Un pícaro convertido en héroe.

Un grupo de inocentes colegiales.

Prostitutas de buen corazón.

Un buen soldado chino.

Una jauría de soldados japoneses no tan buenos.

Un oficial japonés con malas intenciones.

Un colaboracionista con miedo.

Con todos estos elementos vistos por separado en múltiples películas anteriores, Zhan Yimou monta un melodrama bélico que, sin llegar a ser una de las obras maestras a las que nos tiene acostumbrados, horroriza y emociona a partes iguales.

Siguiendo el camino marcado por la saga Ice Age, Dreamwords deja a un lado los animalitos y nos presenta una familia de neardenthales que se dedica a sobrevivir en un mundo inhóspito, hasta que la destrucción de su caverna les impulsa a vivir una aventura nunca antes soñada.

Diversión y enseñanza a partes iguales, pues, aparte de las peripecias chistes y ocurrencias de estos personajes, podemos comprobar la evolución de la forma de vivir y de pensar.

Que se cruce un joven Cromagnón en su camino le añade un cierto valor didactico, pero sin atosigar.

Por otra parte, la historia vuelve a los clises sobre camaradería, familia y buenos sentimientos de siempre. Parece que los tiempos gamberros de Schreck ya hace tiempo que pasaron.

La historia del colonialismo australiano tiene muchos puntos en común con la conquista de oeste americano. También tiene sus leyendas y mitos, Ned Kelly es uno de ellos.

Este Jesse James australiano ha sido varias veces llevado a la pantalla con más o menos fortuna. En esta ocasión, nos encontramos con el típico western crepuscular, ese que se caracteriza más por mostrarnos a unos personajes apáticos y dados a filosofar en vez de ponerse en acción, eso si, dentro del consabido y tópico marco incomparable.

Pensamientos y paisaje no son suficiente para que la historia avance.

Estados Unidos. Ese paraíso del capitalismo y el todo por la pasta, de ejecutivos sin alma que se saben con derecho a todo, el país de los selfmade men, del liberalismo a lo Milton Friedman, ha tenido siempre un Pepito Grillo que le recuerda que es también el guardián de los derechos de los desfavorecidos. Y eso es Hollywood.

desde las amables comedias de Frank Capra o esa gran película de John Ford que era Las Uvas de la Ira, el cine norteamericano nos ha enseñado una cara más comprometida de su país. Donde los poderosos no siempre ganaban. Directores y actores como Charles Chaplin, Sidney Pollack, Sidney Lumet, Robert Reford. Película como Erin Brokovich con Julia Roberts o Acción Judicial con John Travolta siguen esta linea bien intencionada.

Precisamente Tierra Prometida recuerda mucho a una pequeña película en la que Robert Reford nos contaba una fábula anti especulativa: Un Pueblo llamado Milagro. poniendo al día el mismo problema. Un empleado de una compañia de gas llega a un pueblo para comprar terrenos para la explotación, y por diferentes motivos, poco a poco va cambiando de bando.

Siguiendo ese espíritu capriano contraria a los Gordon Guecko y demás lobos de Wall Street, estamos ante una agradable película ideal para una tarde de domingo

¿Cuantas veces hemos visto esta historia?
Adolescente rebelde, madre sufridora, abuelo severo que se ablanda. Desde los tiempos de Heidi, nos están contando el mismo cuento con diferentes variantes.

Al menos aquí contamos con un reparto que dota a sus personajes de cierta credibilidad, consiguiendo conectar con el espectador.

Lo mejor: Maribel Verdú y Tito Valverde

Lo peor: Todo lo demás.