner, de las que se acaba de estrenar la segunda parte (¿de tres?).

Basada en la novela “Dune” (1963-65) y sus cinco secuelas (‘Dune’ significa ‘Duna’ en español), de Franklin Patrick Herbert Jr., un escritor americano coetáneo de Philipp K. Dick, ya la filmó David Lynch en 1984 con escaso éxito. Villeneuve retomó la idea a lo grande, y en 2021 pudimos ver su primer ‘Dune’, una cinta sorprendente envuelta en las arenas desérticas de un árido planeta donde nunca llueve, con unos efectos especiales deslumbrantes, muy creíbles (ojalá Christopher Nolan tomase nota), y una música penetrante de Hans Zimmer que le da la fuerza y justa ambientación (quizá Jóhannsson también lo hubiese hecho bien con esa inspiración de György Ligeti).

‘Dune 1’ fue excelente, y ahora ‘Dune 2’ sigue la misma línea, pero con matices importantes. Si la primera era bastante creíble, dentro de lo que es ciencia ficción, en Dune 2 se introducen más elementos, más actores, una trama más compleja donde además de la religión, las profecías, el amor filial, la política, la economía y el poder en un futuro año 10191 en el desértico planeta Arrakis, se añade el amor entre los dos protagonistas, el joven heredero de la casa de los Atreides, Paul (Timothée Chalamet) y la joven Chani de la tribu de los Fremen (Zendaya).

Como en la primera parte, la continuación nos muestra una ambientación soberbia del desierto, donde la madre de Paul, Lady Jessica (Rebecca Ferguson) jugará un papel determinante como sacerdotisa que reemplazará a la Reverenda Madre del líder Fremen Stilgar (Javier Bardem), si es capaz de sobrevivir tras beber el ‘agua de vida’ que permite ver el pasado y entender el futuro.

Si bien los efectos digitales son espectaculares, con enormes naves espaciales que simulan verdaderas ciudades móviles, resulta sorprendente no ver un solo androide o robot en esta saga, más allá de helicópteros con rotores libélula y enormes máquinas extractoras de la codiciada ‘especia’, ese mineral que subyace en la arena desértica de Arrakis y cuya extracción es causa de la codicia, las intrigas y traiciones de poder, frente al deseo de los originales moradores de la tribu Fremen, invadidos por tropas de otros planetas que, aunque no poseen armas sofisticadas, controlan a los enormes gusanos que habitan bajo las arenas de Arrakis y les sirven tanto de armas destructoras como de transporte rápido colectivo (esto último lo deberían mirar, porque resulta altamente ridículo).

Tras el ataque y la supuesta destrucción de la casa Atreides por la casa de los Harkonnen con la toma del control de Arrakis, bajo la aprobación del Emperador Shaddam IV (Christopher Walken), la madre Lady Jessica (embarazada) y su hijo, el príncipe Paul Atreides, sobreviven y son amparados por la tribu Fremen donde con el tiempo van siendo aceptados. Stilgar, líder de los Fremen, cree en la leyenda del libertador y está convencido de que es Paul, quien da muestras de valor y estrategia en las batallas y promete llevarlos a la victoria.

Paul empieza a ser consciente de sus capacidades y de dónde proceden y, aunque enamorado de Chani, tendrá que decidir en el momento crucial cuál es su prioridad frente a la dificultad de hacer compatible el amor con las obligaciones del líder.

Un aspecto de gran relevancia geopolítica (en un universo de planetas habitables) es la gran similitud de los Fremen con una tribu inspirada en la religión musulmana y la forma de vida de los bereberes en el desierto, sus costumbres en el vestir (incluido el uso del velo y hasta del burka) o en ritos religiosos separando a hombres y mujeres, aunque se distancie de ello en la expresividad sensual. Esto lleva a los espectadores a identificar a ‘los buenos’ con la tribu Fremen (incluyendo a Paul con sus promesas de salvación y liderazgo), por un lado, y a ‘los malos’ con las casas invasoras de Atreides, Harkonnen, etc., cuando, en nuestra realidad actual, estos últimos serían asimilables a los actuales países de la cultura occidental, mientras que los Fremen se acercarían más, por tanto, a los islamistas enemigos de Occidente, proyectando un mensaje de futuro inquietante en el siglo CII.

En las actuaciones, Bardem (Stilgar) no tiene su momento de esplendor como en la primera parte, aunque acumula más minutos. Chalamet (Paul Atreides) se consagra como un actor de carisma, buena interpretación, si bien su físico tan endeble no se presta a tanta contundencia en las luchas cuerpo a cuerpo, aunque disponga de otros poderes. Pero quien está insuperable es Zendaya (la Fremen Chani) absolutamente creíble por su físico y por una interpretación perfecta.

Aun siendo una buena continuación de la primera parte de ‘Dune’, con mejores efectos, sólidas interpretaciones, mayor número de actores y más metraje (sobra mucho en la primera hora y falta al final, donde se apelotonan acontecimientos), no llega a la intensidad enigmática de la primera parte, o quizá ya nos hayamos acostumbrado a la aridez, al calor, los enormes gusanos y los filtros naranja. Tendremos seguramente que esperar hasta 2028 para conocer el desenlace, y vete tú a saber si ganan los buenos o los malos, pues el universo parece estar al revés y hay amenaza nuclear.
Deckard
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7
13 de febrero de 2024
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las cintas del británico-estadounidense Christopher Nolan siempre parecen desafíos, revestidas de una intelectualidad técnica que a veces deja ver falsas costuras de cierta megalomanía, queriendo explicar problemas físicos complejos, como la teoría de la relatividad o la física cuántica. Aunque este atrevimiento, bien logrado desde la ciencia-ficción en películas como ‘Origen’ (‘Inception’) o ‘Interstellar’ (quizá su mejor película), pueda caer en el despropósito como en ‘Tenet’, trabajo de impresionante factura, aunque un lío tal que no encontró respuesta en la taquilla, donde apenas superó los costes.

El guion es del propio Nolan (sin su hermano Jonathan), adaptado de la biografía escrita por Kai Bird y Martin J. Sherwin (‘American Prometheus’) sobre la vida de J. Robert Oppenheimer, el físico teórico que lideró el Proyecto Manhattan para crear las primeras bombas atómicas que fueron arrojadas el 6 y 9 de agosto de 1945 sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

Las tres horas que dura la película se pueden seguir con atención, incluso con pasión para quienes estén interesados en el tema, pero tantas idas y venidas del presenta al pasado, y vuelta a empezar, convierten el film en bastante mareante. El trabajo de montaje es muy bueno, claro, pero los espectadores pueden llegar a cansarse e incluso perderse. Es por ello que hay que hacer una recomendación importante para quienes quieran saber sobre la vida y la mente de quien lideró el desarrollo de las primeras bombas nucleares: no vayan a ver la película sin haberse informado previamente sobre Robert Oppenheimer, porque con seguridad se perderán en la maraña de “flashbacks” y de detalles historicistas. Para disfrutar de esta película hay que ir a verla empollado sobre el desarrollo de la bomba y de la vida del protagonista.

Oppenheimer ha recibido trece nominaciones, incluyendo las de mejor película, mejor director, mejor guion adaptado, mejor actor protagonista (Cillian Murphy, como Oppenheimer), mejor actor secundario (Robert Downey Jr.) y mejor actriz secundaria (Emily Blunt). El sueco Ludwig Göransson vuelve a ser el responsable de la música, como en Tenet, y también ha sido nominado por su trabajo.

Es de resaltar que entre las nominaciones a los Oscar de Oppenheimer no se encuentre la de efectos especiales, un área donde Nolan ha denigrado varias veces sus películas. En Oppenheimer vuelve a fallar, pues nadie se imagina una explosión nuclear como una explosión de gas (tal como erróneamente se hace en el film). Nolan debería haber tomado nota de la escena de ‘Terminator 2’ (de James Cameron), cuando Linda Hamilton grita en un parque infantil agarrada a una valla.

Oppenheimer tiene como principal virtud su trabajo con los actores y actrices. No hay una sola interpretación que no sea magistral, pues todas son excelentes, dignas de premio y aplauso, pero si hay que resaltar alguna, aparte de la del protagonista Cillian Murphy como Oppenheimer, deben destacarse las de Robert Downey Jr. (como el político y oficial naval Lewis L. Strauss) con un aspecto muy delgado y un excelente trabajo, así como el casi-cameo de Rami Malek (como David L. Hill).

La película perfila al físico teórico estadounidense Robert Oppenheimer y lo que rodeó al desarrollo en Los Álamos de las dos bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y sobre Nagasaki. Las bombas fueron diseñadas por un equipo dirigido por él, luego la grandeza, si es que hubo alguna, no le corresponde exclusivamente a Oppenheimer. Las sospechas de colaboracionismo con los comunistas rusos (probablemente alguno de sus amigos), incluido él mismo, pues los rusos desarrollaron su propia bomba pocos meses después, sus relaciones de pareja y la fuerza que le daba su mujer (encarnada por Emily Blunt), su defenestración final, y los físicos y amigos que le rodearon, componen el trastabillado guion. Afectado por la responsabilidad tras tantas muertes causadas, luchó después por el control de las armas nuclear, lo que le granjeó su defenestración política y de la administración americana.

No se puede pasar por alto el tratamiento ‘dulce’ que la película hace de Albert Einstein, contraria a la imagen real de quien firmó (él solo) la carta que había escrito su colega de origen húngaro Leó Szilárd, y que fue enviada el 2 de agosto de 1939 al presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt. En ella se animaba a desarrollar la bomba atómica antes de que lo hicieran los nazis, de quienes se sabía que lo estaban intentando. Ello fue seguramente el origen del proyecto Manhattan. No sería Roosevelt quien autorizara los lanzamientos sobre Japón, pues murió en abril de 1945, sino que fue su sucesor Harry S. Truman quien tuvo el dudoso honor poco después, en agosto de ese mismo año.

Si hay algo que la película de Oppenheimer omite, aunque se siente como un enorme grito hoy, es toda crítica a los Estados Unidos por haber lanzado las dos bombas atómicas. Tanto Roosevelt como Truman pertenecían al partido demócrata, en una democracia bien establecida, pero a pesar de que la guerra ya estaba decantada en 1945 a favor de los aliados y los japoneses prácticamente derrotados, Estados Unidos quiso hacer una muestra de poder que causó más de 246.000 muertos, la mayoría civiles. Hoy muchos nos preguntamos si esto no fue un acto de genocidio infligido por una democracia occidental que ha quedado impune en la historia.

Si alguien busca sentir lo que el proyecto de Manhattan en Los Álamos y Oppenheimer y su equipo supusieron, estará bien que vea esta película, aunque, si tienen oportunidad, no deje de visitar algún día el Museo de la Paz de Hiroshima donde hay una reproducción de la bomba a escala real y una copia exacta de la carta de Einstein.
Deckard
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6
22 de marzo de 2022
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Aguas profundas’ es la traducción literal de ‘Deep Water’, novela de 1957 de la escritora estadounidense Patricia Highsmith cuyo título fue muy bien traducido como ‘Mar de fondo’, pues en lengua inglesa tiene un doble sentido, y viene a significar también “estar/meterse en serio peligro” (be/get in deep water). Habría sido más correcto mantener el título original de la novela ‘Mar de fondo’, relato sobre un matrimonio con hija pequeña en el que la mujer le es infiel al marido, aunque las relaciones extramatrimoniales le duran poco.

La adaptación de la novela de Highsmith a los tiempos modernos la realizaron Zach Helm y Sam Levinson. Los guionistas convierten al personaje del marido, Vic Van Allen (Ben Affleck) en un adinerado prejubilado de 63 años que ha creado chips para drones, aunque él se desmarca de su uso militar (podrían emplearse para buenos fines, llega a decir). La esposa Melinda (Ana de Armas), mucho más joven, va saltando de amante en amante (esto no es desvelar nada importante) y en un principio nadie se explica por qué razón le pone los cuernos repetidamente a su marido, un reputado y tranquilo ingeniero (de ética dudosa por el empleo final de su trabajo) que no sufre de impotencia ni de fealdad. Su niña de ocho años, Trixie (Grace Jenkins), es una verdadera delicia.

El director Adrian Lyne llevaba casi veinte años sin hacer una película y en ésta sigue en su línea de escarbar en las complejas relaciones de pareja/s, aunque mostrando un erotismo muy sutil, quizá demasiado, con escenas de sexo muy poco explícitas. En buena medida Ana de Armas está desaprovechada dada su filmografía no exenta de voluptuosos desnudos. Como curiosidad, Ben Affleck y Ana de Armas se conocieron en el rodaje en marzo de 2020 en Nueva Orleans y mantuvieron una relación hasta enero de 2021.

El tono apático general de la película, aunque va ganando tensión con el metraje, nunca hace vibrar ni erotiza. ¿La razón? Quizá la adaptación de la novela sea simplemente mala, moldeando el personaje de Vic como indolente, aunque muy cornudo, “un tipo raro” llega a decir de él uno de sus invitados (todos sus amigos saben que su mujer le engaña). Ben Affleck no resalta en estos trabajos de contención que, en su caso, se vuelven más bien inexpresivos (aunque sí estuvo en plena forma en ‘El último Duelo’). Melinda luce en las fiestas a sus “amigos” sin rubor, delante de su marido Vic y de todos los demás. Ana de Armas está muy creíble y se lleva la atención, por su buen hacer y su belleza.

La historia, quizá ya desde la novela original, resulta muy poco realista, con escenas que abochornarían a cualquier marido por muy tolerante y ‘abierto’ que fuera. Vic es conocedor de los amoríos de Melinda, es lo que tienen los jubilados, tiempo libre para espiar, mientras Melinda desatiende su función maternal y, habitualmente, también la cama conyugal, aunque le sobra tiempo para aventuras y alcohol.

El desarrollo permite ir atando cabos al espectador. En la película Vic cría caracoles en su invernadero (es su afición), como una alegoría del dolor que se infligen estos moluscos hermafroditas al fecundar y marcar a su pareja y quizá también como un homenaje a la sexualidad de Highsmith.
Deckard
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