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Críticas de Jefe Dreyfus
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Críticas 88
Críticas ordenadas por utilidad
2
17 de enero de 2012
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A pesar de que el actor Nicolas Cage puede presumir de una larga y fructífera carrera cinematográfica (Oscar por Leaving las Vegas incluido), cabe decir que hay tres cosas que todavía no ha aprendido a hacer: a) reir con naturalidad sin parecer un tipo perturbado; b) lucir prótesis capitales con un mínimo de dignidad (de hecho, repasando sus últimos trabajos, el pelo más creíble de los últimos que ha exhibido en sus películas eran las llamas que lucía en “El motorista fantasma”); y c) declinar amablemente su participación en proyectos que, mucho antes incluso de empezar a rodarse, ya tienen una pinta a desastre global que tira para atrás. Su reciente trabajo en la película En tiempos de brujas, vuelve a confirmarnos, una vez más, estos tres puntos.

Existió una época en la que Nicolas Cage era un aliciente más dentro de la película. Está claro que estamos hablando de hace mucho tiempo. Específicamente en la película que hoy nos ocupa, cabe decir que está francamente horroroso y menos creíble que la propia existencia de brujas en el mundo real. Uno tiene la sensación que el actor rodó la cinta a la fuerza, obligado a punta de pistola, pero sin ningún tipo de ganas ni de confianza en lo que estaba haciendo. A su lado encontramos a un Ron Perlman (el prota de Hellboy) desaprovechado y algo perdido entre todo lo que va sucediendo a su alrededor. Todo este despropósito está dirigido por un Dominic Sena (Kalifornia, 60 segundos, Operación Swordfish) claramente superado por las carencias del guión, el poco interés de sus estrellas y el absurdo presupuesto para una película de estas características. Además, él tampoco hace demasiado para aportar ningún tipo de brillantez en el resultado final.

Al principio de la película uno tiene la sensación de estar viendo un trailer en lugar del producto final ya acabado, debido a la gran falta de consistencia de todo lo que sucede en pantalla. La película se va arrastrando como puede hasta llegar al inicio del viaje que da sentido a la película (comparar esta película con otras cintas fantásticas de épicos viajes como “El señor de los anillos” resulta tan absurdo como meter la lengua dentro de un ventilador en marcha). Mención aparte merecen los efectos especiales de la película que resultan de lo más lamentables y que deberían provocar el sonrojo generalizado de sus responsables. Ahora en serio, ¿cuando hubo el pase definitivo de la película ante los productores a nadie se le cayó la cara de vergüenza? A pesar de lo dicho, tanta cutrería y falta de medios provoca que el espectador conecte automáticamente con las cintas fantásticas de serie B que se producían en la década de los ‘80 y que, un servidor, consumía vorazmente en su infancia lo que, por momentos, llegó a crearme una vaga sensación de placer culpable. He consultado con expertos y afirman que la película es tan mala que podría tratarse de un claro síndrome de Estocolmo por mi parte.
Jefe Dreyfus
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6
17 de enero de 2012
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The fighter es uno de esos dramas/biopic/basado en hechos reales/superación personal/sueño americano, que tantas nominaciones y premios suelen reportar a sus responsables. La película que hoy nos ocupa, no obstante, consigue algo tan complicado como es que el espectador contemple, desde su cómoda butaca, como a uno de sus protagonistas le propinan la paliza de su vida hasta dejarlo prácticamente moribundo, que otro de sus personajes principales se pase la gran mayoría de la cinta drogado y fumando crack como un poseso y que, a pesar de ello, resulte de lo más entretenida e, incluso, divertida en varias ocasiones. ¿Magia? No, Hollywood. Y que conste que en esta ocasión no lo digo como algo negativo (al César lo que es del César).

Uno tiene la sensación de que hoy en día ya no basta con ser un buen actor, además se tiene que ser bueno eligiendo los papeles que se interpretan. En este particular arte, Christian Bale se ha erigido como un auténtico maestro. En la película interpreta al hermano perjudicado por las drogas y, una vez más, borda su papel, incluyendo uno de esos drásticos cambios físicos que tan bien se le dan (como ya hiciera en El maquinista). El otro caramelo de la película es el papel de la madre del protagonista, interpretada por una fantástica Melissa Leo. En el otro lado de la balanza encontramos a los personajes interpretados por Mark Wahlberg y Amy Adams, que no es que no estén bien, ni mucho menos, es simplemente que lucen bastante menos debido a que sus personajes son mucho más planos y, por qué no decirlo, soporíferamente plomizos, interpretando al joven boxeador y a la novia que le enfrenta con su familia. En la dirección encontramos a David O. Rusell, director de “marcianadas comerciales” del calibre de Flirteando con el desastre, Tres reyes y Extrañas coincidencias.

La película tiene un punto a favor tan evidente que termina cayendo por su propio peso: los dos personajes secundarios que les comentaba y que se terminan comiendo la película con patatas, logrando que la cosa mejore y suba bastantes enteros cuando cualquiera de los dos aparece en pantalla, acaparando toda la atención del espectador con su arrolladora personalidad. Dicho lo cual el punto flaco del film también termina quedando al descubierto: los personajes principales no terminan de estar a la altura, pecando de sosainas en más de un momento, metidos en una historia de amor y deporte que, no nos vamos a engañar a estas alturas, lo cierto es que no aporta nada nuevo que no hayamos visto antes. A pesar de lo dicho The Fighter dispone de la loable cualidad de entretener lo suficiente para que las dos horas de la cinta se pasen volando, resultando tremendamente efectiva, aunque echándole de menos, quizás, un mayor poder de convicción para emocionar al espectador, ámbito en el que, el film, termina cojeando en exceso.
Jefe Dreyfus
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4
17 de enero de 2012
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Borja Cobeaga afronta su segundo largo después de la divertida Pagafantas con un proyecto, a priori, más ambicioso, aunque sin moverse del género de la comedia que tan buenos resultados le había dado hasta la fecha (nominación al Oscar como mejor contometraje de ficción, incluida). El problema de No controles, no obstante, es que a pesar de resultar cinematográficamente mejor película que su anterior trabajo, y con unas posibilidades cómicas mucho mayores, termina resultando bastante menos divertida que su antecesora, donde el único elemento claramente reivindicable acaba siendo el gracioso personaje secundario interpretado por Julián López.

Ya de entrada, lo que se tiene que tener claro es que los productores de la película podrán dormir tranquilos y sin demasiadas preocupaciones aunque la película sea un rotundo fracaso de taquilla. Y es que uno tiene la sensación de que cierta bebida refrescante de Cola, bastante popular y cuya fórmula se sigue manteniéndose en secreto, debe haber pagado más de media película, cuanto menos, debido a que durante todo el metraje no dejan de hacer propaganda encubierta (o no, que la cosa en ocasiones roza el descaro). Y es que ya no es que todos los protagonistas se pongan a beber la susodicha bebida de cola (que no es Pepsi) como locos, ¡que va!. Es que encima, la chica protagonista, que toca el piano, se pone a tocar la melodía de los anuncios de la conocida marca sin que a ninguno de los responsables de la cinta se le caiga la cara de vergüenza.

Es muy evidente que algo falla en la película. Uno ve el trailer y lo encuentra divertido, los personajes están conseguidos (especialmente los secundarios), las situaciones resultan cómicas y los escenas rocambolescas se suceden, pero, sin embargo, uno está sentado en la sala de cine, sin reírse y pensando que todo lo que está sucediendo en pantalla debería estar resultando muy divertido, pero no. De echo, mientras estaba viendo la pantalla reconozco que tenía muchas ganas de reírme y de que la película me hiciera reír, pero no. Al final me empecé a dar cuenta de que eran más las ganas de que me hiciera reír, que lo que me estaba haciendo reír. Y es que, a decir verdad, la película no me provocó ninguna carcajada y como mucho logró arrancarme alguna tímida sonrisa, pero poco más. Personalmente no creo que sea culpa del guión, sino más bien de la realización de la película, que no logra transmitir lo escrito de forma que sea atractivo para el espectador.
Jefe Dreyfus
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