Lo dice todo con rimbombante palabrerío. No dice nada pero transmitiendo en demasía. Es el juego al que nos estamos acostumbrando. Sin contenido pero con mucho continente. Sin sentido pero con parafernalia en el acompañamiento. El guion se esmera en enseñarnos la necesidad de actuar y el hoyo en el que seguimos cayendo aún viéndolo venir. Los diálogos, tensos, divertidos y adecuados, guían la trama, que se esconde en el sinsentido del vacío y vacuo de los epítetos. Los diálogos son la punta de la flecha que además señalan los vicios en los que caemos como sociedad y como individualidad. Esa falta de entendimiento a pesar de las palabras. Esa falta de contenidos a pesar del diálogo y esa falta de soluciones a pesar de las acciones. Todo expresado de forma simple y directa. Sin más arte que el de comunicar sin decir nada pero con muchas palabras. Directo a la llaga.

El sello es grave y directo: el camino al entendimiento es la base de una trama oscura y pura. No se nos presenta toda la historia de una forma intrincada ni inverosímil, solo es un camino de pesquisa y entendimiento de su protagonista, donde todo el peso de la narración es ese proceso desgarrador y tormentoso. Ese transcurrir de la acción se plasma con una belleza y frialdad inusitada. Cada plano de contrastes de blancos y negros es de una belleza sublime, donde la oscuridad se cierne sobre cada secuencia para acompañar al sentimiento de su protagonista. A partir de ese realismo exacerbado asistimos a un intento de explicación del motivo por el cual el personaje principal se embarca en toda esa odisea. Nos intentan hacer copartícipes de cada decisión tomada para que sepamos leer entre cada línea lo que sucedía y lo que lo rodeaba. Luchar contra una maquinaria tan bien engarzada no era una lucha personal, si moral. No se entiende el todo sin que sumemos cada uno de sus protagonistas, sean del estamento que sean. A partir de ahí entramos en una espiral de intrigas deshilachadas que conforman todo el relato, subjetivo e intenso, pero creíble y digno.

Peca de buenista y predecible, pero es grande en sentimientos e interpretación. Un filón de oro son sus protagonistas, esa pareja que encaja a la perfección. Su naturalidad, su desparpajo, su realismo y sobre todo su cercanía hacen de ellos la mejor baza para esta película que se sumerge en el análisis descarnado y descarado de los sentimientos o sus barreras intrafamiliares. No pretendamos hacer un viaje a lo profundo y onírico de las relaciones fraternales. No. Pero tenemos claro que el análisis de las carencias y las ausencias de ciertas relaciones se ponen de manifiesto de forma clara y concisa. El guion lleva como piedra angular unos diálogos, que ejemplifican las necesidades y miserias de una desestructurada familia y sus disfuncionales caracteres. Con cariño, tacto e ilusión se nota la mano de Daniel Sánchez Arévalo. Ese toque agridulce que llena de compasión la trama, pero siempre sin renunciar al carácter. La fuerza de la historia radica en cómo se cuenta y en un trabajo de dirección actoral contundente.

Su resultado final mezcla una 'fell good movie' pero con unos ingredientes llenos de profundidad y tesón. Lo tiene todo, como argumentario es creíble e intenso, vívida y voraz crítica social y política, con personajes entretenidos y poliédricos que buscan sus ideales y luchan en la diversidad del momento. Cambio climático, poder político, feminismo, ecologismo, complicidad y activismo están explicados a varios niveles en sus distintos personajes. No podemos separar de una historia vital aquello que nos sobra, somos la amalgama de todo lo que nos hace ser nosotros, y en esta película lo sentimos así. Esa lucha interna entre lo que pensamos, deseamos y hacemos llega aquí a un nivel de implicación. En una historia pequeña se nos muestra las implicaciones de nuestras acciones de forma ejemplificante y llena de entusiasmo e connivencia.
Los personajes buscan el equilibrio entre realismo y complementación. En la medida justa de necesidad y suplencia. La banda sonora, sinergética e imprescindible actúa como el coro griego, el 'fátum' que nos vigila y nos ayuda a decidir desde la intervención y la complicidad. El dramatismo real se vive en nuestras cabezas, no en nuestro contorno. Todo ello nos da una explicación necesaria y argumentada de todos los factores que aparecen en la película.

Chirría, da esa sensación de querer comprender algo que no se explica ni se justifica, pero que se nos presenta con normalidad la atrocidad más absoluta. Causas, consecuencias y modus operandi llenos de irrelevancia, el fin está en la mira del protagonista, y todo está enlazado para ensalzarlo y llegar a justificarlo. Un guion pobre en el desarrollo del arco de personajes. Decisiones indescriptibles de líneas argumentales llenas de despropósitos, intentando enlazar el paso de celos a matanza con total naturalidad. No profundiza en la psicología ni en la psique de un protagonista que lleva a cabo acciones impensables y nada veristas con tal naturalidad y corrección que desestabiliza a un espectador que no logra empatizar ni siquiera con las supuestas víctimas. Una escenografía correcta pero sin alma que adornar. Uno se queda sin ganas de analizar por no hacer sangre... Los personajes tienen potencial, pero el guion se centra en la sorpresa de la acción y en intentar humanizarla, cuando detrás hay personajes sin vida...