El rigor al enfrentarse a un trabajo de una determinada época, debe concretarse en algo más que la puesta en escena o la ambientación. Los diálogos, los comportamientos tendrían que ofrecerse de la manera más real, aunque la historia forzase otros.

Simón Casal ha puesto todo el empeño en mostrarnos lo que quería, tan solo disfrazando a sus actores, cuyos diálogos se encontraban inmersos en el siglo XXI, alejados de la primera mitad del XX, momento donde transcurre la historia.

Algo ha fallado, porque en ningún instante, sientes a esos personajes cercanos, aunque la historia se encuentre teñida de una cotiidana familiaridad impuesta.

La dejaba pasar creyendo que no la recordaba, aunque la hubiera visto.

Tropecé con ella, perdida entre otras y durante esta jornada festiva, busqué un hueco para verla.

Debo reconocer que la primera media hora. es magnífica, cuando se descubren los personajes y sus entramados; diseñada, a través de un guión certero y preñado de matices.

A medida que el metraje avanza, lo hace hacia una simpleza que solo se sustenta, si creemos que regresará a sus orígenes... Y en los últimos minutos lo consigue. De una manera esquemática aporta claves que descubren a los personajes, llegando incluso. a entender sus razones y el por qué actuaron como lo hicieron.

La he calificado con un siete, por sus buenas interpretaciones, y un acertado casting, que acentúa su más que correcto guión.

Creo que llegué a ella por casualidad. No era esta la deseaba ver, pero me ha sorprendido por su construcción de personajes encajando dentro de una historia donde el casting para elección de actores ha sido magnífico.

Una dirección correcta, un guión que sabe donde quiere llegar y unos interpretes, como ya he dicho, perfectamente integrados dentro de la trama, cumplen todos ellos de manera sobresaliente su cometido.
Me ha extrañado que solo tenga una crítica.
La puntuación que le daría: UN SEIS Y MEDIO, pero he optado por la más alta.

Brillante ambientación y puesta en escena. Pero Gustavo Hernández, su director, no ha logrado construir esa atmósfera tan necesaria para el cine de Terror.
Sustos sin mucho tino y situaciones forzadas dentro de un guión confuso, que no colabora a que disfrutemos de lo que se nos ofrece.
Añadir por último, que algunas de las tramas secundarias, no aportan mucho, funcionando solo como lastre dentro del conjunto global.

Aquí de lo que se trataba era de contemplar a Patrick Swayze, que en aquellos finales de los ochenta, no podía estar más bueno. La película es una nadería, sin mayor recorrido. Pero lo que hizo de ella, algo diferente, fueron sus coreografías y el acertado destino hacia adolescentes románticas que todavía creían en los "Pajaritos preñados"... Debemos reconocerlo: Les salió bien.

Observo, un montón de 10 de 9, y notas bastante altas y también quienes la critican, generalmente machos celosos y envidiosos... las entiendo todas, porque los valores de esta deliciosa Dirty Dancing, no eran otros que los visuales, y su orientación a un público femenino.

El cine no es la historia que se nos cuenta, sino la manera en que se hace. Y ahí debemos reconocer que dieron en la diana. Durante el año de su estreno, fue la segunda película más taquillera en América.

Enfrentémonos a ella como lo que es: Una película sin mayor interés, pero de espléndido recorrido.