Cuando las personas se ponen a prueba en una guerra fratricida emergen los rincones más sublimes y gloriosos del alma humana a la vez que también lo hacen los más tenebrosos y egocéntricos. "Incierta gloria" sitúa a nuestros personajes en una guerra estancada dentro auténticas trincheras emocionales, huyendo de las bombas, de fantasmas personales o resistiendo el embates del enemigo intentando mantener las formas y la lealtad.
Lluís es un joven oficial republicano con pareja e hijo en Barcelona al que envían el frente de Aragón durante el año 1937. El frente se estabiliza durante unos meses y nuestro oficial conocerá una enigmática viuda de la que se enamorará. Junto con su amigo Juli y la Trini que viene de visita al frente protagonizarán un drama humano que no os puede dejar indiferentes.
El director Agustí Villaronga retorna a las pantallas después de varios años de su éxito con "Pan negro" fiel a su línea. Sujetos de personalidades complejas y expuestos a situaciones límites que los obligan a mostrar su versión más profunda donde las caretas ya no se pueden aguantar y donde todas las decisiones están cargadas de trascendencia. El director es un maestro en mostrar estos entramados que apuntan directamente a la compleja esencia de cada personalidad. Vivir en conciencia no es fácil y si alguien nos lo dice es que intenta vendernos algún producto o quiere levantarnos el ánimo con buenas intenciones. La supervivencia en la barbarie, el valor de la amistad, la fortaleza y la debilidad de los ideales y las creencias, el eterno tema del amor y la distancia o el sentido de una guerra absurda son algunas de las temáticas que podremos contemplar en unas magníficas interpretaciones de todo el grupo con una destacada de Oriol Pla en su papel de Juli. La veracidad y el tono tragicómico con los que encara las tragedias que le tocan vivir os impactará sin lugar a dudas.
Vale la pena ver esta adaptación de la novela de Joan Sales por su capacidad de captar profundamente y de forma brillante los caminos que nos sitúan en las fronteras entre la razón, el deseo y la violencia para indagar en nuestra entidad como seres humanos. (8/10)
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A Hirokazu Koreeda lo descubrí hace más de una década con la maravilla de "Kiseki" donde ya se hacía evidente su capacidad para capturar de forma mágica momentos de la infancia a la vez que demostraba una extrema habilidad para dirigir este tramo de edad.

En "Mosntruo" parte de un niño que comienza a tener comportamientos extraños que su madre asocia inicialmente con algún episodio de acoso que ha sucedido en la escuela y del que responsabiliza a un maestro en concreto. Lo que es el punto de vista de la madre se completa con la vivencia del maestro y del propio niño de nombre Minato. Tres piezas de un puzle que acaban encajando, aunque en algún tramo de la película te sientas en medio de un auténtico laberinto de miradas, para acabar mostrando todo un universo en torno a una mágica y auténtica amistad infantil víctima de las apariencias, la hipocresía social y la mentira.

El director desgrana la trama, juega con nosotros y nos esconde lo que podríamos llamar "la verdad" tras tres puntos de vista para mostrarnos -como ya ha hecho en otras películas suyas- que la mirada que cada uno da a los hechos conforma una realidad singular y que varía según la perspectiva. Al margen de la tensión bien repartida en la resolución de un aparente thriller, el director consigue con mucho éxito que varias escenas tengan una fortaleza propia, sean emotivamente sugerentes y, algunas de ellas, tengan momentos de auténtico hechizo con el acompañamiento impagable de la última obra para el cine del prolífico compositor Ryuichi Sakamoto.

"Monstruo" es un buen relato lleno de secretos e incógnitas en torno a la amistad infantil, los prejuicios o la misma soledad donde podremos disfrutar de unas interpretaciones excelsas y el regalo de varios momentos de una belleza cinematográfica auténtica y singular .

Debo decir de entrada que mi valoración de este tipo de películas –un personaje en una única ubicación– puede parecer exagerada por el valor que le doy a sacar oro de unas circunstancias austeras y nada favorables a base de buen oficio tanto en la realización como en la interpretación. En esta ocasión, he salido de la sala encantado por lo que he visto recordando "Buried" (2010) o la extraordinaria "Moon" (2009).

"La paradoja de Antares" se ubica en un reducido despacho de observación astronómica dedicado a una rutinaria captación de señales extraterrestres con una posible intención de contacto "civilizado" desde el espacio remoto. Durante una noche de una terrible tormenta y con graves problemáticas familiares incluidas Alexandra tendrá que hacer frente ella sola a la verificación de una señal que ha pasado los primeros filtros y que puede convertirse en un descubrimiento primigenio.

La actriz Andrea Trepar da vida a nuestra protagonista, una investigadora brillante que ha tenido que hacer frente a una reciente entrevista y múltiples explicaciones en torno al curioso trabajo al que se dedica con entusiasmo. La eterna paradoja de la investigación, con sus gastos incluidos, en el universo remoto mientras quedan muchos problemas graves por resolver o lugares desconocidos dentro de nuestro planeta añadida al dilema de "sacrificar" la vida personal por un hito científico excepcional. Paradoja que se llevará al límite en una trama de tensión muy bien conseguida gracias a unos efectos visuales y sonoros muy eficientes, un montaje que te atrapa, una interpretación intensa y una música que enfatiza perfectamente. Al margen de esta impecable labor de realización el director Luis Tinoco consigue mostrarnos las diversas caras de la paradoja hasta el punto de que te hace ir de un lado a otro en tu misma valoración para llegar a un final muy acertado y humanista evitando en todo momento el aleccionamiento doctrinario.

Ha sido todo un placer disfrutar de 87 minutos de auténtico cine, honesto y hecho desde la austeridad de un bajo presupuesto que hace realidad una propuesta singular en base a unas buenas dosis de creatividad y de ingenio. (7)

Ian y Emma son una pareja madura que regresa de vacaciones de verano y se enzarza en una interminable e insulsa discusión sobre unas patatas que han comido mientras esperaban el avión en el aeropuerto. Cuando parece que se dan una tregua Ian la recupera para acabar finalmente llegando a casa con una ironía amistosa y un beso de "buenas noches". Al día siguiente y dentro del hogar se enzarzan en una especie de danza de rutinas perfectamente repartidas y donde parece que las tengan entrenadas a base de tiempo y repeticiones. De entrada ambos pueden parecer algo obsesivos pero con los minutos comprobamos que la amabilidad y la estima están bien presente de forma sutil.

A partir de este planteamiento inicial la pareja de actores Sean Bean –recordado por "Juego de Tronos" (2011) y "Broken" (2017)– y Nicola Walker –magnífica en "The split" (2018)– nos mostrarán con unas interpretaciones ponderadas e intensas a la vez la cotidianidad más habitual y diaria donde parece que no ocurre nada y se focaliza todo en una rutina muchas veces anodina pero que de tan cercana y real que resulta entrañable.

Unos diálogos mínimos dejan paso a los objetos, los detalles y las pausas mientras todo ello se convierte en protagonista para ir descubriendo poco a poco los asuntos más reservados que arrastran respecto a las relaciones con su hija o con el estado de ánimo de ambos teniendo muy en cuenta que Ian acaba de perder su trabajo y que no acepta todavía una situación de "prejubilación" a la vista de las pocas perspectivas para encontrar un nuevo empleo.

Durante sólo cuatro episodios y con unos diálogos minimalistas se logra mostrarnos casi toda una vida de complicidad y ayuda mutua de dos personas que afrontan diversas situaciones actuales con una sabiduría acumulada y una empatía que les permite salir adelante en una atmósfera de simbiosis perfecta que sólo dos grandes interpretaciones pueden conseguir.

Una miniserie que le he apurado con deleite como un "pequeño gran placer" inesperado y que transmite, además, un mensaje de un vitalismo creíble, cercano y cariñoso sin caer en proclamas descabelladas. (7,5)

El género documental vuelve a estar de suerte para hacerse un sitio —quizás lo tenga ya— dentro de los géneros cinematográficos destacados. "Fire of love" utiliza todo el material filmado, entrevistas y otras grabaciones de la pareja de vulcanólogos Katia y Maurice Krafft para mostrarnos de una forma casi hipnótica una singular historia de amor a tres bandas. Su decisión vital e iniciática de "casarse" con los volcanes y no tener hijos se convirtió en una prolífica producción de investigación y de divulgación que queda perfectamente reflejada en el documental. Una decisión que se nos presenta de forma natural, divertida y al mismo tiempo comprometida hasta límites insospechados. La decisión de seguir, investigar y filmar las erupciones volcánicas en torno todo el globo terrestre les obligaba a estar siempre alerta y disponibles una serie de días indeterminado. Los volcanes y sus erupciones no tienen horarios, ni siguen pautas establecidas.

Las escenas filmadas por esta pareja son de una fascinación y una belleza que te llegan a inquietar al deducir el peligro evidente que ambos corrían al estar tan cercanos y expuestos a un fenómeno natural incierto y magnífico. A pesar que el final fatídico de su recorrido es conocido y que se describe perfectamente en el primer párrafo de la sinopsis del filme, la emoción que se desprende durante buena parte del metraje se consigue en base a un excelente trabajo de selección y edición de toda la inmensidad de documentos que dejó la pareja protagonista.

También se consigue singularizar y respetar a los dos personajes dentro de unos perfiles bastante diferenciados y complementarios. Mientras Katia es la medida y la preocupación humanitaria para poder prevenir muertes innecesarias a través de protocolos de protección de la población, Maurice es la cara visible y cordial que se expone en los medios de comunicación y promueve la divulgación. Dos científicos que habrían sido suficientemente destacados de forma aislada pero que con su —podríamos decir— "fusión magmática" consiguen multiplicar su producción.

Recomendable y destacado documental de homenaje a dos auténticos pioneros que desprende un inspirado tono poético sin perder en ningún momento la intensidad de unas imágenes impresionantes y espectaculares. (6.5)
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