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España España · Sevilla
Críticas de Atlantis
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
6
27 de octubre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno piensa al contemplar los primeros impactantes minutos de esta película, donde se suceden breves escenas ralentizadas de factura tan bella como tenebrosa, que se prepara a ver una obra más propia de un museo que de una sala de cine. Contundente inicio y efectivo preludio que pone en situación al espectador ante lo que va a encontrarse.

La tragedia y el pesimismo cubren toda la historia como una capa oscura cada vez más espesa que va cerniéndose sobre las vidas de las hermanas protagonistas. Justine no sabe ser feliz. Vive en una eterna depresión, en una búsqueda infatigable de su propia infelicidad. Claire teme la colisión contra la tierra de un misterioso planeta que había estado oculto todo el tiempo tras el sol. “Melancolía”, un planeta azul (blue, triste). Justine no teme esto. Hace ya tiempo que ese planeta eclipsó su sol y, con satisfacción, espera que colisione también contra su hermana, para satisfacer así ese particular y egoísta sentimiento que tenemos las personas cuando estamos tristes, de que el resto del mundo también lo esté.

El metafórico argumento muestra con violencia y crudeza las devastadoras consecuencias de la pérdida de la ilusión por la vida. Siguiendo la senda iniciada con brillantez por Ingmar Bergman, dentro de este sub-género que podría denominarse “existencialismo nórdico” en constante exploración de las doctrinas de Kierkegaard, Lars von Trier firma una película escalofriante y depresiva, donde las concesiones al tormento que provoca hay que buscarlas en la puesta en escena, concretamente en la fotografía, predominando la mencionada introducción, en una ambientación en preciosos escenarios, y en la música, con el inquietante preludio de “Tristán e Isolda” de Richard Wagner como telón de fondo. La combinación de estos factores con las interpretaciones, sentidas y emocionantes, de Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg, logran crear una serie de sensaciones contrarias; un remanso de paz en la tristeza, belleza en la desilusión y en el fin de la esperanza.

El provocador Lars von Trier, siempre más interesante detrás de las cámaras que hablando delante de ellas, mueve su desencadenada cámara entre las rencillas familiares y los sentimientos más desesperados en un remoto castillo, perdido entre bosques y brumas. Desde el concurrido salón de celebraciones con la rancia boda –con grandes interpretaciones de conocidos nombres como John Hurt, Stellan Skarsgard o Kiefer Sutherland-, hasta la más absoluta soledad del resto de habitaciones, el autor logra algo no carente de mérito: el conseguido retrato de un sentimiento.
Atlantis
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7
17 de octubre de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esa sería la premisa de la película y el objetivo último de su protagonista, Allie Fox (Harrison Ford), otrora científico-inventor de cierto prestigio entre sus allegados. Su asco progresivo a la decadencia social que atrapa a Estados Unidos, debida a la globalización ciega y la industrialización masiva, provoca que las miras de este ciudadano con especial talento para la mecánica apunten hacia el abandono de su país, el cual a su juicio está acabado y pronto será arrasado por un holocausto nuclear. Su solución es comenzar otra vida en un pueblo selvático de la selva de Honduras, arrastrando a su familia a un viaje hacia el auto-abastecimiento, tratando de llevar los avances en la comodidad de la vida humana a los "salvajes" de la jungla y, a cambio, gozar de un modo de vida más sencillo y enriquecedor que mejorar la maquinaria de obsoletas granjas de provincia.

La adaptación de la novela de Paul Theroux va conducida por la voz del joven Charlie (River Phoenix), hijo de Fox, y através de ella el director Peter Weir vuelve a manifestar su interés en los entresijos de las comunidades aisladas ('Único Testigo', 'El Show de Truman', 'Master & Commander'), hablándonos del trabajo en común y de la sociedad unida como única vía de progreso.

En la aldea de Jerónimo, el ideal comienza llevándose a cabo en consenso y se utiliza para el bien común, lo que lo hace funcionar; pero la entrada de un peligro ideológico (la religión cristiana, representada por el misionero) y de un peligro físico (homo homini lupus) tambalearán los cimientos de la pequeña sociedad "tribal".

Fox, el individuo, se separa de la comunidad (de su país, de la sociedad, de su propia familia incluso) y aplica medidas "nerónicas" como solución a los problemas que atacan a su particular mundo, en una secuencia impresionante donde el poder de la naturaleza se desata y el orgullo del hombre se antepone a la vida de su propia familia. Esto le llevará a la incomprensión cada vez más acentuada de todo aquel que le rodea.

Pero 'La costa de los mosquitos' no es un discurso en contra la libertad individual, sino una crítica a la imposición del pensamiento (sea cual sea) relatada como una particular y muy dinámica road-movie, apoyada en una preciosa fotografía paisajística y protagonizada notablemente por un entregadísimo Harrison Ford, que demuestra su capacidad interpretativa alejándose de sus roles habituales, dando vida con naturalidad a un personaje complejo y excéntrico.
Atlantis
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9
11 de noviembre de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ópera prima de Ridley Scott comienza de manera apasionante: un duelo a sangre fría, donde el despiadado Feraud (Harvey Keitel), húsar de las tropas napoleónicas, se bate en duelo con un contrincante bien posicionado políticamente. Tras esta vibrante y cruel secuencia, rodada con la frialdad y movimientos estudidados que requiere un duelo y que, además, denota desde el principio tanto el buen gusto en el encuadre de Scott como en la fotografía -en las manos de Frank Tidy-, al capitán D'Hubert (Keith Carradine), le encargan la misión de apresar a Feraud. Lo importuno del momento en que D'Hubert demanda el arresto de Feraud, será tomado por este último como una afrenta a su honor... y se lo tomará muy en serio.

A partir de este inicio, explosivo cuanto menos, sin entrar en más descripciones que algunas escuetas (e innecesarias) apreciaciones a manos del narrador, comienza la historia de dos soldados enfrentados en sucesivos duelos a lo largo de 15 años y movidos por una situación tan absurda como irracional en la que lo único claro es que, para que pueda darse por finalizada, sólo puede quedar uno de los dos vivo. Los duelos se sucederán al ritmo de las Guerras Napoleónicas, donde Feraud, perro de combate que no descansará hasta acabar con su presa, siempre encontrará un momento oportuno entre batalla y batalla, para continuar con su propia guerra personal.

El interés en la historia puede decaer en ciertos momentos, principalmente en los que la trama se adentra en la vida privada del desconcertado D'Hubert, pero será en estos descansos entre duelo y duelo donde las personalidades femeninas que irá conociendo, aplicarán el sentido común a su vida (más que la razón) y harán ver la insensatez del conflicto.

Terminando con un final que hace justicia al resto de la película, apropiado y bello, dejando su hueco para la reflexión sobre la cuestión del honor -en este caso llevada al límite del absurdo- y sus repercusiones, Ridley Scott concreta una película indispensable, muy bien ambientada y mejor rodada. Posteriormente su cine, aunque siempre con un motor de acción y batalla como eje, ira tomando otros derroteros, tomados generalmente como una rendición ante la industria. Cierto o no, "Los duelistas" deja patente la eficacia y calidad artística de este director desde los inicios.
Atlantis
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9
24 de diciembre de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y no hay más. El director toma la obra de Patrick Hamilton y le da una vuelta de tuerca que excede la puesta en escena. Si Phillip y Brandon juegan a ser Dios, Hitchcock no iba a quedarse atrás.

Ellos matan a un hombre, lo esconden en un arcón e invitan allí mismo a su padre, a su profesor y a su prometida -entre otros-, con el único propósito de crear una macabra obra de arte, una situación artística por el riesgo que entraña y que, a su vez, demostrase que como hombres superiores, la ética y los valores social-culturalmente tolerados están por debajo de su propia voluntad. Hitchcock lejos de presentar los hechos de forma convencional también se arriesga para demostrar su genio, su particular superioridad, en este caso su visionario virtuosismo técnico. Rodando la película entera en un puñado de planos-secuencia (8 o 9) asesina realmente al cine, lo priva de su esencia que es el montaje, y lo hace sólo para demostrarnos que haciéndolo puede crear una gran película donde el ritmo y la intriga no sólo no decaen sino, me atrevería a decir, se acrecentan. El espectador es el invitado a su peculiar fiesta y, cuando descubre el crimen (y si no está previamente informado, por la fama que precede a la película, quizás no lo descubra), se muestra asombrado.

Si bien es cierto que esto convierte a la película en un vehículo de autolucimiento del señor Hitchcock, no debe cegar este hecho la proeza que es filmar la película siguiendo el propio ideal de los protagonistas. Es como si el mismo Brandon la hubiera dirigido.

Por supuesto para crear esta maravilla técnica, la planificación previa es impresionante: el sistema de iluminación, el fondo de la ciudad en oscuridad paulatina, los travelling de cámara por las habitaciones, etc. Lástima que no pudiera ser filmada "de una pieza", por las carencias tecnológicas del momento, lo cual hubiera dado al conjunto una mayor coherencia, ya que los cortes entre planos-secuencia cantan demasiado, en especial los que se quedan en la espalda de los actores. El único gran error de la propuesta.

La puesta en escena requiere de los actores una interpretación teatral, con grandes parrafadas memorizadas. El trío protagonista se desmarca en este sentido. Además podemos ver, mucho más que insinuadamente, el curioso hecho de una homosexualidad clara en la sádica pareja asesina y una crítica (autocrítica en este caso) a la discriminación basada en criterios intelectuales, o al menos el arrepentido Rupert toma esa posición, ya que el director continua con su propia obra de arte hasta el "The End"
Atlantis
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6
19 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sencilla película, de estilo orgullosamente europeo, que retrata con contundencia y sin alardes, apoyada en un destacado reparto amateur -que es lo mejor y el pilar fundamental de la representación-, algo aparentemente sencillo, como un curso escolar. Sin profundizar en ninguno de los temas que toca -inmigración, adolescencia, impotencia del profesorado-, consigue plasmar de forma muy realista las situaciones que pueden darse en una clase conflictiva. Como digo, no llega a mojarse en ninguno de los temas, dando un repaso muy epidérmico de los temas abordados, pero no por ello desmerece, simplemente da una ligera sensación de quedarse "a medio gas".
Atlantis
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